De sur a norte,
del Mississippi al Hudson
Cassandra Wilson nace en Jackson, Mississippi, en 1955. Es
hija de Herman Fowlkes, un guitarrista y bajista semiprofesional
en muchos grupos de blues. Su madre, Mary Fowlkes, canta
gospel en la iglesia. A los cinco años Cassandra canta en
funciones escolares y a los nueve comienza estudios de piano y guitarra
que continuará durante otros nueve años. Desde su adolescencia participa
en las marching bands de Jackson, y en esa época comienza
a actuar en la zona de San Luis, al frente de su propio grupo con
dos guitarristas, una de las muchas circunstancias que se repetirán
casualmente en su carrera, llena de detalles premonitorios.
Desde mediados
de los setenta actúa también por todo el circuito de las coffee-houses
en Mississippi y Arkansas, habitualmente sola con su guitarra, a
veces acompañada por un bajista y un percusionista. En una de estas
actuaciones comienza una colaboración que desembocará en una larga
amistad con la cantante, pianista y violinista Ronda Richmond, a
la que años más tarde producirá un disco. En esos años su repertorio
es muy variado, una mezcla de blues y música folk. Sus influencias
desde el blues son sobre todo los músicos acústicos de entreguerras,
especialmente Robert Johnson, Bukka White, Son House y Mississippi
Fred McDowell, cuyos repertorios domina desde muy joven. Desde estos
años sus otras grandes influencias son las cantantes folk-rock
de los sesenta y setenta, especialmente Joni Mitchell y Laura Nyro.
Ya en esta época
Cassandra comienza a no encajar muy bien en ese molde en el que
se encuentran a gusto otras cantantes negras. Muchas de sus contemporáneas
se ajustan mejor que ella a los patrones tan comunes para los músicos
de jazz de la entonces incipiente década de los ochenta. Tal vez
por ello los críticos tardaron bastante en apreciarla, confundiéndola,
según la estrechez característica de aquel momento, con una superficial
cantante de soul. Tampoco parecía encajar en la tradición del jazz,
vista ésta en aquellos tiempos desde esa óptica estrecha entonces
predominante en las publicaciones musicales. Los que la escucharon
en ese momento comentan que su gusto por las versiones extrañas
de temas de los artistas más diversos ya era en aquella época una
característica que la hacía muy peculiar. Ya era una artista diferente,
que buscaba algo nuevo, no una cantante más.
Estudia jazz
con Alvin Fielder y canta con la Black Arts Music Society en Jackson,
y toma contacto a través de esta asociación con lo que hacen las
similares Black Artists Group de San Luis (BAG, Grupo de artistas
negros) y la Association for the Advancement of the Creative
Musicians de Chicago (AACM, Asociación para la promoción de músicos
creativos). Como a muchos otros artistas de su generación, estas
conexiones con el BAG y la AACM influirán muchísimo en su carrera.
En 1981 obtiene su diploma en Comunicación de Masas en la Universidad
de Jackson y comienza a trabajar como relaciones públicas en un
canal de televisión en Nueva Orleáns. Durante sus años en la ciudad
forma parte de la banda de Earl Turbington y profundiza en su interés
por Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y Betty Carter. Estas dos últimas,
junto con Abbey Lincoln, serán dos de sus influencias mayores a
partir de ese momento, que se suman a la evidente relación que su
música tiene ya con la de la inclasificable Nina Simone.
Precisamente
ahí está la clave de su peculiaridad: lo que la hacía diferente
era precisamente aquello que no podía asumir la crítica de estos
años, dominada por tesis rígidas, a veces incluso implacables, como
las de Stanley Crouch. Ese cuadriculado esquema de la historia del
jazz como algo líneal y aislado de impurezas externas era muy común
entre la crítica más conservadora de esos años, en pleno cierre
de filas ante la fusion. En el hecho de no admitir ese esquema reside
gran parte del encanto de una vocalista distinta: su arte comprende
todo el espectro de la Gran Música Negra, definida por el Art Ensemble
Of Chicago y otros miembros de la AACM, como un todo unido donde
el jazz sólo es una parte, eso sí, muy importante. Pero igual de
importantes son para ella otros tipos de música negra (soul,
blues, funk, hip hop), americana (folk,
country, gospel) o no (africana). En Europa su música
fue algo mejor recibida, debido en parte a sus primeras grabaciones
en un sello que en el viejo continente tenía una reputación intachable,
Black Saint, o en el sello JMT, que irrumpió en el mercado de forma
fresca y con sorprendentes apuestas, muy bien recibidas.
En 1983 se traslada
a Nueva York, y nada más llegar a la metrópolis del Jazz conoce
a Dave Holland y a Steve Coleman –también recién llegado, desde
Chicago– un músico cuyas ideas le impactarán definitivamente. Coleman
integra a Cassandra en su incipiente colectivo M-Base en Brooklyn,
junto a Geri Allen, Greg Osby, Graham Haynes, Lonnie Plaxico, Kenny
Davis, Marvin "Smitty" Smith y el resto de miembros fundadores
de este movimiento. Al mismo tiempo también trabaja en estos primeros
años en el Rhythm Club de Bob Belden y en la formación New Air del
saxofonista Henry Threadgill, uno de los mejores representantes
de la AACM de Chicago en Nueva York.
Ya en las primeras
tres grabaciones de los Five Elements de Steve Coleman, Motherland
Pulse, On The Edge Of Tomorrow y World Expansion
(de 1985, 86 y 87, todas para el sello alemán JMT), su voz destaca
poderosamente dentro del fenomenal colectivo de los M-Base, encajando
a la perfección con su música a caballo entre el jazz, el funk y
el hip hop. En el 86 canta también en el disco Air Show
Nº 1 del New Air de Threadgill para el sello italiano Black
Saint. En esos primeros momentos de su carrera discográfica sorprende
muchísimo su sonido poderoso, muy parecido al de la Sarah Vaughan
madura, tanto en el timbre como en su enorme registro de más de
cuatro octavas, pero con matices aun más oscuros en el registro
grave, similares a los de Nina Simone. No obstante hay algo más,
aún no muy evidente, que ya la hacía diferente de las otras cantantes
que llegan en esos años a la escena del jazz, como Dianne Reeves,
Rachel Ferrell, Nnenna Freelon o Carmen Lundy.
