¿Qué siente usted como compositora
ante una página en blanco?
Sylvie Courvoisier: A veces tengo miedo
de la página en blanco pero únicamente cuando trabajo en una obra de
encargo, por ejemplo la que hice para la cantante Stéphanie Burkart
(1). En ese caso, trabajo como una artesana, como una carpintera que
recorta madera. Delante de la página en blanco no me siento como una
artista. Generalmente, lo primero que hago cuando se trata de un trabajo
para orquesta es escribir en los pentagramas. De esta manera intento
oír los diferentes instrumentos y colocar motivos musicales, hacer un
plano general de la estructura de la obra. Pero en el fondo, mi enfoque
varía en función de cada composición: no tengo una técnica propia. A
veces empiezo con guiones llenos de imágenes, otras por temáticas
puramente musicales, motivos que desarrollo, a los que doy la vuelta...
Empezó muy pronto a componer
canciones. ¿Es para usted la composición una necesidad interior?
S.C.: Creo que sí. Muchos niños
tienen la necesidad de dibujar, a otros les atrae la plastilina. Yo
necesitaba componer pequeñas melodías, pequeñas notas al derecho o al
revés. Me ha quedado algo de todo eso. Cuando tenía 14 años me
encantaba Baudelaire y escribía pequeñas composiciones que titulaba
"Spleen". Era divertido...
¿Es la composición un trabajo
cotidiano?
S.C.: Intento componer un poco cada
día. Escribo lo que sea: tres compases, palabras, esbozos de efectos
sonoros con cuerdas tras las cuales se inscribe una melodía lista para
desarrollar... Lo anoto todo en mi cuaderno de música. Ahí reúno las
ideas que me servirán más tarde, cuando estoy por ejemplo ante una
página en blanco. Puedo utilizarlo para varias cosas y a menudo para
las transiciones en mis composiciones. No "robo" ideas, pero
sí modos de utilización y procedimientos que reciclo. Por ejemplo,
ahora trabajo mucho los acordes en politonalidades y polivelocidades.
Intento analizar cómo funcionan estas cosas. Como no he estudiado en
una escuela de composición escucho mucha música contemporánea
ayudándome de partituras.
¿En qué momento interviene la
escritura musical en este proceso?
S.C.: Varía mucho, pero diría que los
elementos extramusicales desempeñan un papel muy importante al
principio. Claro está, a veces compongo obras más
"intelectuales" partiendo de un motivo puramente musical. Pero
cuando el punto de partida de la composición es un texto, por ejemplo,
trabajo de un modo diferente. Pido al autor del texto que me grabe una
cinta. He de escuchar el texto leído. Así que lo escucho dando un
paseo y luego vuelvo a casa e intento relacionar las sílabas con unos
intervalos, o los fonemas con una nota. Defino mis propias reglas, unas
reglas muy estrictas, para luego quebrantarlas. Así fue como compuse
"Balbutiements I et II".
En sus inicios usted trabajó en el
ámbito del jazz. ¿Cuál fue para usted la aportación del jazz en el
trabajo de composición?
S.C.: Siempre me ha gustado el jazz –o
más bien la música improvisada–, ahora y antes. Como también me
gusta la música contemporánea, estoy un poco dividida entre ambas. Mi
primer disco (3) es más bien jazz, pero es verdad que me alejo cada vez
más del jazz en mis producciones actuales. Pero no me gustan las
etiquetas. Seguro que llegará un momento en el que en mis composiciones
habrá una base que recordará al jazz. El jazz vive de la
improvisación y me ha ayudado a desarrollar el lado instintivo de la
actividad musical. Cuando se toca música improvisada lo fundamental es
la composición instantánea. Todo improvisador es un compositor y el
trabajo de composición es en cierto modo una improvisación pero más
lenta, más pensada, revisada...
¿Tienen las interacciones entre
músicos, pero también con el público, un gran impacto en el trabajo
compositivo?
S.C.: Es difícil de decir. Nunca he
intentado transcribir una improvisación. Para improvisar como es debido
hay que olvidarse de todo; por tanto, para componer bien, habría que
olvidarse de todo también –paradójico, ¿no? Cuando improviso me
gusta desarrollar la música como si construyera una composición
escrita. Hay improvisaciones imposibles de transcribir que son
magnificas. A menudo combino elementos escritos con pasajes muy libres.
