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JazzMagazine: Charles Mingus, algunos críticos
estadounidenses parecen tener cierta hostilidad contra usted por principio.
¿Piensa que está únicamente fundada sobre criterios musicales o que es el
resultado de sus virulentas posiciones sociales y políticas?
Charles Mingus: La verdad es que no tengo idea. Tal
vez yo tampoco les guste a ustedes. Los críticos no pueden soportar que un
negro les hable o se comporte como lo haría un blanco. Y no sólo hablo de
música. Tengo el mismo tipo de problemas en mi vida diaria. Recientemente
entré en una tienda de Copenhague para comprarme una camisa. El director de la
gira no estaba con nosotros. Pedí al vendedor que me enseñase lo mejor que
tuviera. Hice mi elección. Pagué y, después de haber esperado un momento en
vano, decidí reclamar la vuelta. Y fue entonces cuando rehusaron devolvérmela.
¡Es escandaloso! Los blancos son tratados de otra manera. Cuando mi mujer, que
es blanca, va a una tienda nunca le ocurre esto. Pues a mí, me robaron. Pagué
10 dólares por una camisa que sólo valía 5 y encima no me devolvieron mi
dinero. Parece que al vendedor no le gustó el tono que adopté para formular mi
reclamación. Pero la historia no termina ahí. Como yo amenazaba con llamar a
la policía pues fue el quien la llamó. Llegó uno enseguida. Ni se dirigió a
mi, ni intentó averiguar la verdad. Yo era negro, por tanto no tenía razón.
No sé si en Francia los policías son más amables, pero los que he visto hasta
ahora en Europa no son muy bien intencionados. El policía danés se lanzó
hacia mi y me dañó el hombro hasta tal punto que tuve que ir al hospital y no
pude tocar esa noche. ¡Algo alucinante!
JazzMagazine: ¿Cree usted que este incidente
ocurrió debido al color de su piel?
Charles Mingus: ¡Pues claro! Les podría contar
muchas otras anécdotas de este estilo. Hasta sus taxistas no esconden sus
prejuicios raciales. Ayer cuando llegué, frenaban cuando los llamaba pero
cuando veían que tenía el cutis oscuro, aceleraban enseguida para ir a buscar
al blanco más cercano.
JazzMagazine: Su opinión es contradictoria con la
mayoría de los jazzmen que hemos entrevistado. Para ellos, el racismo en Europa
existe pero no es sistemático.
Charles Mingus: ¿De quién se quiere burlar? Nadie
puede comprender esto si uno no es negro. ¿Quiere otro ejemplo? Ayer cuando
ingresé en este hotel, la recepcionista me trató como un perro. Me enteré de
que se burlaba de mi a pesar de que ella no hablaba ni una palabra de inglés.
Habló un momento con el chófer y únicamente por su comportamiento comprendí
sus sentimientos hacia mí. Para darse cuenta de que alguien te odia, no es
indispensable entender su lengua. La hostilidad se percibe muchas veces
simplemente con el tono de voz. El amor, el odio, todo esto se expresa primero
con sonoridades, con inflexiones de voces, no con palabras. A ustedes, no les
odio. Lo que deploro, es la situación en la que me veo inmerso. No tengo ganas
de hablar. ¿Por qué desean tanto hablar conmigo?
JazzMagazine: Sin duda porque pensamos que esta
conversación nos puede ayudar a comprender ciertos aspectos de su música.
Charles Mingus: Para mí, este tipo de entrevistas
no presentan ningún interés. En Estados Unidos, se han escrito sobre mí más
artículos que sobre cualquier músico pero gano menos dinero que casi todos mis
colegas. George Wein es el primer mánager que ha conseguido organizar una gira
en Europa para mi grupo. Pero ha estado mal organizada. Los conciertos son tan
frecuentes que casi mata a mi trompetista. He dormido 4 horas en cinco días. No
he comido de verdad desde hace tres. He comido un filete en 5 minutos en el
aeropuerto de Copenhague pero lo tuve que dejar porque estaba malísimo. Wein,
el sí que tiene tiempo para comer. No asiste a nuestros conciertos y prefiere
pasearse con su hija. Para él, la gira es como un paseo turístico. Si
estuviera obligado a seguir nuestro ritmo de trabajo, no aceptaría nunca
contratar, en estas condiciones, la orquesta que a veces dirige. Ningún ser
humano puede hacer un buen trabajo si no tiene tiempo para recuperarse. Y no me
pregunten luego lo que le pasó a mi trompetista.