Sin
complejos, la etapa M-Base
En 1986 se publica
su primer disco, Point Of View, también en JMT, que se convierte,
junto con el sello Minor Music –también alemán– en refugio de parte
de los miembros del M-Base de Brooklyn, al que acudirán para publicar
la mayoría de sus debuts discográficos. La acompañan algunos de
los puntales de dicho colectivo, Steve Coleman por supuesto, pero
también Lonnie Plaxico, que será uno de sus colaboradores habituales
hasta hoy, y Mark Johnson a la batería. Jean-Paul Bourelly, otro
músico cercano a ese colectivo, está a la guitarra, y al trombón
Grachan Moncur III, recuperado después de años casi ausente de la
escena musical. El repertorio se compone de temas propios, casi
todos compuestos a medias con Bourelly o Coleman, y una primera
versión del "Blue In Green" de Miles Davis, estupendo
homenaje al músico de su querida segunda ciudad, San Luis, que repetirá
en el futuro.
Al año siguiente
aparece también en el sello alemán su segunda entrega, Days Aweigh,
en la misma línea pero mucho más elaborada. Rod Williams, habitual
también en los Five Elements de Steve Coleman, está a los teclados.
La sección rítmica está compuesta por Mark Johnson a la batería
y con Plaxico y Kenny Davis compartiendo el contrabajo o Kevin Bruce
Harris al bajo eléctrico, éste último también de la banda de Coleman;
el propio Steve Coleman al saxo alto y un soberbio Graham Haynes
a la trompeta completan la sección de viento, a los que se añaden
como invitados especiales Bourelly de nuevo en algunos cortes, más
los arreglos de Henry Threadgill en un tema y la corneta de Olu
Dara en otro. En este segundo disco Cassandra ya se muestra como
una cantante y compositora mucho más madura, con temas que mezclan
jazz con mucho funk e incluso toques africanos y brasileños. También
recuerda al mejor Southern soul que escuchó en su juventud
e incluso aparecen reminiscencias –que más adelante se acentuarán–
de sus años en el circuito de las coffee-shops de Jackson.
Con el único standard que canta en el disco, el "Somewhere"
de Leonard Bernstein, demuestra que quienes busquen creadores de
versiones diferentes tienen que seguirle la pista, a la vez que
recoge en una sola canción toda la tradición de las cantantes negras
desde Bessie Smith hasta Abbey Lincoln pasando por Billie, Sassy,
Carmen McRae, la Simone y Betty Carter, y deja constancia de que
ella también es una de las grandes. Al impacto emocional de Cassandra
cantando este tipo de baladas, se añade ese sentimiento único de
la música más auténtica y enraizada en el blues. Parte del
público del jazz más nuevo y diverso la aprecia ya desde entonces
como una cantante muy original, que trae del "Profundo Sur"
ese algo especial, un sentimiento que tantas veces hemos visto llegar
a la música afroamericana desde el mismo Delta donde también Cassandra,
como gran parte de esta música, nació.
Desde 1986 comienzan
sus giras internacionales normalmente con el trío que forman Kevin
Bruce Harris al bajo, Rod Williams al piano y teclados y Mark Johnson
a la batería. Con los Five Elements de Steve Coleman ya destacaba
mucho como vocalista, pero el impacto, sobre todo rítmico, de aquella
formación disimulaba en parte su talento enorme en un colectivo
tan poblado de grandes músicos ya desde sus orígenes. Con su propio
grupo, perfectamente acoplado desde esas primeras giras al peculiar
concepto que quería desarrollar, la primera gran impresión era su
inmensa voz, tan suave en el registro alto como en el medio, pero
tremenda en el grave. Pero la segunda y no menor impresión era ya
entonces una concepción musical propia absolutamente original. No
sólo era una buena cantante, como músico era ya impecable, capaz
tanto de componer canciones que son a la vez jazz, soul,
blues y gospel, como de atreverse con temas como el
"Round Midnight" de Monk y transformarlo en algo muy personal,
absolutamente distinto de lo conocido pero sin perder el enorme
respeto a la tradición que destila toda su música.
Los dos años
siguientes suponen el despegue definitivo de esta gran artista después
de sus giras. En 1988 se publicaron dos discos espectaculares, el
Sine Die de Steve Coleman y sus Five Elements y el Blue
Skies de Cassandra. El primero aparece en el sello Pangaea de
Sting, ya que Coleman a veces sustituía –para financiar sus otras
operaciones– a Branford Marsalis en las giras de los Blue Turtles
de Sting. Aquí Cassandra aparece en cinco cortes y se adueña totalmente
de ellos, aun siendo éste tal vez el primer gran disco del M-Base,
en el que Coleman, Robin Eubanks y David Gilmore se revelan como
solistas abrumadores sobre un fondo rítmico, dirigido por la batería
de Marvin "Smitty" Smith, que es el primer gran acontecimiento
del jazz de la era del hip hop, música que emerge como trasfondo
más intensamente en esta obra que en las anteriores del colectivo.
Paradójicamente esto sucede en el primer disco de los Five Elements
que no cuenta con cajas de ritmos o programaciones de DJ's como
las que Coleman utilizó en los dos anteriores con este grupo.
