22º Festival de jazz de Terrassa (www.jazzterrassa.org)
Fecha: 18 de marzo de 2003
Lugar: "La Nova Jazz Cava" de Terrassa (Barcelona)
Entrada: Media entrada. Precio de la entrada 25 euros.
Músicos:
El trompetista francés Erik Truffaz puede considerarse como uno de los triunfadores del 22º Festival de Jazz Terrassa. Como las verdaderas buenas cosas, su triunfo no se debió a factores de fama –Truffaz es muy conocido en Francia, pero aquí inicia ahora la conquista de un público exigente y abierto a nuevos sonidos- ni a una campaña de marketing, ni al relumbrón de un apellido de saga musical. Truffaz no colgó el cartel de entradas agotadas y los asistentes que llenaron la sala lo hicieron gracias al boca-oreja que aseguraba su solvencia. Y es que Truffaz tiene una buena cuenta corriente de imaginación y calidad técnica, muestra de que el jazz no tiene porque ser una repetición de estilos pretéritos ni una revisión de clásicos contemporáneos.
Lo que hizo el trompetista y la reacción del público asistente debería servir para conseguir que, no sólo se abriesen estos certámenes a las investigaciones de nuestros vecinos europeos en materia de jazz, sino para que el público entendiese que este género sigue más vivo que nunca y que no es precisamente en las memeces de Saint Germain donde reside la vanguardia electrónica del jazz, como piensan los que se autodenominan modernos.
Truffaz llegaba a Terrassa para poner punto final a la gira de ‘Mantis’, un trabajo con el que inauguraba el proyecto Ladyland Quartet, junto a Manu Codjia, Philippe Garcia, Michel Benita y Mounir Troudi. El francés optó por un único set de 90 minutos, anunciando así la intención de no dejar ni un segundo de respiro intelectual a los espectadores. Aunque lánguido y serio en apariencia, el francés se mostró juguetón con la trompeta y apeló por la rebelión de sus compañeros, lo que generó un flujo de libertad creativa capaz de hundir la Nova Jazz Cava.
Este fiel seguidor del Miles Davis más radical, apostó por jugar honestamente y ganó sin la necesidad de los típicos engaños basados en filigranas barrocas de soplidos sin fin. La misma sobriedad mostraron los músicos: Codjia –genial en la guitarra eléctrica-, Benita al contrabajo y Garcia. Todos sin excepción –porque Truffaz no entiende su música como la conjunción de un divo y su sección rítmica- consiguieron elevar, poco a poco, el calor de la sala a base de los, en apariencia, fríos sonidos electrónicos y de trompeta. El clímax llegaría poco después, con la intervención del cantante Mounir Troudi, tunecino que aportó fuerza y sentimiento sin necesidad de que nadie entendiese lo que esas palabras en árabe -medio llanto, medio súplica- significaban. Espasmódico, casi en trance, Mounir Troudí fue todo genorosidad y regaló los momentos más brillantes de la noche. Perfecto.
Lu Rosebud