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2006 Juan Carlos Hernández
Nacidos en los treinta
Nacidos en un corto período de tiempo, John
Coltrane (1926), Ornette Coleman (1930) y Sonny Rollins (1930) conforman
el triunvirato de creadores más asombroso que ha producido
el jazz en su historia. Partieron los tres de un punto común
–la duda metódica– hasta que, inevitablemente,
sus caminos divergieron. Su obra, en cualquier caso, no muere: pasado
el tiempo, el aficionado aún escucha conmocionado al primero
asomándose a su propia extinción en los magníficos
Om e Interstellar Space, al tiempo que renueva
su fe en Ornette, hacedor del más extraño y fascinante
de los mecanismos musicales que ha generado el jazz. Y aun cuando
no haya unanimidad al respecto de su música actual, se descubre
ante Rollins, en quien se reconoce al maestro incontestable, quien
hizo de la duda su primordial fuente de inspiración.
Aquellos viejos fantasmas de nuestro pasado que
sobreviven se enfrentan hoy a un proceso de lógica decadencia
biológica. Si su música ya no es la que fue, gozan,
en cambio, de la más amplia y generosa respuesta del público.
Sonny at home
Noviembre de 1982. Federico González y yo
compartimos una habitación del hotel InterContinental, en
Madrid, con el “saxophone colossus” y su mujer, la amigable
y eficaz Lucía. La publicación de la entrevista, primera
a un medio de comunicación español, causa auténtica
conmoción, tanto como la fotografía que la acompaña
en la que puede verse al músico posando en batín (1).
Junio de 2006. Quienes se hallan interesados en
ello le pagan a uno el viaje a Nueva York para entrevistar por segunda
vez a Sonny Rollins. Madrid-NY y NY-Germantown por la autopista
87.
Germantown: ciudad residencial junto al río
Hudson a dos horas en coche desde Manhattan. Poco más que
una gasolinera y una desangelada calle mayor; a nuestros ojos europeos,
nada que pueda identificarse como un lugar habitado.
Recorremos los alrededores buscando la morada del coloso por parajes
semiboscosos demasiado parecidos los unos a los otros. Ni siquiera
el dueño del pequeño taller de automóviles
contiguo a la nada ostentosa casa de campo donde mora la última
leyenda viva del jazz, conoce de su existencia. De algún
punto llega el eco cercano de un aparato de TV en funcionamiento.
Como nadie responde, dirijo mis pasos hacia un chamizo situado al
fondo de la supuesta morada del jazzista, por una de cuyas ventanas
alcanzo a ver un ejemplar en CD de Way Out West. Ya no
cabe duda de que estamos sobre la pista correcta.
Con emoción y reverencia saludo a Theodore
Walter Rollins que acaba de hacer su aparición. “Ya
creí que se habían perdido”. El saxofonista
–redecilla y gafas oscurecidas, jersey y pantalones negros,
botas verdes de pocero– nos conduce a su refugio situado a
la espalda de su no tan pequeño rancho. Avanza a grandes
y balanceantes pasos sorteando la piscina cuyo estado de abandono
le proporciona un aspecto lánguido y poético. “Desde
que no está mi mujer nadie la cuida”: Rollins lleva
una vida solitaria y escueta menos propia de un “coloso”
que de un ser humano vulnerable y tierno que ha de convivir con
el recuerdo omnipresente de Lucía, fallecida hace dos años.
Seguirán dos horas largas de apasionante conversación
que hubieran dado para todo un libro (2). Transcurridas las mismas,
hubo de ser uno mismo quien, temiendo cansar a mi interlocutor,
decidió dar por concluida la entrevista. Fue el momento de
sus preguntas: “¿Cuál es la situación
en Euskadi?”, “¿qué tal con su nuevo gobierno?”,
“y Aznar, ¿qué dice de lo que está ocurriendo”,
“¿y los fascistas, son como cuando vivía Franco?”…
antes de irnos, nos pide una “txapela”.
Sonny Rollins ya no duda (3)
Habíamos escuchado muchas veces a Sonny
Rollins –nos habíamos acostumbrado a su presencia,
hasta donde ello es posible– pero nunca así; nunca
sabiendo que ya nada volverá a ser como antes, que los tiempos
en que él, y otros como él, eran moneda corriente
dentro de los festivales de jazz –cuando en los festivales
de jazz había jazz–, nunca volverán. Aquella
verdadera edad de oro del jazz, cuando aún era una música
imprevisible y promiscua...
Fue una de esas noches, la del 16 de julio del
2006, Festival de Jazz de Vitoria, de las que no se olvidan. Quizá
no el mejor Rollins de la historia; desde luego, el más conmovedor
y, al fin y al cabo, de eso se trata (o eso se supone).
Y el extraño fenómeno que, de nuevo, cobra forma ante
los ojos atónitos de muchos: ¿qué ha tenido
que ocurrir para que, finalmente, no quepa un alma en Mendizorrotza?;
¿de dónde han venido todos estos?.
Uno vio al anciano vulnerable de andar cojitranco
erigirse sobre el pedestal, bordeando los límites del escenario
como un ídolo rock, balanceándose, aullando. Y la
multitud a sus pies agitando cuerpos y manos, fuera de sí.
Dos, tres horas electrizantes de sonidos preclaros y sudor a mansalva:
¿a quien le importa el título de la pieza cuando se
está rozando el cielo?.
Entonces llegó aquel “St. Thomas”,
que es tema no hecho para ser escuchado, sino gozado en cuerpo y
alma. Un “St. Thomas”, el que escuchamos en Vitoria,
como nunca se ha escuchado y, acaso, nunca vuelva a escucharse.
El espectáculo continuó en los camerinos.
Para mi suerte pude permanecer a su lado mientras iba despachando
a la multitud de “fans” que hacían cola con una
fotografía, la entrada al concierto o un antiguo disco; algunos
pretendiendo, simplemente, tocarle. A todos les atendió con
detenimiento y dedicación, haciendo gala de una paciencia
infinita.
Terminado el trámite, acompañé al maestro al
coche en su camino de regreso. “No olvide escribirme”.
De regreso al hotel,
2.45 de la mañana (¡hasta esas horas
había estado atendiendo el saxofonista a sus “fans”!),
me consideraba el ser más afortunado del universo.
José María García Martínez
(1) Quàrtica Jazz, enero de 1983
(2) la entrevista fue publicada en el suplemento
Babelia del diario El País, el 8 de julio de 2006 (“Sonny
Rollins, coloso del saxo”): http://www.elpais.es/articulo/semana/Improvisar/vivir/trance/espiritual/elpbabsem/20060708elpbabese_1/Tes/
(3) parte de este texto ha sido publicado en: http://www.jazzvitoria.com/web2006/cast/lomejor/sonny_rollins.html