|
|
Los aficionados, como buenos animales de costumbres,
esperan/esperamos cada primavera que además de las golondrinas regresen
puntuales los anuncios y avances de los festivales veraniegos. Quien
más quien menos sueña con combinar en sus vacaciones o días festivos
la posibilidad de escuchar algo interesante, de seguir alimentando
su afición en vivo y en directo con una primera línea... Cada primavera,
esas esperanzas, a más de uno se le/nos apagan y se escuchan críticas
más o menos airadas.
Vistos los resultados –no los artísticos, ¡¡¡eh!!!-
de estos festivales no hay ninguna duda de que tienen su público
ya que hay un buen número de "asistentes" dispuestos a
hacerlos viables. Si hay un público que demanda ese tipo de festivales
–que no estoy muy seguro que sean de jazz (ni los festivales ni
el público)- de poco deben servir (asustar a los programadores)
los lamentos de cierto sector de la ¿¿aficion-jazz?? que año tras
año se siente/nos sentimos defraudados por las concesiones extrajazzisticas,
la etiqueta "light" de casi todos los productos ofrecidos,
las reiteraciones injustificadas, la estrechez de miras…
En pos del respeto a las preferencias mayoritarias,
servidor, comprende que esos festivales programen a estrellas del pop,
del rock, del soul, del reggae… a largas piernas que dan bien en las
fotos del marketing y que incluso llegan a cantar y tocar el piano o a
Presuntos Implicados. Más difícil me resulta comprender su empeño en
mantener la denominación "de jazz".
Perteneciente al grupo de los "críticos" y
desilusionados/defraudados (mis "quejas" pueden leerse en
Cuadernos de Jazz, Jazzology…) en la segunda mitad de los noventa, en
lugar de al Cantábrico, alcé mi vista al otro lado de los Pirineos,
esas majestuosas montañas que veo cada mañana cuando salgo de casa.
Por una tradicional incomunicación norte-sur la información de
actividades en las vecinas tierras del sur de Francia me llegaba a
"toro pasado", pero a la primera ocasión que tuve de llegar a
punto, no la deje pasar y….tras el descubrimiento surgió la fidelidad
(adicción diría alguien).
A lo largo de los Pirineos, en verano, hay diversas
programaciones en las que se pueden encontrar propuestas interesantes.
Por proximidad geográfica me he hecho fijo de los festivales de Oloron
y Luz Saint Sauveur, si bien no me despisto del que en Itxaxu organiza
Beñat Achiary (un festival cajón de sastre, celebrado en un campo de
vuelo sin motor, en el que en cierta ocasión asistí a un homenaje a
Ayler con Doneda, Kent Carter, un grupo de rock y dos fanfarrias locales
que avanzaban por los montes próximos, con vistas a las luces de la
costa, puestos de kebab y dulces locales; Beñat con Portal y un poeta
gascón en una evocación a Guernica con fuegos artificiales y un grupo
de rai argelino para bailar hasta el amanecer).
Los festivales de Oloron y Luz son casi un espejismo.
Oloron (Oloron Sainte Marie) es un pequeño pueblo (quizá entre los
diez y quince mil habitantes) en el somontano de los Pirineos Norte. Luz
(Luz Saint Sauveur) es un pueblecito mucho más pequeño. Al pie de la
estación de esquí de su nombre, en plenos Altos Pirineos, y en la ruta
de los míticos altos del tour que por los días del festival discurre
por la zona (el Aubisque, el Tournalet…). Sus festivales no se
programan a golpe de talonario y foto del concejal de cultura sino con
afición y cariño. Cada festival tiene su historia, su propuesta…
pero coinciden en la sensación de relax y disfrute que trasmiten al
aficionado ("festivalero" dicen ellos).
Nada de miles de asistentes en el polideportivo o en el
teatro de turno. Allí (aquí, para mi, que casi soy de allí) el éxito
del festival de cada año se mide por la satisfacción de los
"festivaleros". Y los "festivaleros" tenemos razones
para salir contentos. Propuestas serias, embites y órdagos mezclándose
con propuestas de descubrimientos. Y para completar –y desengrasar,
que también hay que- propuestas próximas a las "músicas del
mundo", animación de calle, blues en un barecito o una charanga
por la calle que te lleva al monte de pic-nic…
Impagable escuchar a Erns Reijseger en el claustro de
la iglesia de Sarrance, a Paul Rogers en otra (¡no recuerdo el nombre!)
mientras sus campanas "llamaban a los fieles" (¡ah!,
¿¿¿¿pero no éramos los fieles los que estabamos dentro????), a Iva
Bitova cambiando un campo por el interior de la iglesia con la llegada
de una tormenta montañesa… en las afueras de Oloron. Como impagable
escuchar al quinteto de Ramón López en la pradera del castillo
templario que domina Luz –impresionante y épica participación de
Beñat-, a Guy/Crispell/Lytton en la carpa del campo deportivo o a Mat
Maneri con Leandre en la Maison de la Vallee (uno de esos lujos que uno
recuerda, y recuerda….).
Off festival, haciendo una fiesta de él, un confit de
canard regado con un buen merlot, unos pasteles de "verde" con
madiran, queso, siempre mucho queso y algo de embutido para subir el
colesterol. Así que cada primavera, como buen animal de costumbres,
espero me llegue la programación de Oloron y Luz para seguir haciendo
de mi afición, una fiesta.
Jesús Moreno
Arguis/Huesca Pirineos Sur. Mayo 2003
|
|
|