Háblame del mes que has pasado
recientemente en Nueva York.
Ha estado muy bien, pero describirlo me
llevaría horas. Es el tipo de cosas que haría en cualquier momento. El
hecho de ir allí, trabajar y no tener que viajar ha sido siempre la
gran atracción de Nueva York. Alguna vez me he quedado una temporada,
como mucho seis meses. Normalmente me he quedado entre tres y seis
semanas. Siempre me ha parecido que allí puedo encontrar trabajo. Pero
esta vez fui con el objetivo de organizar este evento para el Tonic,
como ya se había hablado. Es un gran local y de momento está en buenas
condiciones. Sólo lleva abierto un par de años. Estos lugares suelen
deteriorarse con el tiempo y su política tiende a centrarse en un tipo
de música en particular.
Vivía a unas seis manzanas, así que
podía ir caminando al trabajo. Por primera vez en mucho tiempo estaba
tocando o escuchando música todas las noches, porque si no actuaba yo,
me encargaba de organizarlo. Normalmente quería asistir a los
conciertos. Además, eso de ir caminando al trabajo... No lo había
hecho desde que trabajaba en salas de fiestas hace muchísimos años.
Vivir cerca de la sala era normal. Ahora casi siempre tengo que ir en
avión. Fue fantástico, hubo muchas cosas que resultaron muy
satisfactorias.
¿Cómo fue volver a tocar con Cecil
Taylor? Fue la primera vez que tocabas con él en mucho tiempo,
¿verdad?
Hacía doce años que no tocábamos a
dúo. He tocado un par de veces con su trío desde entonces. Fue
estupendo, siempre es emocionante tocar con Cecil. Fue una de esas
grandes ocasiones por muchos motivos. El piano no estaba en buenas
condiciones y tuvieron que llevárselo y traer otro. Comenzamos una hora
y media tarde y el show se alargó una hora y media más. El primer set
duró unos setenta minutos. La música estuvo bien. Cecil la describió
como "interpretación contemporánea". Es bastante distinta
del material antiguo, sin profundizar en detalles que normalmente la
desmerecen. No sabría describirlo, pero fue una buena experiencia,
realmente memorable.
Algo que me sorprende de aquellos
discos que grabaste con él en los ochenta es que en ellos suena
diferente que con otros músicos. Pareces sacarle un lado distinto, o
cuando toca contigo lo hace de una forma diferente. ¿A qué lo
atribuyes?
No lo sé. (risas) Normalmente no le
escucho con otra gente. Cuando estuvo en Berlín (a finales de los
ochenta cuando se grabó una serie de conciertos publicados por FMP,
incluido un dúo con Bailey), no vi ninguna de aquellas actuaciones. Y
el único motivo por el que yo estaba allí era por Cecil, porque no me
habían invitado.
¿Te colaste?
No. Cecil y yo habíamos estado
actuando en Ámsterdam unos meses antes. Me preguntó si iría a Berlín
a tocar a dúo con él. Le dije: "Sería un placer, por supuesto. Y
lo sería todavía más si se lo dijeras a Jost Gebers para que tuviese
que pedírmelo." Y fue así como ocurrió. Nunca he escuchado el
resto de conciertos de Berlín, pero sí que le vi en Ámsterdam tocando
con un grupo grande que había reunido. Eran los de siempre, europeos.
Me sorprendió que el único con el que entabló una relación realmente
interesante fuera Tristan Honsinger. Es extraño. Tristan es americano,
por supuesto. No digo que tenga algo que ver pero Tristan es una persona
a la que todo le importa una mierda. Creo que es lo que intrigaba a
Cecil. Había secciones en las que todos paraban y Cecil tocaba solo.
Cecil tocaba todo el tiempo igualmente, pero en algunos momentos lo
hacía en solitario. Tristan seguía tocando y a Cecil le encantaba.
Musicalmente, parecían llevarse bien. Su relación era algo especial.
¿Te consideras un improvisador
flexible? Por ejemplo, cuando tocas con Han Bennink suenas distinto que
cuando tocas con Cecil o Steve Lacy. ¿Cuánto consideras que retienes
de ti mismo cuando tocas con otros?
