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DIE LIKE A DOG TRIO


  • Fecha: 21 de noviembre de 2003
  • Lugar: Theatre du Pave, Toulouse, Francia
  • Componentes:
    Delit-de-son

    Die Like A Dog Trio
    Peter Brötzmann (tarogato, saxos alto y tenor, clarinete)
    William Parker (contrabajo, flauta, guimbri)
    Hamid Drake (batería)


El autor de la crónica, Sadhu, con Peter Brötzmann

  • Comentario: Se me hace imposible reseñar, criticar, explicar... intentar plasmar con palabras el concierto ofrecido el domingo día 21 de Noviembre en el Theatre du Pave, Toulouse, por Peter Brötzmann, William Parker y Hamid Drake, bajo el nombre "Die Like a Dog Trio". Es muy difícil porque no sólo fue un concierto, fueron 48 horas desde que salí de Madrid dirección Francia y volví. 48 horas, 30 de las cuales me las pasé metido en un tren, y de las 18 restantes sólo poco más de la mitad las pasé, despierto, en tierra firme, tierras francesas. Hablar sólo del concierto sería obviar una serie de acontecimientos que han formado parte de la aventura más apasionante que he encarado en toda mi vida. Sería obviar que iba acompañado de la persona que me impulsó definitivamente a salvar los obstáculos para no ir y me dijo "Chango, eso no puedes perdértelo"; la persona con la que tenía y quería llevar a cabo la que sería una experiencia extrema tanto en el ámbito musical como en el esencialmente vital. Y quiero decir su nombre y gritarlo a los cuatro vientos: Lucía... algún día deberías enseñarme a vivir sin tu presencia.

    Hablar estrictamente de música sería olvidar que conocí a Jesús Moreno y de cómo él, su mujer Raquel y sus amigos Pascal y Antoine nos recibieron como los mejores anfitriones, facilitando desde el conseguir las entradas hasta el poder disfrutar del concierto en primera fila a escasos tres metros de los músicos que más admiro. No se puede olvidar la conversación que disfrutamos con Antoine (cortita, pero muy intensa) sobre música y arte en general, y es que estar enfrente de un auténtico bohemio brötzmaniaco fue para nosotros todo un sentimiento.

    Y ¿qué más? ¿Debería de callarme que nada mas pisar la estación de Toulouse tuve la fortuna de encontrarme con Peter Brötzmann y hablar con él y minutos más tarde, sin pisar aun suelo más allá de la estación, poder entablar comunicación con Hamid y Parker y decirles que sólo estábamos allí por ellos?

    Y que eso repercutiría hasta el punto de que antes de que llegáramos a pisar el Pavé ya sabía mucha gente que dos jóvenes madrileños que no superaban los 25 años se habían presentado allí tras 15 horas de viaje por el hecho de que era su única oportunidad de ver a esos tres músicos juntos y que esa situación serviría de presentación al concierto como ejemplo del alcance que tiene este tipo de arte y el orgullo que sienten tanto músicos como organizadores de que se dé una situación así.

    Todo eso sería perfectamente vacuo y podría comentar sólo lo que viví durante el concierto, pero sería castrarlo de un modo que me niego a hacerlo ya que para mí todo ha formado parte de un uno solo, tal y como sintetizaron estos tres genios durante sus 100 minutos de performance. Pero bueno, vayamos a lo estrictamente "musical". Para abrir boca e ir preparando el cuerpo tuvimos la suerte de disfrutar durante unos 35 minutos de la actuación de un grupo de jazz originario de Toulouse. Un quinteto formado por saxo soprano, clarinete bajo, batería, contrabajo y guitarra con el nombre "Delit-de-son" que ofrecieron un concierto de música muy bien estructurada dentro del concepto "free", con un buen sentido de las dinámicas y una perfecta coordinación. Saltando entre los tempos más tranquilos y los más boperos sus temas se mostraban cambiantes, originales, divertidos y, para mi, de muy buen gusto. Muy clásicos para unos, muy libres para otros, a mi me resultaron un primer plato muy adecuado y que me dejó con la intriga de seguir los pasos a este grupo de jóvenes franceses que supieron colocarse a buen nivel teniendo en cuenta lo que se venía encima.