Por su parte
Blue Skies, de nuevo en JMT, es todo lo contrario: en principio
no es ni más ni menos que un disco de standards cantados por una
joven promesa acompañada por un trío de piano, contrabajo y batería
formado por tres estupendos representantes de la generación que
comienza a despuntar en los ochenta. La Wilson se revela aquí como
una cantante genial, llena de garra y gusto, que muestra sin tapujos
sus influencias sin quedarse en una consecuencia de ellas sin más
y, lo más asombroso, con una facilidad pasmosa. Los tres instrumentistas
de este fenomenal disco confiesan que lo increíble de la grabación
de estos temas fue la sensación de que Cassandra cantaba esas versiones
como si estuviera en la ducha, aunque hay que reconocer que los
tres están también fenomenales: Mulgrew Miller suelto al piano y
desenfadado como pocas veces en sus grabaciones como líder o con
otros músicos; Lonnie Plaxico, lleno de swing, actúa como
eje y catalizador de energía, con más que una pequeña responsabilidad
en los arreglos, función que continuará en la mayor parte de las
grabaciones de la Wilson; y a la batería, una jovencísima Terri
Lyne Carrington, a la que no tardó en acusarle de overdrumming,
de ser excesiva, esa parte de la crítica que nunca ha considerado
la música con potencia rítmica como algo sofisticado. Por el contrario,
la mayoría de los baterías que vinieron detrás estudiaron con atención
su personal e influyente manera de tocar en este disco. Las malas
críticas que recibió en su tiempo esta grabación y sobre todo los
comentarios sobre la Carrington, recordaban patéticamente a tiempos
que parecían olvidados en los que a Art Blakey se le acusaba en
sus primeras grabaciones hard bop de "tocar como un salvaje",
de tocar demasiado. Veinte años después este disco se sigue escuchando
fresco, sorprendente y nuevo; quizás iba mucho más por delante de
su tiempo de lo que la crítica entendió.
En 1990 se publica
el manifiesto M-Base de Cassandra, el complejo Jumpworld,
también en JMT. La acompañan Steve Coleman, Greg Osby y Gary Thomas
a los saxos, Robin Eubanks al trombón y Graham Haynes a la trompeta
y corneta, completando la sección de viento ideal,
perfecta, del M-Base. Plaxico al contrabajo y David Gilmore a las
guitarras apoyan su sección rítmica habitual con Rod Williams,
Kevin Bruce Harris y Mark Johnson. En el disco se mezclan temas que suenan
a hip hop a la manera de los Five Elements de Coleman, con
otros más jazz-funk y con algunas canciones formalmente más
tradicionales, riffs gloriosos de la sección de viento y
letras futuristas en temas de amor galáctico y psicodélico. Tiene
muchos momentos en los que toda la tradición del jazz acústico se
mezcla con lo mejor del soul de los setenta y el ritmo de
las bandas de funk de James Brown. Es un disco denso, viscoso
y difícil, no perfecto pero glorioso, una de las grabaciones más
representativas de este colectivo y de su música.
Después de este rotundo trabajo, hace una gira fenomenal,
con Harris y Johnson más James Weidman sustituyendo a los teclados
a Rod Williams, que da como resultado el Live en JMT. A continuación
Cassandra se toma un descanso momentáneo pero profundo, en el que
se replantea su carrera. En esa vuelta contínua a sus orígenes que
la caracteriza, parece rebelarse contra el M-Base desde dentro.
Se diferencia totalmente del resto de sus miembros, asimilando en
su música elementos de su pasado anterior a su paso por el colectivo
de Brooklyn. Inicia un nuevo camino volviendo al blues y
al soul de su Sur natal e incorporandolos a su contacto
con el M-Base y otras músicas de Nueva York. El resultado es un
nuevo estilo, una vía diferente a lo grabado por ella hasta entonces. En su momento,
She Who Weeps apareció, en su publicación en 1991, como un
disco desigual que no impactó como el anterior en el creciente número
de aficionados a su música y al M-Base en general. Pero esta nueva
grabación para JMT contenía la llave de su futuro, aunque no se
materializase aquí totalmente aún. Lo comprenden temas propios parecidos
a los que había cantado antes, pero con un elemento africano adicional, distinto
del que también aparece más o menos al mismo tiempo en la música
de Steve Coleman en esa época. Su música más "afro" recuerda
un poco a ciertas cosas de los grupos de vanguardia de los sesenta
y setenta con los que contactó en su juventud (como el BAG y la
AACM), pero también aparecen en el disco otros
matices: hay dos blues bien diferentes entre sí, uno muy rítmico,
casi africano y muy característico de esa música mencionada, y otro,
en cambio, el que da título al disco, dedicado a su madre y compuesto
por ella, en el que la acompaña su padre al bajo eléctrico, que
es casi el punto culminante de su carrera hasta ese momento. Esta
es una canción diferente a toda su música anterior, en la que se
percibe una tradición amplísima que ya no se refiere exclusivamente
al jazz y al funk de los M-Base, sino que contiene además todo aquello
que estaba en el mejor profundo Soul sureño de cantantes
de los años setenta como Ann Peebles o Ann Sexton, cantantes muy
enraizadas, como ella, en el blues y el gospel. Por
si esta pieza nueva y extraña fuese poco para hacerlo notable, este
disco contiene otra referencia a esa estupenda música de los sesenta
y setenta, una versión del "Angel" de Aretha Franklin,
además de una cautivadora versión de "Body And Soul",
convertido en una especie de motivo repetitivo muy africano, y otra
no menos apasionante de "Chelsea Bridge", con un scat
siniestro pero bello, como de una Ella Fttzgerald de ultratumba.
Ejemplos perfectos de ese libro de extrañas y magnéticas versiones
que inauguran el que será uno de los sellos de esta cantante, en
esto siempre muy inspirada por Nina Simone: al igual que ésta, Cassandra
retuerce la forma de los temas ajenos que elige cantar y trasciende
totalmente el significado original de lo que canta con su abrasadora
voz. Su público aquí se comienza a dividir, entre los que piensan
que su voz y su manera de interpretar son demasiado contundentes
para el contenido de las canciones, que "pervierte", y
los que por lo mismo deciden que como en el caso de la Simone, las
canciones no son más que un esqueleto sobre el que monta una interpretación
que se entiende como una sublime forma de arte, que es, al fin y
al cabo, uno de los valores intrínsecos de esta música que llamamos
jazz.