En mi opinión, mi forma de tocar es el
equipo que llevo al evento. Mi forma de tocar es mi herramienta de
trabajo, pero creo que la música la aportan los otros. No tiene sentido
tocar con alguien a menos que vaya a aportar la música. A veces me
acusan de no prestar atención a la gente con la que toco, lo cual
siempre me ha parecido extraño, porque los demás me parecen muy
necesarios. Por ejemplo, no me gusta tocar solo y tampoco me interesa.
Ni hacerlo, ni escucharlo, ni nada, aunque la mayoría de actuaciones
que me ofrecen son en solitario. Me parece que es algo incompleto a no
ser que toque con alguien más. No sólo lo completan, sino que
proporcionan la base de todo lo que hacemos. Todo empieza a partir de
los demás.
Especialmente en los últimos años me
parece que las dos cosas más estimulantes a la hora de tocar son las
diferencias y el desconocimiento. Lo que he hecho durante los últimos
cinco o seis años ha ocurrido en parte de forma accidental y en parte
de forma intencionada, buscando otras situaciones fuera del campo de la
música improvisada. Las mejores actuaciones son con otros
improvisadores, pero llevar esta herramienta, esta forma de tocar, a
otras situaciones y ver cómo funciona es importante para mí. Siempre
se basa en la improvisación, porque es mi forma de trabajar, pero hacer
que funcione con otros que quizá no tocan música improvisada
habitualmente es muy satisfactorio. Ha estado bien. Pero es curioso,
sólo hay ciertos lugares en que puedes hacer algo así, y Nueva York es
uno de ellos. De todas formas, me encanta la ciudad, como a la mayoría,
y musicalmente me conviene para lo que yo quiero hacer. No creo que
pudiese hacer lo mismo en otros lugares.
El pasado mes de noviembre, por
ejemplo, hubo cuatro conciertos sucesivos. Uno con gente interpretando
música improvisada, en dúos y tríos. Lo típico. Estaban Cyro
Baptista, John Zorn, Ikue Mori y Jim Staley. La noche siguiente di un
concierto a dúo con Susie Ibarra. Tocar con Susie es probablemente mi
única relación profesional habitual en este momento. Y al día
siguiente toqué con Jamaladeen Tacuma y Calvin Weston, una especie de
free-funk. La noche después hice un concierto con Min Xiao-Fen, la
intérprete china de pipa. ¿En qué otro lugar puedes hacer cuatro
conciertos seguidos así?
Aunque en Londres encontrara a gente,
¿dónde íbamos a hacerlo? ¿Quién iba a financiarlo? ¿Hay algún
lugar donde puedas intentar financiarlo tú mismo? Y en Nueva York hay
dos o tres locales donde hubiese podido organizarse. Allí es posible y
siempre ha ocurrido. Y lo más importante: está John Zorn. Él puede
conseguir cualquier cosa en esa ciudad. Especialmente en los últimos
años, me ha expuesto a una serie de músicas con las que puedo
involucrarme. Van bien con lo que hago y van bien conmigo. No me
gustaría unirme a ellos, tocar lo que hacen habitualmente y a su
estilo, sino tocar a mi manera y hacer que funcione en su situación.
Así que ellos son el objeto de la actuación.
Yo me refería a que, cuando tocas con
ese tipo de gente, cuánto te adaptas a ellos y viceversa.
Me parece que ya te lo he explicado.
Sólo puedo adaptarme, porque no me interesa tocar con Min Xiao-Fen e
imitar la pipa, utilizar sus escalas y tocar con ella en un estilo casi
chino. Sí que me parece interesante trasladar mi trabajo a su entorno
tanto como pueda, ver si funciona y hasta qué punto sale bien. Ella es
el elemento esencial. Sin ella sólo toco lo de siempre y eso no me
interesa. O me interesa muy poco aparte de la investigación que
implica. Así que los demás son vitales.
Así que estás recontextualizando tu
trabajo.
Sí, y de eso se trata, de
recontextualizar, como tú dices. Ése es el objetivo. Llevarlo a una
situación musical extraña y poco familiar le aporta vitalidad. De
algún modo siempre se ha tratado de eso, de tocar con otra gente. Mi
progreso durante estos años, desde que empecé tocando de forma
convencional, sirvió desde el principio para poder tocar libremente con
otros.
Nunca me pareció que tocar de forma
libre fuera lo bastante satisfactorio si utilizaba técnicas y material
convencionales. De ser así, pronto hubiese empezado a practicar música
al uso. Cuando empecé a improvisar no quería perder la satisfacción
que me aportaba tocar jazz convencional. Así que para mí tenía que
funcionar de alguna manera, no era una cuestión de buscar una especie
de olvido emocional y pasar de este planeta a algún estado
trascendental. No me interesaba ese enfoque.
