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La trayectoria musical del más grande e
influyente trompetista moderno abarca casi 50 años de jazz. Tres
revoluciones en el avance del árbol genealógico del género llevan su
firma y según las investigaciones de connotados críticos
norteamericanos, su discografía oficial (editada por sellos de
renombre) supera los 110 títulos. Su trompeta trascendió a los cambios
estilísticos, transitando como gran figura por el bebop, el cool jazz,
el jazz modal, la tercera corriente, el hard bop, el post bop, el jazz
rock, el jazz funk, el jazz fusión e incluso el acid jazz. Entregó un
aporte fundamental a prácticamente todos los subestilos del jazz
moderno una vez que el swing de las grandes orquestas fue sepultado y
reemplazado por el bop de las nuevas pequeñas agrupaciones. Únicamente
el free jazz y el avant garde no sedujeron a Miles. Y no sólo no lo
sedujeron sino que se llevaron algunas de las más ácidas críticas con
las que Davis acostumbraba a abofetear a los indeseables. Miles fue
siempre parte fundamental del “mainstream”, un pasional amante de la
música armónica y melódica y un conservador a pesar de su hambre por
la innovación. En otras palabras, mucho más cercano a Louis Armstrong
que a Ornette Coleman.
El décimo aniversario de su muerte se conmemora
el 28 de septiembre. A modo de homenaje, a continuación presentamos una
propuesta de revisión de sus 65 años de vida a través de diez discos
que retratan a Miles Davis a seis columnas y que, de alguna manera, su
audición supone la antesala al ingreso en la intensa vida y extensa
obra de “el hombre con la trompeta”.
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Birth of
the Cool (1949)
La primera revolución jazzística dirigida por
Miles Davis fue de igual forma pretenciosa e iluminada: no por nada la
llamó “el nacimiento del cool”, refiriéndose así a un nuevo
“jazz frío” surgido de su propio pensamiento. Después de actuar
durante tres años con el ardiente quinteto boper de Charlie Parker, un
novel Miles de 22 años largó como líder de banda, inaugurando con
este álbum aquel particular y suave sonido que durante una década iba
a caracterizar al jazz de la costa oeste de Estados Unidos. A través de
una inusual formación de noneto, Davis dio vida a los arreglos que Gil
Evans, Gerry Mulligan y John Lewis habían preparado para esta banda
histórica. Una banda que conjugaba la presencia de músicos brillantes
con la interpretación de una música finísima. El conocido concepto de
lo “cool”, surgió directamente de la gélida personalidad de Davis
durante esta época.
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Bags Groove
(1954)
Una grandiosa reunión de all-stars de los ‘40 y
‘50 alternaron formaciones durante estas sesiones bajo el mando de la
trompeta de Davis, justo en los años posteriores a su desenganche de la
heroína y el regreso al placer de la música verdadera. El título del
álbum es en honor al vibrafonista Milt Jackson (apodado “Bags”),
cuyo instrumento conduce en gran medida el espíritu y sonoridad de uno
de los trabajos de Miles mejor calificados por la crítica previo a la
fundación de su primer quinteto. El resto de sus “sidemen” son nada
menos que Thelonious Monk y Horace Silver (piano), Sonny Rollins (saxo
tenor), Percy Heath (contrabajo) y Kenny Clarke (batería).
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Cookin’
(1955)
Tal vez la más grande sesión musical de Miles
Davis a la cabeza de su clásico quinteto (también llamado “el primer
quinteto”, que operó entre 1955 y 1956). Nunca antes Davis había
estado rodeado de músicos tan incondicionales y con sus talentos
dirigidos completamente hacia el trompetista: John Coltrane era entonces
un brote del que sería el próximo innovador del saxofón tenor,
mientras que Red Garland (piano), Paul Chambers (contrabajo) y Philly
Joe Jones (batería) cerraban una de las secciones rítmicas más
poderosas y llenas de swing del hard bop de los ‘50. Aquí se pueden
encontrar elegantes arreglos para standards como “My Funny
Valentine”, “Airegin” (Nigeria, al revés) y “Blues By Five”.
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Miles Ahead
(1957)
La primera de las tres colaboraciones con el enorme
arreglador y director de orquesta Gil Evans, se instaló
contundentemente en la historia del jazz moderno como una de las cumbres
musicales. Representa el ingreso de Miles Davis en los territorios y
sonoridades de la música docta (que en fusión con el sincopado se le
conoció por esos años como “la tercera corriente”). Es Davis en
uno de sus momentos de gloria, elevado a la categoría de héroe como
solista estrella, con sonido y estilo ampliamente reconocidos, y acompañado
por una orquesta de 19 músicos (bronces, maderas y trío rítmico).
Después de Miles Ahead, la
trilogía Davis-Evans se completa con Porgy
and Bess (1958) y Sketches of
Spain (1959).
