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JOEY BARON & ROBYN SCHULKOWSKY - DINOSAUR DANCES
Temporada 2004 - Arco y Flecha
- Fecha: 9 febrero 2004
- Lugar: Mercat de les Flors, Barcelona
- Hora: 21:30 horas
- Asistencia: 110 personas (lleno).
- Componentes:
Joey Baron (batería, percusión)
Robyn Schulkowsky (percusión)
©Bernat Comerma, Tomajazz, 2004
Comentarios por:
Comentario: La promotora
barcelonesa Arco y Flecha parece dispuesta
a dinamizar la escena musical de la ciudad condal, que ondea
habitualmente la bandera del “pocos y mal repartidos”
con asombrosa pasividad, programando una serie de conciertos
en el Mercat de les Flors que huyen de etiquetas
y consideraciones comerciales. Una propuesta como mínimo
plausible.
Los encargados de alzar este telón de la creatividad
fueron dos percusionistas de renombre y dilatadas carreras.
Por una parte, Joey Baron, baterista que ha
militado en las filas de bandas tan emblemáticas como
Naked City y Masada de John
Zorn, entre otros muchos proyectos del compositor neoyorquino,
y ha colaborado con músicos de la talla de Joe
Lovano, Bill Frisell o Laurie
Anderson, además de haber registrado varios
discos a su nombre. Por su parte, Robyn Schulkowsky,
un nombre algo menos familiar, es una percusionista de música
clásica contemporánea que ha trabajado con compositores
legendarios como Morton Feldman, Christian
Wolff, Karlheinz Stockhausen, John
Cage, Derek Bailey o Mauricio
Kagel. La curiosidad de Schulkowsky
la ha llevado a crear sus propios instrumentos de percusión,
y fueron éstos la columna vertebral del show del pasado
lunes. Baron plantó su habitual equipo
minimalista (caja, bombo, un par de timbales y platos, poco
más), en contraste con la suntuosidad del kit de Schulkowsky,
que incluía tres grandes cajones de madera de superficie
móvil, a modo de marimba algo desorbitada y de sonido
ultragrave- que indirectamente recuerdan a la famosa Marimba
Eroica de Harry Partch-. Utilizando mazas (como
cabría esperar, también desorbitadas), puños,
codos y cualquier otra parte del cuerpo que sugiriera su imparable
imaginación, el tándem alternó piezas cien
por cien improvisadas con composiciones propias, aunque dada
la espontaneidad de las interpretaciones, resultaba prácticamente
imposible distinguir unas de otras. Baron y
Schulkowsky desprendían un virtuosismo
contenido, pura diversión y un entendimiento innegable.
Sin embargo, dadas las características acústicas
de la sala, el sonido grave de estos peculiares instrumentos
quedó algo ahogado en la parte frontal del escenario,
lo cual convirtió lo que pudo haber sido un espectáculo
memorable en un show algo monótono (aunque mirándolo
con el cristal adecuado, podríamos hablar de hipnótico).
Afortunadamente, cuando Baron echó mano
de las baquetas que le han convertido en el baterista imprescindible
que es, saltaron chispas. Fue en esos momentos donde se halló
un equilibro perfecto entre entretenimiento y magistralidad,
donde se pudo apreciar verdaderamente la telepatía entre
ambos músicos y donde muchos de los allí presentes
nos sentimos irremediablemente contagiados por sus virtudes.
Fue entonces cuando se produjo la auténtica danza primitiva
que proponían Baron y Schulkowsky.
Efrén del Valle
©Bernat Comerma, Tomajazz, 2004
Comentario:
Joey Baron es uno de los más prestigiosos
baterías de la escena musical actual. Tiene un currículum
impresionante, habiendo acompañado a músicos de
estilos muy variados, como Chet Baker, Dizzy
Gillespie, Laurie Anderson, David
Bowie, Ellery Eskelin o John
Medeski. Ha sido miembro de “ Naked City”
(con John Zorn, Bill Frisell,
Fred Frith, Wayne Horvitz)
y de Masada ( John Zorn, Dave
Douglas y Greg Cohen). Como líder
ha publicado seis discos, hasta la fecha.
Robyn Schulkowsky inició su formación
musical como percusionista de música clásica.
Ha trabajado junto a compositores como John Cage,
Stockhausen o Christian Wolf.
Más reconocida como improvisadora ha acompañado
a Derek Bailey o al maestro percusionista de
Ghana, Ghanaba.
En este concierto, el dúo presenta su reciente álbum
llamado “ Dinosaur Dances”.
El título en sí, puede dar cierta pista sobre
la música que contiene, ya que explora ritmos percusivos
en su esencia y aparentemente desligados de todas influencia
de otras músicas étnicas de cualquier parte del
mundo. Diría que representa una percusión pura,
básica, sin ataduras, primitiva...
La pequeña sala tenía una capacidad limitada a
unas 110 personas, aproximadamente las que acudieron al concierto.
El problema consistía en que el entarimado del escenario
al estar ocupado por 4 grandes cajones de percusión:
tres a la vista y otro detrás, ya que no cabía,
hacía que el resto de instrumentos de percusión
y la batería estuviesen a nivel de suelo, o sea, al de
los asientos del público. Esto causaba que sólo
las 8 personas sentadas en primera fila pudiesen ver el espectáculo
sin dificultades de visión.
Las llamadas cajas de percusión son un invento de ambos
músicos y se componen de unas estructuras de madera maciza,
que actúan de cámaras de resonancia, con un tablón
suelto colocado encima y separado por un cilindros de esponja
a cada lado. Tienen una gran capacidad de resonancia. Se pueden
hacer sonar desde repicando con los dedos, con los puños
cerrados, con las palmas de las manos, como un tambor convencional,
etc... Con ello, el instrumento ofrece la posibilidad de lograr
un gran espectro de sonidos percusivos.
Los problemas de sonido también se hicieron notar eventualmente
a lo largo del concierto. Básicamente, consistieron en
que al hacer sonar los graves de una de las cajas el altavoz
uno de los bafles sonaba notoriamente distorsionado provocando
lo que técnicamente se llama “parásitos”.
También, de vez en cuando sonaban ocasionales y molestos
chasquidos.
La música en sí, la encontré un poco fría,
en ciertos momentos monótona, no obstante, la capacidad
técnica de los músicos, así como su sincronización
era indiscutible. Para mí, lo mejor fueron los solos
de Baron a la batería con la que se
desenvuelve a sus anchas, como pez en el agua. El hecho de estar
mermada la visión de los músicos, “escondidos”
detrás de las primeras filas, hacía que se redujese
un poco más la componente de entretenimiento. El bis,
animó algo más a los convocados, pero una hora
y media de concierto fue más que suficiente.
Bernat Comerma.
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© Tomajazz, 2004 |
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