¿Te refieres al free jazz visionario
de William Parker o algo así?
No es que los haya relacionado
automáticamente. William es un gran instrumentista y he tocado con él
en situaciones que tenían poco o nada que ver con el free jazz. Y tocar
free jazz con William es bastante especial, al igual que con Milford
Graves. Es genuino. Así que no tengo nada en contra de esa mierda
cuando la toca la gente adecuada, pero para mí no es lo principal.
Creo que la idea de la
improvisación libre como un tipo de música basada en la inmediatez es
más honesta que la noción del free jazz como un generador de
elevación espiritual y despegue mental.
Suceden cosas muy extrañas cuando
tocas ese tipo de música. Casi nunca eliges la hora y el lugar, por
ejemplo. La- ¿cómo has dicho?- elevación y...
Despegue. No son términos muy
apropiados..
Están bien. Así que, normalmente, la
elevación y el despegue deben ocurrir entre las ocho y las once de la
noche. Y supongo que a las once debes aterrizar. Y cuando lo haces, ¿te
vas a casa y tomas una taza de cacao? Y depende de quién te ofrezca un
concierto. Alguien puede llamarte y decir: "¿Qué tal te va un
poco de elevación y despegue el 14 de febrero en mi club? ¿Puedes
venir a Nueva York y pasarte tres noches elevándote y despegando? A las
ocho, no llegues tarde."
Tiene un lado realmente mundano que lo
descalifica como forma de arte. Es algo distinto, y tienes que
interpretarlo según eso. En parte es algo artístico, pero es algo
más. A veces lo comparan con la pintura. ¿Pero puedes imaginarte a un
pintor que siempre quisiera trabajar en público ente las ocho y las
once de la noche con un montón de gente fisgándole por encima del
hombro? Joder, para eso se ha inventado el estudio. La idea era encerrar
a todo el mundo y estar a solas con tu musa. Como músico no puedes
quedarte a solas con ella, tienes que compartirla con quien haya
aparecido por allí. Esa historia de la catarsis emocional me parece
algo muy limitado. Es mucho más complicado que todo eso.
La idea de que puedes alcanzar un
éxtasis trascendental escuchando free jazz me parece un poco simple. Me
gusta mucho, pero existe hace tanto tiempo que ya no es necesariamente
una expresión radical. Tiene su propia tradición como cualquier otra.
No tengo nada en contra del free jazz
de los inicios. Era una exploración. Ahora es muy distinto del de hace
treinta o cuarenta años. Me gusta bastante la música activa. Y la
inactiva también, pero no tengo nada en contra de la música activa. No
me parece mal que sudes si la música te conduce a ese estado. (risas)
Pero utilizarlo como base para tu trabajo me parece muy poco
interesante, especialmente después de un período largo. Pero mucha
gente toca por eso, y si a ellos les gusta, pues muy bien. Mi visión
general sobre estas cosas es que me importa una mierda lo que hagan los
demás mientras yo pueda dedicarme a lo mío.
En el pasado has expresado tu
antipatía hacia el jazz. ¿A qué es debida? ¿Quizá te molesta que la
improvisación y el free jazz se metan en el mismo saco?
Generalizando, creo que no ha sido
positivo para la improvisación libre que se la haya emparentado con el
jazz. Pero mi visión del jazz es que murió alrededor de 1956. Tomó
alguna dirección interesante a principios de los sesenta y luego
resucitó de forma bastante macabra en los ochenta. Pero esto es algo
muy personal. Tiene bastante que ver con mi propia insatisfacción y con
mi decisión, a los veintitrés años, de que nunca sería Charlie
Christian. Antes de eso, probablemente había albergado alguna ilusión
de convertirme en un gran intérprete de jazz. En aquel momento legué a
la conclusión de que debería haber comenzado en un lugar distinto, en
una época distinta y quizá en una raza distinta.
¿Qué músicos de jazz te gustaban?
Sé que en el pasado has mencionado a Albert Ayler.
