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..: ESPECIAL IMPROVISACIÓN EN ESPAÑA

   
 

A modo de presentación...

Hará unos dos años, en noviembre de 2007, Víctor Nubla contactaba con un grupo de gente para emprender un proyecto excitante: una revista cultural de ámbito estatal que, un poco al modo de las revistas de los años 70 y 80 (Star, Ajoblanco, Ozono…), se ocupara de varias disciplinas (artes visuales y plásticas, literatura, pensamiento, música, cine…) con cierta profundidad y prestando especial atención a los fenómenos más innovadores y/o marginales. Al hilo de esto, otro punto de interés prioritario debía ser lo que ocurría en España dentro de esas disciplinas.

El equipo de redacción quedó conformado por Jorge Luis Marzo, Sebastià Jovani, Germán Lázaro, como responsables de las distintas secciones, Quim Díaz de la maquetación y diseño, y con la dirección de Víctor Nubla. Durante unos meses se trabajó para hacer un número 0 que debía haber aparecido en marzo de 2008. Esa primera edición se completó finalmente en abril de 2008, pero la revista no llegó a salir. A día de hoy no se sabe aún el por qué. Digamos que el tipo del dinero se retiró sin dar explicación alguna.

Para ese primer número, se barajaron varias ideas y temas en relación a como abrir la sección de música, sección que iba a llamarse “Tropopausa” en homenaje a un quinteto formado en Barcelona hace 30 años. Por unanimidad, el equipo decidió dedicar esa primera “Tropopausa” a la escena de música improvisada. Podía haber salido otro tema pero se eligió este tal vez porque en aquellas fechas, al menos en Barcelona –la redacción estaba ahí–, se estaban gestando algunas formaciones y experiencias que hoy ya funcionan a pleno rendimiento.

Pero, como “Marabunta”, que así debía de haberse llamado la revista, era un proyecto para toda España, que quería incidir y recoger lo que pasaba en otras ciudades, y sabiendo que en Madrid, Galicia o Euskadi también estaban pasando cosas dentro de la música improvisada, se decidió hacer una serie de artículos dedicados a cada uno de esos lugares. La parte sobre Madrid la realizó Javier Montero.

Además de esta especie de informes, y coincidiendo con dos festivales importantes de música improvisada, el veterano Hurta Cordel madrileño y el MI# Festivalet de Barcelona, se optó también por hacer dos amplias reseñas de cada uno de ellos. Otro apartado se dedicó al nuevo sello –entonces– Etude Records, fundado por Pau Torres y enfocado hacia la música improvisada y experimental, y que en aquel momento contaba ya con siete referencias editadas. Y, para acabar, se decidió hacer un breve recordatorio de los pioneros de la improvisación de Madrid y Barcelona, encargándose de la primera Jesús Moreno.

Lo que se presenta hoy en Tomajazz es la totalidad de lo escrito para la sección de música del que debía ser el primer número de “Marabunta”, con la excepción hecha del artículo sobre Etude Records, que saldrá próximamente en Tomajazz en un aparte y actualizado con las ediciones que el sello ha sacado desde entonces. No se ha tocado nada. Se han dejado incluso las notas de los conciertos, ya lejanos en el tiempo. Pero, en lo esencial, el trabajo sigue siendo válido, tiene interés y es atemporal. Las reflexiones de los músicos siguen siendo tan válidas hoy como lo eran entonces. Quizá la única debilidad sea la de no contar con músicos que hoy están funcionando dentro del amplio mundo de la música improvisada. A todos los efectos, la fecha de todos los artículos que componen este trabajo es abril de 2008. Por otra parte, a algunos de ellos se les ha seguido en Tomajazz (caso de la Banda de Improvisadores de Barcelona) o se hará en breve (la Orquesta del Caballo Ganador, Bèstia Ferida). En cualquier caso, ni entonces ni ahora, la vocación fue la de hacer algo completo o exhaustivo. Por decirlo de alguna manera, “eran todos los que estaban, pero no estaban todos los que eran”. Siempre habrá tiempo, interés y espacio para dedicarlo a estos nuevos valores.

Una hormiga, octubre de 2009

   

NI ÉXITO NI FRACASO [BARCELONA]
Por Germán Lázaro

Tras cuatro décadas de música improvisada, muchas ciudades del mundo tienen su pequeña o gran escena de música libre. En España hay focos de actividad desde hace bastantes años tanto en Barcelona como en Madrid, y más recientemente también en Euskadi y Galicia. Dado el retraso con el que empezaron a llegar por estos lares las primeras noticias de esa nueva música, y que en consecuencia ciudades como Barcelona o Madrid tardaron en conectarse a esa escena que en los años 70 ya estaba consolidada en buena parte de Europa, hay que saber relativizar y albergar un cierto optimismo respecto al estado de cosas en el que hoy nos encontramos, con todos sus problemas y carencias.

Hemos hablado con algunos activistas y músicos de las distintas escenas, más con ánimo de dar una muestra válida que no de hacer un informe exhaustivo. Hay algunas cosas que, en líneas generales, preocupan a todos. El escaso, por no decir nulo, seguimiento que la prensa musical de aquí hace de esta música más arriesgada, más experimental. La precariedad en la que esta, y también el resto de comunidades musicales, viven con respecto a lugares donde tocar. Y, finalmente, la práctica totalidad de los músicos con los que hablamos expresaron, dejando a un lado sus diferentes valoraciones de la situación, su convencimiento de que hay que seguir adelante. Eso sí, con algo más de unión o conexión entre los distintos estadios (músicos, prensa, programadores, locales).

SOBRE UNA PLACA DE HIELO

Una de las primeras cosas en que se repara es en la variedad de maneras de referirse a esta música según cada caso. Libreimprovisación, improvisación no idiomática, música especulativa, experimental, composición espontánea, en tiempo real, o simplemente música nueva. Ya en la misma ontología, en su definición y descripción, nos encontramos ante la primera problemática que entraña esta música. Un terreno inestable, frágil, inseguro, un territorio puramente humano.