JazzMagazine: ¿Es tan diferente su manera de
trabajar en Estados Unidos?
Charles Mingus: Sabe, no se puede decir que en
Estados Unidos tenga mucho trabajo. No les caigo demasiado bien a los
empresarios. La reputación que me han creado no me ayuda a obtener contratos.
Han dicho que me paso el tiempo buscando problemas, que me gusta pelearme y yo
que sé más... Es verdad, me peleé pero hace mucho tiempo y en condiciones muy
especiales. Me refiero a lo que pasó con Jimmy Knepper. Lo tuve mucho tiempo en
mi formación y puedo afirmar que lo conozco bien. Es uno de los mayores
drogadictos que conozco. Le rompí la cara el día en que lo descubrí
pinchándose en mi propio baño. Fuimos a los tribunales pero claro, fue él
quien ganó el pleito. Es que los jueces le creyeron porque era blanco. ¿Qué
creen ustedes que hubiera pasado si los papeles hubieran estado invertidos, es
decir, si yo hubiese hecho lo que hizo Jimmy Knepper? Pues que yo, como soy
negro, ahora estaría en la cárcel.
También me peleé hace unos años con Jackie McLean. En aquella época, él
estaba siempre colgado y desaparecía frecuentemente durante varios días sin
dar noticias. Fue la causa directa de nuestra pelea. Me habían contratado para
dos semanas en un club pero el dueño me despidió después de algunos días
porque me echaba en culpa la ausencia de McLean. Cuando éste decidió regresar
le dije que ya no formaba parte del grupo y no le gustó. Hasta el punto que
sacó un cuchillo de su bolsillo y consiguió herirme en un dedo. Pero hoy esta
historia ha quedado olvidada y Jackie es mi mejor amigo. Me considera como su
hermano y le gusta decir que le salvé la vida ayudándole a poner fin a los
problemas que tenía en aquella época.
La droga es una de las plagas de esta profesión. Como Charlie Parker se
drogaba, muchos jóvenes músicos se creen obligados a hacer lo mismo,
convencidos de que la droga es indisociable de la buena música. El drama es que
efectivamente Bird grabó un montón de buenos discos bajo los efectos de las
drogas. Todos estos tipos que llevan una vida sórdida sacaron la conclusión de
que Bird no podía tocar bien si no se drogaba. Es lamentable. Al contrario,
deberían dedicar todos sus esfuerzos a alcanzar la mejor condición física
posible. Tendrían que imitar a un músico como Rollins, que por llevar una vida
sana, es actualmente un gigante en plena posesión de sus facultades. Por
desgracia, la prensa metió las narices y calificó a todos los músicos como
drogadictos. Nunca arrestaron a Parker por tomar drogas. Camarillo era una
simple cuestión médica que no guardaba ninguna relación con la policía.
Así, bajo la pluma de los periodistas, Armstrong es "Uncle Tom" pero
también "El Drogadicto", Gillespie es "The Crazy". Nos han
convertido en verdaderos monos.
JazzMagazine: ¿No cree usted que esta actitud de la
prensa americana afecta a todos los músicos de jazz, incluso a los blancos?
Acuérdese del escándalo provocado por el arresto de Getz...
Charles Mingus: No me hable de Stan Getz. Yo sólo
quiero ocuparme de los músicos de color que, por falta de libertad, no pueden
trabajar donde quieren. Getz gana un millón de dólares en los estudios de
grabación. Puede tocar donde le dé la gana mientras que nosotros nos vemos
obligados a tocar en pocilgas. Todo esto porque nos denominan músicos de jazz.
