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Comentario: Fue una noche de invierno en Madrid.
Fue un pequeño escenario ocupado por un piano y una batería.
Fueron dos músicos vestidos de riguroso negro.
Fue una pianista rubia y un percusionista moreno.
Fue mucha gente.
Fueron dos largas improvisaciones.
Fue una conversación entre dos grandes artistas.
Fue la escenificación de una complicidad entre dos personas.
Fueron miradas, gestos, murmullos, silencios, sonrisas.
Fueron golpes, rugidos, arrebatos, angustias liberadas.
Fue intensidad
y fue quietud.
Fueron detalles que se quedan grabados.
Christine Wodrascka esparciendo conchas, tapas de plástico, palos entre las cuerdas del piano, como si fuera su ajuar de niña, como si vaciase su caja del tesoro. Y una melodía infantil que poco a poco se tornó en una explosión de energía.
O Ramón, como cuando amagó el gesto y prefirió no golpear -como si se dijese "ese sonido es hermoso, pero lo dejaré para más adelante"-, buscando, encontrando respuestas o tal vez nuevos interrogantes. Pero siempre buscando.
Fue una hora que pasó volando.
Fue una hermosa experiencia.
Fueron dos músicos satisfechos con un brillo en la mirada.
Fue un público puesto en pie con una sonrisa en los ojos.
Fue una noche de invierno en Madrid.