Componentes:
Ramón López (batería)
Ramón López en la prueba de sonido (Foto: Carlos Pérez)
Comentario: La
prensa local anunciaba en sus páginas de actividades culturales un
concierto de batería sola. Un tal Ramón López, al parecer de origen
francés según titulares, venía a Barañáin para ofrecer un concierto con
una simple batería. La cosa llevaba a reflexión. Para unos, expertos en la
percusión, algo así sólo podía entenderse desde el punto de vista del
"coñazo". Otros podían incluso pensar que el "tío"
tenía la jeta de estudiar batería con público y además cobrando. En
fín, la cuestión es que la prensa no ofrecía mucha más información que
la simple nota de anuncio (eso sí, con foto). Indagar quién era este tal
Ramón López habría supuesto quitar páginas a la información de
vaquillas de los pueblos en fiestas (interés general).
Pero imaginemos que eso hubiera sucedido.
Que la prensa hubiese hablado del tal Ramón. Si eso hubiera sucedido a lo
mejor el lector hubiese tenido conversación para la cerveza del bar.
"Oye, que hoy toca en Barañáin un batería que resulta que es de
Alicante pero hace 18 años se fue a París a buscarse la vida. Y encima el
tío es autodidacta. Y nada, que termina siendo profesor de ¡música india!
en un conservatorio que dicen que es la os… en Francia y además graba un
disco de sólo batería, y música de la guerra civil española y no se que
más gaitas… vamos… un pirao".
El susodicho concierto estaba enmarcado en un ciclo de cuatro noches
musicales en el agosto de esta localidad navarra. Un ciclo de alternancias
estéticas que había comenzado con el jazz de tres jóvenes navarros,
continuaba con músicas electrónicas, seguía con el tal Ramón y cerraría
la semana siguiente con un grupo de Quebec (Canadá) de músicas
tradicionales. El "local" un rincón de un amplio parque en el que
la orografía provoca un pequeño anfiteatro de hierba. El telón de fondo
deseable las estrellas. La realidad un telón relampagueante de amenazante
tormenta que quedó en simple amenaza.
La primera curiosidad de la noche era conocer la respuesta de público ante
semejante propuesta. La amenaza de lluvia, el viento y la oferta televisiva
(opio futbolístico) no invitaban al optimismo. Pero la curiosidad que un
concierto de estas características despierta, por infrecuente, en estos
lares fue reclamo suficiente para completar el aforo de sillas al que se
sumó también "público de hierba". Público heterogéneo. Desde
chavales estudiantes de batería, pandillas de adolescentes que hacían
honor a su "edad del pavo" y familias enteras. Y sí,
efectivamente, sobre el escenario una única batería. La
"esperanza" de sonidos pregrabados que al menos restaran
monotonía percusiva desaparecía.
Se hizo la noche (eléctrica, la naturaleza hacía un tiempo que había
ocultado al sol) y solamente permaneció iluminada la batería. Tras una
breve presentación (se agradece abstención de micrófono político)
apareció el tal Ramón. Y entonces, sucedió…
Sucedió que la inspiración del "francés" imaginó una historia
contada a ritmo de baquetas. Un cuento escrito desde la inspiración del
momento. Una inspiración que mostró la amplitud de posibilidades sonoras
de un instrumento de aparente limitación. Sonoridades que no buscaban la
concesión del aplauso fácil a través de fuertes pegadas sino que
sugerían a través de diversos colores. Colores que eran pincelada
abstracta en momentos de menor concreción rítmica. En otros eran
imaginación ilimitada de improvisación sobre ritmos de base. Todo ello
condimentado con cambios de baqueta y pequeños instrumentos de percusión
(cualquier objeto es susceptible de ser percutido) que surgían no como
recurso de limitación creativa sino como sonidos integrados en el
desarrollo de este particular cuento sonoro con final feliz. El final con
aplausos de admiración de diferente dimensión. Desde quien
"alucinaba" ante la valentía de quien improvisaba solo durante
una hora ante público hasta quien descubría que la batería puede
proporcionar sonidos de lo más diverso pasando por quien realmente había
conseguido entender desde la emoción un cuento nacido de la creatividad de
esa noche. En todo caso a nadie dejó indiferente. Un bis de toque
humorístico con los platos como protagonistas puso el punto y final a una
noche que mucho nos tememos quede en oasis entre las programaciones de
"riesgo" a las que estamos acostumbrados por aquí.
Carlos Pérez Cruz