Cuando usted me clasifica dentro de la categoría de "jazzmen",
automáticamente limita mis oportunidades de trabajo. No quiero que mi música
sea llamada jazz. ¿Sabe usted lo que quiere decir jazz? En Nueva Orleans,
"to jazz your lady" quiere decir "follar a tu chica". No
quiero que los críticos apliquen esta palabra a mi música. Que les
"jazzen". ¡Mi música es una obra de belleza que no tiene nada que
ver con esto! Esta expresión pornográfica no guarda relación con la música,
como tampoco con el amor. Cuando me acuesto con una mujer, no la follo, le hago
el amor. ¿El coito sin amor, rápido, con una puta? ¡No es para mí! Con mi
música ocurre lo mismo. Tiene la belleza de una mujer que abre las piernas. Es
verdadero amor, no pornografía.
JazzMagazine: ¿Es por estas razones de
terminología que hace unos meses llamó a su música "rotary
perception"?
Charles Mingus: Tengo el derecho a llamar a mi
música como me dé la gana. Cualquier blanco tiene derecho a hacerlo, ¿porqué
yo no? Le repito que no toco jazz. Llámelo "mierda" si le hace
ilusión. La "rotary perception" es un tipo de ritmo circular que
inventamos mi batería y yo. No os puedo dar una definición. No se explica, se
siente. Hemos practicado este estilo en varios clubes: en el Show Place, en el
Copa City, por ejemplo. Pero no tuvimos la ocasión de grabar ningún disco que
lo ilustre. Actualmente lo hemos abandonado para orientarnos hacia otro tipo de
swing.
JazzMagazine: ¿De qué manera logra usted traducir
en su música sus emociones, sus sentimientos de ese preciso momento?
Charles Mingus: Para mí, la música es un lenguaje
en su sentido literal. Hace algunos años tenía bastantes dificultades para
utilizar el lenguaje hablado. Mi boca traducía mal mis pensamientos. Ahora he
mejorado mucho en este aspecto pero mi contrabajo sigue siendo mi modo de
expresión favorito. Puedo hablar con la música. No sé si usted se da cuenta
de las posibilidades de mi instrumento. Les voy a dar un ejemplo preciso. Hace
un tiempo mi psicoanalista, el doctor Finkelstein, realizó un pequeño
experimento. Escribió en un trozo de papel la frase "Mingus I think is a
genius", frase voluntariamente incorrecta porque hubiera tenido que
escribir: "I think Mingus is a genius". Y me pidió traducir esta
frase con mi contrabajo. Primero toqué aquello que me parecía que se
correspondía con esta idea ante un joven saxofonista que acababa de ingresar en
mi grupo y quien, tal vez por este motivo, no se enteró de nada. Hice la misma
experiencia con Dannie Richmond, el batería que toca conmigo desde varios
años. Dannie me pidió tocarlo una segunda vez y me dijo: "No lo comprendo
perfectamente pero me parece haber reconocido las palabras "Mingus" y
"genius", algo así como "Mingus is a genius", pero la frase
me parece incorrecta. Hay algo que está invertido". Ahí está. Si ustedes
no me creen, les puedo dar la dirección del doctor Finkelstein y él les
confirmará sin ningún problema lo que acabo de contarles.
Antes de este experimento a él también le era difícil imaginarse que era
posible hablar gracias a un contrabajo. Y, sin embargo, es lo que hago a diario.