    20 minutos para cambio de material y entran en escena Peter Brötzmann, Hamid Drake y William Parker. Bien, señores, aquí ya se acabó de hablar con palabras.COMUNICACIÓN es la única palabra adecuada para lo que sucedido aquella noche. Tres personas en perfecta comunicación dentro del idioma "libre improvisatorio". La furia de Brötzmann con su tarogato frente al Zen de Hamid en los parches, y Parker, ¿dónde está Parker? Pues como nexo terrible, de aspecto neutro y totalmente involucrado.

    Durante los cuatro temas que tocaron (3 de unos 30 minutos y otro de unos 10) me las pasé entre la pura felicidad y el intentar averiguar dónde estaba el centro de todo aquello. A ratos decía FUCK! Es Hamid quien lleva el cotarro... no, son Hamid y Parker que sin mirarse saben por dónde deben ir mientras Brötzmann hace de las suyas... coño, pues resulta que van a ser Brötzmann y Hamid... y así segundo a segundo.

    William Parker nos deleitó tocando el contrabajo, una pequeña flauta oriental y un guimbri norte africano de dos cuerdas (para los pasajes mas étnicos), incluso con este último rellenaba el espacio completo, ¡alucinante!

    Hamid tocó su batería con un estilo que le hacía parecer un pintor, un escultor, Hamid fue esa noche todo menos un baterista, o precisamente eso mismo, todo un baterista, EL baterista. Tanto con baquetas, con las manos, con el pandero... con su talante absolutamente armonioso y generando una cantidad de texturas y sonidos que no puede creerse que salgan de una persona con esa presencia tan calma.

    Brötzmann... me comentaba Lucía justo antes de empezar, mientras sobre su mesa iba colocando los instrumentos, que le daba la sensación de ser el hombre más triste del planeta y yo le decía que el aspecto tan dramático de su música era lo que más me atraía de él. Efectivamente Brötzmann da la impresión de estar solo. Descarga su energía en bandadas de notas trágicas y ruidosas, veloces, densas, se comunica con el resto a la perfección, cada cierto tiempo deja de tocar y se aleja a un lado del escenario y en silencio, serio, impertérrito espera hasta el momento adecuado para volver, siempre el adecuado. Sí, finalmente no podía evitar que, aún siendo tres en uno, la figura de Peter Brötzmann se me antojara por alguna razón sombría, desconcertante, tiernamente solitaria y cruda. Pasaron por sus manos el tarogato, el saxo alto (preciosa melodía con la que dio comienzo a ese tema), el clarinete, con el que sopló los aires del oriente más profundo y misterioso, y como bis, para dejarnos con la cabeza bien volada, arrimó a su boca al maestro de ceremonias, el saxo tenor, recordándonos de donde procede todo esto del "expresionismo" musical (¿nos suena de algo Die Like a Dog?). Lo único que eché en falta es que, al igual que sus compañeros, nos ofreciera algunos minutos totalmente solo y desgarrador.

    Y así viví mi experiencia a tan sólo 3 metros de los artistas que en estos momentos son el centro de mi punto de mira y que me dieron una lección que jamás podré olvidar: comunicación más allá de palabras, gestos, notas... pura comunicación metafísica, esencial.

    El resto fueron firmas, fotos (con Hamid luciendo nuestros "dreadlocks" y cantando canciones de Marley abrazados, ¡Joder! Pero qué familiar y cariñoso que es este hombre!!!), comentarios, agradecimientos, más fotos, que si Om por aquí, que si Sat Nam por allí... ¡hasta se habló del Maestro Yoghi Baja!... Brötzmann diciendo "¿tengo que sonreír para la foto?" más risas...

    Sinceramente todo esto no es más que el intento de que una lengua cultural y moral pruebe a explicar algo para lo que aún no se han inventado palabras.

    Solo diré una cosa más, para entender esto hay QUE VIVIRLO, y no queda otra, es una experiencia absoluta y drásticamente ÍNTIMA.

    SADHU, Madrid, 23 de noviembre 2004.
    Nota: reseña publicada conjuntamente en el sitio web hermano de Tomajazz Purojazz http://www.purojazz.com/