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WAYNE SHORTER QUARTET - ANTONIO SERRANO & JOSÉ REINOSO CUARTETO CON MIGUEL POVEDA

XXI Festival de Jazz de Madrid

  • Fecha: 6 noviembre 2004
  • Lugar: Palacio de Congresos del Campo de las Naciones (Madrid).
  • Hora: 21:00
  • Asistencia: lleno (ni un alfiler)
  • Componentes:
    ANTONIO SERRANO & JOSÉ REINOSO CUARTETO CON MIGUEL POVEDA
    Antonio Serrano: armónica
    José Reinoso: piano
    Horacio Fumero: contrabajo
    José San Martín: batería
    Miguel Poveda: voz

    WAYNE SHORTER QUARTET:
    Wayne Shorter: saxos tenor y soprano
    Danilo Pérez: piano
    John Paticucci: contrabajo
    Brian Blade: batería


©Guillermo Navarro, 2004


©Guillermo Navarro, 2004


©Guillermo Navarro, 2004


©Guillermo Navarro, 2004

  • Comentario: El jazz latino, en todas las variantes de la etiqueta, está de moda, en especial en nuestro país, con sus calles cincuenta y pico y con sus propios apartados en las megatiendas de ocio. No es de extrañar: al fin y al cabo somos un país, no de jazz, pero sí latino, con el sabor de una copa de vino. Reconozco que no tengo una gran devoción por este estilo/marchamo, pero creo que hay cierta saturación en este tipo de propuestas. Todo esto viene a cuento del concierto del cuarteto de Antonio Serrano y José Reinoso. Son buenos músicos, no hay duda, en especial Antonio Serrano con abundantes recursos a la armónica y un sonido muy próximo del bandoneón. Tampoco se puede dudar de la sinceridad del proyecto. Pero no deja de ser una propuesta más que toma una temática hispanoamericana (en este caso, el sur del continente americano, bolero, tango, candombé...) para pasarla por el tamiz del jazz. Y de un jazz de una factura formal demasiado... formal. Al cuarteto se añadió Miguel Poveda (reclamo adicional) en tres de los temas, un gran cantaor flamenco que aquí se queda en un buen cantante de boleros.

    En cambio, el concierto del cuarteto de Wayne Shorter fueron palabras mayores. Llevan tocando cuatro años juntos, en una gira prácticamente ininterrumpida y el nivel de compenetración es apabullante. Con estos tres pipiolos, Shorter ha reencontrado un nuevo impulso creativo tras varios años (lustros) de estancamiento o, al menos, de desorientación. De acuerdo, la edad empieza a pesar en el saxofonista que ya sólo realiza solos breves y prefiere que el protagonismo esté compartido entre los cuatro. Pero, como buen líder, orienta, sugiere, apunta y dirige una música abstracta y cambiante que requiere una total empatía y compromiso por parte de sus intérpretes. Recuerda al papel de Miles Davis en su segundo gran quinteto, el de los años sesenta, en el que se hacía acompañar por unos jóvenes con muchas cosas que decir, entre ellos un tal Wayne Shorter.

    Porque en este cuarteto prima ante todo el concepto de grupo: no hay solos especialmente destacables como tampoco hay una jerarquía sonora. Pero eso no quiere decir que cada ego quede enterrado en la disciplina del conjunto. Ni mucho menos, Shorter & Co. han logrado un equilibrio admirable entre el “yo” y el “nosotros”, entre libertad y disciplina.

    Quien haya escuchado el primer disco del cuarteto, “Footprints Live!” (Verve), o haya asistido a algún concierto de la gira de 2001 en el que fue grabado (por ejemplo en Vitoria), ha podido comprobar el importante grado de abstracción y libertad que desprendía su música. Y digo “desprendía” porque, tres años después, esas características se han agudizado de una forma radical. Sí, el Wayne Shorter Quartet hace un jazz totalmente libre, más free (y más personal) que muchos de los grupos que alzan ese estandarte. Las piezas empiezan con alguna propuesta o patrón marcado por alguno o varios de los músicos; la música avanza descubriéndose a sí misma, hasta que Shorter enuncia un boceto de una de sus composiciones (en el concierto madrileño, servidor pudo reconocer “Sanctuary”, “Chief Crazy Horse”, “Masqualero” y “JuJu”). Pero no se trata de un regreso a la forma, sino tan sólo de una dirección (o un pretexto) para seguir desarrollando la música.

    Pero lo más sorprendente es el concepto rítmico, totalmente flexible, con crescendos y decrescendos, acelerones y frenazos, ejemplo excepcional de la interacción alcanzada por los cuatro intérpretes. Y es precisamente el ritmo el que determina los “paisajes sonoros” que visita una música que sugiere metáforas marinas, el vaivén de las olas, el tiempo apacible y tormentoso...

    Los cuatro músicos disfrutan realmente sobre el escenario, lo que se nota en las miradas cómplices y en las sonrisas (incluso carcajadas) entre ellos. El trío rítmico descubre una libertad para expresarse fuera de lo común y Shorter asiste y participa como un padre orgulloso y malicioso a un ejemplo único de creatividad musical. Un tesoro a descubrir una y otra vez.

    Diego Sánchez Cascado