Soy el primero en haber "domado" el lenguaje musical. No, perdone, me
olvidada de Parker que empezó antes que yo. ¿Se han dado cuenta de que a Bird
le gustaba expresarse con pequeñas frases y que, para aquellos que sabíamos
escuchar, eran perfectamente claras? Éramos así unos pocos a quienes Bird
"hablaba". Bud Powell, Fats Navarro. Observe a Bud hoy. Cuando toca
siempre da la impresión de que espera que alguien le diga algo, musicalmente
hablando. Pues yo sé hablar a Bud. Si tuviera la posibilidad de tocar con él,
le ayudaría mucho a restablecerse a nivel musical y corporal. La música es
capaz, casi por sí sola, de hacer vivir a la gente. Te puede volver feliz,
hacerte llorar, amar y hasta matar. Pero para llegar a este resultado hay que
llevar al cuerpo al nivel de la música. Por mi parte, trabajo con mi batería
casi en un estado de hipnosis. Cuando tocamos juntos, estamos verdaderamente en
estado de trance. En cuanto empiezo a tocar con Dannie Richmond, estoy seguro de
que va a pasar algo. Es fantástico sentir que está sintiendo al mismo tiempo
que yo las mismas cosas.
JazzMagazine: ¿Cree usted que Ornette Coleman posee
esta especie de sexto sentido musical?
Charles Mingus: ¡No me hable de Ornette Coleman! En
Estados Unidos hay un montón de músicos de su estilo que son incapaces de leer
música y que tienen un enfoque especial de la misma. Coleman es un músico que
interpreta calypsos. Además, es de las Antillas. No tiene nada que ver con
Kansas City, Georgia o Nueva Orleans. No hace música del Sur. Tal vez provenga
de Texas pero su familia es "calypso" como la de Sonny Rollins. Estos
músicos, por sus orígenes, tienen un feeling muy diferente del nuestro. Sonny,
en sus comienzos, tenía muchas dificultades. Copiaba completamente a Bird.
Ahora, felizmente, encontró su camino. Volviendo a Ornette, no puede tocar un
tema tan sencillo como "Body and Soul". Pertenece, como Cecil Taylor,
a esa categoría de instrumentistas incapaces de interpretar un tema con acordes
y una progresión perfectamente establecida. Me acuerdo de haber intentado tocar
con él. Estaban conmigo aquel día Kenny Dorham y Max Roach. Atacamos "All
the Things You Are" pero, al cabo de unas notas, Ornette, incapaz de
mantener el tempo y de seguir los acordes, se perdió completamente. Déjenle
interpretar calypsos.
JazzMagazine: ¿Quería usted que su reciente disco
"Mingus at Town Hall" saliese a la luz tal y como lo conocemos? y
¿quiere hablarnos de los incidentes que se produjeron durante este concierto?
Charles Mingus: En principio, "Mingus at Town
Hall" no era un concierto sino una sesión de grabación abierta al
público. Lo que supone un matiz. Siempre recuerdo la impresión que sentí
viendo a Duke Ellington hacer su primera grabación para Columbia no en un
estudio sino en un teatro. Pensé que al público le gustaría asistir a la
preparación de un disco tal y como se realiza en un estudio cuando los músicos
tocan totalmente relajados, retoman varias veces los mismos temas, fuman, beben
y no dudan en quitarse la chaqueta. Algo realmente diferente a un verdadero
concierto. Expuse mi idea a los responsables de la compañía y me dijeron que
mi sugerencia de invitar al público era bastante buena. Me hubiera gustado que
hubiera sido gratis pero me hicieron comprender que había que amortizar gastos.
Lo que supe más tarde es que George Wein, que es un buitre, había hecho creer
al público que iba a asistir a un verdadero concierto de Mingus. En vez de
temas bien construidos, la gente se sorprendió de escuchar cuatro o cinco
compases, ver a los músicos pararse y volver a empezar lo que ya habían
tocado, etc... Esa noche el público me tomó por alguien poco serio. Espero que
un disco como "The Black Saint and the Sinner Lady" demuestre que no
soy ni un idiota ni alguien deshonesto.
JazzMagazine: ¿Ya no esta bajo contrato con el
sello "Impulse!"?
