|
|
|
WAYNE SHORTER QUARTET - ANTONIO SERRANO & JOSÉ
REINOSO CUARTETO CON MIGUEL POVEDA
XXI Festival de Jazz de Madrid
©Guillermo Navarro, 2004
©Guillermo Navarro, 2004
©Guillermo Navarro, 2004
©Guillermo Navarro, 2004
-
Comentario: El jazz latino,
en todas las variantes de la etiqueta, está de moda,
en especial en nuestro país, con sus calles cincuenta
y pico y con sus propios apartados en las megatiendas de ocio.
No es de extrañar: al fin y al cabo somos un país,
no de jazz, pero sí latino, con el sabor de una copa
de vino. Reconozco que no tengo una gran devoción por
este estilo/marchamo, pero creo que hay cierta saturación
en este tipo de propuestas. Todo esto viene a cuento del concierto
del cuarteto de Antonio Serrano y José Reinoso. Son
buenos músicos, no hay duda, en especial Antonio Serrano
con abundantes recursos a la armónica y un sonido muy
próximo del bandoneón. Tampoco se puede dudar
de la sinceridad del proyecto. Pero no deja de ser una propuesta
más que toma una temática hispanoamericana (en
este caso, el sur del continente americano, bolero, tango,
candombé...) para pasarla por el tamiz del jazz. Y
de un jazz de una factura formal demasiado... formal. Al cuarteto
se añadió Miguel Poveda (reclamo adicional)
en tres de los temas, un gran cantaor flamenco que aquí
se queda en un buen cantante de boleros.
En cambio, el concierto del cuarteto de Wayne Shorter fueron
palabras mayores. Llevan tocando cuatro años juntos,
en una gira prácticamente ininterrumpida y el nivel
de compenetración es apabullante. Con estos tres pipiolos,
Shorter ha reencontrado un nuevo impulso creativo tras varios
años (lustros) de estancamiento o, al menos, de desorientación.
De acuerdo, la edad empieza a pesar en el saxofonista que
ya sólo realiza solos breves y prefiere que el protagonismo
esté compartido entre los cuatro. Pero, como buen líder,
orienta, sugiere, apunta y dirige una música abstracta
y cambiante que requiere una total empatía y compromiso
por parte de sus intérpretes. Recuerda al papel de
Miles Davis en su segundo gran quinteto, el de los años
sesenta, en el que se hacía acompañar por unos
jóvenes con muchas cosas que decir, entre ellos un
tal Wayne Shorter.
Porque en este cuarteto prima ante todo el concepto de grupo:
no hay solos especialmente destacables como tampoco hay una
jerarquía sonora. Pero eso no quiere decir que cada
ego quede enterrado en la disciplina del conjunto. Ni mucho
menos, Shorter & Co. han logrado un equilibrio admirable
entre el “yo” y el “nosotros”, entre
libertad y disciplina.
Quien haya escuchado el primer disco del cuarteto, “Footprints
Live!” (Verve), o haya asistido a algún concierto
de la gira de 2001 en el que fue grabado (por ejemplo en Vitoria),
ha podido comprobar el importante grado de abstracción
y libertad que desprendía su música. Y digo
“desprendía” porque, tres años después,
esas características se han agudizado de una forma
radical. Sí, el Wayne Shorter Quartet hace un jazz
totalmente libre, más free (y más personal)
que muchos de los grupos que alzan ese estandarte. Las piezas
empiezan con alguna propuesta o patrón marcado por
alguno o varios de los músicos; la música avanza
descubriéndose a sí misma, hasta que Shorter
enuncia un boceto de una de sus composiciones (en el concierto
madrileño, servidor pudo reconocer “Sanctuary”,
“Chief Crazy Horse”, “Masqualero”
y “JuJu”). Pero no se trata de un regreso a la
forma, sino tan sólo de una dirección (o un
pretexto) para seguir desarrollando la música.
Pero lo más sorprendente es el concepto rítmico,
totalmente flexible, con crescendos y decrescendos, acelerones
y frenazos, ejemplo excepcional de la interacción alcanzada
por los cuatro intérpretes. Y es precisamente el ritmo
el que determina los “paisajes sonoros” que visita
una música que sugiere metáforas marinas, el
vaivén de las olas, el tiempo apacible y tormentoso...
Los cuatro músicos disfrutan realmente sobre el escenario,
lo que se nota en las miradas cómplices y en las sonrisas
(incluso carcajadas) entre ellos. El trío rítmico
descubre una libertad para expresarse fuera de lo común
y Shorter asiste y participa como un padre orgulloso y malicioso
a un ejemplo único de creatividad musical. Un tesoro
a descubrir una y otra vez.
Diego Sánchez Cascado
|
|
|
|
|
|
|
|
|