El contrabajista y compositor Christopher Williams (San Diego, EE. UU., 1981), aterrizó en Barcelona hace algo más de 4 años. Durante este tiempo, ha logrado poner en marcha una programación estable de música improvisada invitando tanto a músicos de la ciudad como de fuera. Formado en el terreno de lo que podríamos denominar música contemporánea, observa diferencias pero también ve nexos entre la música escrita (de carácter experimental) y la improvisada: “Son tradiciones distintas a nivel de metodología, es importante decirlo. Hay improvisadores que creen que son compositores y no lo son, y viceversa. Es decir, son maneras de pensar y hacer música distintas, aunque se pueden combinar. Pero, a nivel de contenido comparten muchas cosas, la búsqueda de los materiales apropiados y el encontrar situaciones sociales fuera de la infraestrucura típica de lo que es hacer música, y no pensando la música en términos de éxito o fracaso.”

El pianista Agustí Fernández (Palma de Mallorca, 1954), un improvisador con gran proyección fuera de España y colaborador habitual de algunos de los pioneros de esta música, como Evan Parker o Barry Guy, nos ofrece una definición más cerrada, más acabada. “La improvisación es una manera de componer música en tiempo real. Es una técnica. Así como hay técnicas de composición sobre papel, hay técnicas de composición en tiempo real y con un instrumento. Y compones porque estás ordenando la música de una determinada manera. Hay libertad, es una forma de expresarse, pero ante todo es una manera de hacer música. Se necesitan unos conocimientos específicos, unas técnicas concretas, y has de conocer la historia de la improvisación, los grandes nombres y qué han hecho.” Por su parte, el saxofonista Agustí Martínez (Barcelona, 1960), también admite esos vínculos y similitudes: “Tanto en la composición como en la improvisación, lo más importante es saber qué quieres contar, estructurarlo y saber dosificar los recursos adecuándolos a lo que estés haciendo, de lo contrario, la música improvisada puede ser un arma de doble filo.”


Fotografía © Dimitra Lazaridou-Chatzigoga

“Resulta difícil hablar de según que cosas, improvisar, libertad, que dicen mucho y no dicen nada a la vez, parecen más entelequias que no cosas concretas. Si se emplea como etiqueta suscita muchos malos entendidos. Es como decir música experimental. ¿Qué es eso?” Este punto de descreimiento lo aporta Ferran Fages (Barcelona, 1974), guitarrista que también ha empleado la electrónica, y que estuvo al frente de la segunda etapa del colectivo de improvisadores IBA junto a Alfredo Costa Monteiro y Ruth Barberan. Sigue hablando bajo una óptica más personal: “Es la forma en que yo he aprendido a expresarme. En un mundo ideal no sería necesario plantearnos estas cosas, pero como vivimos en un mundo que exige que todo se debe fragmentar y parcelar, pues salen estos conceptos como improvisación libre o experimental que al final tampoco quieren decir nada. En cualquier caso, no considero que pertenezca a ninguna elite por el mero hecho de improvisar, ni tengo unos estímulos distintos a los de otros músicos.”


Fotografía © Isabelle García

Marc Egea (Barcelona, 1973) llegó a la improvisación libre de un modo un tanto paradójico pues fue a través de un instrumento antiguo, la zanfona. Quería ampliar el horizonte del instrumento y no limitarse a tocarlo del modo acotado en que suele hacerse. Tampoco él ve clara la definición: “Diría que no hay improvisación libre. Todo el mundo tiene un esquema determinado y sabe más o menos qué recursos utilizará. No sabe cuando ni durante cuanto tiempo, ni en qué manera. Es decir, tan libre no es.” Acto seguido apunta algunas de las condiciones de posibilidad que precisa una sesión de música improvisada: “Necesitas tener la mente muy clara y los sentidos muy despiertos para lanzarte a una improvisación. De lo contrario, un pequeño cambio puede arruinarlo todo. Has de anularte en parte como músico para entrar en una especie de sentir colectivo. Desde este punto de vista, ese tipo de improvisación es muy delicada, muy frágil.” También apunta algún aspecto esencial: “Una de las cosas más interesantes de este tipo de improvisación es que te obliga a profundizar en el sonido. A buscar sonidos, timbres o recursos, que no podrías usar en un género convencional, y que son muy válidos. Pero no hay que hacer un muestrario, que es un poco cutre, sino profundizar. No se trata de mostrar todo lo que podemos hacer por sistema y sin ningún criterio.”


Fotografía © Pau Torres

Otra cuestión interesante sería la de las implicaciones éticas de esta música. Alfredo Costa Monteiro (Oporto, Portugal, 1964) ha desarrollado, tanto en IBA como en solitario o en el dúo Cremaster junto a Ferran Fages, una peculiar vía improvisadora basada en la estética de la música electrónica pero a partir de instrumentos creados, fabricados, modificados o intervenidos por él. La cuestión de las valoraciones le preocupa especialmente: “Hablabas de juicio de valor y yo lo aplicaría también a esta música. Sigo pensando que no hay buena ni mala improvisación. O al menos de una manera absoluta. En teoría esta música pretende ir más allá de eso. Pretende, o debería. Cuando me dicen esto es bueno o esto es malo, puedo entenderlo y hasta estar de acuerdo, pero en el fondo estoy luchando en contra de eso. Está música tiene que ser, y punto. Ni buena ni mala.” Le incomoda que no se hable de la dimensión política de la improvisación, y admite que “si hago esta música es, de alguna manera, por compromiso político.”


Fotografía © Joan Ramón Guzmán

Xavier Tort (Barcelona, 1971) ha sido uno de los últimos en arribar a las orillas de este territorio, sobre todo a través del Trio Lio. Proviniente de la escena indie y del campo de las bandas sonoras, este trompetista tiene muy claro lo que le interesa de la improvisación: “Los accidentes que ocurren dentro de la improvisación te conducen por derroteros que tienen más que ver con las sensaciones que no la música escrita.” Y apostilla, “la esencia de la investigación musical se encuentra sobre todo en la improvisación”.

Juan Crek (Barcelona, 1956), fundador de Macromassa, una de las células pioneras de la improvisación en Barcelona, ha desarrollado una curiosa vía de improvisador vocal a partir de un repertorio de sonidos y silabas sueltas que ha llamado bruski. Lúcido y escéptico, subraya que “es la gente que hemos hecho cosas indefinibles, ya sea dentro del rock, del jazz, o de cualquier música, los que nos acabamos metiendo en estas historias.”

