Comentario:
Un concierto instrumental, que no sea
piano o guitarra, realizado por un solo músico
puede tirar para atrás a un buen número
de posibles espectadores. Si el tipo de música
es jazz de vanguardia, con tintes de étnica japonesa,
algo de música de cámara y ciertas tendencias
minimalistas acaba por determinar en gran parte que el
público que asistirá es minoritario, más
o menos especializado y está realmente interesado
en este tipo de música.
Ned Rothenberg es uno de los mejores músicos del
jazz de vanguardia actual. Puede considerarse un experto
en cuatro instrumentos de viento que son los que utilizó
en este concierto. Tiene unos toques musicales muy característicos
que le confieren una personalidad musical muy especial.
Sabe combinar músicas de distintos orígenes
estilísticos, dándoles una profundidad con
la que el oyente avanzado puede transportarse como por
efecto hipnótico. Es muy especialista en la técnica
de respiración circular que consiste en tomar aire
por la nariz, retenerlo en pulmones y boca mientras va
soplando constantemente. Ésta técnica la
utiliza en los clarinetes y el saxo.
El músico se presentó anunciando que éste
era su primer concierto en España y que esto representaba
una buena experiencia para él. Agradeció
especialmente a Agustí Fernández y al resto
de la organización la oportunidad que le brindaron
por poder actuar aquí.
El concierto empezó con un par de temas interpretados
con el Shakuhachi, que es una flauta de origen japonés,
fabricada de bambú y que se acostumbra a utilizar
en ciertas representaciones teatrales de ese país.
Las melodías son muy tranquilas, a la vez que frías
aunque con un contenido emocional inherente, con eventuales
soplidos fuertes. El segundo tema se lo dedicó
al desaparecido Steve Lacy.
Le siguió el clarinete bajo (¿o barítono?),
instrumento muy poco usual y aparentemente de una gran
complejidad a la hora de utilizarlo, por ejemplo: con
cada dedo meñique se pueden pulsar tres teclas
distintas. Con este instrumento cambió el estilo
y técnicas, utilizando mayormente la respiración
circular. El tipo de música tenía ciertos
paralelismos con la minimalista en la repetición,
no monótona, de melodías que a veces superponía
como si fueran fugas en la clásica barroca.
Con el clarinete y el saxofón alto utilizó
técnicas parecidas a las utilizadas con el clarinete
bajo. El hecho de emplear la respiración circular,
emitiendo un torrente de notas, hizo que el concierto
se mantuviese “siempre arriba”, aunque también
requería un cierto esfuerzo por parte del oyente
para no perderse entre tantas notas. En este punto el
efecto casi podría ser hipnótico y nunca
se hizo monótono. Podría haber seguido tocando
otra hora sin perder ningún interés.
Bernat Comerma