Primera Jornada ExperimentaClub 2003.
Comentario: Ya
los responsables del Festival ExperimentaClub optaron por traer a AMM el año
pasado y era, por tanto, una apuesta y compromiso ineludibles que figurasen en
esta tercera edición. El interés de su presencia en el evento estaba
plenamente justificado porque la importancia de este trío dentro de la música
improvisada libre es capital. No sólo por la calidad de los músicos, sino
por lo que representan en la historia de este tipo de música que, en el caso
del Reino Unido, puede remontarse justamente a la creación de este grupo en
1965, y a la cantera de músicos de esta “primera generación” surgida
también en otras agrupaciones, no necesariamente afines a AMM, como
Spontaneous Music Ensemble y/o algunos destacados disidentes de
formaciones musicales de la época.
En esta segunda visita madrileña AMM volvieron a manifestar una
extraordinaria sensibilidad sonora. El planteamiento, la fidelidad, siguen
siendo los mismos a lo largo de los años; por otra parte, principios básicos
en encuentros y asociaciones ad-hoc de músicos que practican la improvisación
libre: “no hay solistas ni líderes y no existe una sección rítmica...
Nunca se habla de detalles concretos acerca de las actuaciones. No hay un
sentido de la dirección formulado de forma lógica; no hay ningún ánimo
concreto para hacer nada en particular”. El trío trata de buscar su lugar
en el grupo en base a lo que escucha y a su disposición de tocar. Cada músico
funciona como solista. De izquierda a derecha en el escenario:
John Tilbury, con el piano, miembro fijo en AMM desde 1980, es un brillantísimo
especialista en música contemporánea. Es, sin duda, el más discreto de los
tres en el escenario, quien reporta al grupo influencias de este campo de la música
que, lógicamente, el trío asume. Cómo no, si el pianista fue con Cornelius
Cardew (colaborador este último
de K.-H. Stockhausen y John Cage) quienes introdujeron en Europa a David
Tudor.
Tilbury, co-fundador con Zygmunt Krauze del Music Workshop de Varsovia,
especialista en Morton Feldman y Howard Skempton, ha grabado en los últimos meses piezas de compositores como Terry
Riley, Earle Brown, John White, Christian Wolff, John Cage, etc. con los que
ha trabajado personalmente; y grabaciones en radio de poemas de Samuel
Beckett. Algunas de las grabaciones de los compositores citados interpretadas
por este pianista se consideran obras maestras.
'Sonatas and Interludes for Prepared Piano' de John Cage, o las obras
completas para piano de Morton Feldman.
Eddie Prévost, es el percusionista y básicamente quién dedica más tiempo
al grupo, incluso en las tareas relacionadas: se ha volcado en cuerpo y alma
con la creación de su propio sello discográfico Matchless Recordings e
incluso, dada su condición de titulado en Historia y Filosofía se ha visto
“obligado” a escribir “No Sound Is Innocent” (Copula & Matchless
Recordings and Publishing, 1995) sobre aconteceres, filosofía, obra y
milagros... ¿O es que hay alguien mejor capacitado para contar la historia
musical del grupo?. Reconoce que
la idea de la “espontaneidad” le venía rondando en la cabeza desde los 18
años de edad. Justo en sus inicios como músico, cuando está en grupos de
hard-bop al sur de Londres y un crítico local le compara como “el Art
Blakey de Brixton”, Prévost empieza a hacerse preguntas: “¿Por qué se
toca? ¿Cuál es la relación profunda entre dos sonidos? Y sobre todo: ¿qué
es la música?”. “Una de las estrategias que utilizaba al principio era
separar el kit de percusión, literalmente, en diferentes partes de la
habitación –una
estrategia que me forzaba a trabajar en una forma diferente. Gradualmente, con
los años, he descubierto formas y medios de obtener otro material sónico de
esas pequeñas cajas de pieles y metal”.
Eddie Prévost introduce el término meta-música para definir el sonido AMM:
“El contraste entre AMM y la nueva ortodoxia es que nosotros continuamos
siendo muy poco ortodoxos. La meta-música te lleva a algún sitio que puede ser distinto del musical. No estás interesado en una
experiencia musical donde el énfasis está en la “música”, sino en la
experiencia que se escucha la forma de música. Puede trascender la noción
completa de lo que la música puede llegar a ser”.