Víctor Nubla (Barcelona, 1956), 50% restante de Macromassa, y en la actualidad director artístico del festival LEM y miembro del trío Aixònoéspànic, subraya el “estado de ánimo” que a fin de cuentas es la improvisación. “Compartes el presente de una manera muy intensa, no sólo con los otros músicos sino con el público. Es una relación humana, con frecuencia más intensa que la mayoría de relaciones humanas que mantenemos. Y si es tan intensa es por el riego que se asume.” Modula también un lugar común: “la improvisación en sí, sin echar ningún otro matiz sobre la mesa, no es sinónimo de transgresión y eso hay que tenerlo muy presente.” Como programador, le preocupa la difusión y visibilidad que tiene esta nueva música. Emplea una cita de Ortega y Gaset respecto del serialismo para discutir la supuesta impopularidad de la música experimental: “No es una música impopular porque sea difícil, es una música difícil porque es impopular”. Típico e ingenioso aserto orteguiano, entre el chascarrillo y la paradoja.

Joan Saura (Molins de Rei, Barcelona, 1954) es otro veterano de la escena barcelonesa. Miembro de bandas como Koniec o la Orquesta del Caos, a finales de los 90 se abocó de pleno a la improvisación gracias en buena parte a descubrir las posibilidades que le brindaba el sampler. En 1998 fundó junto a Agustí Fernández, el saxofonista Liba Villavecchia y el bailarín Andrés Corchero el colectivo IBA, que codirigió en su primera etapa. “Improvisación es un término que se utiliza para hablar de cosas muy diferentes. Cuando nosotros hablamos de improvisación, o cuando con IBA hablábamos de improvisación, estábamos haciéndolo de una improvisación no idiomática en la que los recursos que conocíamos estaban prohibidos. No sólo hay libertad sino que estás obligado a ella. Es como un contrasentido. No te puedes apoyar en aquello que conoces y dominas porque sino estás repitiendo esquemas y tics. Simplemente, te encuentras con alguien y estás obligado a escucharlo. Es más importante escuchar bien al otro que no que hagas muchas cosas.” Respecto a la supuesta libertad, contrapone también una cierta angustia: “Es un terreno muy difícil, donde has de prestar mucha atención y estar en tensión constante. Creo que es mejor hablar de riesgo que de libertad. Porque muy libre, con ese componente de felicidad con el que solemos asociar la libertad, no te sientes. Cuando improvisas dentro de un género, como está todo prestablecido y controlas todo lo que ha de pasar, te sientes más cómodo. En cambio, cuando estás en un lugar tan poco seguro sientes vértigo. Así que improvisar más que una técnica concreta es estar dispuesto a tomar una actitud especial.”

Una interesante iniciativa surgida recientemente es la formación de la Banda de Improvisadores de Barcelona. Promovida a finales de 2007 por Serapi Soler, conocido dinamizador de la escena local y programador en la actualidad del ciclo Cabaret Hofmann, su idea era cubrir una importante carencia que tiene la ciudad, que es la de no contar con una gran formación dedicada a la música improvisada y experimental. La BIB está formada por 11 músicos: además de Crek, Tort, Egea, Fages y Williams, ya mencionados en el informe, están Tom Chant (saxo tenor), Olga Ábalos (saxo alto), Ignacio Lois (guitarra), Eduard Altaba (bajo eléctrico), Quicu Samsó (batería), todos ellos conducidos por el gallego Pablo Rega. Un colectivo de músicos de lo más abierto, tanto desde el punto de vista del origen y bagaje de cada uno de ellos como de su edad. Como apunta el experimentado Altaba (Barcelona, 1953), cofundador de los estupendos Tropopausa en 1979, “las diferencias generacionales, como las estilísticas o genéricas, siempre tienden a sumar.”


LA TERRIBLE AMENAZA DEL SILENCIO [MADRID]
Por Javier Montero

Las barreras entre estilos desaparecen, las influencias se cruzan, el diálogo se abre. En los últimos años la escena madrileña ha ampliado su abanico de posibilidades y muchos grupos y solistas, desde diferentes campos, utilizan la improvisación como pieza angular de trabajo. En sus orígenes, en los años 80, estuvieron grupos como Orgón, por el que pasó una lista interminable de músicos, Clónicos, orientados hacia el free jazz, o, ya en los 90, Zyklus, que más adelante saldrán a colación. En la actualidad hay dos núcleos esenciales, a los que se les van sumando iniciativas subterráneas: la asociación Músicalibre y la galería Cruce con su ciclo ¡Escucha!

Músicalibre fue fundada en 1995 con el objetivo de fomentar la libre improvisación. Un año más tarde comenzó a organizar el festival Hurta Cordel, que en la actualidad tiene lugar en La Casa Encendida. En el se dan citas importantes músicos de la escena local e internacional. Por otro lado, sus miembros forman la orquesta FOCO, que se encarga de cerrar cada edición del festival. La actividad de esta formación se ha desarrollado invitando a directores como Lawrence ‘Butch’ Morris, Peter Kowald o Walter Thompson. El otro centro de actividad es Cruce, donde el músico Wade Matthews organiza ¡Escucha! A pesar de la falta de apoyo público, se ha convertido en una referencia esencial de la experimentación sónica la ciudad, pues es un importante escenario de diálogo que consigue atraer conciertos de grandes músicos.

De paso, es interesante mencionar la labor de Chema Chacón (Jerez de la Frontera, 1956). Crítico y experto en improvisación libre, música experimental y arte sonoro, edita en la actualidad la revista Oro Molido. “Comenzó en 2001 de la necesidad de dar a conocer estas músicas. Incluye ensayos y artículos especializados, entrevistas y dossieres de sellos especializados.” Chema hace una reflexión interesante que abre el espectro, para mí en la improvisación libre hay muchísimo más que música o sonido, es también esencial la actitud, el proceso creativo, el planteamiento estético.”

RETRATO EN GRUPO

Resulta interesante hablar con una serie de músicos de diferentes generaciones para hacerse una idea aproximada del panorama madrileño. La intención no es mencionar a todo los que son, sino trazar un boceto general.

Wade Matthews es un personaje esencial para entender qué ha pasado en esta ciudad en las últimas dos décadas. Nace en 1955, de padres norteamericanos en La Chapelle-St Mesmin, Francia. “Mi formación es doble: por un lado, toco vientos, sobre todo clarinete bajo y flauta en sol; por otro, tengo una larga trayectoria en música electrónica. De hecho, la electroacústica es la clave de todo mi trabajo.”