Creo que era bueno, pero todos los
músicos de jazz a los que he admirado de verdad eran músicos
convencionales. Tenían una libertad construida dentro de su idioma y
una vez se salían de él, todo se hacía añicos... La base del jazz
cambió en los cincuenta. Estaba por delante de la música popular, la
música popular bebía del jazz. En algún momento de finales de los
cincuenta, imagino que cuando apareció el rock’n’roll, se hizo
obvio que el jazz no estaba por delante de nada. (risas)
Es una explicación amplia sobre por
qué no lo odio. Simplemente no me interesa. Y el hecho de que para uno
o dos músicos de free sea importante ser considerados músicos de jazz
– porque podría tener algunas ventajas profesionales, ya que la
mayoría de músicos de free trabajan en el entorno del jazz, al menos
en Europa- nunca me ha parecido una asociación demasiado productiva.
Como mínimo desde el punto de vista de la improvisación. Creo que
ahora es mucho mejor, con toda esa amalgama ahí fuera en la que hay un
poco de todo: por una parte la electrónica, por otra el out-rock,
etcétera. Es un buen escenario para un improvisador.
Esta semana actúas en Londres con
Simon Fell, Mark Wastell y Will Gaines, y tocaste aquí en febrero con
John Butcher. Pero aparte de eso, la última vez que tocaste en Londres
fue en noviembre de 1998. ¿Por qué tocas tan esporádicamente?
Este año he tocado tres veces en
Londres y no recuerdo otro año en el que haya tocado tanto desde que
dejé de organizar Company Week, hace seis años. Pensé en tocar en
Klinker (un pub muy pequeño al norte de Londres donde tuvo lugar el
concierto con Fell, Wastell y Gaines) después del último concierto-
hace tres o cuatro semanas- en el Barbican Centre (gran centro
teatral/clásico/cinematográfico/cultural, situado en el distrito
financiero de Londres). Tocar antes que John Zorn fue una buena
yuxtaposición, en caso de que alguien comenzara a llevarse una idea
equivocada.
¿Actúas tan poco aquí por motivos
económicos?
No hay dinero. (risas) Cuando estoy
aquí, si pasan un par de meses empiezo a estar muy ocupado. Esta
semana, por ejemplo: el jueves grabé material de drum’n’bass y
electrónica; ayer (viernes) estuve hablando todo el día con un tipo
que quiere organizarme unos conciertos con algunos músicos; hoy estoy
aquí. Mañana nada, que yo sepa; el lunes grabaré en Red Rose (pub
relativamente grande al norte de Londres), y el jueves tengo ese
concierto.
Y creo que eso es todo lo que hago
aquí, que es básicamente ensayar, grabar en casa y escribir. Me
mantiene ocupado todo el día, y cuanto más permanezco aquí, más
satisfactorio resulta. Así que estoy bastante feliz sin salir y tocando
en algún pub para cuatro gatos. Actúo con otra gente. Cada dos semanas
viene alguien por aquí para una actuación.
La mayoría del trabajo que hago en
Londres – y ha ocurrido durante los tres o cuatro últimos años- es
grabar. Por algún motivo, parece que sigo grabando. He hecho cuatro o
cinco grabaciones para otros en los últimos tres meses.
Me parece un poco extraño que en este
momento estés editando más discos que nunca, aunque tocas muy poco en
la ciudad donde vives.
No es algo que ande buscando. Ha habido
buenos locales en Londres, y seguramente sigue habiéndolos. De hecho,
han abierto algunos nuevos recientemente. Mi impresión es que las
posibilidades de tocar en Londres oscilan bastante y quizá el presente
es un buen momento. De vez en cuando, Karen (Brookman, la mujer de
Bailey) y yo, porque Karen dirige Incus, hemos presentado algunos discos
del sello y hacemos un par de noches en algún sitio. En el Red Rose,
una o dos en el Vortex ("jazz café" al noreste de Londres).
Durante este mes, en Nueva York,
tuvimos un evento de Incus. Seis grupos en tres noches. De hecho, en una
de ellas presentamos dos de los discos. Pero nunca me han gustado los
conciertos únicos. Me gusta la posibilidad de tocar varias veces en el
mismo lugar. Cuando organizamos algo el objetivo es intentar hacerlo
más de una noche. Tiene muchas ventajas musicalmente hablando. Pero
ahora parece casi imposible hacerlo en Londres.
Una de las cosas que primero me llamó
la atención de Londres fue los pocos músicos americanos y europeos que
vienen aquí. ¿A qué crees que es debido?
