|
|
Desde
pequeño siempre me han llamado mucho la atención las
Matemáticas. Tanto que con poco más de seis o siete
años ya tenía claro que quería ser matemático
sin saber exactamente para qué, salvo para saber más
sobre ese mundo tan enigmático y maravilloso de las Matemáticas.
Con la música y visto desde una cierta distancia me ha sucedido
algo parecido. Unos años (pocos) más tarde, empecé
a sentir una pasión y una afición irremediables por
escuchar diferentes propuestas musicales; con poco criterio (no
había tenido tiempo de formarlo), mucha curiosidad y sin
nadie que me guiase en mis “investigaciones” fui escuchando
todo lo que caía en mis manos, que no era mucho todo hay
que decirlo. Un poco más tarde y en el momento en que pude
hacerlo, empecé a “investigar”, cuyo resultado
provocó el Efecto Dominó. Explicado en lenguaje llano,
consiste en partir de una propuesta e ir buscando tanto las influencias
que hay en sus orígenes como el desarrollo que toma en manos
de otros creadores. Una manera muy sencilla y automática
de aumentar las propuestas musicales que pasan por los oídos
del interesado. Así pues fui pasando por diferentes estadios
(eso me parecía a mí en esos momentos, la falta de
perspectiva y una gran ingenuidad, sin duda), también conocidos
como estilos musicales. De cualquier modo, no tuve que esperar mucho
para llegar hasta el Jazz (con mayúsculas, en general) para
empezar a satisfacer mis curiosidades, para no aburrirme con propuestas
que a pesar de la publicidad de su novedad en muchos casos no eran
sino remedos muy vistosos, atractivos y puestos al día de
propuestas ya caducas, y para encontrar una música que me
permitiera una libertad que no había encontrado hasta el
momento en otras músicas. ¿Y qué tiene esto
que estoy contando de particular? Todo esto es nada en concreto
(una simple experiencia vital) y mucho (lo que me representó
este descubrimiento) en general. Creo que no soy el primero que
en su trayectoria músico-vital tras ir pasando por esos diferentes
estilos y llevado por su curiosidad va a parar al Jazz, sin olvidar
tras su llegada los diferentes sitios que le han marcado en el discurrir
de su camino.
Una vez en este punto y con la perspectiva
que van dando los años, la escucha de múltiples propuestas
y sobre todo la curiosidad, me ha llamado mucho siempre la atención
(quizás por deformación de formación y profesional),
la relación tan directa que aparece entre la Matemática
y el Jazz. Quizás sea debido a que mi desconocimiento de
otras materias como la antropología no me lleve a asociar
los conceptos que los músicos utilizan para titular sus obras
con esta rama del saber. Quizás simplemente alguien me debiera
explicar algunos conceptos o dar algunas indicaciones. ¡Quién
sabe! El hecho ineludible es que conforme voy conociendo diferentes
propuestas y avanzo en lo que puedo con mi conocimiento (escaso
ante los inmensos campos por recorrer) me encuentro con relaciones
quizás más imaginarias que reales (vaya, no lo puedo
evitar) entre las Matemáticas y el Jazz.
Quienes me conocen, lo saben. A grandes
rasgos y con el peligro que conlleva generalizar, y a sabiendas
de que en algunos casos hay propuestas no todo lo honestas desde
un punto de vista creativo con lo que sugiere su nombre, soy un
gran aficionado a la música engarzada en esa línea
que recorren el Free Jazz, el Avant-Garde y desemboca en la Libre
Improvisación, si es que se puede llamar Jazz, lo que sería
y es motivo de grandes discusiones. Lo cual no supone un problema
para mí: es una Música (más allá de
etiquetas) que llega a proporcionarme un placer auditivo inmenso
y en dónde me encuentro sumamente cómodo. Del mismo
modo hay algunas propuestas de la mal llamada Música Clásica
Contemporánea que sin ser calificadas como tales por muchos
aficionados también me resultan bien interesantes. ¡No
se está nada mal, la verdad sea dicha, en esa tierra de nadie
en dónde se confunden etiquetas, estilos y formas! Algo que
la matemática ha desarrollado de alguna manera en el siglo
XX y desde sus posibilidades. Ahí está eso de la lógica
difusa, publicitado hasta en electrodomésticos como el sistema
“Fuzzy Logic”. Algunos matemáticos lo han entendido
bien: no todo es 0 o 1, Verdad o Mentira, Blanco o Negro, Jazz o
No Jazz… entre medio hay miles de números, estados,
tonalidades y apreciaciones. En muchos casos sólo dependen
del punto de vista (subjetivo) del observador, medidor u oyente...
o mejor, escuchante.
Pero no es el único paralelismo.
