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DEAD CAPO
- Fecha: 17 octubre 2003
- Lugar: Sala Sidecar, Barcelona
- Hora: 23:45
- Componentes:
Javier Adán (guitarra)
Javier Díez-Ena (contrabajo y bajo eléctrico)
Javier Gallego (batería)
Marcos Monge (saxo tenor)
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Comentario: Fui al concierto sin haber escuchado previamente ninguna pieza entera de
la banda pero con grandes expectativas ya que buenos melómanos que los conocían
y habían visto en directo me los recomendaron sin dudar. También me comentaron
que en el disco son más reservados que en directo. La sorpresa estaba servida.
Debo admitir que el resultado fue muy positivo y me sorprendieron gratamente.
Por fin un grupo de jazz español atrevido, diferente, arriesgado. En la
sala debíamos ser unos treinta y pico. Todo el público se comportó perfectamente
y ovacionó repetidamente a la banda.
Noté mucha influencia, principalmente, de Naked City y, por consiguiente,
puede deducirse que su eclecticismo musical es muy amplio. La interpretación
era limpia y precisa. Todos estaban bien sincronizados y sabían "exprimir"
sus instrumentos de buena manera. Parecían disfrutar tocando.
El guitarrista utilizaba una "Gibson Les Paul" con cuerpo de madera.
Mediante pedales le cambiaba la sonoridad; unas veces acústica y otras más
eléctrica (a lo Bill Frisell).
Destacaría especialmente la versión del "Lonely Woman" de Ornette
Coleman, más cercana a la re-versión de Naked City. Empezó con una fiera
improvisación caótica y a medida que avanzaba iba cambiando de estilo según
patrones ensayados.
Para el último tema, el guitarrista utilizó un "bottleneck", lo
que recordaba a ciertas piezas de "Captain Beefheart".
Esta gente ha bebido mucho de las fuentes Zornianas y les ha sentado de
maravilla. En España faltaba un grupo como éste, que supiera explorar la
parte más gamberra y fresca del Jazz.
Creo que han elegido un buen camino. Ahora sólo les falta sacar a la venta
un CD grabado en directo, sin "over-dubs" ni otras estratagemas
comerciales "blandengues". De esta manera podría satisfacer las
necesidades musicales de sus más allegados seguidores y darse a conocer
a más público. Además de esto, creo que tienen que seguir madurando musicalmente
y crear su propio estilo, más distante de sus actuales influencias pero
igual de rompedor.
Bernat Comerma
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Comentario: Hacer un análisis de la realidad jazzística en nuestro país
supondría con toda seguridad ser crítico con el tradicionalismo
imperante y una falta de riesgo que, en la mayoría de ocasiones, invoca
a la somnolencia. Pero también resultaría injusto y complejo
realizar una síntesis sin ofrecer una visión amputada del panorama
patrio. Y es que hay cierto movimiento, qué duda cabe. Uno de los claros
referentes de esta realidad en movimiento son los madrileños Dead Capo.
No acompañó la velada ni por clima ni por asistencia. Una noche
fría y lluviosa y la coincidencia de varios conciertos en la ciudad
(desde hardcore a post-rock, o post-post-rock, o lo que sea) impidieron la
congregación de más aficionados en la Sala Sidecar de la Plaza
Real. Si la acogida fue algo fría en un principio y Dead Capo no estuvieron
al cien por cien, no se notó, desde luego. Abrir la actuación
con una composición del Radio de Naked City fue toda una declaración
de intenciones y una buena muestra del poderío instrumental de estos
jóvenes músicos. Precisión, virtuosismo y energía
con buenas dosis de un humor más que necesario y lo que bien podría
ser una síntesis de lo que se avecinaba. Porque lo de Dead Capo es
un recital de docenas de estilos, a la manera de Zorn, pero con espacio suficiente
para respirar. En su música conviven –convivieron aquella noche- el
jazz, el rock, la improvisación, cine negro, música surf, Henry
Mancini, la estética del downtown neoyorquino, Charles Mingus, Ornette
Coleman, todo en sorprendente sintonía. Cuatro músicos (Javier
Adán, con un más que probable regusto a Marc Ribot -que no es
mal regusto, claro-; Javier Díez-Ena, espléndido contrabajista
de manos rápidas, muy rápidas; Javier Gallego, una especie de
Chad Taylor con garra; y Marcos Monge, con un soplar menos comedido de lo
que pudo parecer a priori), que supieron sacarle el jugo a unas composiciones
propias que ya tenían mucho atractivo cuando fueron grabadas (2001),
pero que siguen creciendo a la par que el espectro creativo de DC. Así,
“Managua cruje”, “Hot Dog Night” o “9 camisas de 8 jardines” renovaron fuerzas
y demostraron que estos músicos hace tiempo que abandonaron el estatus
de promesas para convertirse en una grata realidad. Y no sólo se atrevieron
con Zorn ni reavivaron su propio repertorio, también hubo cabida para
un clásico como “Lonely Woman” de Ornette, un estándar al que
le apretaron las tuercas en una magnífica deconstrucción de
impagable irreverencia.
Seguramente al recalcitrante fan del jazz-jazz (ese jazz con mayúsculas
y patrocinadores festivaleros) les parecerá que Dead Capo han perdido
el norte, la brújula y todo lo demás. Curiosamente, a mí
me parece que ahí reside su principal encanto, en su gusto por absolutamente
todo, en su entrañable irrespetuosidad y en su inagotable capacidad
para integrar lo visto y oído a un lenguaje inexplicablemente personal.
Efrén del
Valle
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