Comentario: El ciclo que
anualmente organiza la Universidad Pública de Navarra cambió entorno
gastronómico al jazz. Del salón de comedores de la pasada edición a la
cafetería del aulario de la presente. La búsqueda de la atmósfera del
puro y la copa. La realidad no es una ausencia de espacios adecuados -
argumento esgrimido por la organización - sino la mentalidad prejuiciosa
que sitúa jazz en contexto de copa y puro. Humeante entorno nada adecuado
para una música que con la evolución requiere de precisa atención.
Si de lo que se trata es de acercar la música a un público inhabitual
propongo que la próxima edición del ciclo "Grandes
Intérpretes", organizado también por la UPNA, se celebre en la
cafetería del jazz. Aunque claro, ¿alguien imagina las líricas de - por
ejemplo - María Bayo luchando a pulmón partido contra ruidos de cafetera o
jolgorio de hormonas universitarias? ¿Cuesta verdad?
Flaco favor que una Universidad - institución dedicada a la difusión de la
cultura y el conocimiento - una esta música de creatividad a un
concepto de ocio nocturno de bar. No es menos ocio disfrutar de esta música
con profunda atención.
Aunque quede en el capítulo "anecdotario" del ciclo un apunte
doliente. La actuación del Baldo Martínez Grupo se vio sorprendida en
medio del desarrollo musical por un repentino encendido de las luces
fosforescentes del local. Era hora del cierre. Final de turno de los
trabajadores, hora forzosa del final de la música. Entra dentro de la
lógica laboral que quien por contrato finaliza a las 20:30 quiera terminar
a la hora en punto - sobre todo - si no hay premio para las horas
extras. Otra cosa es que la forma de manifestarlo fuera la adecuada. No
parece respetuoso para con el músico y el público romper la atmósfera de
esa manera. Algo debiera hacer la Universidad para próximos ciclos. O
empezar antes o contratar personal para la ocasión, pero no desde luego
interrumpir el desarrollo natural de la música. Eso y un perro sobre el
escenario durante un par de minutos lo tomaremos con humor por no llorar.
¿Se lo imaginan con María Bayo?
El ciclo discurrió durante tres días a través de tres grupos de diferente
sonoridad. Abría el saxo tenor canadiense de Grant Stewart junto al
cuarteto "Dexterity". Una propuesta de recuerdo a la figura del
gran Dexter Gordon. Una de esas propuestas que alejan a algunos aficionados
al jazz de nuestro país - por falta de novedad en lo propuesto - de lo
hecho por los nuestros. Se puede afrontar este tipo de conciertos desde el
planteamiento de la creación o de la recreación. Es el segundo de los
casos el de esta propuesta de "Dexterity".
Grant Stewart era la figura invitada a una larga gira para lo que
acostumbramos por estas tierras. Algo más de dos semanas en ruta. El saxo
de Stewart sonó amplio y rotundo. Un colega saxofonista se mostraba
entusiasmado por el sonido "Dexter Gordon" del canadiense. Me
preocupa la frase. No tanto por Grant - profesional en camino de
consagración - sino por mi colega. ¿No es mayor virtud el sonido propio
que la imitación? Dicho por un estudiante no es demasiado esperanzador.
Quizá un ejemplo del "efecto Berklee".
Contaba "Dexterity" con la trompeta de Chris Kase. Uno de los
trompetistas norteamericanos con mayor sabor europeo en conceptos. Su
trompeta si mostró lenguaje propio para una música quizá un tanto ajena a
su línea estética (al menos a mi entender).
El trío base jugó siempre desde la discreción. Ignasi eludió
protagonismo de solos para centrarse en ese walking que hace caminar la
música de esa época. Xavier lució en solos sobriedad pianística y Esteve
mostró su joven contundencia en un solo propio del estilo swing (que no del
swing del jazz).
Velada para el jazz de jam.
La segunda jornada del "Universijazz" trajo sonidos latinos
(¿salsa o latin jazz?) de Gettho P´Alante. Una joven formación de
músicos de Gipuzkoa y Navarra. Por motivos laborales lamento no poder haber
asistido aunque los ecos de la actuación hablan de gran ambiente y sorpresa
ante la pulsación rítmica de la batería. Su edad física (unos 15 años)
no corresponde con la musical. Una de las grandes sorpresas para el público
asistente.
El cierre fue broche de oro. Nunca he escondido mi pasión por la música
creativa de Baldo Martínez con su Baldo Martínez Grupo. Una creación que
sonoramente transcurre por paisajes sonoros de su geografía gallega (entre
otras). Paisajes que se visionan desde una mente honesta en lo musical y en
lo verbal. La velada transcurrió con la actualidad inundándolo todo.
"Prestige" e Irak generan una "rabia" creadora en Baldo
que por belleza choca frontalmente con la brutal fealdad de ambas
"inspiraciones".
En lo meramente musical los sonidos pusieron directo a "Nai",
hasta la fecha su última grabación con esta formación, y anticiparon
futuro discográfico en dos composiciones llenas de la emoción y
complejidades rítmicas propias de Baldo. Composiciones que exploran de
lleno las posibilidades del nuevo instrumento del grupo. El violín de
Eduardo Ortega sustituye al habitual saxo de Alejandro Pérez. Nuevas
posibilidades sonoras que obligan a un curioso empaste en melodías con la
trompeta de un eficiente David Herrington. Sin duda el violín acerca en
sonido - más si cabe - esta música al paisaje gallego de ciertos
capítulos de las composiciones de Baldo.
Una de las mayores virtudes de su música se encuentra en la exploración
rítmica y en la complejidad estructural - valor que no siempre tiene por
qué ser virtud. No se limita su música a la exposición temática y
solismos de lucimiento, sino que obliga a la constante interacción de los
músicos. Importante en ese sentido la labor de Antonio Bravo, un
espléndido guitarrista alejado de las guitarras del acorde a pulso fijo. Y
todo ello acompasado siempre por la batería de un Pedro López
imprescindible que con su peculiar batería le da a la música de Baldo un
cierto toque arcaico. Lo contemporáneo, claro está, convive sin problemas
con la tradición.
Capítulo aparte merece la labor puramente contrabajística de Baldo
Martínez. Estamos ante un explorador de sonoridades sin prejuicios de
electrónica. Exploración que no oculta deficiencias en lo acústico sino
todo lo contrario. Su nivel ejecutante es envidiable tanto al arco como al
punteo. Su contrabajo es riesgo en paralelo a la composición. Uno de los
pocos músicos con "el" determinante de nuestro jazz. Al menos lo
es en personalidad.
En lo meramente estadístico del ciclo la asistencia. Llenos en silla y
numeroso público de pie en los tres días de actuaciones. Sin embargo
distingamos dos públicos. El oyente voluntario y el oyente forzoso. El
voluntario mayoritariamente atento y silencioso. El forzoso encontró hilo
musical a su encuentro de amigos con cerveza en la cafetería del encuentro
universitario. La convivencia de ambos en entredicho. A los primeros nos
molestan los segundos. Todo sea por el sempiterno acercamiento a la masa
social de esta música. Pais.
Carlos Pérez Cruz (texto y
fotografía)