Cuarta Jornada del Festival "Jazz em Agosto"
2004.
Resenha Este “new
jazz quintet” de Otomo Yoshihide veio a Lisboa apresentar-se
com o grande saxofonista Mats Gustaffson, em estreia mundial.
Foi, no mínimo, uma estreia bastante auspiciosa, uma
vez que este quinteto foi claramente uma das melhores bandas
que este ano se apresentou no “Jazz em Agosto 2004”.
Como diz o folheto de apresentação do festival,
este projecto é classificado assim: “ na sua mais
aplaudida incursão ao jazz, este guitarrista e turntablist
experimental do Japão, fundador do colectivo Ground Zero
e protagonista de inúmeras aventuras musicais, incide
a sua atenção sobre uma abrasiva colecção
de standards do jazz”.
Assim foi, começando a sua actuação a tocar
“Song for Che”, do contrabaixista Charlie Haden,
a primeira de muitas e boas recriações de temas
maiores desta música fantástica. O tema começa
com “electrónica vinda dos céus”,
ou seja, com o ruído de um avião a sobrevoar o
auditório ao ar livre da Fundação Gulbenkian.
A música começa com especial relevo no trabalho
dos saxofonistas. Mats é mais orgânico, faz lembrar
Albert Ayler na abordagem ao instrumento e Tsugami mais barroco,
tocando registos mais saturados e adornados. Yoshihide recorre,
com total domínio da técnica, à utilização
do feed-back que a aproximação da guitarra ao
amplificador proporciona. Nota-se na sua música, muitas
influências do Punk, na forma despojada e crua como toca.
O baterista Yasuhiro Yoshigaki lembra, pela forma de tocar aparentemente
solta e pouco convencional, o grande Sunny Murray.
Segue-se “Hat and beard”, que podemos ouvir no magnífico
“Out to Lunch” de Eric Dolphy, canção
que começa com um momento de excepção –
um belo e longuíssimo solo do saxofonista Kenta Tsugami,
que começa a música, toca sobre o ensemble e acaba
em fade-out com ele para uma entrada poderosa de Mats Gustaffson
com aqueles sons guturais que se ligam na perfeição
a uma base rítmica criativa e pouco convencional. O baixista
Mizutani toca o seu contrabaixo entusiasticamente, com um pau.
O grupo lembra uma banda de rock progressivo, mas tem um cuidado
extremo na utilização de variantes dinâmicas.
A peça acaba como começou, com um redentor retorno
ao tema.
As primeiras notas saídas da guitarra anunciam “Lonely
Woman”, de Ornette Coleman. É um momento em que
o guitarrista induz emoção na forma como toca
o tema. Sózinho, à guitarra, tocando de uma forma
nebulosa, sem dar ao público de mão beijada a
resolução da adivinha. O som da sua guitarra sai
distorcido, com feed back, a que se juntam o baixo, tocado com
arco e o saxofone de Gustaffson. São sons sónicos,
espaciais, que adornam esta fabulosa versão do clássico
registado em “The shape of jazz to come”.
“Orage was the coulor of her dress” é a canção
que se segue, num medley de vários temas e insinuações.
A canção de Mingus é aqui tocada em uníssono
pelos dois saxofones, num blues moderno e insinuante. Durante
este tema dei por mim a pensar que são projectos destes
que asseguram a evolução de um jazz que não
se quer fechado e estático. Tradição e
modernidade de mãos dadas, sem medo de correr riscos
e de apontar caminhos.
O concerto prossegue em altissima rotação e acaba
com um momento mágico. A canção “Eureka”
de Jim O’Rourke insinua-se, por cima do ensemble, tocada
pelo trompete de Yasuhiro Yoshigaki. A falta de percussão
é compensada pelo grande aumento do som do contrabaixo.
É uma música que vai crescendo de intensidade,
ao ponto de se escutarem os saxofones em histeria criativa,
a lembrar as guitarradas dos Sonic Youth, que Jim O’Rourke
grava e produz, até acabar num lamento pungente e belo
a fazer lembrar momentos de nostalgia profunda. Curioso o facto
de Gustaffson ter colaborado várias vezes com O’Rourke.
A banda faz aínda um encore que começa num crescendo
sónico e desagua num delta blues, muito tradicional,
a fazer lembrar as paisagens da Louisiana. Que bom.
Grande concerto este, que felizmente foi registado para a posteridade.
A ser editado lá mais para a frente pela label portuguesa
“Clean Feed”.
Este Otomo Yoshihide “new jazz quintet” é
claramente um concerto a não perder se tiver a sorte
de ele passar perto de si. Atire-se a ele logo que possa.