Charles Mingus: No. Ya no grabo en Impulse ni tengo
la intención de volver a hacerlo. Esa compañía no cumplió las promesas que
me hicieron. Tenía que firmar con sus dirigentes un contrato de 15.000 dólares
pero me di cuenta a tiempo de que no se habían previsto garantías financieras
sobre la venta de mis discos. Por otro lado, es inadmisible que une compañía
como Impulse! ni siquiera haya logrado vender la misma cantidad de discos que
vendí con mi propia compañía Debut, hace nueve años. RCA ha vendido muy bien
"Tijuana Moods", un disco, que sin embargo, se grabó hace ya varios
años. Vendió casi 10 veces más que mis grabaciones recientes en Impulse! o
Columbia. Los dirigentes de esta compañía son unos incapaces y unos ladrones.
Por cierto, cuando quise saber cómo iba la venta de mis discos, Columbia no
quiso enseñarme sus cuentas.
Además, no estoy satisfecho con mis grabaciones. No olvido, sin embargo, que
los músicos, que no logran tocar lo que les pido y cambian siempre algunas
notas, tienen su parte de responsabilidad, pero los verdaderos culpables son,
una vez más, las compañías. Sólo les doy un ejemplo: después de la
grabación de "The Black Saint", Bob Thiele, el productor, perdió las
cintas donde figuraban las mejores versiones de lo que tenía que ser la cara B
del disco. ¡Tuvo la cara de decir que esas cintas no existían! Pase noches
recomponiendo la cara que faltaba desde otras tomas utilizables. Cuando
terminé, las cintas perdidas fueron encontradas.
JazzMagazine: ¿Aprueba usted la manera en que fue
utilizada su contribución musical a la película de John Cassavettes
"Shadows"?
Charles Mingus: No tengo absolutamente nada que ver
con la banda sonora de esa película. Escribí algo pero no llegué hasta el
final del proyecto. No pasamos más de tres horas en el estudio donde se grababa
la música. Nos dio sólo tiempo de grabar unas notas. Eso es todo. Lo dejé
porque no nos pusimos de acuerdo a nivel financiero. Cassavettes se apropió de
la música tocada por el saxo tenor que estaba entonces en mi banda. Es cierto
que me gustaría mucho trabajar para el cine pero con la condición de disponer
de todo el tiempo necesario. Lo que me gustaría sería preparar solo una parte
de la música y completarla después improvisando mientras me proyectan la
película. Creo que mi música podría ser útil para los jóvenes directores
porque puede realzar cualquier mensaje social o religioso. Muchos me han pedido
que componga una partitura pero me han hecho tanta promesas que no han
cumplido...
JazzMagazine: Usted le pidió a un psicoanalista...
Charles Mingus: Pare. No vale la pena seguir. Ya
conozco su pregunta. Si quise que el doctor Pollock escribiera el texto de
"The Black Saint", es porque consideraba que lo podía hacer tan bien,
sino mejor, que la mayoría de los críticos de jazz. Estos son todos unos
mentirosos. La próxima vez haré que lo escriba un taxista o mi portero, es
decir gente que no es de la profesión, gente capaz de apreciar mi música,
aunque no sepan por qué les atrae. Sí, en adelante voy a hacer así. Y todas
las compañías me tendrían que imitar. Los críticos actuales son una panda de
cabrones. Se creen dioses. Porque son capaces de reconocer a los mejores
músicos, se creen que tienen el mejor sentido crítico. ¿Basta reconocer los
mejores platos para ser un gastrónomo? Me pregunto por qué las compañías de
discos los siguen contratando. ¿Para qué revista trabajan ustedes?
JazzMagazine: Para la revista Jazz Magazine...
Charles Mingus: ¿Qué revista es esa? Sin duda una
cosa de dos duros que nadie lee. Sólo tienen importancia revistas como Life o
Times Magazine pero desgraciadamente los artículos sobre jazz están escritos
por incapaces. Las revistas de jazz no interesan a nadie. Usted seguramente hace
esta entrevista para ganar dinero y Jazz Magazine logrará un beneficio
publicándola. Todo el mundo gana dinero a costa los músicos. Estoy dispuesto a
cambiar inmediatamente de trabajo con usted, si lo desea. Tendré una secretaria
y me divertiré con ella.
