Que Esbjörn Svensson
ha sido uno de los músicos más
revolucionarios de los últimos años
no lo duda nadie. Que e.s.t. erá
más que Esbjörn Svensson tampoco.
El contrabajista Dan Berglund ya dio serias
pistas de ello en el disco debut de su nuevo
grupo Tonbruket, pero la aseveración
del batería Magnus Öström
a través de este Thread Of Life
es rotunda, demoledora, aplastante.
Ya había avisado
Stuart Nicholson, crítico británico
de la revista Jazzwise, que nos encontrábamos
ante un serio candidato a disco del año.
Más allá de afianzar su personal
estilo baterístico, Öström
se descubre como un excelente compositor,
productor y, en definitiva, creador de amplio
espectro. En condiciones de contar con todo
un all star de músicos,
ha elegido configurar un grupo estable y
añadir solamente dos estrellas (Pat
Metheny y su ex compañero Berglund)
para rendir tributo, en un tema, al difunto
pianista.
Las similitudes de Thread
Of Life con la música de e.s.t.
son más que evidentes, pero este
proyecto tiene personalidad y sigue un camino
propio. No es casualidad que Öström
incorpore una guitarra, la de Andreas Hourdakis,
con distorsión y wah-wah,
haciendo las veces del contrabajo de Dan
Berglund en e.s.t.; como no es casualidad
que el bajo, en este caso a cargo de Thobias
Gabrielson, calle en varios pasajes mientras
el piano y un bombo sutil cubren su función.
La estructura y el contorno dinámico
de algunas piezas también recuerdan
a la discografía de la extinta banda
sueca, dando crédito a Öström
sobre gran parte de su legado. El CD ofrece
una estructura dividida en dos partes, una
primera (temas 1 al 5) cargada de intensidad
melódica y rítmica y una segunda
(cortes 7 a 10) más estática
y de desarrollos más lentos, a modo
de epílogo. Entre medias, “Ballad
For E”, el tributo a su amigo Esbjörn.
Magnus Öström. Foto: Per Kristiansen
(cortesía de Karonte Records)
El contexto de continuidad
y, a la vez, derivación, se pone
de manifiesto en el “Prelude”
original, aparente continuación del
“Faiding Maid Postludium” de
Tuesday Wonderland, último
trabajo en estudio de e.s.t. (si obviamos
el experimental Leucocyte). “Piano
Break Song” es una pieza inolvidable,
de altísima intensidad, con una evolución
trabajada al detalle, especialmente en lo
que a timbres y texturas sónicas
se refiere, con guiños a un pasado
muy cercano y con miras a un futuro que
ya es presente. “Piano Break Song”
es una de las rutas, una de las caras, una
de las realidades del jazz en la actualidad.
El riff de teclado inicial recibe
el apoyo de la batería (bombo y escobillas
sobre la caja, aún sin bajo). El
bajo se une para dar la bienvenida a una
melodía, como todas las del disco,
cerebralmente elaborada y capaz de dejar
un fuerte poso en el oyente. De repente
el grupo cesa y el teclado repite el riff
original. Vuelta a la reproducción
de la melodía, esta vez doblada por
una segunda guitarra (el estudio de grabación
es un instrumento más en la música
de Öström). En 1’33”
llega uno de los interludios del tema, a
base de notas de piano y teclados de sonido
vibrafonístico entrelazándose
obsesivamente con ecos muy cercanos a la
corriente minimalista (como ya hiciera Pat
Metheny en The Way Up y en Orchestrion,
dos trabajos que, al igual que Thread
Of Life, definen el momento histórico
de su creación y auguran lo que está
por venir). Tras una tercera exposición
melódica, el riff sirve
de fondo para el tímido comienzo
del solo de guitarra, formado a partir de
notas largas o estériles escalas
que no van a ninguna parte, exudando rabia
contenida. Se trata de una improvisación
limitada por el estatismo armónico.
Esto no es be-bop. Todo son texturas,
todo son colores, todo son materiales sonoros
sobre los que basta con esparcir pinceladas
para que el conjunto tenga sentido. La improvisación
muere sin pena ni gloria, sin efectismo
ni agonía, para dar paso a un nuevo
interludio (4’25”) de carácter
épico, con los sintetizadores recreando
una armonía ascendente, un punto
de luz, un halo de esperanza. Parece acabar,
pero no hace más que afianzarse.
Da paso al riff inicial y este
a la sección minimalista, esta vez
arropada por todo el grupo. En 6’35”
la obsesión es total, en 6’50”
Öström engaña al oyente
haciéndole creer que va a rizar el
rizo, pero tan solo le devuelve a la melodía
original. Como señal de madurez,
la pieza no finaliza con una grandiosa cadencia.
Se apaga poco a poco mientras la guitarra
sigue quejándose de forma desgarradora.
Jazz, minimalismo, pop instrumental, electrónica.
La declaración de intenciones es
clara. No se trata del ex batería
de e.s.t. Se trata de la carrera en solitario
de Magnus Öström. Punto.
Descenso de revoluciones.
“Longing” es un seis por cuatro
melancólico donde Gustaf Karlöf
lleva la batuta. Nuevamente las melodías
están escritas con detalle y precisión.
