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..:: ANDREW HILL 1931-2007

   
 
   


Andrew Hill, abril de 2006
© 2007, Juan Carlos Hernández

El pasado 20 de abril falleció el pianista y compositor Andrew Hill, a consecuencia de un cáncer de pulmón. Hill pertenece a esa serie de músicos de jazz que desarrolló un nuevo lenguaje a partir del be-bop, ampliando conceptos rítmicos y armónicos, pero sin llegar a hacer suya la ruptura que supuso el free jazz. Tal vez por eso, por quedar oscurecidos por la "revolución libertaria", su originalidad y la importancia de sus hallazgos tardaron en ser valorados como se merecían.

Tras iniciar su carrera en los años cincuenta en su Chicago natal, a principios de los sesenta Alfred Lion lo fichó para Blue Note y lo convirtió en uno de sus músicos predilectos, permitiéndole grabar en multitud de ocasiones y con formatos muy diversos. Durante los años setenta, ochenta y buena parte de los noventa, Hill dejó de estar en el candelero jazzístico y dedicó gran parte de su tiempo a componer y a desarrollar su labor docente en zonas rurales de Estados Unidos. Sus grabaciones, para sellos pequeños, pasaron a ser mucho más escasas, al igual que sus conciertos.

Por fortuna, desde hace unos 10 años, gracias al impulso del sello Mosaic y a las reediciones de Blue Note, Andrew Hill ha podido disfrutar de un amplio reconocimiento –en sus últimos años, por suerte aún en vida– a través de premios, becas, giras y grabaciones.

El pianismo de Andrew Hill estaba principalmente influido por Bud Powell y Thelonious Monk. De Powell heredó la fluidez y el lenguaje armónico del bop y de Monk el gusto por la paradoja, los silencios y los acordes inusuales. Destacaba por su dominio de la tensión-relajación y por la utilización de ritmos complejos, lo que requería el acompañamiento de una rítmica muy flexible y que estuviese a la altura. Así, supo rodearse de grandes baterías, como Elvin Jones, Roy Haynes, Joe Chambers, Tony Williams o Billy Higgins en los sesenta, o Ben Riley, Freddie Waits y su hijo Nasheet Waits, más adelante. Con ellos establecía una complicidad que marcaba profundamente su música y le permitía seguir orientaciones diferentes, en función de la personalidad del percusionista.

La música de Andrew Hill es rica, con diversas capas superpuestas (como si fuera una cebolla), lo que permite diversas lecturas. Podría incluso decirse que es densa, pero evita ser pesada gracias a estar teñida de alegría y cierta melancolía, sin caer nunca en el manierismo. En su discografía como líder destacan sobre todo las citadas grabaciones para Blue Note en los años sesenta, en las que Hill desarrolló casi todas las facetas de su discurso musical, variado, personal y multiforme, pero nunca disperso. En las décadas posteriores, su música transitó, en líneas generales, por los mismos parajes, aunque desarrollase mucho más las grabaciones en solitario, que tal vez revelen su faceta más personal, a la vez que –paradójicamente– muestran su lado más monkiano.

Quien esto escribe aún recuerda el primer disco suyo que compró, en julio de 1993 en Barcelona, el magnífico Point of Departure, considerada su obra de referencia. Descubrí un universo musical singular, que cubre emociones muy diversas, pero que está totalmente enraizado en la historia de la música negra. Me queda el lamento de no haber podido verle en directo, de no haber podido mostrarle mi agradecimiento en persona. Pero también quedan, y no es poco consuelo, sus magníficas grabaciones, que nos seguirán acompañando y ayudando a convertirnos en mejores personas.

Nos ha dejado un gran músico, grande por su obra, grande por su humildad, grande por su humanidad.

Hasta y siempre y gracias.

© Diego Sánchez Cascado, 2007