Antes de llegar a esta ciudad pasó 10 años en NY, donde estudió con Mario Davidovsky en Columbia. “No fue fácil aterrizar en Madrid. Pero me encontré con dos músicos soberbios, Baldo Martínez y Pedro López, con los que creamos Zyklus. Más tarde, Pedro y yo formamos Fases.” Desde entonces sus horizontes no han parado de expandirse. Wade está envuelto en numerosos proyectos artísticos: entre otros, una colaboración multimedia con el fotógrafo Adam Lubroth y el guitarrista Julio Camarena, un dúo con el saxofonista Stéphane Rives y otro con el trompetista Nate Wooley. Por otro lado, realiza grabaciones de campo, “fonografía”, que utiliza en sus improvisaciones. Aparte de su trabajo como músico, realiza, como decíamos antes, una importante labor dirigiendo el ciclo ¡Escucha! en Cruce.

“Creo que la esencia de la libre improvisación es su naturaleza colectiva,” reflexiona Wade con lucidez. “Su énfasis en el proceso, y no en el producto final, responde a su propio dinamismo. A diferencia del jazz o el flamenco, por citar dos tradiciones improvisatorias cercanas, no se basa en la manipulación de modelos sonoros predeterminados, sino en la interacción de los músicos. En este proceso de creación colectiva usamos todo lo que tenemos a mano, sea o no canónico o estructurado.”

Aunque con los años haya ido alejándose de esta escena, el contrabajista gallego Baldo Martínez es un personaje importante para entenderla. “Poco a poco fui descubriendo diferentes músicas hasta asentarme en el jazz, pero siempre prestando especial atención a los sonidos mas arriesgados. El cambio más decisivo vino con el grupo Zyklus, junto a Pedro López y Wade Matthews. Para mi,” apunta una idea interesante, “si la improvisación es libre debería admitir todo aquello que el músico considera necesario para su discurso, aunque sea un acorde consonante o un ritmo ya establecido.”

Llorenç Barber (Aielo de Malferit, Valencia, 1948) es músico heterodoxo con una singular visión de la composición y el sonido. “Tras leer Silence de John Cage y tropezarme con el accionar Fluxus de Zaj, monté el grupo Actum en 1973. De hecho, crecí bajo la égida del crear guiado por esquemas que debían ser actualizados en el acto. En esto andaba cuando en 1977 tropiezo con las praxis libertarias del London Musicians’ Collective y soy invitado a actuar en su festival Music/Context. Un encuentro que dará un sesgo muy singular a mi vida creativa.”

Llorenç inventa sus propios instrumentos y abre espacios de actuación sonora en la realidad cotidiana. “En 1981 construí el Campanario Portativo, con el que vivo y realizo mis improvisados recitales en cualquier contexto y situación. Por otro lado, comenzé a montar los City Concerts, haciendo sonar las campanas de cada lugar. De ahí salieron las Naumaquias. La primera la realicé en 1993 en la bahía de Cartagena, con 17 buques de la armada, fuegos y cientos de tambores dispersos por toda la orografía.” En su trabajo espacio y sonido mantienen una relación íntima. “Muy especial subraye merece la improvisación de infinita duración que yo doy en practicar desde 1990 bajo el titulo De Sol A Sol. Se trata de sesiones bajo las estrellas, acompañado por el berrear de los ciervos en celo, allá por el mes de septiembre, aceptando las circunstancias meteorológicas que puedan advenir.”

Continuamos este improvisado colectivo con el guitarrista Antono Bravo (Ribeira, A Coruña, 1966), una referencia obligada en este panorama. “Mi instrumento es la guitarra y no tengo especial interés en aprender otro, porque creo que no hay tiempo suficiente en una vida. Lo que si hago es profundizar en facetas como la composición, análisis, arreglos o improvisación.” Apunta interesante reflexiones sobre su trabajo, “prefiero denominarlo sencillamente “música improvisada”. A veces me sobra la palabra libertad, porque creo que el músico que suena bien se expresa utilizando elementos que conoce. Lo que sucede es que cuanto mejor controlas los lenguajes que usas, más recursos expresivos tienes.” Un elemento común de todos estos músicos es que están envueltos en un sinfín de proyectos. “En lo que a improvisación se refiere, tengo un dúo con Merran Laginestra, un trío cuando se nos une Pelayo Arrizabalaga, mi proyecto en solitario Al Fin Solo y soy miembro de la orquesta FOCO.”


Fotografía © Víctor Otero

Una aproximación singular es la del joven zanfonista Germán Díaz (Valladolid, 1978). “En casa siempre hemos escuchado música popular. El trabajo de mi tío, Joaquín Díaz, me llevó a prestar especial atención a la cultura tradicional de Castilla y León y al repertorio sefardí. Empecé a estudiar guitarra clásica, hasta que me encontré con la zanfona y su universo estrambótico. Mi relación con mi instrumento supongo que es la misma que la de cualquier músico, no lo considero una “prolongación de mi cuerpo” ni exageraciones semejantes. Simplemente es un útil de trabajo, que intento que esté bien “calibrado” para poder trabajar con comodidad.” Dentro de la improvisación destacan, “Marisco Fresco, el dúo que comparto con Diego Martín. Y Pi, un proyecto en solitario con instrumentos de manivela, basado en la geometría de ritmos tradicionales. Además, una empresa muy importante para nosotros es la discográfica Producciones Efímeras, con la que pretendemos comercializar nuestro trabajo de manera digna.”

El percusionista noruego Ingar Zach es otro excelente músico con una perspectiva a la vez amplia y desligada. “Por un lado, toco instrumentos de percusión de manera, digamos, tradicional; y, por otro, los ‘preparo’ utilizando técnicas no convencionales. Por ejemplo, campanas con arcos de contrabajo o ventiladores sobre gongs, para crear capas de sonidos repletos de harmónicos.” Sin duda, resulta interesante su punto de vista sobre lo que ocurre en esta ciudad. “De momento tengo poca relación con la escena madrileña, porque sencillamente no existe una escena estable. Sólo existen el festival Hurta Cordel y algunos conciertos puntuales. No hay una base económica para mantener un sitio donde se presenten conciertos cada semana. Creo que existe el interés del público, pero, si se quiere presentar música alternativa, se necesita apoyo.”

