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Resulta un placer regresar a las páginas de los catálogos de las exposiciones con que año a año los amigos de Avui Jazz inauguran su ciclo anual de conciertos. En el año 2005 tuve la rara fortuna de que un texto sobre matemáticas y jazz apareciera acompañando a las preciosas fotografías de Sergio Cabanillas. En esta ocasión no es menor la suerte de que estas líneas aparezcan al lado de los magníficos retratos realizados por la asociación creativa denominada ARTO y que integran Arturo Doñate y Toni Porcar. Un placer aumentado al estar acompañado por los textos de dos buenos amigos: Arturo Mora y el citado Sergio, que en esta ocasión pasa al otro lado de la barrera.
Relativo a su contenido y siguiendo el camino iniciado en el artículo citado anteriormente, parece obligado escribir unas líneas haciendo referencia a la influencia e interconexiones entre el Arte (en general) y el Jazz, entendidos ambos como expresiones no sólo artísticas, sino ligadas a sus tiempos y circunstancias. Esta ligazón es amplia, efectiva desde los inicios del jazz y presente en múltiples facetas. Fotografías, pinturas, dibujos y esculturas han reflejado la vida presente en el jazz a lo largo de toda su existencia. Recíprocamente, el jazz ha utilizado también en su beneficio éstas y otras formas de expresión artística.
Centrándonos en el artículo, surgen dos caminos para esa simbiosis de un modo casi inmediato. Por una parte estaría todo lo relacionado con el arte gráfico que sirve para anunciar e ilustrar los distintos festivales y conciertos, que en su propia esencia está restringido a ámbitos más o menos locales. Por el contrario y de un modo más universal estarían todos los aspectos relacionados con las propias obras discográficas. Debido a su carácter de bienes de consumo (culturales, pero de consumo), éstas tienen un mayor alcance, llegando a gran cantidad de aficionados. El objetivo de estas reflexiones no será, de todos modos, realizar un análisis en profundidad de la evolución del arte del diseño de las obras fonográficas. Al fin y al cabo ni quien esto escribe es un experto en arte, ni por desgracia posee un volumen de obras lo suficientemente extenso y completo como para realizar tal labor de un modo exhaustivo o categórico. El objetivo va a ser el recordar algunos de los hitos que el diseño gráfico ha tenido en una discoteca de uso personal y privado: la mía. Sirva esto para prevenir al posible lector acerca de la ausencia de tal o cual puñado de autores o sobre la parcialidad de la selección. Efectivamente, es parcial y sobre todo condicionada por unos gustos personales y particulares. Comencemos.
BLUE NOTE, REVOLUCIONANDO LAS PORTADAS
De un modo superficial y comparando portadas realizadas en diferentes épocas aparece de un modo muy claro la evolución que han experimentado el diseño de los discos en general y las portadas en particular. En sus inicios da la impresión que el objetivo estaba centrado en mostrar implícitamente el contenido sonoro de la obra en cuestión. No es por tanto extraño encontrar en discos de esas primeras épocas a los músicos en sus poses más habituales, en forma de fotografía, caricatura o pintura. Una de las grandes evoluciones se produce con la aparición de las portadas tipográficas del sello Blue Note, obra de Reid Miles (en el diseño) y Francis Wolff (en la fotografía). Durante un periodo de aproximadamente una década y que comienza a final de los años 50, ambos artistas crearon una nueva forma de entender el concepto de portada en los discos de jazz. Sin entrar en valoraciones sobre sus implicaciones estéticas y su relación con la historia del arte (pura contemporaneidad en esos momentos), en lo visual su resultado son trabajos con un diseño muy atractivo. A primera vista destaca por encima de todo lo demás la importancia del título de la obra. En un segundo plano aparecen los nombres de los músicos. Finalmente y ocupando un mínimo espacio en una gran mayoría de casos, hace acto de presencia, en forma de fotografía, el músico responsable de la grabación, pero no como un factor fundamental sino como un elemento puramente anecdótico.
No obstante y a pesar de que muchas
de estas portadas estén entre mis preferidas (Turnaround
de Hank Mobley, Unity de Larry Young o Hub-Tones
de Freddie Hubard), mi favorita no es obra de estos dos artistas.
Su autor no es otro que Andy Warhol. Figura fundamental en el movimiento
del Pop-art, es un personaje relacionado con la música.
A finales de los años 60 fue el autor del archiconocido disco
del plátano de The Velvet Underground, grupo del que fue
protector en sus inicios. También fue el creador de alguna
de las portadas más famosas de The Rolling Stones. Sin embargo,
en los años 50 su trabajó sirvió para ilustrar
las portadas de los discos de Blue Note. Entre sus creaciones está
Blue Lights del guitarrista Kenny Burrell, grabado en 1958.
El resultado es una maravillosa muestra de cómo por medio
de unos pocos trazos limpios y sencillos se puede evocar la sensación
de la música contenida en su interior.
