Sin duda, con Kirk ocurrió como si el ciego resultase
cegador... Lo que no quita que sus palabras fueran iluminadoras.
¿Cómo se le ocurrió utilizar en sus improvisaciones
una sirena y qué papel atribuye a este instrumento?
Hace unos años, mientras tocaba en un club, un coche
de bomberos pasó por una calle próxima haciendo sonar su sirena.
Enseguida pensé que un instrumento así podía aportar algo interesante
a mi forma de tocar, como una especie de picante que ensalzase la
sonoridad básica de mi música. Por este motivo, mandé fabricar un
silbato en forma de cuerno, el mismo que utilizo ahora. No hay que
atribuirle ningún significado especial. Sólo representa, lo repito, un
elemento de mi universo musical que no responde a normas precisas de
utilización pero que interviene en función de mi inspiración.
¿Piensa usted que su forma de tocar puede inspirar a
otros músicos o que esta práctica desaparecerá con usted?
Tener la pretensión de crear escuela es un paso que me
guardaré mucho de dar. Todo lo que puedo decirle es que a veces se me
acercan músicos jóvenes para decirme que, al igual que yo, han
intentado tocar varios instrumentos a la vez y que los resultados les
dan ganas de proseguir sus experimentaciones en este campo. Pero no sé
si se puede afirmar con esto que ejerzo sobre ellos una influencia en el
sentido más fuerte de la palabra. Si he de dejar mi impronta en una
categoría de instrumentistas, es muy posible que sea en la de los
flautistas.
¿Qué influencias se pueden encontrar en su forma de
tocar?
Son demasiadas para citarlas todas. Si realmente
insiste en conocer los nombres de los músicos que me han impresionado,
le citaría a Don Byas, Johnny Griffin, pero también a Clifford Brown,
a Ella y a Sarah. Pero, como los discos me han acompañado desde tantos
años y me siguen acompañando, la honestidad me obliga a mencionar
tanto a Ornette Coleman y a los cantantes de blues como a Pablo Casals o
a Villa-Lobos.
¿Participó en jam sessions junto con Charlie Parker,
como se ha comentado en ocasiones?
No, es completamente falso. Estuve varias veces con
Bird. Hasta tuve la suerte de recibir muestras de ánimo de su parte,
pero nunca toqué con él.
Usted parece un poco un ser solitario dentro del mundo
del jazz ¿Es algo voluntario o es que los grupos dudan en recurrir a un
solista tan... aparatoso como usted?
Me sorprende que me considere como una especie de
ermitaño. ¿Ha escuchado a otros críticos expresar esta misma
opinión? No, de verdad, le confieso que usted me sorprende mucho.
Olvida que, además de mi colaboración con el grupo de Mingus, al
principio de mi carrera pertenecí a varios grupos estables y no tuve
ningún problema. Si ahora toco con mi propio grupo es porque ya no
tengo ganas de ser un simple acompañante. Pero le puedo asegurar (¡al
menos lo espero!) que no se debe a que los demás músicos no me
aprecian. En una reciente serie de conciertos en clubes de Nueva York,
tuve la suerte de tocar acompañado por una excelente sección rítmica
dirigida por el pianista Horace Parlan, y el trabajo que realizamos fue
muy enriquecedor para todos.
Algunos músicos, como Max Roach o Charles Mingus,
consideran la música que tocan como una forma de expresar sus
reivindicaciones. ¿Aprueba usted esta actitud?
No es a mí a quien hay que pedir que opine sobre las
reivindicaciones humanas, sociales o políticas de un hombre como
Mingus. Es su problema, no el mío; así que, si le parece bien,
evitaremos hablar de este tema. Todo lo que puedo decirle es que, en lo
que a mí respecta, no quiero mostrar sobre el escenario en el que toco
los problemas que me preocupan. Por otra parte, resulta muy fácil
expresar reivindicaciones y hacerse comprender únicamente a través de
la forma de tocar, sin recurrir a argumentos más o menos velados. Es
más sutil e igual de eficaz. Así que cuando estoy en un club y me
indican que un tipo que ha criticado mi música está delante mío, pues
me pongo a tocar de una cierta forma y es como si le dijera:
"¡Vamos, tío, lárgate de aquí!"