Estos estilos que tanto me gustan (y que no son los únicos
ya que por fortuna hoy en día se puede tener un relativamente
fácil acceso a una gran cantidad de grabaciones de todas
las épocas de la historia del Jazz), son en muchos casos
ninguneados por una parte de críticos, programadores de festivales,
especialistas en la materia y periodistas. Esto me trae a la memoria
la figura de Cantor. Un matemático a quien en el siglo XIX
se le ocurrió empezar a tratar y desarrollar el concepto
del Infinito. A pesar de que en estos momentos se reconozca plenamente
su importancia, en su momento su osadía la pagó con
el desprecio de algunos matemáticos contemporáneos
suyos e incluso con la excomunión, puesto que era una desfachatez
tratar con ese concepto del Infinito. Un concepto sólo asimilable
a la idea de Dios presente en nuestra y en muchas Culturas. Curioso.
Cuántas veces a lo largo de la historia del Jazz los músicos
fueron apartados y marginados de la línea principal del Jazz
de su tiempo para finalmente ser los que establecieron el camino
y el siguiente paso a dar en la evolución de esta música.
En el caso de Cantor aparecen curiosos paralelismos con la música
a la que me refería. A partir de lo que él desarrolló
(relacionado con la teoría de la medida), surgen los fractales;
unos monstruos matemáticos (tal y como fueron denominados
en su origen) que a partir de un caos aparente muestran un orden
interior y unas estructuras absolutamente ordenadas. ¿Quizás
como sucede con estos estilos a pesar de su aparente caos y desorden?
Lo cierto es que Cantor es una figura
importante para mí. Pensando en él hay un músico
que viene a mi cabeza. Es Don (con mayúsculas) Anthony Braxton.
Por fortuna para él, en estos momentos es un músico
que no es rechazado en absoluto y que tiene ya en vida un lugar
ganado desde hace mucho tiempo en el Olimpo de la historia del Jazz.
Supongo que su legado y calidad impide que alguien se atreva a cuestionarlo
globalmente y de un modo directo. Que no indirectamente. A pesar
de su importancia se le suele acusar de ser frío, científico
y... matemático. ¿Los motivos? Yo sospecho que por
algo tan sencillo como haber creado su lenguaje musical propio y
personal y especialmente por utilizar una nomenclatura propia y
científica para clasificar sus diferentes ciclos compositivos.
Basándose en números y letras uno puede recorrer sus
composiciones, a las que añade unos dibujos cual jeroglíficos
que ilustran estos títulos. No voy a entrar aquí en
explicaciones pormenorizadas sobre su historia y devenir creativos.
Sin embargo no puedo más que reírme con una fuerte
carcajada cuando escucho estas acusaciones y pienso y recuerdo y
rememoro y me deleito y gozo con una composición como es
40B: sin duda mi preferida de Braxton. Dedicada al músico
de Hard-Bop Lou Donaldson, se puede escuchar en varias grabaciones.
Recomiendo Anthony Braxton Quartet (Dortmund) 1976 con el propio
Anthony Braxton a los diversos saxos, David Holland al contrabajo,
Barry Altschul a la percusión y George Lewis al trombón.
Otra opción es Anthony Braxton Quintet (Basel) 1977 con George
Lewis y Anthony Braxton de nuevo más Muhal Richard Abrams
al piano, Mark Helias al contrabajo y Charles “Bobo”
Shaw a la batería. Antes de decir nada ante los títulos
presentes en estas grabaciones (¿acaso no son 40F, 23J, 40(o),
6c, 69J, 69N/G, 69M y por supuesto 40B igualmente acertados que
Song For My Father, Ellaine, Whisper Not, Laura, My Favourite Things
o When The Saints Go Marching In tomadas aisladamente de lo que
los títulos y las composiciones en sí pueden sugerir
al oyente?) y dejar añadir al lector una opinión acerca
del carácter científico de la música gracias
a la manera tan taxonómica y organizadamente predefinida
de titular los discos (Grupo Lugar Año), que por otra parte
permiten conocer algo tan interesante como es qué grupo,
en dónde y cuándo grabaron el disco directamente en
el título sin la necesidad de buscarlo en los créditos,
se recomienda una escucha a este tan caliente tema titulado 40B.
Sin embargo para muchos aficionados Braxton da igual lo que haga.
Echando un vistazo a su discografía, aparecen desde proyectos
que que retoman a los clásicos (el Standards Quartet actual
o los proyectos con la música de Charlie Parker o Monk),
hasta trabajos con sus concepciones musicales propias en dónde
no se distinguen los límites de la improvisación y
la composición (como por ejemplo ocurre en sus más
recientes proyectos de Ghost Trance Music).
Da igual: para muchos Braxton continúa
siendo un compositor frío... un científico de la música...
¡un matemático!, cómo no. Bach (otro músico
del que no conozco su obra con profundidad pero que no me parece
frío en absoluto) también ha llevado sobre su figura
acusaciones de ser científico, frío y... ¡matemático!
En este caso por su forma de componer. Fantástico para un
gran creador de música religiosa y en concreto de algunas
de las versiones de las pasiones de Cristo. Y esto es algo paradójico.
