V.V.A.A Weird Nightmare: Meditations on Mingus
(Columbia, 1992)
Producido por Hal Willner
Si existe una traza omnipresente en la obra de Charles
Mingus, ésa es una fuerza inigualable, la expresión artística de una de las
mentes más combativas de la historia del jazz. Mingus supo conjugar a la
perfección la herencia de Duke Ellington, el pulso del blues, los espirituales
y la energía del hard-bop en un lenguaje enteramente personal. Nunca entregó
una partitura a sus colaboradores (o al menos eso dicen). Mingus eligió la
espontaneidad, un cierto amateurismo teórico que se tradujo en una música
viva, visceral, en el fruto del esfuerzo colectivo que el bajista avivava en
escena a grito pelado.
Así, no es de extrañar que Weird Nightmare: Meditations
On Mingus fuese un enorme puzzle que Hal Willner tardó prácticamente una
década en completar.
Nino Rota y Thelonious Monk ya habían sido objeto de estudio
por parte del afamado productor, unos trabajos de una meticulosidad que siempre
ha rebasado el mero choque de personalidades. Si bien es cierto que en sus
álbumes conviven Sting, Tom Waits, Elliot Sharp, Lou Reed y John Zorn con una
facilidad pasmosa, hubiera sido demasiado fácil quedarse en la más estéril de
las anécdotas.
Si empezamos por el reclamo obvio, el elenco de músicos es
menos numeroso que en otras ocasiones pero definitivamente más diversificado:
Elvis Costello, Marc Ribot, Greg Cohen, Art Baron, Henry Rollins (ex-Black Flag,
Rollins Band), Henry Threadgill, Gary Lucas, Vernon Reid (Living Color), Charlie
Watts y Keith Richards (Rolling Stones) o Chuck D (Public Enemy) son algunos de
los nombres que atendieron a la llamada de Willner.
Con tan deslumbrante lista y algunos pasajes de la
autobiografía de Mingus, Beneath the Underdog, más de tres se
hubieran conformado con un homenaje al uso, una revisión educada y, por
consiguiente, con escasas pretensiones. Sin embargo, el azar (o el destino, como
se prefiera) puso en contacto a Hal Willner con los artefactos del luthier más
celebrado de la vanguardia norteamericana de los sesenta: Harry Partch.
Aparentemente, las tradiciones de ambos compositores parecen
la noche y el día y, en cierto modo, así es, por lo menos en la práctica. Sin
embargo, hubo en ambos un deseo constante de dar esquinazo al academicismo
europeo para escarbar en la esencia de sus respectivos discursos. Partch dio con
un lenguaje enteramente propio y Mingus fue, sencillamente, Mingus, pero
sobretodo fue un músico con una conciencia plena de sus orígenes y mantuvo el
peso de la tradición a lo largo de su carrera.
En mi opinión, esta pequeña-gran ocurrencia es la que da
sentido completo a Weird Nightmare..., esa confrontación de las
criaturas de Partch y la magnitud de la música de Charles Mingus, una al
servicio de la otra, en plena consonancia y a la vez enrareciéndose mutuamente.
Las relecturas aquí contenidas carecen de la intensidad
natural de los originales, resultan ligeramente frías en algunas ocasiones y
pierden la impronta de la constante blues en otras. Sin embargo, Willner hilvana
unas adaptaciones coherentes y decididamente inspiradas que oscilan entre el
hip-hop de "Gunsliding Bird", el frenético country de "Open
Letter to Duke" según Bobby Previte o las filigranas vocales de Diamanda
Galás en "Eclipse", todo ello aderezado por una estimulante
originalidad y un aire inquietante de principio a fin.
Los que aborden este tipo de proyectos con cierto recelo, encontrarán en Hal
Willner a una rara avis camuflada bajo la cuestionable etiqueta de
"Varios Artistas".
Efren del Valle
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