Keith Rowe, como el saxo tenor Lou Gare y el contrabajista Lawrence Sheaff,
venía del grupo de jazz británico Mike Westbrook Orquestra. El primer trío
AMM fueron Rowe, Gare y Prévost. Posteriormente llegarían, del entorno clásico,
Christopher Hobbs y, sobre todo, la influencia del compositor y pianista
Cornelius Cardew (este último, desde 1966 hasta su fallecimiento en 1981 a
causa de un accidente, traería al grupo en estos primeros años “la
conciencia de la vanguardia” y “las partituras indeterminadas de los
asociados a la Escuela de Nueva York de John Cage” y dio prioridad, como
miembro de un primigenio y original sexteto, a que el grupo interpretase obras
de Christian Wolff, y otros compositores americanos, o las suyas propias,
entre ellas, las partituras gráficas de Teatrise [1963-1967]. John Tilbury
acaba de publicar su biografía en Copula / Matchless Recordings).
Rowe estudió en una “Art School”, trabajaba en el arte gráfico
comercial, y su visión creativa siempre ha sido a través de las artes plásticas.
Es el primer guitarrista en dar un tratamiento electrónico al instrumento.
“Sabía que quería desarrollar un nuevo lenguaje para la guitarra. Lo he
sabido desde que tenía veinticinco años. Este deseo se debe al hecho de que
estudiaba la pintura e historia del arte, y lo que más me impresionaba eran
los artistas que descubrían nuevas maneras de hacer las cosas”. Como
hiciera Jackson Pollock descolgando del caballete el lienzo para pintar a ras
de suelo, Keith Rowe renuncia a la verticalidad de la guitarra y la pone en
horizontal, sobre una mesa. En esa posición es cuando comienza a investigar
en ese nuevo lenguaje con las cuerdas y trastes hasta derivar en fuentes
sonoras absolutamente imposibles de identificar como de una guitarra. Tampoco
los elementos que utiliza para hacer realidad estos sonidos son puramente
musicales, pueden contarse más de un objeto formando parte de un gran arsenal
esparcidos por la mesa: resortes de diferente elasticidad, trozos y palitos de
madera, cinta aislante, buriles, brocas, un arco, agujas, pequeño ventilador
a pilas, alambres, pelotas de ping-pong, estropajo de aluminio, pequeños cepillos, brochas de pintura, cables... una mesa mezcladora
con 5 canales y el pedal.... y, por supuesto, uno o varios aparatos de
radio-transistor. Sobre la utilización de la radio en los conciertos, Keith
Rowe escribió un artículo en la revista inglesa Resonance: “Above
And Beyond” (http://www.l-m-c.org.uk/publications).
Es fácil que John Tilbury
hubiera preparado el piano de media cola antes de empezar, en la búsqueda de
tonalidades y matices diferentes que, después, se encargara de ampliar ya en
escena: levantándose varias veces –en un gesto absoluto de compromiso y
escucha – cuando consideró oportuno el deslizamiento de las mazas en la
tapa abierta, o directamente a las cuerdas del interior, del piano. Esta
inspiración de ideas de Cage se han visto además reforzadas en AMM por una
“determinación de trascender los parámetros artísticos, culturales y físicos
del `instrumento musical´, e investigar los materiales disponibles”.
El percusionista centra la concepción de la improvisación en el diálogo con
otros como única fórmula para descubrirse a sí mismo. Los materiales
sonoros empleados por este músico en el concierto para ExperimentaClub son
definitivamente con los que un percusionista, de toda la vida, quiere
trabajar: “los que puedes tener
físicos en tus manos, en tus dedos, sentir la textura, su peso”. No escatimó
Prévost en su puesta en escena al reclamar como instrumentos de percusión
para este concierto un gong de mediano tamaño, un par de cajas, un par de
platos y un bass drum de orquesta del mayor diámetro para el centro del
escenario, donde colocar platillos de diferentes tamaños sobre el
parche.
El escenario con tres focos a media luz alumbraba indirectamente a los músicos.
