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DAVE
WECKL BAND
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Comentario:
Pese al lleno absoluto, hoy se ha sentido
un gran vacío en el San Juan. Sus viejas butacas y
muchos de las que las ocupamos año tras año
ya echamos de menos la presencia callada de Federico González,
nuestro compañero del diario El País que nos
dejaba esta semana, maestro de críticos, quien comenzara
sus pasos haciendo fotografías entre sus muros. Pese
a que una crítica periodística pueda coincidir
o no con la propia opinión, nadie puede cuestionar
que Federico elevaba sus reseñas a categoría
literaria con el talento de una pluma privilegiada y un estilo
de elegancia acrisolada. Por estas y otras razones, sus amigos
del Johnny le dedicarán esta vigésimo tercera
edición de su ciclo estrella.
Si había pesar en algunos corazones, lo que había
fuera, en la sala, era máxima expectación por
presenciar el espectacular arranque de esta edición.
El responsable: Dave Weckl, para muchos el batería
con mayúsculas que se ganó su popularidad como
miembro de las formaciones eléctrica y acústica
de Chick Corea; avalan su solvencia incontables colaboraciones
que le han convertido, junto con Vinnie Colaiuta, en uno de
los músicos de sesión más solicitados
y una referencia obligada para los estudiantes de batería
moderna. El protagonista ofreció al público
lo que esperaba: grandes dosis de técnica irreprochable
sobre un gran set de batería enriquecido con elementos
de percusión latina, contundencia, pegada, groove y
dirección con mano férrea en los temas de grupo
y un extenso solo en el que exploró otras tímbricas
con baquetas terminadas en varillas de plástico, rítmica
y técnicamente complejo, con agradecido equilibrio
entre los momentos melódicos y las carreras desenfrenadas,
en resumen: un solo marca de la casa.
Como grupo, la banda de Weckl practica una fusión eléctrica
de buena factura, contundente y sin fisuras, cargada de detalles,
polirritmia y alardes técnicos. Arrancaron con “Wake
up”, tema que abre su excelente trabajo “Transition”
(Stretch, 2000) y abordaron un repertorio pleno de energía
sin conceder – salvo una única balada –
tregua alguna a una audiencia que abarrotaba el San Juan,
entregada desde el primer golpe de caja. También hubo
especio para temas propios de los trabajos en solitario tanto
del teclista Steve Weingart como del saxofonista Gary Meek,
así como algunas pinceladas de corte latino que proporcionaron
colorido a la actuación.
Weckl ha sabido rodearse de grandes músicos para sus
proyectos en solitario, y los que le acompañaban en
el escenario vienen haciéndolo desde hace más
de cuatro años: el increíble Tom Kennedy, bajista
polifacético (véanse sus trabajos con el teclista
Derek Sherinian y su formación de metal progresivo
Planet X), sólido donde los haya, complemento perfecto
a Weckl en la base con su fraseo trepidante de variedad ilimitada,
quien desperdició en su solo la ocasión de mostrar
su capacidad melódica en beneficio de una demostración
gratuita de virtuosismo de alta velocidad en un mástil
ya humeante de su rítmica en los temas con el resto
del grupo; el soporte armónico del teclista Steve Weingart,
tal vez el más interesante y arriesgado en los solos,
jugando con maestría a solear dentro y fuera, quien
compitió en velocidad y colorido algunos momentos intensos
de llamada-respuesta con Gary Meek, la última incorporación
al grupo, saxofonista en la estela de Michael Brecker, quien
sumó su esfuerzo y entrega al del resto de sus compañeros
en un concierto potente y algo sobrecargado de “fuegos
artificiales” que igualmente hizo las delicias del respetable.
Sergio
Cabanillas
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