JazzMagazine: ¿Por qué toca usted cada vez con mas
frecuencia el piano en sus últimas grabaciones?
Charles Mingus: No. No creo que ahora toque más el
piano que hace unos años. Si quise tocarlo yo mismo en uno de los temas de
"The Black Saint", es sencillamente porque me dio la gana. Y acabo de
grabar un álbum de piano solo. Los pianistas, por lo general, interpretan mal
mi música. Se equivocan mucho en los acordes. Cuando yo me pongo al piano no
hay problemas. No toco el piano como pianista sino como compositor. De todas
formas, no tengo ninguna dificultad en tocar mejor que la mayoría de los
pianistas modernos. Si se exceptúa a Jaki Byard y naturalmente a Bud Powell, la
mayoría de los pianistas de hoy no tienen mano izquierda. Yo la utilizo y, como
lo hago con el corazón, logro un buen resultado.
JazzMagazine: Se dice que ...
Charles Mingus: ¿Por qué mira siempre esa mierda
papel? ¿Es usted incapaz de hacerme una pregunta sin mirarlo?
JazzMagazine: Miramos de vez en cuando esta hoja
para evitar olvidarnos de hacerle ciertas preguntas. ¿Quiere terminar ya la
entrevista?
Charles Mingus: No. Pero este tipo de conversaciones
no me gusta mucho. Ya que quiere que hable, voy a hablar. Si quiere, le puedo
dictar un libro. No entiendo por qué quiere conocer mi manera de pensar. Bueno,
seguimos.
JazzMagazine: ¿Es verdad que tuvo que volver a
grabar en estudio su parte de contrabajo del disco "Concert At Massey
Hall", con Charlie "Chan"?
Charles Mingus: Es falso. La mayoría de los temas
vienen del concierto. Únicamente, fue grabado a parte "All the Things You
Are" con Billy Taylor al piano. A lo mejor también otro tema. De todas
maneras, no veo en qué puede interesar esto a sus lectores.
JazzMagazine: Monk nos dijo que Parker le había
robado una parte de su música. ¿Qué piensa usted de esta afirmación?
Charles Mingus: Parker no robó nada a nadie. Cuando
llegó al Minton’s, ya hacía varios años que su estilo estaba a punto. Yo
mismo, todavía conservo unas partituras, que escribí en 1939, en una época en
que Monk aún no había compuesto "‘Round Midnight". Uno de esos
temas, "Smooch", fue grabado hace ocho años por Miles Davis. Hasta
podría decir que Monk me robó la idea de "‘Round Midnight". Pero,
en realidad, nadie coge nada a nadie. Si alguien robó algo a Monk, no soy yo.
No tengo ningún disco de este músico. Tengo pocos discos en casa. Algunos
grabados por Duke Ellington que me dio Jimmy Blanton. La gente cree que nací en
Nueva York. En realidad, vengo de California, es decir una zona en la que, hace
unos años todavía, la gente no sabía lo que era un tocadiscos. Nunca habían
oído hablar de Parker o de Monk antes de los años cincuenta. Por mi parte,
tengo que decir que en esa época no me gustaba mucho Bird. Prefería a músicos
como Buddy Collette. Es mi mujer, Celia, que adoraba a Parker, la que poco a
poco me hizo apreciarlos. Estaba dispuesta a abandonarme si no me gustaban
Parker y Monk. Tengo que decir, en mi favor, que nunca he apreciado mucho la
música de drogadictos. Tiene una sonoridad que me aburre. No tengo ninguna
simpatía hacia la gente que elimina sus problemas con drogas. Yo quiero
enfrentarme a mis problemas hasta que sea la vida misma quien los elimine.
JazzMagazine: ¿No piensa usted que la situación de
los negros en Estados Unidos mejora poco a poco?