Keith Rowe siempre dispone de pequeñas lamparitas de apoyo en la mesa,
repleta de objetos cuidadosamente colocados. Él fue precisamente, enseguida,
quien dando rienda suelta al sonido electrónicamente distorsionado de la
guitarra llevó, en buena parte, la altura por la que discurriría el
concierto. Era un sonido prácticamente uniforme que cambia sin apenas notarse
-añadiendo y quitando, percutiendo, pasando el arco suavemente por las
cuerdas-, que tienes de forma permanente y determina una especie de constante
sónica. Fue a partir de ahí
cuando el concierto entra en una dinámica de absoluto trabajo tímbrico por
parte de John y Eddie. El primero de ellos, utiliza el piano en toda su
dimensión, no repara en ortodoxias, no ejercita virtuosísticamente los
dedos, sus ataques son tan económicos.... conoce qué detalle requiere el
momento para cada uno de sus dedos en el teclado, a la justa medida, en el
momento preciso y con la intensidad adecuada. Emociona. “Ningún músico
conoce mejor que él la práctica y el potencial significado de
`indeterminismo´ e `improvisación´”, según su compañero Prévost.
La interrelación y musicalidad
del trío es total desde el primer momento. Se reconoce la belleza tímbrica
en el manejo de cada elemento del singular equipo percusivo. Alternando las
mazas para golpear el gong situado detrás, o bien los platos diseminados por
el parche del principal y suntuoso instrumento. El manejo, la experiencia en
la utilización de las mazas, en su ralentizado recorrido por cada plato, con
los toques y deslizamientos precisos, los que el momento, la escucha,
requieren en su creación: porque no hay texto ni signos aprendidos que llevar
a cabo. Es todo tan sutil... si no fuera porque Keith Rowe acecha con
repentinos cambios dinámicos.
Así como Prévost se puede permitir no tocar los dos platos colocados en los
lados del bombo en todo el concierto -¡tanto y tan buen partido sacó al
resto del material, que no precisó de aquéllos!-, la puesta en marcha del
radio-transistor es inevitable en los conciertos de AMM. Bromeando, el
guitarrista: “Me gusta porque me permite estar a la escucha de lo que pasa
en las culturas, es todavía más fantástico cuando no comprendes nada de lo
que está pasando, cuando no conoces el idioma”.
El cambio rápido de frecuencias mientras entra en escena algo
“importante”, con la suficiente fuerza, no altera lo más mínimo el
ambiente sonoro de sus compañeros, saben de esos “accidentes
controlados”. Finalmente, Rowe deja sintonizada una pieza de música clásica
a un volumen adecuado que finalmente integra como un elemento más
en la evolución y desarrollo de la pieza durante unos minutos. Es el
“aspecto impredecible” de los conciertos. La anécdota particular,
incontrolada.
Durante casi una hora de concierto, el público permaneció atento
–soportando los molestos vaivenes de las puertas de entrada de un auditorio
no compatible con el silencio que requieren estos conciertos-, sabiendo que
aquello no era un experimento en ExperimentaClub, ni música contemporánea
por seria que fuera la pieza y los artistas estuvieran sentados –sin
mirarse-, como en un examen final. Allí se alimentaba continuamente, dentro
de un perfecto equilibrio sonoro, la parte más difícil de un concierto: la
escucha.
John Tilbury fue el primero en dejar de tocar, observando a sus compañeros,
Eddie Prévost sigue unos minutos más extrayendo resonancias, hace presión
del plato sobre el parche del bombo, busca sonidos, repite con el arco deslizándolo
sobre el metal de la caja. Mientras, retira, de uno en uno, hasta ocho platos
de diferentes tamaños, todos han estado todo el tiempo sobre el parche.
Finalmente, Keith Rowe hace que el sonido se desvanezca, la guitarra y el
transistor siguen sobre la mesa.
“Off”.
“En AMM no discutimos nunca sobre lo que hayamos hecho. En treinta y siete años,
no hemos discutido jamás sobre una actuación una vez que se ha terminado. De
todas formas, sería demasiado tarde, tardísimo”. (Keith Rowe).
http://www.matchlessrecordings.com
Chema Chacón