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Ascenseur
pour l’echafaud (1957)
Entre los amoríos con la actriz Juliette Greco y
las actuaciones de su banda en los clubes del quartier latin de París,
Miles Davis fue invitado por el cineasta Louis Malle a participar en su
película Ascensor para el
cadalso, como creador de la banda sonora. Fue el debut de Miles en
este género. Tras revisar algunas copias de las escenas, Davis hizo
tocar a su quinteto franco-americano en un viejo y oscuro edificio de
París, donde logró la atmósfera ideal para la improvisación
colectiva sobre algunos de sus borradores musicales de cool jazz. Un
brillante guión de suspenso que logra momentos de perfección sonora a
cargo de Davis en las escenas de una perturbada y solitaria Jeanne
Mureau errando por los champs-élysées.
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Kind of
Blue (1959)
Esta obra está reconocida como la quintaesencia
del jazz moderno. Los bocetos e improvisaciones incluidos en Kind
of Blue marcan el inicio –al menos popularmente- del llamado
“jazz modal” que poco antes había imaginado el teórico George
Russell. Gracias al ingreso a la banda del pianista Bill Evans (quien
trajo consigo novedosas ideas de Rachmaninoff y Ravel acerca de los
modos), Davis despertó hacia otras formas de expresión y entonces
revolucionó el jazz por segunda vez. Se acaban así las secuencias
lineales de acordes y se ingresa en las amplias posibilidades de tránsito
por las escalas a partir de alguna nota determinada. Aquí Davis dirige
a una banda de nivel difícilmente repetible (Cannonball Adderley, alto;
John Coltrane, tenor; Bill Evans, piano; Paul Chambers, contrabajo;
Jimmy Cobb, batería), un sexteto que ensayó cinco veces en dos años y
que grabó esta obra maestra sólo con las primeras tomas. – 860
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Miles
Smiles (1966)
En una época en la que John Coltrane y su cuarteto
pusieron en jaque a los grandes jazzistas con una música arrolladora,
Miles Davis debió redoblar esfuerzos para ponerse a la altura de la
innovación sonora que estaba estableciendo su ex tenorista. Una nueva
banda con mayor frescura en la interpretación colectiva y una función
mucho más conductiva que creativa en Davis, hicieron de Miles
Smiles la obra cúlmine en los años post bop de su segundo quinteto
(también llamado “el quinteto moderno”, que funcionó entre 1965 y
1968). Ahora rodeaban a Davis músicos mucho más jóvenes y
relativamente desconocidos: Wayne Shorter (saxo tenor), Herbie Hancock
(piano), Ron Carter (contrabajo) y Tony Williams (batería). Prácticamente
la totalidad de las piezas fueron escritas para Miles por estos jóvenes
y brillantes muchachos.
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Bitches
Brew (1969)
De no haber sido por la influencia que Jimi Hendrix
ejerció en Miles Davis, probablemente el jazz se hubiera perdido de la
tercera revolución musical a cargo del iluminado trompetista. El jazz
rock nació durante las sesiones de grabación del álbum cuádruple Bitches
Brew. La razón era simple: se trataba de una música que unificaba
los instrumentos electrónicos del rock de Hendrix y la improvisación
del jazz de Davis. Esta vez, como en Kind
of Blue, Miles volvió a conducir espontáneamente las
improvisaciones colectivas de sus nóveles músicos (entre quienes
aparecían nombres como Joe Zawinul, John McLaughlin, Chick Corea, Dave
Holland y Jack DeJohnette), creando atmósferas lúgubres, contundentes
y musicalmente llenas de consistencia que finalmente inauguraron toda la
era del jazz enchufado.
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Amandla
(1989)
Tras un retiro musical que duró cinco años, Miles
Davis inició en su última etapa creativa. Ciertamente el período peor
evaluado y más criticado debido a su alejamiento sustancial del jazz
puro e ingreso directo en el jazz electrónico, la fusión y el pop. En
1981 comenzó este capítulo final, con la grabación de una serie de
bizarros discos entre los que destaca Amandla,
editado dos años antes de morir. Al mando de bandas multiculturales que
tenían otras motivaciones y direcciones musicales, Miles igualmente dio
cuenta de un talento atemporal, a pesar de vivir agobiado por la pérdida
de la voz, los dolores de su prótesis de cadera y el consumo
indiscriminado de cocaína. Fue su última obra plenamente reconocida.
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Miles &
Quincy live at Montreaux (1991)
A pesar de que Doo-Bop
(álbum con que ingresó en los territorios del acid jazz) fue su obra póstuma,
la actuación grabada en el Festival de Jazz de Montreaux de 1991 como
solista invitado en la orquesta del productor y arreglador Quincy Jones,
es en efecto la última grabación en vida de Miles Davis. Curiosamente
llevaba más de 30 años de sucesivas etapas de experimentación con la
electricidad y totalmente desligado del jazz puro, y sin embargo fue
convencido por Jones (un reconocido admirador y seguidor de Davis) para
regresar a los colores del bop y el cool jazz. En esta ocasión, apenas
dos meses antes de su muerte y con 65 años muy mal llevados, Miles
revivió las viejas piezas grabadas a fines de los ’40 y mediados de
los ‘50. Es un documento histórico que contiene las interpretaciones
finales de “Boplicity”, “Blues For Pablo”, “My Ship” y
“The Duke”.
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