El músico y dj argentino Gregorio Kazaroff (Buenos Aires, 1962) transforma en sonido su extensa cultura musical. “Mi actividad comenzó cuando mis padres me regalaron mi primer tocadiscos en 1976. Algo más tarde, a la vez que descubrí nuevas maneras de desorganizar la música desde el jazz, empecé a buscar formas más abstractas de improvisación. Llegado a este punto, me convertí en músico. Junto a otros colegas formamos La Blurder.” Todavía en Argentina Gregorio formó parte de Capitanes de la Industria y Futura, Inc. Y una vez instalado en Madrid un dúo con Ebba Rohweder. “Con Compañía... Más Música improvisamos en directo sobre proyecciones de clásicos del cine mudo. También formo parte de la orquesta FOCO.” El trabajo de Gregorio se basa en la manipulación de cachivaches electrónicos. “Actualmente uso un modelo antiguo de Korg Electribe, un walkman Sony más antiguo aún con algunos cassettes y un discman RCA con cualquier CD que tenga a mano.”

El saxofonista Marcos Monge (Managua, Nicaragua, 1969) es miembro de Dead Capo, la orquesta FOCO, el dúo Badulaque y Los Invisibles. “Entiendo la música improvisada como un laberinto del que no sabes cómo vas a salir,” comenta. “Me interesa la búsqueda de coherencia en un discurso tan abierto. Se necesita decisión para vencer el miedo, bien a través de la intervención sonora o con el silencio. Un problema típico suele ser la verborrea. Tienes que ser consciente de que formas parte de un todo y escucharte a ti mismo dentro de ese todo.”

Ve la escena local con claroscuros. “Sin duda, ha ayudado a enriquecer el panorama la deriva que ha vivido el rock y la música electrónica hacia la experimentación. De todos modos, la mayoría de los músicos sufrimos para poder vivir de nuestro trabajo. Dead Capo es mi grupo desde hace 7 años. Últimamente la improvisación juega un papel importante como método de composición. Por otro lado, mis otros 2 proyectos, el dúo Badulaque y Los Invisibles, están directamente basados en la libre improvisación, el primero acústica y el segundo mezclada con la electrónica y los samplers.”

Estas reflexiones enlazan con la aparición de formaciones que no vienen del jazz o la contemporánea, pero utilizan la improvisación como elemento esencial en su trabajo: Krapoola, Pier, Au, Baalter, Pulmón o Tubular Balls, entre otros. Manuel Moreno (Madrid, 1977) es miembro de esta última. “Me adentré en este mundo porque no tengo ni idea de tocar nada, por lo que resulta más fácil hacer algo diferente en cada ocasión que recordar algo concreto y repetirlo. Y más divertido, también.” Su territorio es la electrónica y los drones.

Termina así el recorrido. La improvisación se ha convertido en una pieza esencial en el paisaje sonido de la ciudad. Sin duda, vivimos una época de explosión musical, a pesar de las quejas de la industria y la ceguera de las instituciones. Es su problema.


EL CENTOLLO ECHA A ANDAR [GALICIA]
Por Germán Lázaro

Uno de los proyectos más excitantes que hay ahora mismo en el panorama nacional es el de la orquesta O.M.E.GA (Orquesta de Música Espontánea de Galicia), fundada en 2007 casi por arte de birlibirloque –como suele pasar en estos casos– y radicada en Santiago, aunque con articulaciones en otros lugares. Y lo es porque, cosa rara por aquí, aglutina entre sus miembros a representantes de las más variadas corrientes musicales: rock, jazz, clásica, electrónica...


Fotografía © Ingrid Quiroga

Uno de los responsables, o al menos su conductor y dinamizador de la idea, es Pablo Rega (A Coruña, 1971). Este ex miembro de los progresivos Kozmic Muffin, hace ya varios años que emprendió un periplo que le llevó por Madrid y Barcelona, donde actualmente reside, y que le habría de servir para tomar contacto con algo en lo que estaba ya muy interesado: la música improvisada libre. Su relación con distintos músicos y colectivos de ambas ciudades (Música Libre, orquesta F.O.C.O., en Madrid; IBA, en Barcelona), le ha hecho adquirir una perspectiva fresca y realista sobre lo que se cuece en España. Con este bagaje, quiso tratar de que en su tierra también se hicieran y escucharan cosas parecidas.

A todo ello hay que añadir su visión práctica, que sorprende por su madurez, por su tranquilidad: “La labor de conducción la veo como entre el psicólogo y el organizador de tiempo libre. Lo más importante es hacer que la gente se sienta cómoda, sí, pero también saber qué les incomoda”. Una inteligente combinación de objetivos claros con flexibilidad también garantiza a priori el poder llevar a buen puerto una experiencia como la de OMEGA: “Hay que lograr algo entre lo que yo quiero y lo que puede ser o lo que la orquesta quiere ser. Las orquestas las acepto como son, pero intento llevarlas por donde yo quiero, aunque es un trabajo lento y delicado tratar de convencerles de que confíen en ti. Pero, lo primordial es que funcione el grupo, que sea creíble”.

En la orquesta, que cuenta con el apoyo del Centro de Nuevas Tecnologías del Pico Sacro y que tiene a la sala NASA como cuartel general, coinciden hasta una veintena de músicos, algunos de los cuales pertenecen a interesantes formaciones de jazz como Sumrrá, experimentales como Parto (un dúo de percusionistas que también han concebido el Acuófono, un sistema-instrumento inductor de gotas de agua que generan sonidos), o francotiradores como Fernando Abreu. Pero la idea es esencialmente la de un colectivo que adopte formas distintas según el caso. “Queremos trabajar también a partir de las distintas secciones, vientos, percusiones, voces, y que puedan funcionar más autónomamente. Por otra parte, se va a intentar traer a gente de fuera para que aporten otras experiencias y otras visiones de la improvisación. Para mí es muy importante tratar de llevar todo esto allí”, dice Rega.

Otra cosa a destacar es la estrecha colaboración con Alg-a de Vigo, un colectivo con netlabel propio que está trabajando sobre algunos de los géneros más prospectivos de la electrónica, sobre el arte sonoro y la instalación, todo ello con eficaz humor gallego. Además de ayudarlos con su experiencia en internet, algunos de sus miembros, como Xésus Valle o MIG, también están involucrados como músicos en OMEGA. En Alg-a se han realizado proyectos tan interesantes como Escolta, de Berio, un mapa sonoro de Galicia elaborado a partir de grabaciones de campo.