João Pedro Viegas
Comentario
Este “new jazz quintet” de Otomo Yoshihide se presentó
en Lisboa con el gran saxofonista Mats Gustafsson, en estrella
mundial. Fue, como mínimo, una estrella bastante auspiciosa,
ya que este quinteto fue claramente uno de los mejores grupos
que este año se presentaron en “Jazz em Agosto
2004”.
En el folleto de presentación del festival, este proyecto
es descrito de la siguiente forma: “en su más aplaudida
incursión en el jazz, este guitarrista y ‘turntablist’
experimental de Japón, fundador del colectivo Ground
Zero y protagonista de innumerables aventuras musicales, fija
su atención en una abrasiva colección de standards
del jazz”.
Así fue. Abrió su actuación tocando “Song
for Che”, del contrabajista Charlie Haden, la primera
de muchas y buenas recreaciones de temas mayores de esta música
fantástica. El tema se inició con una “electrónica
llegada del cielo”, es decir, con el ruido de un avión
que sobrevolaba el auditorio al aire libre de la Fundación
Gulbenkian. La música comenzó con un lugar destacado
para la labor de los saxofonistas. Mats se mostró más
orgánico y recordó a Albert Ayler en la forma
de abordar el instrumento, mientras que Tsugami era más
barroco, tocando registros más saturados y adornados.
Yoshihide recurrió, con un dominio técnico total,
a la utilización del “feed back” que se produce
al acercar la guitarra al altavoz. En su música se advirtieron
numerosas influencias del punk, en su forma de tocar sobria
y cruda. El batería Yasuhiro Yoshigaki recordó,
por su estilo aparentemente deslabazado y poco convencional,
al gran Sunny Murray.
Siguió “Hat and Beard”, que podemos escuchar
en el magnífico “Out to Lunch” de Eric Dolphy,
canción que comenzó con un momento excepcional,
un bello y larguísimo solo del saxofonista Kenta Tsugami,
que inició la pieza, tocó por encima del conjunto
y acabó con un desvanecido para dar entrada a un poderoso
Mats Gustafsson con esos sonidos guturales que encajaron perfectamente
con una base rítmica creativa y poco convencional. El
bajista Mizutani tocó su instrumento de forma entusiasta
sirviéndose de un palo. El grupo recordaba una banda
de rock progresivo, pero tuvo sumo cuidado en la utilización
de las variantes dinámicas. La pieza terminó como
comenzó, con un liberador retorno al tema.
Las primeras notas surgidas de la guitarra anunciaron “Lonely
Woman”, de Ornette Coleman. Fue un momento en el que el
guitarrista creó emoción por la forma en que expuso
el tema. En solitario a la guitarra, tocando de una forma nebulosa,
sin dar al público la resolución del enigma. El
sonido de su guitarra salía distorsionado, con “feed
back”, al que se unieron el bajo, tocado con arco, y el
saxo de Gustafsson. Eran sonidos sónicos, espaciales,
que adornaron esta fabulosa versión del clásico
incluido en el disco “The Shape of Jazz to Come”.
“Orange Was the Color of Her Dress” fue la siguiente
canción, en un medley de varios temas e insinuaciones.
La composición de Mingus fue tocada al unísono
por los dos saxos, en un blues moderno e insinuante. Durante
este tema, me dio por pensar que son proyectos como estos los
que aseguran la evolución de un jazz que no desea ser
cerrado o estático. Tradición y modernidad dándose
la mano, sin miedo a correr riesgos y apuntar caminos.
El concierto prosiguió a un altísimo nivel y terminó
con un momento mágico. La canción “Eureka”
de Jim O’Rourke se insinuó por encima del conjunto,
tocada por la trompeta de Yasuhiro Yoshigaki. La falta de percusión
fue compensada por el gran aumento del sonido del contrabajo.
Fue una música que fue creciendo en intensidad, hasta
el punto de escucharse los saxos en histeria creativa, que recordaban
el guitarreo de Sonic Youth, que Jim O’Rourke graba y
produce, hasta acabar en un lamento desgarrado y hermoso que
evocó momentos de profunda nostalgia. Es curioso el hecho
de que Gustafsson haya colaborado varias veces con O’Rourke.
El grupo realizó un bis que se inició con un crescendo
sonoro y desembocó en un blues del delta, muy racional,
que recordaba los paisajes de Luisiana. ¡Qué bueno!
Gran concierto este, que afortunadamente fue grabado para la
posteridad. Será publicado dentro de un tiempo por el
sello portugués Clean Feed. Este de Otomo Yoshihide new
jazz quintet es claramente un concierto a no perderse si uno
tiene la suerte de que se produzca cerca de donde se encuentre.
Vaya a verlo siempre que pueda.
João Pedro Viegas
traducción por Diego
Sánchez Cascado