Entre las más de quinientas personas que
no acabaron de llenar el teatro, éramos muchos los que conocíamos
del talento que atesoran las figuras que iban a saltar al escenario. Para
aquellos que no conocían muy bien lo que iban a ver fue una gratísima
sorpresa ver a Cachaito liderando un concierto con la inestimable
ayuda del trepidante conguero Angá, que hacía las veces de presentador
y animador de sus compañeros.
Saltó al escenario sólo Cachaito y
es curioso, cuanto menos, ver que un hombre con sesenta y nueve años que
apenas puede andar bien, es capaz de hacer mover de sus asientos a tanta
gente. Y es que una vez se ubicó en su sitio y cogió el contrabajo
comenzó a improvisar unas primeras notas sobre el pasodoble
"Valencia", que hizo arrancar los primeros aplausos del público. Luego
enlazó con su danzón más popular, "Redención" y a
continuación comenzaron a aparecer todos los músicos que le acompañaban.
Un conjunto de verdaderos genios y virtuosos de sus
instrumentos respectivos, que demostraban su valía en cada intervención
que realizaban. Sólos magistrales de Jimmy Jenks, Yaure Muñiz
o el veterano flautista Polo Tamayo. El sonido peculiar de Manuel
Galván a la guitarra o los ritmos vertiginosos de Angá con las
tumbadoras.
Pronto comenzaron a subir la temperatura del recinto. Los temas que
iban tocando eran casi todos de su último y único disco. Fue curioso también
ver como el guitarrista Manuel Galván dejaba la guitarra para tocar
un bolero al teclado. Luego apareció Bigga Morrison al hammond y
comenzó a darle ese sonido característico que tiene el disco "Cachaito".
Y es que aunque las piezas que tocaban tienen los ritmos clásicos que
viene dando Cuba desde hace más de cincuenta años, como el propio Cachaíto
dijo, el intenta darle un "toque" nuevo a su música, con la
incursión del órgano hammond en sustitución del piano y más tarde a
mitad del concierto, con la aparición del pinchadiscos francés DJ
Nasty. Desde ese momento las cabezas, las manos y los pies de todo el público
no dejaron de moverse.
Pero fue en una de las últimas piezas del
concierto, cuando Angá hizo levantarnos de los asientos con un solo,
e invitándonos a bailar. Después del baile, Bigga Morrison comenzó
con un Reagge y nos hizo a todos cantar y bailar con él. Se encendieron las
luces de las gradas, y de repente el teatro entero se convirtió en el
escenario, ya no habían asientos, ni pasillos, todo era una tremenda y
divertidísima "descarga". En ese momento estábamos todos
en La Habana, nadie quería irse, pero después de dos horas de concierto,
los músicos dijeron basta. La gente salió del teatro con ganas de marcha,
así que no creo que esté muy acertado en eso de que después de una
descarga uno puede irse a dormir, porque el cuerpo nos pedía más.
Pere Pla