Incluso cuando intento escribir para una orquesta de cámara me gusta
dejar "ventanas" de improvisación a los músicos.
¿Cómo presenta las partituras a los
músicos?
S.C.: Cuando entrego las partituras a
los músicos de "Ocre" (4), a menudo les cuento una historia.
Les pido que se imaginen un pueblo, que toquen con energía, que sigan
las direcciones de la improvisación. Todo esta muy detallado y
organizado. Es diferente cuando doy conciertos completamente libres,
como el cuarteto con Fred Frith, Lukas Niggli y Urs Leimgruber, o en los
dúos con Fred Frith y Jacques Demierre. No determinamos nada antes de
tocar. ¡Cerramos los ojos y ya está!
¿Qué "vida" tienen sus
composiciones?
S.C.: Guardo algunas de mis primeras
composiciones y todo lo que he escrito desde 1988. A veces las toco de
nuevo o reciclo algunos pasajes. Cuando hoy vuelvo a ver mis primeras
composiciones me doy cuenta de que las escribió una jovencita, son
divertidas y están llenas de energía. De esta manera, también puedo
concebir mi trabajo como una obra en evolución y darme cuenta de que
envejezco. Hoy tal vez sea más consciente musicalmente de lo que
escribo. Antes no me daba realmente cuenta de los acordes que utilizaba.
Cuanto más envejezco, más lentamente escribo. Por ejemplo, para mi
próxima composición para orquesta he previsto seis meses de trabajo
diario. Es muy lento: he de llegar a comprender realmente lo que hago y
me inspiro cada vez más en el pasado, en el trabajo de grandes
compositores.
¿Se toma más tiempo para reflexionar
sobre la cristalización de la obra?
S.C.: Sí. A veces todavía compongo
muy deprisa, instintivamente, hasta el punto de perder cierta
conciencia. Si uno escribe diez páginas de música en un día, surge
una especie de embriaguez, similar a la improvisación. Pero luego se
necesitan dos semanas para volverlas a trabajar, elegir lo que es
necesario. Componer bien supone alcanzar un alto nivel de conciencia de
lo que se hace, conocer el por qué de cada nota.
¿Ha cambiado su forma de componer
desde que vive en Nueva York?
S.C.: Me ha proporcionado mucho más
rigor. He aprendido a analizar una partitura más rápidamente: a veces
me dan una pieza compleja que tengo que dominar para el día siguiente.
Tengo un muy buen profesor de música clásica –David Oei–, que es
un maestro de la música de cámara. Estoy profundizando en Beethoven y
Rachmaninov. Es una gozada ver cómo Beethoven logra desarrollar un
motivo de una manera increíble, utilizar los arpegios con tanta
sencillez. Intento comprender los "medios" que utiliza para
controlar la continuidad de una nota a otra. Esto me da muchas ideas y
me ayuda a desarrollar mi trabajo de composición –y de improvisación
también. Los genios musicales como Bach también eran excelentes
improvisadores.
¿Vive de la composición o de los
conciertos?
S.C.: Ambos tienen aproximadamente la
misma importancia. También tengo que realizar giras para ir tirando a
nivel financiero. Este año será diferente porque tengo muchos
encargos. Me quedaré más en casa: aparte de esta obra para orquesta
tengo otros cinco encargos que terminar: una pieza para voz y piano,
otra para voz y tuba, un "Balbutiement III" así como nuevas
piezas para órgano ya que vamos a grabar un nuevo CD con
"Ocre" en trío (5). Lo dicho, me gusta estar de gira, pero no
demasiado tiempo. Intentaré elegir aquellas propuestas que me dejen el
tiempo necesario para desarrollar mis composiciones.
¿Qué otros proyectos personales
tiene?
S.C.: El dúo con Mark Feldman (6) que
es un auténtico trabajo de composición entre dos. Dado que hemos
trabajado mucho juntos y que es medio jazz, no tengo que escribir
partituras tan definitivas como para una orquesta o una cantante. Aporto
un boceto y unas ideas y luego intentamos ver cómo podemos tocarlas
juntos. El resultado evoluciona constantemente y grabamos todo lo que
tocamos. También está "Ocre". Se trata en principio de un
trío de órgano, piano y tuba, en el centro del cual se encuentra el
órgano. Pero, en realidad, escribo más para Pierre Charial que para el
órgano. Llego con los esbozos en mi cuaderno y paso semanas con él
reduciendo y puliendo en su taller. Es un verdadero trabajo de artesano,
en sentido literal, que requiere tiempo y nos permite imaginar un
montón de cosas. Empiezo escribiendo sola sobre el papel; intento
fabricar "ventanas" para la improvisación en grupo, pero para
el órgano todas las notas están escritas. Es como componer para una
orquesta y es muy divertido. "Ocre" es una orquesta de tamaño
variable: la formación más grande fue creada para el espectáculo
"Ocre de Barbarie" en el teatro Vidy de Lausana.