Para acabar, aquí va una reflexión en voz alta que nos hizo Pablo Rega acerca de la improvisación: “Lo cierto es que cuanto más leo sobre improvisación menos improvisador me siento. Sigo funcionando como un compositor. La improvisación, verdaderamente, comienza cuando te juntas con otra persona. No veo claro que cuando estás haciendo un solo estés improvisando. Se pueden escapar cosas a un cierto control, sí, pero la improvisación es sobre todo una relación entre músicos.”


¿LIBRE DE QUÉ? [EUSKADI]
Por Germán Lázaro

Para Xabier Erkizia (Lesaka, 1975), “existe un grave problema con la improvisación entendida como estilo, sea libre, jazz o de otro género”. Y el problema radica en que “al reducirla a algo estético, la improvisación deviene una etiqueta más. La improvisación, y sobre todo la capacidad de riesgo, no se mide sólo estéticamente sino en todo su contexto”.

Quien esto dice es uno de los más activos improvisadores vascos. Actualmente es el coordinador del departamento de sonido Audiolab del centro Arteleku de Donostia, un lugar clave en la aparición de jóvenes interesados en la improvisación gracias a haber promovido talleres y encuentros con músicos de la talla de Eddie Prévost o Keith Rowe. Erkizia nos da una visión del contexto vasco: “Aunque hablar de una escena de improvisación en Euskadi resulta un tanto exagerado, lo cierto es que ya en la tradición de instrumentos como la txalaparta siempre ha existido la improvisación como técnica o como herramienta. Por otra parte, no hemos de olvidar los bersolaritza, una suerte de improvisación oral que tal vez sea la práctica cultural tradicional más arraigada”. Y aunque admite que ambas prácticas sólo se han mezclado en contadas ocasiones, Erkizia remarca el afán de experimentación de cierta música folk, sobre todo la realizada en el norte de Euskal Herria, Iparralde: “Muchos de estos músicos organizan y promueven festivales en los que invitan a improvisadores de todo el mundo, generando interesantes situaciones musicales”. Todo lo cual ha favorecido el surgimiento de una pequeña comunidad de artistas sonoros jóvenes que utilizan la improvisación como método de composición colectiva, mezclando instrumentos electrónicos y acústicos, y en ocasiones llevando esas experiencias a otros terrenos.

El trabajo de Erkizia es bien definitorio de todo lo que nos cuenta, tanto en los resultados, con entramados musicales que emplean elementos, sonidos y ritmos de esas tradiciones; como en los procesos: “no me gusta hablar de instrumentos, ya sean acústicos o digitales, pues eso le resta bastante magia al resultado y no hay nada más bonito dentro de la experiencia de la escucha que no saber como ha sido compuesto o creado un sonido”.

Instalado en Berlín desde hace dos años, aunque todavía con proyectos en Euskadi, Mattin (Bilbao, 1977) es una figura de referencia dentro del panorama electrónico e improvisador vasco. Comprometido y reivindicativo, ha escrito textos sobre asuntos como el software libre o el anti copyright, y su web es mucho más que una página de información, en ella vuelca sus pensamientos e ideas acerca de éstos u otros temas; del mismo modo que muchas de sus ediciones discográficas incorporan algún ensayo. Mattin, que centra su trabajo en la vertiente más abstracta de la electrónica, con frecuencia con un fuerte componente industrial, está especialmente interesado en el papel del oyente, en la forma en que éste percibe la obra y la recrea. En una entrevista concedida a la web addlimb, se preguntaba que de qué era libre cuando improvisaba, para acto seguido ironizar acerca de éste cliché que ha desarrollado la propia música improvisada, cuestionar la pretendida espontaneidad, y reivindicar las teorías de Peter Gidal al respecto del cine estructural y de la idea de que es el espectador quien crea la película en su cabeza.

Otra experiencia distinta la reporta el guitarrista Joseba Irazoki (Bera, 1974) con su proyecto Dogitarra. Formado dentro del ámbito del rock y del blues, su primer contacto con la improvisación libre lo tuvo en uno de esos talleres de Arteleku impartido por Eddie Prévost. Irazoki, que se considera guitarrista de manera inequívoca, plantea a partir de estos dos aspectos un proyecto que le permitirá relacionarse con su instrumento de un modo expansivo. En Dogitarra encontramos una formulación distinta: todo ese bagaje anterior se reintegra en un nuevo método de trabajo que lo aleja de las formas convencionales y de la industria: “no sé si es una actitud política, pero sí es ir a la contra de lo establecido”, dice.


II FESTIVALET D’HIVERN 2007
Por Germán Lázaro

Sala Miscelänea (Barcelona). Del 20 al 22 de diciembre de 2007

Hay pocas citas en Barcelona dedicadas a la música improvisada, tanto hecha aquí como fuera. Una de ellas es el ciclo MI# - Música Improvisada, dirigido por Christopher Williams y la Associació Musical l’Embut. Williams comenzó a montar las primeras sesiones de improvisación en 2004, muchas veces en su propio estudio o en domicilios particulares, siguiendo la tradición de otros colectivos de la ciudad. Poco a poco, la programación se fue estabilizando tanto en el tiempo, con una programación regular, como en el espacio, recalando en lugares fijos.

Dos cosas destacan de este ciclo. En primer lugar, que siempre se trata de sesiones de verdadera música improvisada, sin ningún tipo de guión previo, al estilo de lo que suele hacerse en otras ciudades americanas o europeas. Y, en segundo lugar, la combinación que con frecuencia se da entre músicos locales con otros llegados de fuera, invitados especialmente o de paso por la ciudad.

En diciembre de 2006, los promotores de esta iniciativa decidieron montar una especie de festival de invierno con esta misma política. Tres jornadas en las que se presentarían varias sesiones distintas y una reunión final de varios de los músicos el tercer día. La convicción de sus organizadores, unido a la óptima acogida que están teniendo estas sesiones y una ayuda del Departament de Cultura de la Generalitat, posibilitaron que el pasado mes de diciembre tuviera lugar en su nuevo emplazamiento, la sala Miscelänea, el II Festivalet d’Hivern.

El tercer día: el tiempo/la puerta/el espacio

El tercer día de la pasada edición del Festivalet reunió a tres grupos formados ex profeso bajo el título de “Tres partes de una orquesta, sextetos mezclados”. En el primero (el tiempo), el saxofonista escocés Raymond MacDonald y el guitarrista gallego Pablo Rega hicieron una conducción cada uno con los músicos Sebastián Cirotteau, Manolo López, Marc Egea y Sasha Agrano. Mientras la de MacDonald resultó muy temperamental, buscando oposiciones entre las tesituras de los instrumentos (saxo, trompeta, zanfona, guitarra tratada, contrabajo, electrónica), extremando los contrastes, tempestuosa y, si se me permite, romántica; la conducida por Rega resultó mucho más matizada, más sutil y orgánica, buscando en todo momento la fusión de colores y tonos, en una línea de carácter más electroacústico, con un trabajo de López al contrabajo realmente meritorio en ese contexto. En suma, dos conducciones labradas por caracteres diametralmente opuestos.