CIMP Y EL ARTE NAÏF
Limpieza y sencillez, o más bien un espíritu naïf, es precisamente lo que muestran las portadas de Kara D. Rusch. Esta artista es la encargada de ilustrar los volúmenes de la Spirit Room Series editados por Cadence dentro de su sello CIMP (Creative Improvised Music Projects). Muy particulares en cuanto a su producción (la música allí publicada es la recogida en su grabación en directo en un particular estudio, sin ningún tipo de tratamiento posterior), estos discos presentan unos diseños plenamente reconocibles y no exentos de un atractivo visual, a pesar de que en muchos casos su contenido musical no parece ajustarse demasiado bien a esa supuesta simplicidad.
AYLER RECORDS: FREE, LIBRE
IMPROVISACIÓN Y EL ARTE ABSTRACTO
Todo lo contrario es justamente lo
que evocan las portadas obra de Åke Bjurhamn. Este pintor
es el autor de los cuadros que ilustran todas las portadas (menos
una) del catálogo del sello sueco Ayler Records. Sus pinturas
abstractas (ajenas a cualquier intento figurativo) son el complemento
ideal de una música orientada principalmente hacia el free
jazz y la libre improvisación. Pura sensación
personal e intransferible, no han sido pocas las ocasiones en que
gracias a la escucha de esa música y la contemplación
de su correspondiente portada han surgido esos momentos mágicos
en los que la pintura se identifica en la música y viceversa.
HAT-OLOGY: LA FOTOGRAFÍA COMO SEÑA DE IDENTIDAD
Otra manera diferente de enfocar
la abstracción (entendiendo como tal la no inclusión
de elementos figurativos relacionados con el contenido sonoro del
disco) en el diseño de las portadas es la utilización
de fotografías no relacionadas con el jazz. Aunque en su
mayor éxito de ventas (el mítico The Köln
Concert) se nos mostraba a Keith Jarrett, todo uno con su piano,
formando el marco de un corazón, en sus diseños es
habitual la utilización de fotografías no figurativas.
En estas se muestran todo tipo de elementos. Estos van desde paisajes
desenfocados y difuminados hasta panorámicas nocturnas que
parece buscaran mostrar la vida por medio del movimiento. A pesar
de su variedad, estos diseños dotan a sus producciones de
un carácter uniforme (que no uniformizado) en el que cada
una de sus grabaciones logra establecer una relación entre
la música y su portada.
No obstante, es en el sello suizo HatOlogy, en donde las fotografías de las portadas y el diseño logran una seña de identidad propia y totalmente reconocible. Tanto es así, que pudiera parecer, tras observar su catálogo, que las portadas de los trabajos editados en los últimos años son obra de uno o dos autores a lo sumo. Nada más lejano de la realidad. Son varios los fotógrafos que muestran su arte con la cámara en esta discográfica. Tal y como sucede en el caso de ECM, las fotos (en este caso siempre en blanco y negro) se utilizan como un elemento puramente abstracto en su relación con la música. Esta falta de color en la foto de portada, la presentación en formato digipack, el color naranja en el lomo yla utilización de unas letras que en un gran tamaño sirven para indicar el título de la obra y su autor (colocadas en la parte inferior derecha o en la superior izquierda y siempre alineadas hasta el mismo borde), son una carta de presentación inconfundible. Otro de los aspectos destacables (también presente en Ayler Records) es la utilización de la contraportada como un espacio para mostrar toda la información necesaria sobre la grabación, incluyendo unas pocas palabras extraídas de unos habitualmente muy completos e interesantes ensayos (no me atrevo a calificarlo como liner notes, dada la vulgaridad con que en algunos casos se utiliza el término) sobre distintos aspectos de la grabación y que se incluyen en el interior de la carpetilla desplegable.
STEPHEN BYRAM: EL DISEÑO GLOBAL COMO ARTE
Uno de los ejemplos más notables
y claros de cómo romper la limitación del tamaño
de las portadas y hacer de todo el envoltorio del disco una obra
de arte es lo que ha conseguido Stephen Byram. Sus diseños
son plenamente reconocibles y no aceptan los límites auto
impuestos por los autores y por el propio soporte. Resulta un placer
visual y también táctil el palpar y jugar con algunos
de sus diseños, en los que incluye además de la información
sobre la grabación otro tipo de elementos, como recetas culinarias.
Entre sus obras más destacables están las que realizó
en los inicios del sello Screwgun Records, propiedad del saxofonista
Tim Berne (quien lejos de ser un millonario con una afición
tan extraña como es tener una compañía de discos
es gran músico que optó –con éxito–
por la autoedición para poder difundir su trabajo). La reedición
de Blue Boye de Julius Hemphill (quizás su obra
más conseguida), la Empire Box de Tim Berne, Discretion
de Bloodcount o Visitation Rites de Paraphrase (en
donde se burla de sí mismo) resultan ser unas joyas tanto
por su contenido como por su envoltorio. Unas obras tanto para los
aficionados al jazz como para los coleccionistas de arte.
© José Francisco Tapiz, 2007 http://www.tomajazz.com
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