En 1992 y 1993
aparecen el primer y único disco que publica en el sello japonés
DIW, Dance To The Drummer Again y su último disco nuevo en
JMT, After The Beginning Again. En el primero aparecen, como
guitarrista, co-compositor y casi co-protagonista, su amigo Jean-Paul
Bourelly junto a su rítmica habitual Weidman-Harris-Johnson. Esta
misma sección rítmica repite en el publicado por JMT, aunque en
algunos temas del primero Mark es sustituído a la batería por su
hermano Kevin K-Dog, entonces miembro de la banda de Bourelly. Además
en ambos discos aparece otro de sus habituales futuros colaboradores,
el excepcional percusionista de Barbados Jeff Haynes, sin relación
con el trompetista y cornetista de los Five Elements, Graham Haynes,
que es, a su vez, hijo del gran batería Roy. En los dos discos siguen
apareciendo muy buenos temas compuestos por ella, a veces en colaboración
con Bourelly o Weidman, en su línea más blues y con letras
muy psicodélicas, pero las perlas del primero son un "Amazing
Grace" de enmarcar junto a los clásicos de Mahalia Jackson
y Aretha Franklin, acompañándose ella misma al piano, más un precioso
tema propio, "Dance To The Drummer Again", que deja adivinar
su música venidera. En el segundo disco hay una versión de "Round
Midnight" bastante tradicional para sus cánones, y una sencilla
pero hipnótica canción, "Redbone", que permanecerá en
el repertorio de sus conciertos durante años.
En estos años
Cassandra todavía no es una gran estrella para el gran público,
ni siquiera para el público mayoritario del jazz, pero los músicos
(que siempre van por delante en estas cosas) más interesantes y
diversos comienzan a solicitarla para colaboraciones de todo tipo.
Canta en dos discos de Greg Osby, aparece en casi todos los de Steve
Coleman y está estupenda en otro de Robin Eubanks y en otro de Rod
Williams. Fuera del entorno M-Base, colabora tanto con músicos cercanos
a este colectivo (Dave Holland, Steve Turre), como con cantantes
africanos (Angelique Kidjo) o con el mismísimo Wynton Marsalis,
con el que aparentemente nada tiene en común, casi "enemigo"
del M-Base o de todo lo que se relacione con el hip hop o
se funda con músicas ajenas al tronco principal del jazz. El trompetista
le da un papel estelar en su gran obra Blood On The Fields
que incluso le proporciona un premio Grammy. Comienza también a
participar en numerosas bandas sonoras, incluso haciendo un dúo
en una de ellas con ¡Luther Vandross!, y también en grabaciones
con músicos pop como Elvis Costello.
Sin
prejuicios, los trabajos con Craig Street
1993 es el año
del gran cambio para Cassandra, que comienza con su fichaje por
el remozado sello Blue Note, con el apoyo de la multinacional EMI
como trasfondo. Para la realización de su primer trabajo con la
nueva discográfica cuenta con una novedad que afectará mucho a su
música: su colaboración con el productor Craig Street. Con él da
un salto no demasiado traumático pero sí importante para su carrera.
En la base de su grupo y su entorno continúan miembros del M-Base
o cercanos a este movimiento. En concreto Lonnie Plaxico adquirirá
una enorme importancia en el desarrollo de su música, pero aparecen
otros muchos músicos, de procedencias muy diferentes, algunos convocados
por el nuevo productor, que influirán decisivamente en este nuevo
rumbo.
En Blue Night
'Til Dawn, que aparece en Blue Note ese mismo año, lo primero
que sorprende es la variedad de su repertorio y la producción de
Street. El quiebro que se intuía en She Who Weeps se materializa
del todo. Aquí sí que ya queda claro que Cassandra no es sólo una
cantante más de jazz en la línea Bessie-Billie-Ella-Sarah (y en
algunos casos Abbey-Betty) que siguen la mayoría de sus contemporáneas.
Ayudada por este ecléctico productor, un fanático de Dylan y Joni
Mitchell, el soul, el country y el folk, en
este disco nos ofrece un espectro enorme. Abarca desde el blues
de entreguerras, con dos maravillosas versiones de "Come On
In My Kitchen" y "Hellhound On My Trail" de Robert
Johnson, hasta esa línea de las grandes damas del jazz, y mucho
más. Con un dramático e impactante "You Don't Know What Love
Is", Cassandra abre el disco majestuosamente a la manera de
una Nina Simone aun más triste y siniestra que ésta y desprovista
de su humor. Luego va pasando por todo el horizonte del rhythm
& blues y el soul, con temas de Charles Brown, Tom
Bell y Linda Creed, así como de Van Morrison. También interpreta
la música de Joni Mitchell, que tanto la ha influído desde sus primeros
pasos en las coffee-shops, o el mejor Southern soul,
con una pasmosa versión del fantástico "I Can't Stand The Rain"
de Ann Peebles.
La
mayor virtud de este trabajo (y los que vendrán después) no está
tanto en la cantidad de rincones de la música afroamericana (y no
sólo...) donde Cassandra busca inspiración, sino en la forma en
que lo hace, poniendo bien clara la unidad de esta música, dando
la misma importancia a esa rica tradición vocal de las grandes del
jazz que, como ejemplo, al sonido Hi de Memphis en los setenta,
donde grababan Al Green y Ann Peebles, ese sonido del productor
Willie Mitchell que evidentemente tanto ella como Craig Street han
estudiado profundamente y tanto admiran. El equilibrio entre la
importancia adjudicada a cada una de todas las ramas de la música
sea o no sea negra, sea o no sea americana, es demoledor. Gospel,
blues y rhythm & blues, soul, funk,
hip hop, los ritmos afrocubanos y también los africanos,
e incluso la otra parte de la música popular americana (Joni Mitchell)
o foránea (Van Morrison), todo se percibe como en una evolución
perfecta a partir de los conceptos de, por ejemplo, la AACM de Chicago
desde los sesenta. Su amalgama representa muy bien un aspecto de
los músicos de estos tiempos que resulta esencial: la era del CD
en la que trabajan es la era de las reediciones, y la cantidad de
música pasada y presente que un músico con interés puede absorber
hoy día es enorme. Algunas veces, esta enorme cantidad de cultura
se refleja en la música que hacen, pero pocas de manera tan exagerada
como en esta cantante. En la primera entrega para Blue Note sólo
aparecen tres temas propios: "Sankofa" es un tema a medio
camino entre el gospel y el folk interpretado por
un coro de voces, todas suyas, superpuestas en el estudio, una vía
perfecta para exponer su increíble potencia en el registro más grave.
