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JAPANESE NEW MUSIC FESTIVAL EUROPEAN
TOUR 2003
- Fecha:
30 octubre 2003
- Lugar: Sala Apolo, Barcelona
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Comentario:
No puede decirse que sea un amante de los festivales en general. Demasiada
información concentrada en carteles que a menudo te obligan a tomar
difíciles decisiones. Con este Japanese New Music Festival se desvaneció
el problema, porque en cierto modo, el apelativo de “festival” le venía
grande ya de partida. Cinco bandas (Zubi Zuva, Akaten, Ruins, Zoffy y Acid
Mothers Temple) configuradas para la ocasión por cuatro músicos
(Atsushi Tsuyama, Makoto Kawabata, Tatsuya Yoshida e Hisashi Sasaki) Por
si fuera poca tarea, a última hora se descolgó del cartel
Hisashi Sasaki, el bajista y cincuenta por ciento esencial de Ruins, con
lo cual, las perspectivas no eran a priori demasiado atractivas.
Abrieron el concierto Tsuyama, Kawabata y Yoshida con el proyecto Zubi Zuva,
un trío a capela que conjuga el canto gregoriano, el doo-wop y el
hardcore en un hilarante desaguisado que, sin suponer ninguna ración
de virtuosismo, resultó un buen indicativo de por dónde irían
los derroteros. Después del breve prefacio, tomaron el escenario
Akaten, en esta ocasión integrado por Tsuyama y Yoshida y reorientando
el show hacia terrenos más experimentales. Sin embargo, el concepto
del grupo, alejado de cualquier pretensión vanguardista y cargado
de un cierto aire simplista, dio sus buenos dividendos. Armados con guitarra,
bajo, sampler y gadgets tan escasamente musicales como cremalleras, botellas
de vino, vasos, cepillos de dientes y tijeras, la actuación consistió
en amplificar el sonido de dichos objetos para crear ritmos aderezados con
elementos electrónicos y mímica. No es difícil adivinar
que el proyecto pretende huir de la seriedad de ciertos círculos
artísticos con una actitud nada pretenciosa y con un poso claramente
punk. Creativos, teatrales y entretenidos.
Llegó el turno de Ruins. Dada la ausencia de su bajista, el respetable
ni siquiera sabía qué esperar. Contra todo pronóstico,
Yoshida salió al paso con una actuación en solitario, un playback
en el que sonaron los pregrabados de Sasaki y el baterista se limitó
a completar los temas. Era una opción. A pesar del remiendo, Yoshida
demostró ser un músico imbatible y logró enlazar con
precisión milimétrica sus golpes con el bajo-karaoke y lo
mejor de todo es que hizo fácil lo imposible en su peculiar cóctel
de hardcore y rock progresivo. Un gran banda en cualquier circunstancia
y, sin duda, la estrella de la velada.
Tras el apabullante engranaje de Ruins, Kawabata y Tsuyama se presentaron
bajo el nombre de Zoffy. Quizá fue la propuesta menos interesante
de la noche, en la que brilló una cacofónica deconstrucción
del “Smoke On the Water” de Deep Purple ciertamente humorística.
Graciosos, pero mejor en pequeñas dosis.
Casi sin darnos cuenta llegamos al cierre y con él una vuelta de
tuerca en la orientación del concierto. Pasamos abruptamente de la
sorna punk al trascendentalismo de Kawabata en el seno de Acid Mothers Temple,
su proyecto más ilustre. Con un enfoque guitarrístico cercano
a la música india, Kawabata creó un penetrante continuo melódico
sobre el que se desarrolló un espacioso tema de folk psicodélico,
acompañado del suave rasgueo de Tsuyama. Tras la excursión
minimalisa, Tatsuda Yoshida se sentó de nuevo tras la batería
y el trío se embarcó en una incendiaria jam de acid-rock en
la que Kawabata destripó las seis cuerdas como si se tratase de un
alumno aventajado (y descarriado) de Hendrix. Una impagable revisión
de rock setentero como punto y final a una espléndida velada de nuevas
músicas que no lo fueron tanto. Ni falta que les hizo.
Efrén
del Valle
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