Con aires de chill out, el poder
de este tema radica en la repetición
y la familiaridad, en la creación
de ambientes sonoros y la contención
de los contrastes. Difíciles herramientas
con las que sobrepasar los ocho minutos
y medio. Öström y compañía
lo consiguen. En “Afilia Me”
se atreve a cantar sobre una estructura
rítmica que, a pesar de estar escrita
en siete por cuatro, fluye con naturalidad.
La tensión armónica inicial
se mantiene durante casi dos minutos, si
bien la batería no cesa en su conducción
del ritmo. El solo de guitarra vuelve a
alejarse de los cánones jazzísticos,
con un piano insolente en constante diálogo.
Se mantiene el tono triste y oscuro que
rodea a todo el disco (portada incluida).
Dicho tono es especialmente evidente en
“Weight Of Death”. Arranca con
un triste órgano al que se unen los
lamentos de la guitarra, acompañados
posteriormente por bajo y teclados. La batería
no entra hasta 2’18”. Ritmo
de balada con ecos del pop inglés
de los noventa, especialmente en el tejido
tímbrico y, otra vez más,
una melodía trabajadísima.
Magnus Öström. Foto: Sergio Cabanillas
El punto de inflexión
llega con “Ballad For E”, el
emotivo homenaje a Esbjörn Svensson
donde Öström se reencuentra con
el bajista Dan Berglund y completa el trío
con el que fuera inspiración, colaborador
y miembro oficioso (así lo reconocían
tanto los suecos como él mismo) de
e.s.t.: ni más ni menos que Pat Metheny.
El 3 de diciembre de 2010 Berglund y Öström
viajaron hasta Nueva York para encontrarse
con el guitarrista y con Ake Linton, ex
técnico de sonido de e.s.t., en el
Studio Avatar (el antiguo Power Station).
“Ballad For E” fue la primera
pieza que escribió Magnus tras el
fallecimiento de Esbjörn. A la hora
de la verdad, Metheny se involucró
tanto en la interpretación que enmendó
partes de la armonía del tema y amplió
su estructura (inicialmente no iba a exceder
los cinco minutos. Acabó rondando
los diez). Se trata de un auténtico
hito. El trío funciona como una unidad,
el contrabajo de Dan Berglund suena mejor
que nunca, y la guitarra acústica
de Pat parece reclamar la obra para sí
misma. En un blindfold test muchos
creerían que la composición
es del guitarrista. La clave: un desarrollo
calmado y paciente basado en tres acordes
que aglutinan toda la emoción. Verdad,
honestidad y esfuerzo (la versión
grabada fue la quinta de seis tomas). Con
un sonido puramente acústico, y en
claro contraste con el resto del material
del CD, Öström acompaña
con sutileza, como espectador de lujo. El
solo de Metheny avala esa cualidad de “hipermelódico”
con que le describe el crítico Ben
Ratliff y el final del mismo suspira quejumbroso
gracias a un acorde repetido con saña.
Tiempo para la improvisación de un
emotivo Dan Berglund que recuerda, por momentos,
a Charlie Haden (¿ecos del Missouri
Sky?). Es difícil no llorar
escuchando el tema con atención y
conociendo su contexto. En 6’26”
Metheny reexpone el desarrollo melódico
sin acompañamiento. En 6’54”
cambia a la octava aguda a la vez que Dan
y Magnus se incorporan. Brillante. El final,
cargado de descontento, observa a Metheny
apoyándose en el silencio para tirar
brochazos de la melodía, a Berglund
marcando un obsesivo pedal y a Öström
dando suaves retoques percusivos. La música
ha cesado. Esbjörn ya no está
entre nosotros.
“The Haunted Thoughts
And The Endless Fall” marca la transición
hacia el final del disco en métrica
de cinco por cuatro, con ritmo roquero en
la batería, riff obsesivo
de teclados y Andreas Hourdakis entregado,
nuevamente, al efecto wah-wah.
En “Between” la lámina
textural generalmente ocupada por los teclados
se transfiere, poco a poco, a la trompeta
de Thobias Gabrielson. Karlof se dedica,
entonces, a improvisar al piano. Öström
no aparece hasta 3’19”. Paciencia,
relajación. A veces parece que el
grupo busca la expresividad en un sufrimiento
creativo que, por otro lado, funciona a
la perfección. El CD acaba con las
dos partes de “Hymn (For The Past)”,
ese himno al pasado que, a lo largo de casi
veinte minutos, sumerge al oyente en un
estado de agónica resignación,
llevado en volandas por los ecos de la guitarra,
el peso del bajo, la envoltura de los teclados
y una batería tan delicada como contundente.
Lamentablemente cuando
escribo estas líneas solo unas pocas
fechas de concierto alumbran la página
web de Magnus Öström (http://www.magnusostrom.com).
Esperemos que los contratantes venzan su
timidez y podamos escuchar al cuarteto en
directo lo antes posible. No es solo música,
no es solo jazz. Es una realidad cultural
actual y futura, europea y universal. Es
el camino del arte, es decir, el hilo de
la vida.