En la segunda sesión, Alfredo Costa Monteiro, Margarida Garcia, Ruth Barberán y Ferran Fages, acompañados del francés Will Guthrie y el mexicano Julio Clavijo, acometieron los movimientos 2º y 4º de las Four Meditations for Orchestra de Pauline Oliveros. Privilegiando la electrónica y los sonidos tratados, la primera interpretación resultó un tanto apagada, monocorde, mate. Sospecho que debido a que los músicos no habían acabado de entrar en calor. Muy distinto a lo que ocurrió en el 4º movimiento, mucho más dinámico y llevado a cabo con una tensión extraordinaria: con arrebatos violentos que iban apareciendo tras pasajes de calma sólo aparente... una calma teñida de amenaza desde la cual se vislumbraba el siguiente acceso de cólera (la puerta).

La última sesión contó con una directora de excepción, la estupenda vocalista inglesa Maggie Nicols dirigiendo una formación en V, que en realidad funciono como un doble trío: dos vocalistas (ella y la catalana Anna Subirana), dos saxos (Heddy Boubaker y Tom Chant), y dos contrabajos (Clayton Thomas y el propio Chiristopher Williams). Fue, a mi entender, la sesión más abierta, menos concentrada (el espacio). Desde el inicio, una especie de “multiálogo” entre los músicos, como si se encontraran en el metro, hasta las geniales improvisaciones vocales de Nicols y Subirana (que realmente volaron alto), todo me hacia pensar en el cine de Shirley Clarke.


XII Festival Internación de Improvisación Hurta Cordel
Por Javier Montero

La Casa Encendida (Madrid). Del 26 de enero al 1 de febrero de 2008

El festival Hurta Cordel, organizado por la asociación Músicalibre, se ha convertido en el escaparate privilegiado de la música de libre improvisación en esta ciudad. Abrió el cartel Llorenç Barber, que dio un concierto con su ‘campanario portativo’, un instrumento inventado por él, acompañado de su propia voz. A lo largo de la actuación el músico valenciano dibujó tres largos y delicados drones circulares, que ascendían en intensidad para luego ir desvaneciéndose. Cerró la sesión el cuarteto Garden Gift. Esta formación acústica, cercana a la contemporánea, cuenta con el extraordinario guitarrista John Russell, que se embarcó en un apasionante diálogo con el contrabajista Jean Demey.

El día siguiente comenzó con Reconnaissance, proyecto de visuales y música improvisada. A pesar de que las imágenes resultan demasiado huecas e intrusivas, la banda, en la que participa Ashley Wales de Spring Heel Jack a la electrónica, tuvo momentos reseñables, curiosamente cuando el silencio jugaba un papel protagonista. Les siguieron la saxofonista Lotte Anker y el contrabajista Wilbert de Joode, en una de las mejores actuaciones de todo festival. Con una versatilidad y ligereza que les permite recorrer un amplio territorio desde el free jazz al minimalismo, de la abstracción a la melodía, tuvieron momentos de auténtica inspiración. Lotte, particularmente, se mostró en una forma extraordinaria.

El Lunes la italiana Manuela Barile presentó la performance La Scatola. En sus momentos álgidos parecía una médium, canalizada por diferentes personajes, pájaros, objetos, el espíritu de un bosque imaginario. Pero, a pesar de tener instantes mágicos, al final resulta una pieza todavía imprecisa y abocetada, con momentos muertos en los que la artista parece perdida. Siguieron Oriental Space, formación compuesta por experimentados músicos austriacos y libaneses que dieron un concierto de tradiciones cruzadas y de búsqueda de matices. La banda parece el sueño orientalista de su líder Franz Hautzinger, lo que también puede convertirse en su peor defecto.

El Martes no tuve la oportunidad de ver a Merran Laginestra y Camille Hanson. Una pena, por los comentarios que pude escuchar. Por otro lado, Marisco Fresco, el dúo de Diego Martín y Germán Díaz, hizo una actuación intensa que dejó boquiabierto al personal que abarrotaba la sala. La zanfona funcionó como una caja de truenos, relámpagos y sorpresas misteriosas, mientras la batería desarrollaba una personalidad propia, compleja y lúcida.

El Miércoles, z1c0 fue otro de los platos fuertes del festival. Entre el humor y el hardcore, es una formación en un estado de forma arrollador. Emplea las estrategias del rock como actitud escénica, casi como elemento metaficticio de representación y reivindicación energética; frente a lo pretencioso, sesudo y, a fin de cuentas, aburrido que pude llegar a ser la improvisación libre. En las antípodas estuvieron los alemanes de Currents. Se dedicaron a elaborar atmósferas claustrofóbicas predecibles y reiterativas. Los elementos que emplean –vídeo, danza y sonido,– inciden todos en una misma dirección que termina resultando redundante y ahogando la propia propuesta.

El Jueves y Viernes actuó la orquesta FOCO, para, como es habitual en todas sus ediciones, cerrar el Hurta Cordel. Formada por miembros de Musicalibre, cada año cuenta con un director diferente y en esta ocasión el invitado fue el austriaco Michael Fischer que lo hizo con impresionante precisión. Sólo sonó empastada en algunas partes de improvisación con el texto, posiblemente debido a su desconocimiento del castellano. Llamaba la atención la riqueza de matices, el desparpajo y el sentido del humor, el cuidado por mantener un equilibrio improvisado, la contagiosa sensación de estar disfrutando del instante. Una auténtica delicia, que dejó un espléndido sabor de boca de un festival que continúa creciendo.


MANUALES PARA DISIDENTES [Barcelona]
Por Germán Lázaro

Cuando en diciembre de 1978 se editó el single de Macromassa Darlia microtónica (que había sido grabado dos años antes), se iba a convertir en el primer documento musical de algo que, no se sabe muy bien lo que es, pero que en Barcelona se llamaba música free. Un free especial, que no provenía ni del jazz ni del rock, aunque tenía algo de ambos, y un free que de una manera sui generis, barcelonesa y atolondrada, compartió más de un precepto con cierto espíritu punk que se había iniciado poco antes.