En tiempos de los griegos clásicos la música era una
parte de la Matemática. De hecho las formas de obtener los
diferentes tonos se basaban en la longitud de las cuerdas que por
medio de su vibración emitían su correspondiente sonido.
Y ahí están sus escalas, con sus estructuras fijas
repetidas con algunas variaciones que dentro del Jazz dieron origen
al Jazz Modal... ¿Coltrane frío? Un torrente de fuego
avasallador, más bien...
Otro aspecto es el gran conocimiento
que los músicos de Jazz demuestran sobre las Matemáticas
gracias a los títulos de grabaciones, temas... y sellos.
Además de Psi Recordings de Evan Parker, una de las mejores
definiciones que servidor haya escuchado nunca sobre qué
es lo que debe alcanzar el Jazz es la que me dio Seth Rosner, dueño
del sello Pi Recordings, explicando el por qué de tan matemático
nombre para su sello discográfico. Según él
“el número Pi no se acaba nunca, nunca se repite,
desmonta lo que ha venido antes y claramente tiene una lógica
a pesar del hecho de que no se pueda ver a simple vista. Siento
que la Música debiera hacer y hace lo mismo”.
Fantástica y acertada explicación.
En cuanto a los músicos, uno
que me ha llamado la atención desde que adquirí por
primera vez un disco suyo es el trompetista Dave Douglas. Mi encuentro
con él no fue algo pacífico sino un verdadero torbellino.
Todo a partir de a reseña de un disco, con una formación
inusual para mí en esos momentos (trompeta, batería,
contrabajo, chelo y violín), atractiva, con dedicatorias
a múltiples músicos (Kirk, Zorn) y con un título
tan atractivo como Five... un cinco estrellas, por cierto... Y ahí
estaban cinco músicos... ¿un número extraño?
Como título era perfecto. Cinco músicos, magníficos,
desarrollando una música y unas propuestas más magníficas
si cabe. Y no es la única referencia matemática en
su discografía. De hecho todas las grabaciones con esta formación
llevan en su título su carga matemática: Parallel
Worlds se titula el primero y Convergence el tercero. Paralelismo
y Convergencia. Convergencia por cierto que se supone alcanzaban
las líneas paralelas de las hebras del tejido que ilustraban
la portada del disco con este título. ¿Una forma en
clave de cerrar el ciclo de grabaciones con esta formación?
Quién sabe. Y más... Magic Triangle y The Infinite.
Triángulos y el Infinito en una obra fuertemente basada en
la de Miles Davis... Infinito, Dios, Miles...
No obstante estos conceptos aún
con su profundidad en algún caso no presentan ningún
aspecto complicado. Quienes si decidieron optar por ello, según
dicta la sabiduría popular, fueron el trio formado por Ken
Vandermark, Kent Kessler y Hamid Drake, que bajo el nombre de DKV
Trio titulaban a uno de sus discos Trigonometry. La relación
entre los ángulos y lados de un triángulo. ¡Justo
lo que debe existir en un ideal trío de Jazz!
Pero los hay más complicados.
¿Saben ustedes lo que son los números amigos? Dos
números son amigos si la suma de sus distintos divisores
es igual para ambos. Un concepto conocido desde la antigüedad,
y objeto de investigaciones (más bien entretenimiento de
la curiosidad) para comprobar qué parejas de números
presentan tal propiedad. Pues bien, el saxofonista británico
John Butcher decidió titular su primera grabación
a solo 13 números amigos. Si en los centros de investigación
las computadoras trabajan día y noche para poder determinar
unos pocos cientos de pares de números con esta característica,
este gran saxofonista en esta obra nos mostraba 13 de ellos. Algo
sin duda merecedor de una atenta escucha.
De cualquier modo, no todos los músicos
son tan depurados matemáticos. Algunos presentan fallos por
desgracia frecuentes en la educación actual. Sin ir más
lejos a otro saxofonista británico, Evan Parker, no se le
ocurrió otra cosa que titular a un disco y formación
con un acertadamente desacertado 2X3=5. Se recomienda igualmente
su búsqueda y escucha. Y es que no es sino en el error en
donde se encuentra el acierto.
Algo que ha sabido trabajar también
la matemática moderna y que también tengo presente
habitualmente en las escuchas de las grabaciones. ¿No hay
nadie entre los presentes que en un momento y ante la escucha de
una determinada obra haya quedado indiferente o la haya quitado
del correspondiente reproductor para en la reescucha en diferentes
condiciones anímicas y ambientales quedar enganchado por
el calor de la otrora fría obra? Quizás es también
aprender la lección sobre la relatividad de las apreciaciones
y los sentimientos. Algo de lo que se acusa a las Matemáticas
y a alguna Música y que no debieran sino hacernos reflexionar
sobre las lecciones que podemos extraer de diferentes ramas del
conocimiento y de nuestras propias sensaciones.
© José
Francisco Tapiz, 2004
|
|
|