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Keith Jarrett es un universo en sí
mismo, capaz de albergar todas las contradicciones habidas y por haber.
Poseedor de una de las voces más originales dentro del jazz, este
músico que parece negro pero en realidad es blanco, es, sin embargo,
conocido y afamado por mucho de su trabajo ajeno al género, o más
aún, por lo "no jazzístico" que su música (inclusive en su
aspecto inequívocamente jazzístico, como el caso del trío) tiene.
Habla de lo insensato que resulta proponerse ser un músico de jazz y
académico a la vez pero se aboca a la tarea de tocar y grabar obras de
Bach, Mozart y Shostakovich. Es visto como el arquetipo del pianista de
jazz, pero reconoce su máxima influencia en saxofonistas como Sonny
Rollins, Ornette Coleman o John Coltrane. El hombre huraño y
reconcentrado que para de tocar si el público habla durante un
concierto o cancela presentaciones si considera que el piano no es de la
calidad adecuada, suele conceder entrevistas o escribir artículos en
los que aborda con agudeza una cantidad de temas de lo más amplia, y
expresa de un modo fascinante la dialéctica entre lo único y lo
diverso, aparentemente inconexo.
Hablando de conexiones, Jarrett
utiliza una imagen tomada de la electrónica (la palabra
"circuitería") para explicar la diferencia de propósitos
entre quienes se dedican a la música clásica y al jazz.
Según él, un músico clásico y
uno de jazz tienen un "circuito" distinto, como si estuvieran
"armados" para cumplir estos propósitos diferentes. Mientras
uno debe analizar hasta el más mínimo de los detalles a los efectos de
lograr una ejecución lo más cercana a la perfección formal, el otro
debe hacer casi lo contrario, que es tender a la consecución de un
estilo, una "voz" particular (o para decirlo con más
propiedad, "dejar que esa voz fluya"). "Creo que si uno
mira a la gente que toca jazz y música clásica, casi el 100 % carece
de una voz jazzística propia (...) Cuando tocás música clásica te
convertís en musicólogo. Volvés al jazz y si sos un musicólogo,
entonces sos como un profesor de jazz", asegura Jarrett.
Esta visión lo ha llevado a
desarrollar una fuerte embestida contra los representantes de la
tendencia neo-conservadora en el jazz, y en particular contra su cabeza
más visible, el trompetista Wynton Marsalis. "Wynton imita los
estilos de otra gente demasiado bien, no podés aprender a imitar a todo
el mundo sin un déficit real. Nunca escuché nada que tocara Wynton que
signifique algo para mí. Wynton no tiene ni voz ni presencia. Su
música me suena como la de un estudiante secundario con algo de talento
(...) me da vergüenza escucharlo, y yo soy blanco. Detrás de su
discurso humilde hay una increíble arrogancia (...) Nunca escuché a
Wynton tocar los blues de manera convincente. Lo desafío a una
competencia de blues en el momento que sea. El es
"jazzístico" como quien maneja un BMW es
"deportivo", dijo Jarrett en una entrevista publicada en 1997
por el diario New York Times, que, como es de prever, causó una gran
polémica.
Un año antes, Jarrett había
escrito un artículo para la revista "Musician" en el que,
tras citar los nombres de unos ciento veinte músicos relevantes en la
escena jazzística de los ‘60s (cuando Jarrett era un adolescente),
afirmaba "me imagino que unos treinta de esos nombres podrían
reclamar el derecho a ocupar el trono del jazz con más legitimidad que
Wynton Marsalis", para luego volver al nudo argumental de la
cuestión: "la increíble amplitud de los estilos representados por
esos nombres demuestra que el jazz es lo que se supone que debe ser, un
crisol en el que se funden voces verdaderamente originales. Por
supuesto, en una época de insana fascinación por los avances técnicos
–no importa con qué objetivo- elevar a un mero técnico a la
categoría de divinidad es posible, ¿por qué no? Pero no lo llamemos
genio...(...) El jazz es probablemente la única forma de arte cuya
existencia depende de la resistencia a las teorías...si alguien es un
experto en jazz, pueden estar seguros de que no va a ser un músico de
jazz vital"
Pero Jarrett, aparte de ser un
músico de jazz, "es" también un músico clásico, no solo
por haber recibido formación académica (empezó a estudiar el piano a
los tres años y dio su primer concierto a los siete) sino por dedicarse
regularmente a la ejecución de obras del repertorio sinfónico y de
cámara. "Hacer ambas cosas es un acto de verdadera insanía. El
sistema demanda un "circuito" distinto para cada cosa. La
insanía por elección es conocer esa circuitería y estar seguro de no
activar el circuito inadecuado para cada zona".
Hay en Jarrett una característica
notable, que es algo que podríamos definir como una "ingenuidad
premeditada" y consiste en colocarse en una posición expectante
ante cada nueva y distinta situación musical. El declarado rechazo por
la adopción y aplicación de moldes predefinidos y esta actitud
contemplativa es lo que ha tenido una incidencia determinante en la
parte de su obra que le ha valido un mayor acceso a la popularidad: sus
conciertos improvisados de piano solo. En las improvisaciones,
usualmente de larga duración, a partir de una idea simple (cualquiera
sea esta), la pieza va tomando forma en base a un desarrollo lineal,
conforme a las nuevas ideas que van siendo sucesivamente
"disparadas".
Su deliberada toma de posición en
favor de la "ignorancia" (lo que equivaldría a decir una
"premeditada postura en contra de la premeditación") es algo
que se trasunta en el resto de su obra. Con su trío actual existe un
cierto ritual que consiste en que el primer tema del primer concierto de
cada gira debe ser un tema que nunca tocaron juntos. Las introducciones
a los temas o las frecuentes codas que muchas veces duran tanto como los
temas mismos remiten a su obra solista, pero de un modo menos obvio, su
vocación por lo espontáneo se refleja aún en su tarea como
compositor, desde hace unos años abandonada (si hacer dos cosas
distintas es insano, hacer tres sería suicida, asegura).
En efecto, la música de Jarrett
aglutina influencias tan disímiles como el ragtime, el rock, el
romanticismo y el free jazz. Lo que habitualmente suele dar lugar a
horribles pastiches, en Jarrett adquiere la estatura de obra de arte, ya
que, al no mediar la intención de atenerse a formas preestablecidas, lo
que surge son nuevas formas, versiones personales de lo que podríamos
llamar "ragtime", "rock", "romanticismo"
o"free jazz".
Tal vez la clave para comprender a
fondo a Jarrett esté contenida en otra frase suya: "Tocar es lo
menos importante, es el desecho, la actividad de ser musical".
Así, lo que habitualmente conocemos como "música", no sería
más que un reflejo de una entidad ideal, el relato de una experiencia,
de una vivencia espiritual.
En todo caso, convengamos que, de
ser así, la música debe ser algo realmente intenso y, sin duda, Keith
Jarrett es un magnífico contador de historias.
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