Comentario: Un año
más, y van ocho, el festival
Hurta Cordel
ha abierto en Madrid una ventana a las músicas improvisadas.
Y por ella, se han colado durante una semana los aires frescos
–que no fríos- de propuestas que normalmente,
durante el resto del año, sólo llegan a la capital
a cuentagotas. Una oferta variada que no sólo ha dado
cabida a la música, sino también al cine (a
través de proyecciones de vídeo) y conferencias.
Al igual que en años anteriores, la oferta de esta
edición ha resultado cuanto menos interesante y, parafraseando
el lema de “
Oro Molido”, fanzine
especializado en estas músicas, permite “saborear
la diferencia” de proyectos, actitudes, instrumentaciones
y, en definitiva, sonidos.
El festival se abrió el lunes 26 de enero* con el cuarteto
británico formado por
Lol Coxhill
(saxo soprano y voz),
Phil Minton (voz),
Veryan Weston (piano) y
Mark Sanders
(batería y percusión), precedido por un magnífico
vídeo sobre el malogrado
Peter Kowald
(¡qué músico y cuánta humanidad!).
Ofrecieron dos improvisaciones –una primera extensa
y otra más breve- de una música sin concesiones
pero en la que hubo una gran variedad de ambientes, desde
lo más árido a lo pastoral, todo ello fluyendo
con una naturalidad sorprendente, sin ninguna brusquedad.
El pilar del grupo fue
Weston, magnífico
pianista, quien pareció sustentar y orientar el discurrir
de la música. De una técnica intachable, fue
capaz de recurrir a la abstracción como a melodías
tocadas con una delicadeza fascinante.
Coxhill
estuvo más apagado, pero demostró su entendimiento
con
Weston, precisamente en esas frases etéreas,
casi angelicales, mientras que en los pasajes más agrestes
pareció estar algo corto de reflejos o, más
bien, simplemente cansado.
Phil Minton es
de esos “cantantes” (más bien cabría
decir “vocalistas”) que en un primer momento levantan
risas entre el público, al parecer poseído por
múltiples personalidades que luchan por salir de su
boca, a lo que acompaña un gestualidad impactante.
Pero, aunque hubo momentos en los que no encontró realmente
su sitio, su enorme registro vocal le permitió dejar
detalles notables. Por último,
Mark Sanders
estuvo a un altísimo nivel, lleno de recursos, y fue
junto con
Weston la fuerza propulsora del
cuarteto.
El viernes le tocó el turno a “
Zero Tolerance”,
cuarteto italiano formado por
Gianni Gebbia
(saxo alto),
Francesco Cusa (batería)
y los dj’s
Max Ferraresi y
Fab
Gregorio. Era una propuesta a priori atractiva que
se quedó en un fiasco, en gran medida por culpa de
los diyeis, que con su tapiz sonoro fabricado con ingredientes
de lo más vacuo y trillado, lastraron toda posibilidad
de que la música despegase hacia terrenos estimulantes.
Gebbia, aunque parecía no tener un
buen día, demostró ser un (muy) buen saxofonista**.
Por su parte,
Cusa sabe tocar la batería,
y muy bien, pero prefirió desplegar su vena humorística:
y no se puede negar que tiene mucha gracia, pero dejó
demasiado de lado el aspecto musical. Claro que frente a la
rémora de los dos dj’s, incapaces de proponer
algo interesante y de reaccionar a lo que hacían
Gebbia
y
Cusa, poco podía salir del encuentro.
Por último, el sábado y domingo hubo doble sesión
de
Lawrence “Butch” Morris al
frente de la
Orquesta Foco (integrada en
su mayoría por miembros del colectivo
Música
Libre, organizador de
Hurta Cordel),
en sendas “conducciones”. Recurramos a la definición
que da el propio
Morris de la “conduction”:
“Vocabulario de signos y gestos ideográficos
activados para modificar y construir un arreglo o composición
musical en tiempo real”***. Durante los cinco días
previos,
Morris enseñó su sistema
a un total de 25 músicos que ensayaron en un clima
de gran disciplina –indispensable para lograr un resultado
eficaz- de cara a desarrollar y mostrar lo aprendido en los
conciertos del fin de semana.
Sin ninguna partitura, sin ninguna indicación previa,
bajo la batuta de
Morris los 25 músicos,
en un estado de concentración y atención máximas,
desarrollaron una serie de improvisaciones/composiciones instantáneas
en lo que fue, tanto para los intérpretes como para
el público, un viaje sonoro caracterizado por el descubrimiento
y la sorpresa constante. La orquesta fue, más que nunca,
un organismo vivo que lanzaba sus tentáculos en todas
las direcciones, que avanzaba, retrocedía, mugía,
lloraba y... cantaba.
Y aunque pueda parecer que este arranque lírico no
esté justificado ante una música de difícil
escucha como ésta, resultó realmente emocionante
ver cómo
Morris conseguía,
a través de los músicos, construir todo un edificio
musical ante nuestras mismísimas narices partiendo
de la nada. Musicalmente, hubo momentos de titubeo pero también
otros en los que se alcanzó la magia, porque lo aleatorio
tiene, evidentemente, una enorme incidencia en esta propuesta.
En unas interpretaciones en las que apenas hubo solos, resulta
difícil destacar a algún músico, salvo
a
Morris y a la orquesta en su conjunto,
ejemplares en su dedicación****.
Diego Sánchez
Cascado
*Quien esto escribe sólo ha podido asistir a cuatro
de las siete sesiones de este
Hurta Cordel.
**Basta escucharle en el disco “
Pronto!”
(Intakt), con
Nils Wogram (trombón)
y
Xavier García (samplers, este sí
que es un dj de los buenos).
***Ver
www.conduction.us/
****La
Orquesta Foco estuvo integrada por
músicos de diversos niveles, desde consagrados como
Baldo Martínez,
Chefa Alonso,
Merrán Laginestra o
Javier
Paxarino, a jóvenes con escasa experiencia.