La segunda es una nueva versión, aun más percusiva, de "Redbone",
que también mantiene en su repertorio en los conciertos. Y por último
la canción que da título al disco, que será casi un hit en
ciertos círculos, un soul-blues a tempo lento que recuerda
muchísimo a ese clásico sonido de Memphis que tan bien explotarán
Cassandra y Street en su siguiente disco.
Y es que si este
primer disco para Blue Note era maravilloso, el New Moon Daughter
que aparece en el 95 en el mismo sello es apabullante. Probablemente
no haya un solo disco de una cantante de jazz comparable con éste
desde los ochenta, a menos que nos pongamos a buscar entre las brillantes
discografías de las tres veteranas aún en escena en estos años,
Betty Carter, Abbey Lincoln y Shirley Horn, y aun aquí encontraremos
discos que nos gusten más o menos, pero no tan impactantes. New
Moon Daughter abre con una escalofriante versión del "Strange
Fruit" que habría maravillado a Billie Holiday, con una combinación
del contrabajo de Lonnie Plaxico cambiando su habitual swing
por un sonido pesado, mingusiano, desconocido en él hasta
la época, y la guitarra Resophonic totalmente rural de Chris Whitley,
más la corneta de Graham Haynes. Por si no fuera bastante el impacto
de semejante entrada, lo siguiente es un ejercicio de estilo espectacular:
Cassandra demuestra que es capaz de convertir una simple y tonta
balada pop de U2 –que tal vez sólo le atraiga por su letra
algo original– en un himno y una disculpa para los juegos entre
las guitarras de Brandon Ross y Kevin Breit, el bajo de Plaxico
y la batería de un Dougie Bowne que se desenvuelve de maravilla
en esta música híbrida. El tema lo remata otro solo antológico del
cornetista Lawrence "Butch" Morris, uno de los grandes
pensadores de la música de auténtica vanguardia, cuyo talento como
compositor queda a menudo eclipsado por el gran solista que también
es.
"Solomon
Song" aparece después, un original precioso que enlaza con
su versión del "Death Letter" de Son House, otro de esos
siniestros blues del Profundo Sur frecuentes en su repertorio.
En el "Skylark" de Hoagy Carmichael vuelve a jugar con
la combinación contrabajo-batería de jazz más guitarra de blues,
en este caso con Gib Wharton a la guitarra pedal steel. Después
aparece otra triste balada característica de la cantante, "Find
Him", con un inmenso Plaxico, otra vez, y Brandon Ross y Cassandra
divirtiéndose con las guitarras. Cassandra nunca ha dejado de tocar
–y lo hace excelentemente– la guitarra y el piano, y es además muy
hábil como percusionista. Acto seguido, una nueva sorpresa con otra
enorme versión del "I'm So Lonely I Could Cry" de Hank
Williams, seguramente idea (y muy buena) de Street, al que sigue…
¡el "Last Train To Memphis" de los Monkees!, con un solo
precioso del violinista Charlie Burnham en la primera y un arreglo
en la segunda para que se vuelva a lucir Brandon Ross. A estas dos
versiones les siguen dos originales, el lánguido y triste "A
Little Warm Death" y "Memphis", explícito homenaje
al sonido Hi de los setenta. Después aparece otro punto culminante
más en este extraordinario disco, una de las mejores versiones jamás
grabadas de "Harvest Moon", en la que el propio Neil Young
ha apreciado el prodigio que la Wilson obra con su tema. Semejante
obra maestra la cierra otra gloriosa producción, el "32-20"
de Robert Johnson, que hubiesen firmado éste y el mismísimo diablo,
siniestra y llena de niebla.
Por si no bastara
con estos dos sublimes discos, ese mismo año 1995 sus antiguos patrones
de JMT publican una retrospectiva del trabajo de la cantante, en
el que destacan entre los temas ya conocidos tres tomas alternativas
inéditas de "Sweet Lorraine", "I'm Old Fashioned"
y "Autumn Nocturne" sacadas de la sesión del Blue Skies,
tan buenas o mejores que las originales. Este disco, distribuido
en Estados Unidos, más los dos de Blue Note, son radiados con frecuencia
en el circuito de las emisoras universitarias y en las pequeñas
emisoras que radian música no muy comercial, lo cual hace a Cassandra
mucho más conocida en su país. Sus giras se multiplican y muchos
temas suyos aparecen en bandas sonoras de películas, o aparece cantando
con todo tipo de artistas. En las giras que emprende en los dos
años siguientes, entre este segundo disco con Craig Street y su
siguiente proyecto en Blue Note, la podemos ver con distintas formaciones,
desde cuartetos con piano con jóvenes promesas como Eric Lewis o
Jacky Terrasson, hasta esas estupendas bandas con percusionistas,
sobre todo Cyro Baptista y su habitual colaborador hasta hoy, Jeff
Haynes, y con uno o varios guitarristas, en las que se han hecho
famosos Brandon Ross, Gib Wharton, Kevin Breit, Doug Wamble y Marvin
Sewell. En la mayoría de sus grupos participa su fiel Lonnie Plaxico
como brazo derecho, aunque a veces es sustituido por Reginald Veal
o Mark Peterson al contrabajo. En algunas actuaciones se suman los
violinistas Charlie Burnham y Regina Carter, y muchas de las distintas
combinaciones de estas formaciones aparecen en los temas que graba
para bandas sonoras.
Sus colaboraciones
se hacen también más numerosas y diversas: sigue apareciendo en
discos de M-Base, como Steve Coleman, pero también participa en
uno de Dave Holland cantando un maravilloso poema de Maya Angelou
al que el bajista puso música; en un disco estupendo del saxofonista
Javon Jackson interpreta otra de sus espeluznantes versiones, esta
vez el "Country Boy" –aquí "Country Girl"– de
Muddy Waters. La vocalista tampoco está nada mal en un disco de
otro saxofonista, Courtney Pine, o en los proyectos de Bob Belden.
