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    AMM

Primera Jornada ExperimentaClub 2003.


  • Fecha: 1 Octubre 2003
  • Lugar: Auditorio de La Casa Encendida (Madrid)
  • Hora: 19:30 h

  • Componentes:
    Keith Rowe (guitarra)
    John Tilbury (piano)
    Eddie Prévost (percusión)

Comentario: Ya los responsables del Festival ExperimentaClub optaron por traer a AMM el año pasado y era, por tanto, una apuesta y compromiso ineludibles que figurasen en esta tercera edición. El interés de su presencia en el evento estaba plenamente justificado porque la importancia de este trío dentro de la música improvisada libre es capital. No sólo por la calidad de los músicos, sino por lo que representan en la historia de este tipo de música que, en el caso del Reino Unido, puede remontarse justamente a la creación de este grupo en 1965, y a la cantera de músicos de esta “primera generación” surgida también en otras agrupaciones, no necesariamente afines a AMM, como Spontaneous Music Ensemble y/o algunos destacados disidentes de formaciones musicales de la época. 

En esta segunda visita madrileña AMM volvieron a manifestar una extraordinaria sensibilidad sonora. El planteamiento, la fidelidad, siguen siendo los mismos a lo largo de los años; por otra parte, principios básicos en encuentros y asociaciones ad-hoc de músicos que practican la improvisación libre: “no hay solistas ni líderes y no existe una sección rítmica... Nunca se habla de detalles concretos acerca de las actuaciones. No hay un sentido de la dirección formulado de forma lógica; no hay ningún ánimo concreto para hacer nada en particular”. El trío trata de buscar su lugar en el grupo en base a lo que escucha y a su disposición de tocar. Cada músico funciona como solista. De izquierda a derecha en el escenario: 

John Tilbury, con el piano, miembro fijo en AMM desde 1980, es un brillantísimo especialista en música contemporánea. Es, sin duda, el más discreto de los tres en el escenario, quien reporta al grupo influencias de este campo de la música que, lógicamente, el trío asume. Cómo no, si el pianista fue con Cornelius Cardew (colaborador este último de K.-H. Stockhausen y John Cage) quienes introdujeron en Europa a David Tudor. 

Tilbury, co-fundador con Zygmunt Krauze del Music Workshop de Varsovia, especialista en Morton Feldman y Howard Skempton,  ha grabado en los últimos meses piezas de compositores como Terry Riley, Earle Brown, John White, Christian Wolff, John Cage, etc. con los que ha trabajado personalmente; y grabaciones en radio de poemas de Samuel Beckett. Algunas de las grabaciones de los compositores citados interpretadas por este pianista se consideran obras maestras. 'Sonatas and Interludes for Prepared Piano' de John Cage, o las obras completas para piano de Morton Feldman.

Eddie Prévost, es el percusionista y básicamente quién dedica más tiempo al grupo, incluso en las tareas relacionadas: se ha volcado en cuerpo y alma con la creación de su propio sello discográfico Matchless Recordings e incluso, dada su condición de titulado en Historia y Filosofía se ha visto “obligado” a escribir “No Sound Is Innocent” (Copula & Matchless Recordings and Publishing, 1995) sobre aconteceres, filosofía, obra y milagros... ¿O es que hay alguien mejor capacitado para contar la historia musical del grupo?.  Reconoce que la idea de la “espontaneidad” le venía rondando en la cabeza desde los 18 años de edad. Justo en sus inicios como músico, cuando está en grupos de hard-bop al sur de Londres y un crítico local le compara como “el Art Blakey de Brixton”, Prévost empieza a hacerse preguntas: “¿Por qué se toca? ¿Cuál es la relación profunda entre dos sonidos? Y sobre todo: ¿qué es la música?”. “Una de las estrategias que utilizaba al principio era separar el kit de percusión, literalmente, en diferentes partes de la habitación  –una estrategia que me forzaba a trabajar en una forma diferente. Gradualmente, con los años, he descubierto formas y medios de obtener otro material sónico de esas pequeñas cajas de pieles y metal”. 

