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BRAD MEHLDAU TRIO
  • Fecha: Viernes, 12 de Noviembre de 2004.
  • Lugar: Teatro Isabel La Católica. XXV Festival Internacional de Jazz de Granada.
  • Componentes:
    Brad Mehldau Piano
    Larry Grenadier Contrabajo
    Jorge Rossy Batería
  • Comentario: Se esperaba el concierto de este trío en Granada con la expectación de las grandes citas, con la sensación de tener que asistir por obligación a su primera visita al festival de la ciudad de la Alhambra, la segunda de Mehldau y Grenadier a Andalucía después de su participación junto a Kurt Rosenwinkel, Joshua Redman y Ali Jackson en el Festival de la Guitarra de Córdoba del presente año. Y es normal que existiera esa inquietud paralela a los espectáculos de calidad, puesto que la coincidencia en el aplauso ininterrumpido entre la inmensa mayoría de crítica y público a este trío, desde su segundo álbum (The Art Of The Trio, Volume One, 1997, Warner) debía inducir al público granadino a sumirse a dicha mayoría en el recibimiento de los músicos. Y con tanta expectación y el teatro abarrotado de un público cada vez menos exigente con un festival que no apuesta con la fuerza que merecen su nombre y su antigüedad en el panorama jazzístico español (como puede suceder en San Sebastián, Vitoria, Barcelona o Madrid), los tres músicos salieron a escena entre una inmensa ovación que pronto se tornaría en silencio absoluto.

    El concierto comenzó con un liviano solo de Mehldau, al que poco después se unió Grenadier y, posteriormente... Posteriormente se unió (o más bien, se metió como pudo) Jorge Rossy, que desde el primer tema hasta el último, estuvo completamente perdido con respecto a lo que hacían sus compañeros. Brad y Larry anduvieron en su onda llena de lirismo, más bien ligera de notas, dando protagonismo a los silencios, pero ahí estaba el amigo Jorge para destrozarlos a golpe de plato, abusando de los platos, tocándolos ocho veces cuando con una sola vez bastaría... Ya en el primer tema se apreció con claridad, algo no sonaba bien, y la mayoría del público se quedaba confuso y tardó en aplaudir el primer corte y varios de los posteriores. Yo me esforzaba en situar a Jorge en su sitio, encajar su acompañamiento en el puzzle compacto que formaban Mehldau y Grenadier, pero por más que lo intenté (y os juro que lo intenté de mil formas) no lo conseguí. Mientras escribo esta reseña, estoy escuchando el The Art of The Trio, Vol. 5, y el acompañamiento de Rossy me parece estupendo, el que debe ser, ni más ni menos, pero en el directo, el hombre no tuvo su día.

    Dado que Jorge Rossy no me dejaba disfrutar del concierto como hubiera querido, decidí intentar concentrarme en la audición de Brad Mehldau y Larry Grenadier como si de un dúo se tratase, lo cual me resultó relativamente fácil dada la tremenda compenetración que existía entre ambos, y la total anarquía reinante en la percusión. Fue entonces cuando pude degustar la sensibilidad de las piezas que interpretaron, momento más o menos coincidente con la entrada en calor del grupo, en un teatro cuya decoración parece que haya sido encargada a la madre del gerente, con sus angelotes de colores, sus querubines y sus historias, como si de una bóveda barroca se tratase, y que muy poco puede hacer para que una persona con una mínima sensibilidad artística entre en calor desde el primer corte de un espectáculo, sea cual fuere el mismo.

    Y aquí es donde uno se encontraba al mejor Mehldau, ese que toca el piano como si estuviera mecanografiando un poema en cada pieza musical, con su espalda totalmente recta, su cabeza torcida hacia un lado y los dedos paseando por las teclas como pequeños duendes saltando sobre una seta alucinógena con la curiosidad de quien descubre, a cada paso, algo nuevo, ese algo que ya otros descubrieron en su día y que uno descubre por sí mismo, y que, por lo tanto, es tan nuevo como aquello que ya descubrieron otros. Y Grenadier... Grenadier llegaba a la misma seta saltando entre las notas de Mehldau, ambos de una mano imaginaria que los conducía hacia algo realmente bueno. Pero ya se sabe que todo lo bueno dura poco, y no debió estar muy satisfecho el amigo Brad cuando sólo ofreció un triste bis de cinco minutos escasos, para un público que al final del concierto se iba entregando algo más que al principio (quizás no demasiado satisfecho con lo que se esperaba de este trío, ya se sabe, una versión por aquí de los Beatles, otra por allá de Radiohead, alguna que otra de Jobim...) después de una hora y cuarto escasa de música, y de nuestro Jorge Rossy a la batería. Algo debió decirle Mehldau entre bastidores a Rossy, porque cuando tocaron el bis por fin se escuchó un acompañamiento medianamente aceptable, exento del maquillaje excesivo que había adornado tan negativamente la música a lo largo de toda la actuación.

    Diego Ortega Alonso.