El siguiente
disco que aparecería en Blue Note es el dúo con Jacky Terrasson,
Rendezvous, un disco en su tiempo mal comprendido, considerado
por el gran público y por la mayoría de la crítica como un disco
menor, inexplicablemente, porque el disco es muy interesante. Para
no repetir exactamente el formato del anterior ejercicio con los
standards, en éste sustituyen la batería por la percusión
de Mino Cinelu, una idea sencilla pero brillante, que le da ese
algo especial al disco. Al contrabajo, tanto el habitual Lonnie
Plaxico con esas frases en las que baila con su instrumento, lleno
de swing, como el más clásico pero no menos buen acompañante
Kenny Davis dan un soporte magnífico al trío instrumental. El piano
de Terrasson es muy discreto, como siempre, y como siempre también
hay quien confunde su discreción con una insuficiente categoría
musical. Al acústico está soberbio en ciertos pasajes muy Hancock,
y tanto con este instrumento como con el Rhodes demuestra
una capacidad para tocar blues con un sentimiento no muy
habitual en pianistas europeos. Los dos logran una maravilla en
una de esas versiones inesperadas de Cassandra, esta vez el "Tennessee
Waltz", y luego se quedan solos y perdidos en el cielo de la
buena música en el inusual "Little Boy Lost" de Bergman
y Michel Legrand, perfecto para su registro vocal más grave. Como
signo de los tiempos, rearmonizan brillantemente "It Might
As Well Be Spring" para que Cinelu haga diabluras por detrás
del asombroso Plaxico, mientras Terrasson interpreta el impresionismo
de Hancock a su manera. Casi se limitan a acompañar el potente walking
bass de Plaxico, otra vez inconmensurable en "My Ship",
y convierten "Tea For Two" en un posible hit
para las radios, que no quisieron hacer caso a un disco lleno de
detalles que lo convierten en cualquier cosa menos superficial.
Este disco lo
produjo Bob Belden en vez de Craig Street, tal vez más por la saturación
de trabajo de éste –ocupado con las maravillas hechas con Me'shell
Ndégèocello o Joe Henry entre otras docenas de proyectos– que por
desavenencias con Cassandra, pero sí parece que los dos fuertes
caracteres del productor y la cantante hicieron difícil que siguiesen
colaborando, aunque cualquiera, incluída la artista, reconoce el
espléndido trabajo realizado por Street en la música de Cassandra,
y ella misma ha admitido muchas veces la marca indeleble en su obra
de este encuentro.
La
mirada vuelta hacia el sur
En 1999 Cassandra
decide afrontar un homenaje a Miles Davis que se intuía desde su
primer disco, donde aquel "Blue In Green" indicaba la
debilidad de la muchos años residente en San Luis por el gran trompetista
de esa ciudad. Lo sencillo habría sido escoger los diversos standards
de su repertorio de los cincuenta y sesenta, pero esto habría sido
demasiado fácil para alguien tan creativo. Al contrario, la cantante
utiliza este disco para registrar sus experimentos en las bandas
con las guitarras, protagonistas en parte del sonido de su nueva
música desde las colaboraciones con Street. El disco comienza contundentemente
con un "Run The Voodoo Down", con letra de Cassandra sobre
este tema que originalmente incluido en Bitches Brew. Olu
Dara, uno de los trompetistas posteriores a Miles menos influidos
por éste, se persona como invitado con su corneta para atarnos y
bien en corto a la tierra arcillosa del curso sur del Mississippi,
que comienza en San Luis. Tras esta introducción nos encontramos
dos temas de Cassandra, el primero con Steve Coleman, espectacular
como siempre, de invitado. El segundo, compuesto a medias con Doug
Wamble, un excelente guitarrista, con su acústica emparejada a la
eléctrica de Marvin Sewell. Wamble también se encarga de introducir
los acordes del "Time After Time" que tantas veces tocó
Miles en sus últimos años, sobre el que la voz de Cassandra y la
otra guitarra, de Kevin Breit, flotan sobre otro exquisito baile
de Plaxico. Uno no acaba de despertar del sueño davisiano
en el que este tema se ha convertido ya para siempre, y la cantante
usa como introducción a otra manera de flotar con un tema propio,
muy soul-blues, sobre los acordes de su guitarra y otra vez
la de Sewell. Luego vienen seguidos, como formando una suite, cinco
temas: el "Seven Steps" de Miles y Victor Feldman que
dio nombre al disco Seven Steps To Heaven, aquí con letra
de Cassandra; el "Someday My Prince Will Come", con un
arreglo muy peculiar de Plaxico, Wamble y Cassandra, por supuesto
rearmonizado., pero de manera mucho menos extraña que lo que hacen
con el "Never Broken" de Wayne Shorter que aparecía en
E. S. P., y menos aun que la sorprendente versión de "Tutu"
con letra de Cassandra. Como cierre de esta extraña suite, ésta
retoma el "Blue In Green" tal vez como autohomenaje a
semejante carrera y evolución, en una versión absolutamente diferente
de aquella primera versión de su primer disco: aquí cuenta con Holland
al contrabajo, Eric Lewis al piano y Pat Metheny en un solo precioso
con su guitarra clásica, acompañada por la acústica y la mandolina
de Kevin Breit, como colofón a este "disco de guitarras".
Ésta es otra versión mágica que añadir a ese estupendo libro que
la cantante va escribiendo en su particular manera de reescribir
la música que le gusta interpretar en su inimitable estilo. A continuación,
una nueva balada de la cantante, en su línea más "Joni Mitchell
+ blues" acompañada por su guitarra y la de Sewell,
y una toma aún más enérgica del "Voodoo", con Angelique
Kidjo emparejando su voz a la de Cassandra y de nuevo a la trompeta
de Olu Dara. Esta segunda versión daría pie a una remezcla maravillosa
del genio haitiano Joe Claussell para discotecas alternativas, que
apareció en forma de vinilo maxi-single.