Eddie Prévost introduce el término meta-música para definir el sonido AMM: “El contraste entre AMM y la nueva ortodoxia es que nosotros continuamos siendo muy poco ortodoxos. La meta-música te lleva a algún  sitio que puede ser distinto del musical. No estás interesado en una experiencia musical donde el énfasis está en la “música”, sino en la experiencia que se escucha la forma de música. Puede trascender la noción completa de lo que la música puede llegar a ser”.  

Keith Rowe, como el saxo tenor Lou Gare y el contrabajista Lawrence Sheaff, venía del grupo de jazz británico Mike Westbrook Orquestra. El primer trío AMM fueron Rowe, Gare y Prévost. Posteriormente llegarían, del entorno clásico, Christopher Hobbs y, sobre todo, la influencia del compositor y pianista Cornelius Cardew (este último, desde 1966 hasta su fallecimiento en 1981 a causa de un accidente, traería al grupo en estos primeros años “la conciencia de la vanguardia” y “las partituras indeterminadas de los asociados a la Escuela de Nueva York de John Cage” y dio prioridad, como miembro de un primigenio y original sexteto, a que el grupo interpretase obras de Christian Wolff, y otros compositores americanos, o las suyas propias, entre ellas, las partituras gráficas de Teatrise [1963-1967]. John Tilbury acaba de publicar su biografía en Copula / Matchless Recordings). 

Rowe estudió en una “Art School”, trabajaba en el arte gráfico comercial, y su visión creativa siempre ha sido a través de las artes plásticas. Es el primer guitarrista en dar un tratamiento electrónico al instrumento. “Sabía que quería desarrollar un nuevo lenguaje para la guitarra. Lo he sabido desde que tenía veinticinco años. Este deseo se debe al hecho de que estudiaba la pintura e historia del arte, y lo que más me impresionaba eran los artistas que descubrían nuevas maneras de hacer las cosas”. Como hiciera Jackson Pollock descolgando del caballete el lienzo para pintar a ras de suelo, Keith Rowe renuncia a la verticalidad de la guitarra y la pone en horizontal, sobre una mesa. En esa posición es cuando comienza a investigar en ese nuevo lenguaje con las cuerdas y trastes hasta derivar en fuentes sonoras absolutamente imposibles de identificar como de una guitarra. Tampoco los elementos que utiliza para hacer realidad estos sonidos son puramente musicales, pueden contarse más de un objeto formando parte de un gran arsenal esparcidos por la mesa: resortes de diferente elasticidad, trozos y palitos de madera, cinta aislante, buriles, brocas, un arco, agujas, pequeño ventilador a pilas, alambres, pelotas de ping-pong, estropajo de aluminio,  pequeños cepillos, brochas de pintura, cables... una mesa mezcladora con 5 canales y el pedal.... y, por supuesto, uno o varios aparatos de radio-transistor. Sobre la utilización de la radio en los conciertos, Keith Rowe escribió un artículo en la revista inglesa Resonance: “Above And Beyond” (http://www.l-m-c.org.uk/publications).

 Es fácil que John Tilbury hubiera preparado el piano de media cola antes de empezar, en la búsqueda de tonalidades y matices diferentes que, después, se encargara de ampliar ya en escena: levantándose varias veces –en un gesto absoluto de compromiso y escucha – cuando consideró oportuno el deslizamiento de las mazas en la tapa abierta, o directamente a las cuerdas del interior, del piano. Esta inspiración de ideas de Cage se han visto además reforzadas en AMM por una “determinación de trascender los parámetros artísticos, culturales y físicos del `instrumento musical´, e investigar los materiales disponibles”.

El percusionista centra la concepción de la improvisación en el diálogo con otros como única fórmula para descubrirse a sí mismo. Los materiales sonoros empleados por este músico en el concierto para ExperimentaClub son definitivamente con los que un percusionista, de toda la vida, quiere trabajar: “los que puedes tener físicos en tus manos, en tus dedos, sentir la textura, su peso”. No escatimó Prévost en su puesta en escena al reclamar como instrumentos de percusión para este concierto un gong de mediano tamaño, un par de cajas, un par de platos y un bass drum de orquesta del mayor diámetro para el centro del escenario, donde colocar platillos de diferentes tamaños sobre el parche. 

