Comentario: La tercera noche ibicenca del Injuve dejó
dos partes muy diferentes entre sí pero igualmente jugosas.
Con el quinteto de la cajonera Laura Robles,
el Injuve abrió la vía del contacto con Iberoamérica. Una plausible
iniciativa que la joven peruana aprovechó con creces.
Recién cumplidos los 22 años (tres días
antes del concierto) Robles se presentaba como intérprete de cajón y
bajo eléctrico. Nos quedamos sin lo segundo pero degustamos lo primero.
Se situó como referente visual en el centro
del escenario. Articuló rítmicamente el devenir del concierto pero,
sobre todo, fue una más de un quinteto esperanzador para el futuro del
desconocido jazz peruano.
Fotografía: Mercedes Garijo
El grupo es capaz de poner ritmos de su tierra
al "Caravan" de Duke Ellington, al circular "Blue in
green" de Bill Evans (el bueno) o al "Footprints" de
Shorter sin por ello trastocar la esencia original de esos títulos (lo
cual no es ni bueno ni malo, sólo una opción).
Pero además de los casi ya presupuestos
estándares de esta música, Laura y Noel (bajista) juegan a compositores
en bellas partituras que mantienen la esencia folklórica pero con un
lenguaje jazzístico plénamente contemporáneo.
Son músicos muy jóvenes pero con ideas
sonoras de tremenda madurez. Con un saxo tenor y soprano que se aventura
sin miedo en cada solo o con un bajo que incita la rítmica de Laura.
Una propuesta ilusionante sin edulcorantes ni
colorantes.
DEAD CAPO
Se esperaba con cierta curiosidad el directo
de "Dead Capo". Su primer trabajo discográfico,
"Díscolo", es una de las propuestas más complejas y divertidas
del panorama patrio.
Vinieron en quinteto (su mínimo es trío) y
desplegaron en escena todo su sentido del humor musical. Humor que les
permite tomar y desfigurar todos aquellos géneros musicales de los que
han bebido, beben y admiran.
Reniegan del respeto purista a los clásicos.
Recogen su trabajo para seguir evolucionando. Un experimento que como tal
acierta pero también se equivoca (afortunadamente).
Fotografía: Mercedes Garijo
Su concierto fue largo. Momentos de gran
inspiración combinados con otros de cierta indefinición. Mostraron gran
parte de sus propias composiciones mezcladas con visitas al John Zorn más
"benevolente" (¿existe?), guiños hilarantes a los Beatles
(aullidos vocales incluídos) o miradas al cine clásico español
("Atraco a las 3").
Y sobre todo, sacaron a bailar a la mujer
solitaria. Esa que Ornette Coleman describió decadente y que anoche
recuperó la sonrisa. Un "Lonely woman" de ritmos cambiantes,
con melodía bailonga y con una piano, el de Jorge Magaz, de sorprendente
valentía "free".
Son, con sus defectos y virtudes, uno de los
nombres de nuestra música con mayor interés y riesgo creativo. Que la
etiqueta sea jazz o no es lo de menos. Desde luego a ellos poco les
importa. Con un poquito de ayuda (instituciones, festivales y demás)
pueden llegar a ser uno de nuestros "productos" más
exportables. Que mantengan su buen rollo y desinhibición también
contará.