El disco dedicado
a Miles es muy importante por el papel de las guitarras en la música
de la Wilson. Otras cantantes de jazz tienden a ceñirse al clásico
acompañamiento por un trío con piano, como mucho aumentado por guitarras
o por vientos. Ella parece que se deja llevar por el formato distinto
que imponen las guitarras y percusiones, por un camino de vuelta
al blues, el soul y el folk de sus primeros
pasos en la música. En una especie de vuelta de tuerca inexplicable,
aparece como una nueva Billie Holiday, que cante lo que cante, suena
siempre a ese blues que impregna toda la música afroamericana
en cualquiera de sus múltiples formas, muchas de las cuales, desde
el citado blues o el gospel hasta el rhythm &
blues, el soul o el funk, aparecen interrelacionadas
en los discos de Cassandra con la música africana o brasileña, de
una manera natural e intransferible propia de esta artista inclasificable
y total.
Después del homenaje
a Miles, el siguiente disco parece seguir descendiendo por el curso
del Mississippi, esa especie de río espiritual que vertebra toda
su carrera, espina dorsal de la cultura afroamericana. Este será
precisamente el motivo central del siguiente disco. Cassandra se
lleva a parte de su banda con guitarras y percusiones a un viejo
almacén ferroviario de Clarksdale, Mississippi, con invitados como
el amigo de su padre, Jesse Robinson, un guitarrista casi desconocido,
o el octogenario pianista Boogaloo Ames, junto con cantantes de
la zona, su vieja amiga Rhonda Richmond al piano y la voz, más un
joven y extraordinario batería, Xavyon Jamison. Su idea original
era grabar varios blues, pero las sesiones van evolucionando
hacia algo mucho más amplio, una especie de gran homenaje al gran
Sur y a todas sus diferentes pero interrelacionadas formas musicales.
Desde una rearmonizada (¡como no!) y casi irreconocible versión
del tema "The Weight" de The Band que abre el disco, hasta
cualquiera de los maravillosos detalles que caracterizan este nuevo
disco, en Belly Of the Sun el Sur está siempre presente,
con todas sus formas músicales. Está lleno de momentos muy intensos
y emotivos, como un dúo con el pianista, Ames, que murió antes de
que el disco se publicase, o la conjunción asombrosa de las voces
de Cassandra y una India Arie que rinde un estupendo tributo a la
líder, una de sus grandes influencias, o el magnetismo de los cruces
entre los dos grandes percusionistas, Cyro Baptista y Jeff Haynes,
y los dos grandes guitarristas, Kevin Breit y Marvin Sewell, que
la acompañan. Pero el momento álgido lo constituye la escalofriante
versión de "You Gotta Move", el gran tema gospel-blues
de Mississippi Fred McDowell, por desgracia más conocido en Europa
por el destrozo que le infligieron los Rolling Stones, o temas profundamente
sureños como "Darkness On The Delta", el "Wichita
Lineman" de Jimmy Webb. Además sorprende de nuevo con una de
sus amalgamas compacta y lógica, en la que mezcla temas brasileños
de Jobim o James Taylor, el "Shelter From The Storm" de
Dylan o el clásico "Hot Tamales" de Robert Johnson que
cierra esta obra, de una unidad extraña e inexplicable. A lo largo
del disco hay otros temas excelentes de Cassandra y una maravilla
de balada compuesta por Ronda Richmond para la voz de su vieja amiga,
a la que además acompaña. Este disco brillante, y las giras que
lo sucedieron, determinan un nuevo antes y después en la ya increíble
carrera de la cantante.
Sin
miedo al cambio, en busca de un nuevo público
Después de este
esfuerzo creativo, Cassandra Wilson parece sufrir algo de agotamiento.
Sigue girando por todo el mundo, con su banda compuesta por Plaxico
(Mark Peterson o Reginald Veal le sustituyen al contrabajo cuando
no está disponible), más Brandon Ross a las guitarras –cada vez
más presentes en su música– y el indispensable Jeff Haynes, a los
que posteriormente se sumará el armonicista suizo Gregoire Maret,
que anda un tiempo a caballo entre este grupo y el de Me'shell Ndégèocello.
En 2003 publica un nuevo disco, que sin ser tan impactante como
el anterior, tiene muy buenos momentos, y adelanta pistas sobre
el futuro de la artista. Que desde su ruptura con Craig Street sigue
buscando el productor que le dé un nuevo rumbo a su música está
claro, y aquí la novedad es que para esta función aparece como coproductor
el joven músico italiano Fabrizio Sotti, hasta ese momento sólo
conocido en círculos muy underground del hip hop.
Su aportación
es perfecta para el título que abre el disco, una nueva rearmonización
de un tonto tema pop, esta vez el "Fragile" de
Sting, en el que el productor además se muestra como un gran guitarrista,
con un solo corto pero muy bonito. En los dos temas de Cassandra
que vienen después, más de lo mismo, con el sólido trabajo de Sotti
a la acústica, Gregoire Maret extremadamente melódico en sus solos,
Haynes haciendo magia con sus tambores y un Reginald Veal al que
da gusto escuchar con tanto espacio. Esas limpias producciones del
italiano son perfectas para lucir su sonido al contrabajo y el de
la batería de Terri Lyne Carrington, otra colaboradora reencontrada.
El cuarto tema es otra sorprendente versión más, otro standard del
soul sureño que retuerce como hizo con aquél de Ann Peebles,
esta vez el "If Loving You Is Wrong" de Homer Banks, una
de las mejores cheating songs, "canciones de infidelidad",
tan típicas de ese estilo. En el siguiente tema, el "Lay Lady
Lay" de Dylan, así como en el "Honey Bee" de Muddy
Waters que vendrá más adelante, la sección de ritmo es distinta,
con Calvin Jones en el segundo al bajo acústico (en realidad una
de esas nuevas guitarras bajo acústicas, que también toca en el
tema de Banks), y Herlin Riley a la batería en ambos, llenando los
temas de backbeat de Nueva Orleáns. Las canciones de Cassandra
que aparecen en el disco recorren su habitual registro entre el
blues, el soul y el jazz, siempre cargadas de esa
tristeza que impregna su música, con ese blues de fondo sobre
el "nuevo folk" al que tantas veces se refiere su nuevo
colaborador, Brandon Ross, cuando describe esta música. En la segunda
mitad del disco Ross se convierte en coprotagonista primordial del
mismo: la introducción al banjo del tema de Muddy Waters deviene
en un punto culminante que en los directos aprovecharán muy bien,
y a lo largo del disco se revela como el gran músico que es, otra
pareja perfecta para la cantante, que no obstante cierra el trabajo
a dúo con Reginald Veal en un espléndido homenaje a otra de sus
grandes influencias, Abbey Lincoln, con el "Throw It Away"
compuesto por ésta.