Responder a eso significaría
despotricar contra los ingleses. Y también significaría hacerte un par
de preguntas. Has venido a vivir aquí. Yo estoy aquí porque vine desde
el norte de Inglaterra hace mil años. Has elegido esto para vivir,
¿por qué?
Principalmente por trabajo. Nueva
Zelanda ha sufrido una recesión económica desde hace algún tiempo y
no hay demasiadas oportunidades laborales allí. Y debido a mi
ascendencia no puedo vivir allí legalmente tanto tiempo como quiera.
Me preguntaba si habías venido aquí
para montar una revista. Porque este es un buen lugar para hacerlo. Si
la escena londinense se distingue por algo es por la producción de
revistas, siempre ha sido así. A veces ha habido tres o cuatro rondando
a la vez, y siempre ha habido al menos una.
Hay incluso una organización
autoproclamada de músicos que invierte casi todas sus energías en
producir una revista. Debería llamarse el Colectivo de Escritores de
Londres. Me parece que organizan un festival anual cada vez menos
entusiasta. Conozco mucha gente de esa organización que a veces trabaja
para el comité y les pregunto sobre su política musical – que para
mí es indetectable- y nadie parece saber cuál es. Y, de hecho, no creo
que la tengan. Pienso que lo que tienen es una política de revistas.
Aunque también opino que ofrecen un buen servicio de publicidad. Me
preguntaba si habías venido desde Nueva Zelanda sólo para crear tu
propia revista, porque debe de haber algo en esta tierra que es fértil
para esas cosas.
Pienso en un músico como (Steve)
Beresford. Actualmente debe de pasarse la mayoría del tiempo
escribiendo sobre otros músicos. Es increíble. Él es muy perceptivo
con la música y tremendamente bien informado, así que lo que hace es
útil, pero este negocio de las revistas puede llevar a una especie de
mentalidad pueblerina. A escribe sobre B, C escribe sobre A y B y B
escribe sobre A y C. Ese tipo de cosas. Mirar hacia fuera no es
necesariamente una gran ventaja pero que mirar hacia dentro es,
indudablemente, una desventaja.
Un ejemplo con el que me encontré. (risas) Estaba leyendo las notas del
disco de Evan Parker y Paul Lytton que editó Martin Davidson (de
Emanem) hace unos años. El texto era de Steve Beresforc y, en él, los
comparaba con Morecambe y Wise (cómicos ingleses de la vieja escuela
que gozaron de su máxima popularidad durante los sesenta y los
setenta).
Ahora no sé qué porcentaje de los
discos de Martin se venden en Inglaterra, pero creo que la mayoría se
venden en otros países y en el resto del mundo casi nadie sabe quién
coño son Morecambe y Wise. Por cierto, debería aprovechar esta
oportunidad para corregir esa comparación. Es un error. Evan y Paul no
tienen nada en común con Morecambe y Wise. Puedo hablar desde el punto
de vista de una autoridad única, porque debo de ser el único músico
que ha trabajado con ambos dúos y puedo decir con total certeza que lo
único tienen en común es que un miembro de cada dúo tiene las piernas
cortas, gordas y peludas.
¿Cuándo trabajaste con Morecambe y
Wise?
Un par de veces, principalmente en
1965. Yo estaba en su orquesta. Tuvieron un espectáculo que estuvo en
cartel cuatro meses, dos sesiones por noche, seis noches a la semana, en
Blackpool. Yo todavía tocaba con Gavin (Bryars) y Tony (Oxley, en
Joseph Holbrooke), en el club donde actuábamos los sábados a la hora
de comer. Morecambe y Wise eran, y habían sido durante años,
enormemente populares. Los shows se televisaban desde un gran teatro de
Blackpool. Cuando se hizo público que iban a actuar aquella temporada
se contrataron todos los shows para los cuatro meses de forma inmediata.
Era un local para dos mil personas. Yo estaba en el grupo principalmente
para acompañar al cantante. Estaba en la orquesta pero casi no tenía
nada que hacer. Excepto practicar y reírme de aquellos tíos.
Volviendo al LMC, me recuerdan un
poco a las NU. Aunque consigan algo bueno siempre se las arreglan para
molestar a otro sector.