La música de la Darlia... era urticante, estridente, insultante. Agresiva. Como también lo era, a fe de los que llegaron a verlos en directo, la de Los Perucho’s o La Propiedad es un Robo, entre otros combos ácratas y ateos de entonces. Apenas hay grabaciones disponibles de aquellos años. La Propiedad no llegó a editar nada. Perucho’s sí, un álbum póstumo en 1979, como una asignatura pendiente que les quedaba tras su disolución, pero en el que atemperaron bastante su carácter. De ellos, afortunadamente, queda ese Astarot Universdherba, editado en 1998 pero que documentaba la inmisericorde aparición que hicieron junto a Pau Riba en el festival de Canet del año 1977. Una actuación tremenda, un ataque sónico en toda regla.

Todas aquellas formaciones tenían otros puntos en común además de la fiereza y la querencia por el ruido. El ánimo de improvisar. De hacer las cosas de sopetón. Sin reglas, resultando antipáticos a cualquiera que pudiera pensar por un momento que estaba escuchando música. “¡Ja! Al enemigo ni agua”, o eso parecen indicar las crónicas y leyendas de aquellos años: tumultos con el público, intentos de soborno por parte de los encargados de locales para que dejaran de tocar, visitas de la policía...

Toda aquella agitación se vertió, y eso resulta especialmente interesante, en una serie de actividades colindantes. Asociaciones como la Assemblea de Treballadors de l’Espectacle, promotoras como Free-Difusion, tomando locales como el Saló Diana, o publicando el impagable Boletín de Limpieza Musical, que eran su respuesta no sólo a un momento histórico sino a un entorno –incluso el más cercano– que no les satisfacía lo más mínimo: ni la ortodoxia sindical, ni la cultura controlada, ni Zeleste ni los sonidos cada vez más adocenados que allí se daban y en los que se estaba hundiendo la onda layetana. (Sin que ellos lo supieran, naturalmente, su actitud nos permite ver que a lo que se estaban enfrentando es lo que finalmente ha triunfado).

Habrá quien piense que en realidad todo eso no fue más que una quijotada... y encima que ni siquiera costó a Barcelona otro templo expiatorio más. Puede. Y qué.

Pero, a lo que iba: aquel grupo de gente, que no fue ni generación, ni está en los “libros”, ni tan siquiera se puede definir o enmarcar en una secuencia temporal clara (¡se dice que Perucho’s funcionaban desde el 71!), enseñaron, al menos a mí, entonces un adolescente, que la improvisación iba mucho más allá. Que podía ser, si se quería, si se necesitaba, una estrategia para la disidencia.


GEOMETRÍAS DE TIRO [Madrid]
Por Jesús Moreno


Logo de Clónicos

Coincidiendo con “la movida”, Madrid vivió unos años de variada actividad jazzística. Un rosario de pequeñas salas, Colegios Mayores, Festivales o Concursos, daban alas a unas formaciones con vocación de estabilidad que cubrían todo el espectro estilístico. Del bop/hard bop de Neobop o el Silvestre-Chastang Sextet, a la avanzada experimentación multiestilística de Clónicos, el grupo de Markus Breuss y Pelayo Fernandez Arrizabalaga; pasando por los ecos ECM de Madera, capitaneados por Ángel Rubio y núcleo de la Big Band del Foro; el free/post free de O.C.Q. o el Dave Thomas Music Inc.; la abierta fusión flamenca de Jose Antonio Galicia, sin olvidar a los inclasificables naif del Rudy Armstrong Quartet.

En la primera mitad de los ochenta todavía no imperaba el academicismo, el respeto a las formas… que llegaría con (el imperio de) los Talleres y Escuelas de Música. Los músicos, independientemente del estilo que practicasen, hacían gala de una falta de prejuicios que les llevaba a buscar y arriesgarse. Se daba importancia a los temas propios y en directo se fomentaba el “lanzarse a la piscina”.

Curiosamente, o no, los cabezas visibles de buena parte de esos grupos que dieron origen a “la edad de oro” del jazz madrileño, estuvieron o colaboraron con Orgón.

Orgón, el orgullo del free madrileño de los años setenta. Aunque el hito oficial fuera, mediada la década, Free Jazz en la Universidad, disco del cuarteto del saxofonista alto Vlady Bas (con Juan Carlos Calderón al piano), no cabe la menor duda de que los que llevaron a sus últimas consecuencias el espíritu libertario del free –y orearon la escena jazzistica– fueron Orgón. El grupo capitaneado por el trompetista Alfredo Cardá conoció un sin fin de formaciones, con continuas entradas y salidas de miembros. Por allí pasaron Miguel Ángel Chastang, Jose Antonio Galicia, Antonio Perucho, Valentín Álvarez… Allí coincidirían Markus Breuss y Pelayo Arrizabalaga antes de dar forma a Clónicos. Oficialmente solo existe una grabación, una versión de Mingus, de su participación en el Concurso de Grupos de Jazz del Festival de San Sebastián. Algo que no refleja las sesiones de libreimprovisación a las que se entregaban en directo, lo que les llevó a ser vetados en determinadas salas. Un espíritu abierto y sin fronteras que les llevó a colaborar con músicos de contemporánea y todas las tendencias del jazz, creando el Colectivo Madrileño de Improvisación (que podía tener un cierto paralelismo con el Colectivo de Improvisación Libre, barcelonés).

Tras la desaparición de Orgón, ese espíritu desinhibido, de apertura a las formas libres, siguió en algunos grupos y músicos. Clónicos, que de forma indisciplinada hicieron apología de la experimentación en una mezcla de estilos inédita hasta el momento en la escena peninsular; La Big Band del Foro, un a modo de V.A.O. capitalina; Ze Dong o Zyklus, combinado influencias de libreimprovisación o contemporánea… Se había creado una escuela de francotiradores.

 

   
   
Textos: © 2009 Germán Lázaro, Javier Montero, Jesús Moreno, Una hormiga,
Fotos: © 2009 Dimitra Lazaridou-Chatzigoga, Isabelle García, Pau Torres,
Joan Ramón Guzmán, Víctor Otero, Ingrid Quiroga
Agradecimientos a Víctor Nubla, Sebastià Jovani,
Jorge Luis Marzo y Quim Díaz