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¿Lo
sientes? ¿puedes percibirlo? ¿notas cómo se
embriagan tus ojos? No te extrañes, porque las pinceladas
que descansan entre estas páginas destilan pasión
por el Jazz, por sus timbres, su intrínseca potencia creadora,
fascinación por su estética, a veces maldita, a veces
plena de glamour, pero siempre magnética e inspiradora.
A quienes conocemos a Toni Porcar y Arturo Doñate (es decir, ARTO), ya sea por sus trabajos anteriores o por experiencias personales, no nos deja de aflorar al rostro una sonrisa familiar al pensar en esta filiación al Jazz que compartimos desde lo más profundo. Si Christian de Neuvillette y Cyrano de Bergerac formaban en su simbiosis el amante perfecto, Toni y Arturo conforman el ideal del artista plástico del Jazz. Arturo aporta su sólida formación académica, una envidiable trayectoria pictórica, una vasta sabiduría cromática y una habilidad sobre los materiales poco corriente, ingredientes ideales para dar rienda suelta al instinto creador conservando la integridad técnica. Toni aporta su instinto innato para abordar cualquier manifestación artística y arrastrarla irresistiblemente a terrenos jazzísticos con ese amor al género que ha mimado durante toda su existencia, desde ese perfecto refugio que fue el club de Jazz Café del Mar hasta las múltiples programaciones que lleva a cabo en el área de Castellón, pasando por este venerable Avui Jazz al que tanto debemos los adictos al swing y la improvisación.
Esta perfecta asociación lleva
ya bastante tiempo dando sus frutos. “Portraits in Jazz”
es la siguiente parada de un recorrido que comenzó en 2001
con la bellísima muestra “Iconos de Jazz”, que
llenó de vida una vez más las paredes de la Sala dels
Arcs de la Casa de l’Oli, así como las páginas
del magnífico libro que acompañó al evento.
En aquella ocasión ponían las palabras dos respetados
miembros de la comunidad jazzística: Jordi Suñol y
Federico García Herráiz. Hoy, asumimos de nuevo el
reto Pachi Tapiz, ideólogo y alma de Tomajazz.com, el crítico
y contrabajista Arturo Mora, pluma privilegiada de espítiru
inquieto, y el humilde fotógrafo amante del Jazz que suscribe.
El hecho de conocer a Toni Porcar
marcó en su día un punto de inflexión en mi
carrera (no intentes negarlo, Toni). Fue él quien asumió
el riesgo y la iniciativa de transformar lo que era el archivo fotográfico
de un aficionado, construído con trabajo y cariño
de concierto en concierto, en “Jazz in Blue”, una exposición
y un libro que aún hoy dan que hablar gracias a su intervención.
Este venturoso encuentro sentó las bases de un fluído
intercambio de ideas y de fotografías. Hoy me cabe el orgullo
de saber que algunas de estas fotografías han servido de
inspiración a ARTO para parte de las piezas que ahora podéis
contemplar, haciendo que la deuda que en su día contraje
con Toni se torne infinita, inabarcable, en una palabra: impagable.
Resulta tremendamente remunerador
y excitante comprobar cómo las fotografías han trascendido
su ámbito para llegar al plano pictórico, pasando
por el tamiz conceptual que caracteriza el trabajo de ARTO. Uno
se siente un privilegiado al ser testigo de la transformación,
de contemplar la metamorfosis del propio trabajo en una obra nueva,
un paso más allá de la creación. Al atravesar
el filtro de la abstracción, los nombres propios que se podían
leer en los rostros se han esfumado, depurando lo objetivo,para
integrarse en el concepto de “Portraits in Jazz”, y
los rasgos que definían a Baldo Martínez, Marc Miralta,
Hiromi o Akosh Szelevenyi se han transformado en pura esencia visual
del Jazz, atemporal, más allá del valor documental
o histórico.
En las distancias cortas, los enérgicos trazos son planos de caóticos laberintos distorsionados que, en la distancia, conforman en la retina las figuras, las tensiones, la expresión en toda su fuerza, más allá de la perspectiva, dejándose llevar por la subjetividad y el sentimiento. Los colores se emplean como reflejo del estado de ánimo, predominando a partes iguales la fuerte disparidad cromática de fondos en rojo, amarillo, azul verdoso, blanco con figuras más oscuras, y la recreación de los lóbregos ambientes de club, pintando literalmente la luz en los rostros con contrastes duros empleando el blanco en esos rostros sudorosos de jazzmen en penumbra que inyectan al instante evocaciones de blues y de swing en el cerebro del observador, directamente a través de los ojos.
Para los aficionados a las etiquetas,
podemos decir que “Portraits in Jazz” está imbuído
de la estética del expresionismo. Si investigamos los orígenes
y características de esta corriente artística surgida
en Alemania que, aparte de la pintura (Munch, Kandinsky y otros
muchos) se manifestó también en la escultura, la literatura
(véase Franz Kafka, a quien algunos incluyen en esta tendencia),
y la música clásica (Arnold Schönberg, Alban
Berg), nos encontraremos conceptos que han formado parte del Jazz
desde sus comienzos. Curiosamente, el artículo dedicado a
este movimiento en la wikipedia en español reza: ”El
expresionismo... es un intento de ofrecer una nueva visión
de la sociedad... y la renovación del arte basada en la búsqueda
subjetiva de lo esencial, atendiendo exclusivamente al sentimiento
vital y sin someterse a ninguna regla”, lo que encaja
a la perfección tanto en el concepto visual de ARTO como
en las distintas convulsiones reflejo del eterno conflicto entre
lo apolíneo (orden, pulcritud) y lo dionisiaco (caos, éxtasis)
que han hecho progresar las artes y, cómo no, las vertientes
del Jazz a lo largo de su historia, por no hablar específicamente
del free jazz y la libre improvisación.