¿Compone sobre todo para determinados
músicos?
S.C.: Depende. No conozco a los
músicos del Concertino de Basilea, por ejemplo, de quienes recibí un
encargo. Les pedí un disco para saber cómo "sonaban"; pero
finalmente este trabajo será más "neutro", si puedo
calificarlo así. Compuse una pieza para dos tubas para el festival de
Donaueschingen (7). Esta íntegramente pensada para Michel Godard y
Marcus Rojas. Los conozco muy bien y sé que Marcus sabe tocar
perfectamente los graves en la tuba y cantar las melodías al mismo
tiempo. Así que lo integré en esta composición. Ocurre lo mismo con
Stéphanie Burkart de quien conozco la voz y la tesitura. Nos vemos a
menudo para intercambiar ideas y es algo que utilizo para la
composición, para componer algo que le sea cercano.
¿Tienen importancia los sueños en el
proceso compositivo?
S.C.: Sí. Cuando escribes a diario y
estás totalmente metida en tu trabajo, los sueños se convierten en un
elemento importante. Por eso me gusta vivir en Nueva York: Estoy muy
sola allí. Estoy con la misma persona toda la semana y recibo muy pocas
llamadas telefónicas. Cuando compongo a diario en Nueva York acabo por
soñar con la música que estoy escribiendo. Oigo en sueños motivos,
direcciones y me levanto por la noche para anotarlos. Me ocurre sobre
todo cuando tengo prisa por culpa de los plazos. No es siempre muy
agradable para las personas de mi entorno ya que tiene un lado un poco
autista...
¿Qué elementos extramusicales
resultan importantes?
S.C.: Hace poco vi una película de
Theo Angelopoulos –"La Mirada de Ulises"– que me gustó
mucho. Compuse una pieza teniendo esas imágenes en la cabeza. Hay
estados sentimentales que tienen un protagonismo importante, simples
estados de ánimo o momentos de tristeza que me hacen componer cosas
completamente diferentes. También he trabajado, pero una sola vez, con
bailarines y para el teatro, sobre un texto de Jacques Probst que se
titula "Où vas-tu Judith?". Es un texto espléndido para el
que utilicé un cuarteto de improvisación total. Hicimos una grabación
en la radio donde, por una vez, había cosas escritas. Me gusta trabajar
sobre textos: me permiten tomar direcciones completamente diferentes. El
resultado es muy distinto si también intento integrar la
improvisación. Cuando es una composición escrita, Fred Frith siempre
me pregunta qué sonido quiero y en qué dirección debe improvisar. Me
gusta mucho trabajar combinando uno o dos músicos que improvisan a
partir de una partitura totalmente escrita. También he contratado a
Fred Frith en calidad de solista e improvisador pensando en mi
composición para orquesta. Por lo general, no pido a un músico que
improvise sobre una serie de acordes sino más bien que invente aquello
que no se puede escribir: sonidos, efectos de sonido, chirridos, ruidos
de cadenas que se caen de la guitarra y muchas cosas que oigo y que no
logro anotar. Siempre intento integrar otros elementos en la
composición, además de la escritura musical "tradicional".
Notas:
1. «Balbutiement I» para cantante,
coro y violoncelo segun un texto de Jacques Roman (1996)
2. «Balbutiement II» para 2 tubas,
cantante y octuor segun un texto de J. Roman (1997)
3. Sylvie Courvoisier Quintetto: «Sauvagerie
courtoise» (UNIT Records 4066, 1994)
. Sylvie Courvoisier:
piano, composición; Guglielmo Pagnozzi: saxos; Lauro Rossi: trombón;
Bänz Oester: contrabajo; Pascal Portner: batería.
Entrevista traducida al español por Juan Carlos
Hernández con la colaboración de Diego Sánchez Cascado.