Charles Mingus: En el mundo del espectáculo, no hay
ninguna mejora. Si nos circunscribimos a la trompeta , hay 200 trompetistas
negros que se mueren de hambre por cada Miles, cada Dizzy o cada Armstrong que
consigue trabajar. Por esto los músicos jóvenes detestan el jazz, porque los
mantiene en la sombra y no les permite ganarse la vida. Ahora se consideran a
sí mismos músicos sinfónicos. Cuando Ed Sullivan utiliza una orquesta de 30
músicos, puede estar seguro de que no habrá ningún instrumentista de color.
Los músicos, los actores y hasta los payasos son de raza blanca. Cuando empecé
en esta profesión me hicieron pasar una prueba. Hubo una especie de pequeño
examen. Yo no era el mejor pero sí el segundo. Pero contrataron al tercero que
era blanco. Ese día, estuve a punto de dejarlo todo.
JazzMagazine: ¿Cómo reacciona un público blanco
en Estados Unidos cuando usted interpreta "Fables of Faubus"?
Charles Mingus: Hasta ahora la mayoría de la
música se ha escrito para los blancos. Sólo desde hace poco se ha empezado a
componer música dirigida al pueblo negro y que intenta defenderlo. Las cosas
han cambiado mucho desde el nacimiento de esta música de prostitutas llamada
jazz. Esta estaba esencialmente dirigida a los gangsters cuyas vidas no
inspiraban precisamente la belleza. Poco a poco aparecieron hombres que
intentaron tomar posición, demostrar lo que había de malo en algunos blancos,
esos capitalistas que explotan al americano blanco de segunda clase y al
americano negro de tercera clase para hacer de este último su esclavo. La
sociedad en la que vivimos está gobernada por una raza de señores que se
oponen a que el negro sea libre. En el mundo actual, la libertad la da el
dinero. Y será así mientras los capitalistas nos dirijan. No, no soy
comunista. En mi vida, he conocido pocos americanos que sean dignos de este
apelativo. A los demás no les gusto porque saben que conozco su manera de
proceder. Soy capaz de identificar enseguida al blanco, que aún ayer, me pedía
que cambiase de acera cuando él andaba por ella. Hoy puedo andar en la misma
acera que el blanco pero en realidad las cosas apenas han cambiado.
Ahora, en muchos ámbitos, es peor que antes. Seguramente habrá oído hablar de
Malcolm X y de los Black Muslims. Bueno, se comportan muchas veces como críos
en comparación con el comportamiento de algunos negros americanos. En Nueva
York, a menudo, cuando un blanco intenta subir a un taxi conducido por un negro,
éste le dice : "Lárgate de aquí, so cabrón". Muchos negros tienen
ganas de matar porque nos han tratado como a animales y utilizaron maneras
fascistas. Me preguntaban antes si nuestra situación iba a mejorar. Claro, va a
ser muy buena, pero primero tendrán que exterminar a un millón de los nuestros
como los nazis hicieron con los judíos en la última guerra. En el Sur, han
construido cárceles en las que los blancos que se manifiestan junto a los
negros están separados de ellos. Eric Dolphy acaba de hacerme leer un artículo
donde se revela que estas cárceles están rodeadas de alambradas
electrificadas, exactamente como en los campos de concentración alemanes. Si
continuamos manifestándonos y reclamando la libertad, nos van a quemar
echándonos gasolina al cuerpo.
Hablo de los blancos del Sur y no de los de Nueva York que, en su mayoría, no
quieren que nos ocurra nada malo, pero tampoco nada bueno. No nos desean la
muerte, pero tampoco nos aceptan. Creo que nos odian. Estoy convencido de que
nos odian. Un taxista me decía el otro día : "Yo pienso que los negros
van demasiado lejos en sus reivindicaciones". ¿Demasiado lejos? Es su
opinión. Otros blancos nos preguntan por qué no nos quedamos en Harlem. Mi
hijo tiene 20 años y durante dos años estudió pintura en una universidad.
