Comentario: El 8 de febrero me
dirigí a San Francisco a escuchar al cuarteto de saxofones Rova en uno de
una serie de conciertos que celebró el aniversario de su fundación. Rova
es un conjunto que milagrosamente se ha mantenido vigente durante 25 años,
con sólo un cambio en su personal. No es un conjunto que conozco, aunque
tengo uno de sus discos, pero me pudo la curiosidad, especialmente porque lo
recomendó Antonio Martín, moderador de un foro de jazz en España, cuyo
conocimiento del jazz respeto. Él también sugirió que grabara el
concierto, lo que obedientemente hice.
El cuarteto Rova se fundó en San Francisco en 1977 por los saxofonistas
Andrew Voigt, Jon Raskin, Larry Ochs y Bruce Ackley-Voigt se retiró en 1988
y lo reemplazó Steve Adams.
En 1985 el cuarteto inició Rova:Arts, una organización sin fines de lucro
dedicada a difundir música de avanzada, como también otras disciplinas
artísticas similares. Rova:Arts administra las actividades del cuarteto,
presenta obras de compositores emergentes del género, y un programa
educativo. Además, Rova:Arts ha encargado más de 30 obras para saxofón de
artistas estéticamente tan diversos como los compositores minimalistas
Terry Riley y Pauline Oliveros, los compositores del avant-garde Fred Frith
y Anthony Braxton, de Lindsay Cooper, músico del rock experimental y
luminarias del jazz como Jack DeJohnette y John Carter.
El concierto que asistí ese sábado estaba dividido en dos partes. Primero
se presentó el cuarteto e interpretó dos de sus obras:
"Testimony", de Steve Adams y luego "The Unquestioned
Answer", de Jon Raskin y Larry Ochs. En la segunda parte se unieron al
cuarteto 8 músicos e interpretaron una versión de "Ascension" de
John Coltrane. Unas trescientas personas coparon el Yerba Buena Cultural
Center, un lugar excelente para escuchar música por su acústica y por la
proximidad del público a los artistas.
El concierto comenzó con el cuarteto de saxofonistas en una estridente
salva, de mucho volumen y vigor, luego presentaron el tema y enseguida se
iniciaron varias series de improvisaciones tanto colectivas como
individuales. En otras participaban dos o más músicos, dialogando e
incentivándose el uno al otro. De estas improvisaciones se desarrollaban
temas secundarios, con estructuras propias y con interesantes figuras
rítmicas que acentuaban el resto de los músicos. Los papeles se iban
intercambiando. En un momento mágico, Bruce Barkley quedó solo en el
escenario junto a su soprano y nos entregó unas variaciones maravillosas.
Una vez concluidos los aplausos, Steve Adams se dirigió al micrófono para
hacer un anuncio, pero Ochs, ansioso comenzó el segundo tema antes que
Adams pudiera hablar. Éste abriendo los brazos en un gesto de resignación
se retiró causando risas en el público, que se escuchan en la grabación.
Al segundo tema se le dio el mismo tratamiento de improvisaciones de grupo e
individuales.
"Ascension", composición de John Coltrane, se grabó
originalmente en junio de 1965. Esta composición forma parte de una
trilogía religiosa-free: "A Love Supreme" de diciembre de 1964 y
"Meditations" de noviembre del mismo año. "Ascension"
tiene un enfoque semejante al de "A Love Supreme". Es un tema de
cinco notas que se repite en varias partes de la obra. Desde su inicio el
auditor tiene que prestar atención. Esta es una obra seria y pesada que no
permite ser tratada levemente. Requiere atención y desde su inicio Coltrane
lo advierte. Aquí no hay engaños.
Coltrane usó, además de su cuarteto, un ensamble de cuatro saxofones, dos
trompetas, y un segundo contrabajista. El enfoque del Rova es similar pero
con una instrumentación totalmente distinta. Al cuarteto se le unen algunas
de las figuras importantes del avant-garde actual: Otomo Yoshihide,
guitarrista y dj de la escena avant-jazz del Japón, ex miembro del grupo
Ground Zero; Ikue Mori, también japonesa, artista de la electrónica que ha
hecho fama en el East Village tocando junto a gente del calibre de John Zorn
y Arto Lindsay; el guitarrista Nels Cline y en contrabajo Fred Frith. Chris
Brown en teclados, Jenny Scheinman y Carla Kihlsted (esta última del Tin
Hat Trio), en violín eléctrico y Don Robinson en batería.
La música la iniciaron las violinistas con un tema lúgubre y ominoso,
luego siguió el tema de cinco notas (paa-raaa-ra-ra-raaaaa) en el que
participó el ensamble completo. El volumen era ensordecedor.
Afortunadamente cometí un error durante el intermedio cuando fui al baño a
cambiar furtivamente la cinta del DAT y accidentalmente mudé el control de
grabación a la mitad, un fortuito accidente que permitió que los pasajes
de mayor volumen se registraran correctamente.
Jon Raskin, quien actuó como concert-master, inició la primera serie de
improvisaciones en su saxo barítono junto a Carla Kihlsted en violín, con
el apoyo de algunos de los miembros del ensamble. Traté en vano de
determinar quién tocaba cuál de los instrumentos manejados por ordenador.
Eran tres, Yoshihide, Mori y Brown. Además, tanto Cline como Frith mudaban
de procesadores y emitían sonidos extraños a sus instrumentos. Francamente
me da lo mismo, la música era subyugante sin importarme quien era el
responsable de crearla. Después de una segunda rueda del motif de 5 notas,
comienza la segunda serie de improvisaciones, esta vez participan Cline y
Frith con percusión acústica y electrónica. A propósito, Don Robinson
usa una batería de jazz, es una Sonor de los años 70, con bombo de 18
pulgadas, instrumento raro de encontrar en un ensamble de esta naturaleza.
Sucesivamente participaron todos los integrantes en estas series de
improvisaciones, pero en mi memoria resaltan dos de ellas: la de ambas
violinistas en interesantes diálogos con Ackley, que emitía sonidos más
identificables a un oboe que a su saxo soprano. La otra fue una genial
intervención entre el barítono y el dj, quienes crearon sonidos
curiosamente similares.
El final de la obra fue glorioso, después de una bacanal de sonidos,
nuevamente fueron las violinistas las encargadas de cerrar el concierto. Fue
sublime. Me hizo recordar una experiencia de hace años cuando escuché por
primera vez en vivo la Novena sinfonía de Mahler. Mahler, estaba
obsesionado por la muerte, en casi todas sus obras hay algún aspecto
relacionado a la muerte. En los últimos momentos de la obra, cuando
finaliza el cuarto movimiento, Mahler describe la dulce experiencia de la
separación del alma del cuerpo, experiencia que, según él, es casi
imperceptible y la música así lo ilustra. Es imposible determinar cuándo
termina la obra. Bien, el sábado fue similar. Una vez que cesó la música,
el espíritu de Coltrane cayó sobre todos nosotros y hubo un largo silencio
antes que el público unánimemente se pusiera de pie y aplaudiera a rabiar.
Francamente emocionante.
Roberto
Barahona
Monterey, California
11 de febrero de 2003
http://www.purojazz.com