Siempre he creído que LMC y
organizaciones similares como BIM, en Holanda, y FMP, en Alemania,
raramente consiguen algo bueno. Quizá al principio, cuando hay
entusiasmo y al menos alguien conoce el objetivo de todo aquello, pero
cuanto más tiempo llevan en funcionamiento más burocráticas se
vuelven y, como con todas las burocracias, cada vez se preocupan más
por su perpetuidad. Se especializan en aniversarios, que parece la forma
más segura de conseguir financiación: diez años, quince, veinte,
veinticinco, treinta, treinta y cinco... por quien doblen las campanas.
Para las actividades radicales minoritarias resulta un funcionamiento un
poco extraño, institucionalizar su estatus de ghetto... Pero quizá sea
lo que quieren.
¿Qué te parecen las malas críticas?
No pareces recibir demasiadas.
Siempre he tenido malas críticas. El
músico que yo conozco personalmente que ha recibido más malas
críticas es Pat Metheny. Nunca consigue una buena crítica, a la gente
realmente no le gusta. Que yo recuerde, siempre he tenido malas
críticas. No son consistentes, quizá las buenas pesan más que las
malas. Pero el hecho es que si crees en cualquiera de las dos, puedes
tener problemas. Las malas siempre me han parecido el resultado de la
corrupción.
¿Puedes explicarte?
Bueno, siempre tiendo a suponer que las
críticas favorables son escritas por tipos inteligentes, perceptivos,
con buen oído, decentes y agradables, gente que goza de reconocimiento
en su profesión. Y las malas son escritas por sordos, ignorantes,
corruptos, analfabetos, hijos de puta que deberían seguir cortando
salami o cómo cojones se ganen la vida.
Tu única crítica negativa que he
visto en los últimos años fue la que escribió David Keenan en The
Wire sobre tu disco con John Butcher y Oren Marshall (Trio Playing,
Incus)
Oh, Keenan. (risas) Debo decir que todo
el mundo habló sobre ello. Removió mucha mierda. La gente daba saltos
por todas partes. Creo que la opinión general es que era un
desinformado.
Bueno, no puedo ser imparcial, porque
contribuye a esta revista y me encanta como escribe. No estaba de
acuerdo con la crítica en sí, pero creo que el motivo real de tanta
polvareda muestra lo estrecha de miras que es esa escena.
Sí. Si una mala crítica importa tanto
es que algo falla. Puedes prestar demasiada atención a este tipo de
cosas, pero hay un cierto sector de música libre que es algo cerrado
para algunos críticos de jazz. Lo que buscan no está allí, y debes
lamentarte por algún pobre gilipollas como Richard Cook, que ha tenido
que pasarse toda la vida escuchando una música cuyo sentido obviamente
se le escapa. Si es capaz de localizar un saxo e imaginarse al resto de
músicos como una especie de sección rítmica, a veces lo consigue. Si
no, todo el asunto se le plantea como un auténtico misterio. Entiende
lo que es. ¿Pero qué hay que entender? Él ni siquiera lo oye. Es como
contarle un chiste a una persona sin sentido del humor. Paul Burwell,
hace unos años, lo explicó mejor: es como alguien intentando pedir
carne en un restaurante vegetariano.
¿Tienes planes de reeditar los viejos
LPs de Incus?
Hemos reeditado algunos, cuatro o
cinco. Pero ahora sería imposible. Mira... (señala las estanterías
repletas de Cds). De todos modos, tenemos esto lleno de cajas. Y tenemos
más en otros sitios. De momento, hay cuarenta Cds editados, quizá
incluso cincuenta títulos, contando vídeos y varios LPs. Si lo
tuviésemos todo en catálogo no nos quedaría suficiente espacio.
Aunque a los aficionados, entre los que podría incluirte, les gusta la
idea, nadie nos pide esos discos viejos.
Cuando los edita Martin Davidson hay un
poco de revuelo. Por ejemplo, ha sacado Iskra. Se lo pasamos
porque quería publicarlo y nosotros no íbamos a hacerlo.
Debo admitir que nunca había pensado
en escribirte y preguntarte por ellos. Suponía que no tendríais
copias.
Como te decía, si todos estuviesen en
catálogo tendríamos que salir de casa. Tener más espacio para
almacenamiento, que sería la solución, sale caro. Tenemos algo de
espacio y lo que hay en esta habitación no es, ni mucho menos, todo el
material. Tener otros cincuenta discos además de estos sería absurdo.
Y una lata. De hecho, los discos antiguos me interesan muy poco. Esa
visión retrógrada de las cosa me parece un poco...estúpida.