Componentes:
DAVE HOLLAND BIG BAND
Chris Potter (saxo)
Antonio Hart (saxo)
Mark Gross (saxo)
Gary Smulyan (saxo)
Robin Eubanks (trombón)
Josh Roseman (trombón)
Jonathan Aarons (trombón)
Duane Eubanks (trompeta)
Alex Spiagin (trompeta)
Taylor Haskins (trompeta)
Steve Nelson (vibráfono)
Dave Holland (contrabajo)
Billy Kilson (batería)
MARCUS MILLER
Marcus Miller (bajo, clarinete bajo y saxo)
Dean Brown (guitarra)
Poogie Bell (batería)
Bruce Flowers (teclados)
Roger Byam (saxo)
Michael "Patches" Stewart (trompeta)
Comentario: La agenda jazzística de
los músicos y aficionados (verdaderos aficionados) al jazz recogía la
noche del 17 de julio como día clave. Lo era por su primera parte nocturna.
Un seminario de jazz con Dave Holland Big Band.
El contrabajista británico ha construido con el paso de los años una
sólida carrera llena de proyectos diversos que le otorgan un lugar en la
historia de los nombres para el recuerdo. Historia del contrabajo con
mayúsculas en una carrera a la que la memoria no recuerda mancha.
Lo escuchado en Mendizorrotza no viene sino a refrendar
lo escuchado en su proyecto discográfico "What goes around".
Música de muchos quilates la de esta big band conformada en torno al
quinteto estable del británico. Música de gran belleza que consigue de la
orquesta una sonoridad oscura y redonda.
La rítmica caminó con absoluta precisión. Uno llegaba
incluso a perder la noción de lo que sucedía en conjunto abstraído ante
el "clinic" de Billy Kilson, el contrabajo de Holland y un
magistral pintor abstracto, el vibrafonista Steve Nelson.
Nada mejor puede resumir las posibilidades de este
proyecto que el tema que da título al disco. Un "What goes
around" de casi media hora puso el cierre, demasiado anticipado, al
concierto.
Lástima que el primer gran concierto de Mendizorrotza no
obtuviera la recompensa que merecía. Merecía un pabellón en pie y
petición de bis. La realidad se encontró con unas decenas que
verdaderamente apreciaron lo que allí sucedía. Entonces fui consciente de
que Mendizorrotza es un acto social. Volvimos a pisar la tierra.
El principal reclamo social de la noche, Marcus Miller,
ofreció un espectáculo lamentable. No merecería una sola línea lo visto
con el para algunos "mejor bajista del mundo". Serlo, podría
serlo. Cualidades las tiene y todas. Es un auténtico privilegiado. Sin
embargo el uso que uno haga de su don es otra cosa.
Miller volvía dos años después con la misma banda al
festival. Y no sólo repitió formación sino que incluso calcó concierto.
Concierto y solos. Solos que olvidaron su mano izquierda. No existió. Mucho
numerito de cara a la galería pero poca música. Los incondicionales
sufrieron. Escuchar la música del "inspector Gadget" en el bajo
de Marcus es anécdota pero significativa.
Su música trata de seguir explotando las electrónicas
de Miles. El filón del Davis eléctrico (para algunos el Miles con menos
interés) llega a extremos ridículos. La alimenticia trompeta de
"Patches" Stewart mira hacia el suelo, usa sordina
"Harmon" y parafrasea solos del "Concierto de Aranjuez".
La música (que no fue) y los watios (que sí lo fueron) marcaron uno de
los puntos más bajos de lo vivido hasta la fecha.