Ahora se cree muy listo porque le han dicho que podrá pintar, cantar, bailar,
pero en realidad no le enseñaron nada. Intentan mantenernos en la ignorancia.
Sólo los que tiene la suerte de pertenecer a una familia rica logran salir
adelante. Fue el caso de Paul Robeson o de Ralph Bunch.
Para ellos, no hubo problemas. Sus padres eran lo suficientemente ricos como
para ofrecerles la educación que deseaban. En cuanto a los demás, han hecho
todo lo posible para que sientan su situación de inferioridad. Me marcó para
siempre la forma en que me trataron en la escuela. Tenía una profesora blanca,
todavía me acuerdo de su nombre, Miss Corik, que un día llevó a un banco a su
clase de pequeños niños negros. Nos condujo hasta una mesa donde había muchos
billetes de banco. Entonces, nos dijo: "Mirad bien este dinero porque nunca
tendréis. Ni lo intentéis" Esto le puede parecer extraño, pero las
consecuencias de esta actitud aún se pueden sentir hoy. Hace no mucho, antes de
casarme con mi actual esposa, estaba enamorado de una persona de quien ignoraba
su situación económica. Estaba realmente prendado por ella. Pero, cuando supe
que era rica, fui incapaz de cogerla en mis brazos.
Es como si me hubieran cortado los cojones. Los blancos nos dominan con el
dinero. ¿Ha visto alguna vez a un negro en un billete de banco? Un tipo como
Rockefeller no sólo no paga impuestos sino que encima el dinero que nosotros
pagamos lo acaba teniendo él. Mientras esta gente permanezca en el poder, no
habrá nada bueno para nosotros. Paul Robeson no era comunista pero le tildaron
tantas veces de comunista que su única manera de salvarse fue convertirse en
uno de ellos. Con todo, Robeson es el negro americano mas valioso para nuestro
país. Junto con Martin Luther King. Éste, en mi opinión, es el único capaz
de suceder al presidente Kennedy cobardemente asesinado por los nazis del sur.
Al matarle han matado a un santo. Si quisiera, el blanco podría tener buenas
relaciones de vecindad con las demás razas pero cuando llegó a este país
prefirió exterminar a los indios en vez de integrarlos. ¿Cómo quiere que no
nos demos cuenta de esto? Y mire que han intentado lavarnos el cerebro. La
profesora a la que me refería antes siempre nos hablaba de los "Tres
Monos". Tal vez conocen esa estatua... Representa a un mono que se tapa las
orejas con las manos, a otro que se tapa los ojos y a un tercero que se tapa la
boca con ellas. Pues a ella le hubiera gustado que todos los pequeños negros
adoptasen esta actitud: no oír nada, no ver nada, no decir nada. Los blancos
con quien he podido hablar acerca de estos problemas me hacen pensar en
médicos. Nos analizan detalladamente en busca de los efectos invisibles que ha
provocado la esclavitud en nosotros. Por otro lado, se puede decir que son
victimas de esa enfermedad que consiste en creer que ser blanco es algo bueno
que les ha llovido del cielo. Llevan su piel blanca como otros llevan sus
condecoraciones.
Estas son las cosas que me hubiera gustado decirles ayer por la noche con mi
música. Tenía, tal vez, más ganas de tocar en París que en cualquier otra
ciudad de Europa. Tengo una amiga que vive en Niza. Vino a Estados Unidos y me
aseguró que si me instalaba en Francia, lograría olvidarme de todas las
preocupaciones y, a lo mejor, me sentiría libre. Sería la primera vez. Y
ustedes, se merecerán su salvación en este planeta teniendo una actitud
comprensiva para con nosotros. Esto es lo que hubiese querido decirles en mi
concierto pero, por desgracia, las fuerzas del demonio tumbaron a Johnny Coles,
mi trompetista. Como sólo disponía de dos voces melódicas en vez de tres,
tuve que renunciar. Casi me muero. Felizmente, no me toca morir aún.
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