El escenario con tres focos a media luz alumbraba indirectamente a los músicos. Keith Rowe siempre dispone de pequeñas lamparitas de apoyo en la mesa, repleta de objetos cuidadosamente colocados. Él fue precisamente, enseguida, quien dando rienda suelta al sonido electrónicamente distorsionado de la guitarra llevó, en buena parte, la altura por la que discurriría el concierto. Era un sonido prácticamente uniforme que cambia sin apenas notarse -añadiendo y quitando, percutiendo, pasando el arco suavemente por las cuerdas-, que tienes de forma permanente y determina una especie de constante sónica.  Fue a partir de ahí cuando el concierto entra en una dinámica de absoluto trabajo tímbrico por parte de John y Eddie. El primero de ellos, utiliza el piano en toda su dimensión, no repara en ortodoxias, no ejercita virtuosísticamente los dedos, sus ataques son tan económicos.... conoce qué detalle requiere el momento para cada uno de sus dedos en el teclado, a la justa medida, en el momento preciso y con la intensidad adecuada. Emociona. “Ningún músico conoce mejor que él la práctica y el potencial significado de `indeterminismo´ e `improvisación´”, según su compañero Prévost. 

La interrelación  y musicalidad del trío es total desde el primer momento. Se reconoce la belleza tímbrica en el manejo de cada elemento del singular equipo percusivo. Alternando las mazas para golpear el gong situado detrás, o bien los platos diseminados por el parche del principal y suntuoso instrumento. El manejo, la experiencia en la utilización de las mazas, en su ralentizado recorrido por cada plato, con los toques y deslizamientos precisos, los que el momento, la escucha, requieren en su creación: porque no hay texto ni signos aprendidos que llevar a cabo. Es todo tan sutil... si no fuera porque Keith Rowe acecha con repentinos cambios dinámicos. 

Así como Prévost se puede permitir no tocar los dos platos colocados en los lados del bombo en todo el concierto -¡tanto y tan buen partido sacó al resto del material, que no precisó de aquéllos!-, la puesta en marcha del radio-transistor es inevitable en los conciertos de AMM. Bromeando, el guitarrista: “Me gusta porque me permite estar a la escucha de lo que pasa en las culturas, es todavía más fantástico cuando no comprendes nada de lo que está pasando, cuando no conoces el idioma”.  

El cambio rápido de frecuencias mientras entra en escena algo “importante”, con la suficiente fuerza, no altera lo más mínimo el ambiente sonoro de sus compañeros, saben de esos “accidentes controlados”. Finalmente, Rowe deja sintonizada una pieza de música clásica a un volumen adecuado que finalmente integra como un elemento más en la evolución y desarrollo de la pieza durante unos minutos. Es el “aspecto impredecible” de los conciertos. La anécdota particular, incontrolada. 

Durante casi una hora de concierto, el público permaneció atento –soportando los molestos vaivenes de las puertas de entrada de un auditorio no compatible con el silencio que requieren estos conciertos-, sabiendo que aquello no era un experimento en ExperimentaClub, ni música contemporánea por seria que fuera la pieza y los artistas estuvieran sentados –sin mirarse-, como en un examen final. Allí se alimentaba continuamente, dentro de un perfecto equilibrio sonoro, la parte más difícil de un concierto: la escucha. 

John Tilbury fue el primero en dejar de tocar, observando a sus compañeros, Eddie Prévost sigue unos minutos más extrayendo resonancias, hace presión del plato sobre el parche del bombo, busca sonidos, repite con el arco deslizándolo sobre el metal de la caja. Mientras, retira, de uno en uno, hasta ocho platos de diferentes tamaños, todos han estado todo el tiempo sobre el parche. Finalmente, Keith Rowe hace que el sonido se desvanezca, la guitarra y el transistor siguen sobre la mesa.

 “Off”.  

“En AMM no discutimos nunca sobre lo que hayamos hecho. En treinta y siete años, no hemos discutido jamás sobre una actuación una vez que se ha terminado. De todas formas, sería demasiado tarde, tardísimo”. (Keith Rowe).
http://www.matchlessrecordings.com


Chema Chacón