Más allá de los vínculos
conceptuales y estéticos que entrelazan el trabajo de ARTO
con el expresionismo y el arte sincopado, “Portraits in Jazz”
ha escrito el último capítulo de la historia de amor
que han vivido desde sus comienzos el Jazz y las artes plásticas.
A este respecto, para quien desee internarse en los recovecos de
este romance, otros grandes amantes del Jazz (amén de otros
vicios saludables), los sevillanos Antonio Vázquez Cruz,
Vicente Sanchís Belmonte y Luis Miguel León Blanco
nos proponen desde su página Apoloybaco.com un excelente
recorrido iniciático, del cual proceden algunos de los datos
que leéis en estas líneas.
Podemos entender esta relación entre el Jazz y las artes plásticas como una vía de dos sentidos: el colectivo de artistas que ha encontrado una inagotable inspiración para su trabajo en el Jazz, y los jazzmen que han integrado pintura, fotografía o escultura en sus trabajos, ya sea inspirándose en las obras para componer o bien incorporándolas en los diseños de portada, una disciplina tan amplia y de tal entidad que ya ha sido objeto de múltiples exposiciones en todo el mundo.
En el caso de la Fotografía
de Jazz, la interacción de fotógrafos y músicos
ha creado una iconografía del género sin la cual sería
difícil concebir los mitos que esta música ha creado
sin su estética asociada, creando un ciclo creativo según
el cual muchos fotógrafos nos hemos inspirado en el Jazz,
y a posteriori nuestra obra se ha incorporado al trabajo de los
músicos en portadas y libretos, completando así un
círculo en el que tanto unos como otros hemos crecido y a
la vez hemos inspirado y nutrido el trabajo del otro colectivo.
En este caso la lista de nombres es tan extensa como uno desee,
desde las monumentales obras de William Claxton o William Gottlieb,
inmensas tanto por su valor artístico como documental e histórico,
o los franceses Didier Ferry e Yves Carrère, creadores de
la agencia Mephisto, una referencia imprescindible en la fotografía
de jazz moderna, sin olvidar los nombres más cercanos de
Javier Nombela, Gerardo Cañellas, Carmen Llusá, José
Horna, Thor Castro, Manolo Nebot o los nuevos valores como Juan
Carlos Hernández.
La pintura tampoco ha sido ajena
a la irresistible influencia del Jazz, y de este modo encontramos
obras de indudable contenido jazzístico de grandes nombres
de la pintura moderna como Henri Matisse (“The cowboy from
Jazz” – 1947, o “Icaro-Jazz”, que ilustra
la portada de The Majesty of the blues de Wynton Marsalis),
Jean Dubufett (“Grand jazz band” – 1944), Archibald
J. Motley Jr. (“Above blues” – 1929), o Nicolás
de Staël, quien homenajeó a Sidney Bechet con su obra
"Les musiciens", pasando por las bellísimas litografías
de Raymond Moretti dedicadas al Jazz, sin olvidar al mismísimo
Jackson Pollock, con quien el MOMA neoyorkino recopiló un
álbum (“Jackson Pollock: Jazz”) con la música
que el artista escuchaba mientras pintaba (Jelly Roll Morton, Billie
Holiday, Count Basie, Duke...), y cuya obra “White light”
ilustra el interior del mítico Free Jazz: a collective
improvisation de 1960. Tampoco faltan trabajos de artistas
españoles como Antoni Tàpies, nombres asociados a
la escena barcelonesa del Club 49 y el Hot Club como Josep Guinovart
o Joan Josep Tharrats, los trabajos del bilbaíno García
Ergüin inspirados en una visita a Nueva Orleáns, los
personales trabajos del sevillano Antonio Naranjo, Alejo Lopomo,
Diego Ortega Alonso, o las delicias del valenciano Boro Peris que
tan bien conocemos los adictos a Avui Jazz.
Por su parte, el Jazz también
ha nutrido su estética de pintura o fotografía ajena
a la temática jazzística, y el hallazgo de lienzos
de pintores como Pablo Picasso (en Picasso, de David Murray
en 1995) o Henri Rousseau, amén de los diseños e ilustraciones
concebidos a propósito para las portadas, siendo el padre
este concepto Alex Steinweiss, director artístico de Columbia
Records que concibe la idea en 1939 para hacer más atractivos
los antigüos discos de 78 revoluciones. Posteriormente cada
sello definirá su propia estética ya sea a través
del dibujo o la ilustración (Verve), fotografías y
virados a color (Prestige, Riverside, Blue Note o Impulse!), e incluso
el minimalismo o la fotografía abstracta sin relación
aparente con el Jazz (ECM), generando todo un universo que merece
por sí solo volúmenes enteros y cuyas claves tal vez
encuentre el lector más adelante entre estas mismas páginas.
Sea como fuere, Jazz y Artes plásticas
siguen creciendo y realimentándose mutuamente, diversificando
y estrechando este largo abrazo que las une desde los albores del
Jazz en Nueva Orleáns, en este idilio en el que proyectos
creativos como ARTO escriben –y escribirán en el futuro–
capítulos de singular belleza, haciendo de este género
una experiencia visual única, además de una vivencia
musical inigualable.
© Sergio Cabanillas, 2007 http://www.cabanijazz.com
Fuentes y agradecimientos:
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