Festival de Jazz de Vitoria.16 de julio de 2002
Teatro Principal, 18:30h, 200 aprox.
Martin Reiter (piano)
Christian Wendt (contrabajo)
Hernet Pirker (batería)
Se abrieron definitivamente las puertas del festival, las puertas del Teatro Principal y del Polideportivo de Mendizorrotza (éste, en su doble sesión de nocturnidad). Los dos recintos albergaron tres conciertos que ofrecieron el inusual porcentaje en presencia escénica de Europa 66%, EEUU 33%.
Poco o nada tendrían que importar las estadísticas porcentuales cuando de música hablamos. No debiéramos conceder la menor importancia a la denominación de origen de los músicos sobre todo si eres programador y presumes en eslogan de tener "el mejor jazz del mundo".
La tarde-noche del día 16 resultó tremendamente jugosa. Tres conciertos, tres matices. Recorrámosla con la cronología.
El siglo 21 llegó al Teatro Principal. "Jazz del siglo 21", como denominador de ciclo, este año con dos caras en la característica de su programación. Siglo 21 en juventud: Promesas con más futuro que presente pero con presente de sorprendente madurez; Siglo 21 en veteranía: propuesta sonora de vanguardia desde la madurez del escenario.
El arranque correspondió al trío del pianista austríaco Martin Reiter. Los 24 años del titular más los 21 del batería Hernet Pirker y los 22 del contrabajo de Christian Wendt sitúan sin dudar esta formación en el grupo de los primeros. El trío se encuentra en verano de gira europea tras haber superado una dura selección entre más de 200 formaciones austríacas. El hecho de la sola selección es indicativo de capacidades. Y capacidades mostraron y muchas en el escenario del Principal. Jazz de sonidos clásicos de trío con composiciones mayoritariamente autoría de Reiter. Una de ellas con el curioso título de "Navarra". No es todavía, en todo caso, el momento para hablar de sonido propio de grupo. En propias palabras del pianista "sólo llevamos año y medio tocando juntos, ya llegará el momento de tener nuestra propia voz".
Polideportivo de Mendizorrotza, 21:30h, 3000 espectadores aprox.
Jan Garbarek (saxo soprano y tenor)
Marilyn Mazur (percusión)
Rainer Brüninghaus (teclados)
Eberhard Weber (bajo)
La noche de las masas sociales del festival, la de Mendizorrotza, trajo consigo dos propuestas bien diferentes en planteamiento estético. La primera parte Jan Garbarek. Noruego de esencias sublimes recordó con sus sonidos que en este mundo aún quedan paisajes sonoros inexplorados o que en explorados conservan las esencias de lo primitivo. Su concierto fue, visto desde la perspectiva de lo subjetivo, el gran concierto del festival. Ideas personales y emocionales acompañadas por tres músicos de carrera paralela a la de Garbarek. Rainer Brüninghaus (teclados) puso el colchón de las atmósferas para el desarrollo solístico ajeno, además de desarrollar con íntima serenidad su parte protagonista. Eberhard Weber y su particular contrabajo de propia creación consiguió, con ayuda de electrónicas, sonoridades para la sorpresa. Marilyn Mazur, maga percusora, puso la pincelada precisa a la música del ensueño. Su despliegue instrumental sirvió para la abstracción pictórica y para la fascinación solística. Y todo ello, música y desarrollo, procedente de un saxo mágico
con voz propia. El silencio sepulcral de los 3000 de Mendizorrotza prueba la profundidad capciosa de su música. Nuestros mejores sueños suenan a Garbarek.Don Byron (clarinete)
James Zollar (trompeta)
Edsel Gómez (piano)
Leo Traversa (bajo)
Milton Cardona (congas)
Ben Wittman (batería)
La segunda parte de la noche llevaba el nombre de Don Byron. "Música para seis músicos" procedente de su última propuesta discográfica. Tras el fiasco didáctico infantil la esperanza en recuperar al Byron de los grandes momentos.
Dice James Zollar, trompetista de la formación, que es ahora cuando en EEUU están haciendo más experimentos los músicos de jazz. Dicho así no es mala noticia. Un jazz tan estandarizado como el norteamericano necesita el impulso creativo que el jazz de Europa encuentra en su propia tradición. Sin embargo el experimento de Byron fue un experimento con gaseosa. Vino de mesa peleón suavizado con el gas de la rítmica latina. No por insertar unas congas salvas la mediocridad. El público es más inteligente como para aceptar cualquier cosa por mucho que el envoltorio sea "el de moda". Los 200 que acabaron certifican lo dicho.
Pero demos por bueno el concierto si de una vez por todas sirve de despertador para conciencias que todavía consideran que el denominador de origen EEUU es denominador de superioridades, en este caso, musicales. Craso error.