El disco es mucho
mejor de lo que augura su primer tema, aunque uno echa de menos
esos conceptos únicos que desarrolla en cada uno de los anteriores
hasta éste, en el que aparentemente cambia de estrategia. La verdad
es que no parece hacerle falta otro concepto que el de cantar muy
buenas canciones, haciendo, de paso, grandes cosas con ellas, ayudada
por los grandes músicos de los que se hace acompañar, pero Cassandra
sí que parece estar meditando cambiar algo en la vía futura de su
música, en la dirección de su carrera.
En los tres años
pasados entre la aparición de ese trabajo y el último disco publicado,
la hemos visto condensar sus actuaciones en pases cada vez más cortos
pero perfectos e intensos, cada vez más alejados del formato típico
de los de jazz y más parecidos a los de una estrella más comercial,
pero sin perder calidad. La hemos escuchado, y visto, también interpretando
temas de J. B. Lenoir en el documental de Wenders sobre el blues,
The Soul Of A Man. También hemos escuchado su increíble versión,
otra más, del "The Wind Cries Mary" de Hendrix, acompañada
por Maret y los músicos del entorno de Craig Street (Chris Bruce,
Greg Leisz, Jay Bellerose y David Piltch) en un tremendo reencuentro
con éste para la banda sonora de la serie de televisión Crossing
Jordan. Los rumores apuntaban a que el nuevo disco que está
grabando lo produce ¡T-Bone Burnett!, lo que estimula aún más las
expectativas de los seguidores sin prejuicios de esta cantante…
¿de jazz? "Thunderbird" aparece, por fin, en 2006, y efectivamente,
está producido en parte por Burnett. La otra parte de la producción
la ha asumido Keefus Ciancia, otro músico de hip hop, hasta
entonces sólo conocido por trabajos como colaboraciones con Dr.
Dre.
La aparición
de este músico en este proyecto es un grave error: no aporta nada
a la música de Cassandra, salvo la obstinación en esos riffs
que en este tipo de música no encajan, y la confusión de sus
sampleos con un ruido de fondo molesto. El primer tema, una
composición preciosa, lo estropea precisamente uno de esos sampleos,
totalmente gratuito, de un tema de los Wild Tchoupitoulas de Nueva
Orleáns. Además, la superposición de las voces de la líder y los
riffs de Ciancia dificultan la escucha de un solo precioso de Reginald
Veal al final del tema. En el segundo corte, una versión de una
canción de Jacob Dylan perfecta para que Cassandra, y otra vez Veal,
se luzcan, los riffs del teclista molestan aun más. Aquí
además casi no se reconoce el arte del fantástico Jim Keltner a
la batería, grabado como un insulso fondo hip hop. El disco
se va desarrollando como una carrera de obstáculos: unos temas estupendos
producidos por Burnett, donde todo rueda estupendamente, como una
versión del "Easy Rider" del tipo que se podía esperar
de semejante colaboración; un dúo impresionante de la cantante en
el que las guitarras de Marc Ribot y Colin Linden nos hace soñar
con lo que hubiese podido ser este disco. Lo mismo ocurre en el
dúo de Linden y Cassandra en un tema tradicional, "Red River
Valley". Otros temas, en cambio, con los obstáculos creados
por Ciancia aquí y allá, en ese empeño por llegar a otro público
más amplio, no encajan en el asunto. Es una pena, porque a pesar
de momentos muy intensos como en todos los discos anteriores, por
ejemplo otro dúo con Ribot en un tema de Burnett, o una estupenda
versión del "I Wanna Be Loved" de Willie Dixon, el sonido
del disco no acaba de cuajar en la mayoría de los temas, siempre
por esos riffs pegajosos y sintéticos que desvirtúan la relación
de esta artista tan apegada a sus raíces en el sur, en el blues,
en el Delta.
Parece que ha
tomado nota del error y que ha reaccionado rápidamente además. El
disco no se ha vendido más, ni siquiera ha aguantado más tiempo
que los anteriores en las listas de las radios alternativas al pop
de la MTV. Ese mismo año Me'shell Ndégèocello publicó un disco en
uno de cuyos temas Cassandra canta como invitada, acompañada por
una fantástica banda típica de la bajista, en una colaboración perfecta.
Cassandra parece haberse dado cuenta de dicha idoneidad, pues su
siguiente gira la han acompañado músicos relacionados con la bajista,
como Gregoire Maret, Allen Cato y Gene Lake, más sus fieles Reginald
Veal y Brandon Ross. En directo esta nueva banda suena muy diferente
a su último trabajo publicado, más parecido a ese tema o a los conciertos
de la propia Me'shell, muy relacionada con el sonido Neo Soul.
¿Será este el nuevo camino elegido por la Wilson? Podría serlo,
y podría ser interesante ver cómo integra su música profunda y sureña
con ese sonido nuevo de artistas como Erykah Badu, India Arie y
otras cantantes del estilo. Su relación con ellas parece disparatada,
pero es menos lejana que la de Cassandra Wilson con la mayoría de
sus contemporáneas en el jazz. ¿O escucharemos tal vez otra entrega
de standards? Tampoco sería descabellado escuchar nuevas
versiones en la línea de las de Blue Skies y Rendevous,
pero esta vez con una de sus bandas con guitarristas típicas de
estos últimos años. Veremos lo que nos depara el futuro camino que
elija esta cantante, pero seguro que encontrará la manera de sorprendernos,
con otra muestra más de su falta de prejuicios y complejos para
buscar en lo inesperado una nueva vía para su arte.