Comentario:
Tras un año 2004 con una actividad jazzística
no muy amplia pero sí de calidad contrastada, en la que
apostó por un ciclo dedicado al Jazz Europeo por dónde
desfilaron músicos de la talla de Bojan Z o Baldo Martínez
con su Cuarteto Acústico, el Auditorio de Barañain
abrió sus puertas en 2005 al Jazz con un concierto para
un grupo, Bridge 61, en cuya formación milita una de
las figuras más activas en el panorama jazzístico
internacional: Ken Vandermark.
En este su nuevo proyecto le acompañan Nate McBride
y Tim Daisy. Estos dos músicos son viejos conocidos
para los seguidores de su trayectoria. El primero ha participado
en proyectos como Spaceways Inc. o Tripleplay. Por su parte
Tim Daisy es un joven batería conocido fundamentalmente
por participar en la formación más conocida
del saxofonista de Chicago: The Vandermark 5. Completa la
formación el joven clarinetista bajo Jason Stein.
Musicalmente este grupo afronta una cuestión aparentemente
sencilla como es acercarse a la música creativa desde
una perspectiva actual y fuertemente basada en la composición,
con algunas piezas de elaborada escritura como soporte para
intensas improvisaciones, en dónde en muchos momentos
primó sobre el "swing" o el "groove"
la búsqueda de distintos ambientes sonoros. Entre las
múltiples influencias que se vislumbraron a lo largo
de los diez temas de un generoso concierto dividido en dos
partes de unos cincuenta minutos cada una de ellas, hubieron
referencias a la música contemporánea, la nueva
música, el rock, el funk o "incluso" del
jazz, de la mano de un repertorio aportado por cada uno de
los integrantes del cuarteto.
El concierto permitió disfrutar de la potencia de
Ken Vandermark tanto al saxo tenor como al barítono.
No podría ser de otro modo si estamos hablando del
tercero en discordia de ese supergrupo de saxofonistas llamado
Sonore en dónde participan sus colegas de aventuras
y grandes sopladores Peter Brötzmann (titular del recomendable
Chicago Tentet) y el músico nórdico compañero
de generación Mats Gustafsson con quien ha coincidido
en grupos como Aaly, FJF o el señalado Chicago Tentet.
Nate McBride no se quedó detrás. Hizo uso del
contrabajo bien con el arco o al pizzicato en siete de los
temas, utilizando en los tres restantes el bajo eléctrico,
haciendo uso en el último de ellos de los sonidos producidos
por una distorsión controlada. Tim Daisy es joven y
en su discurso utilizó según fue necesario desde
la potencia y la inmediatez de una potente pegada, hasta el
trabajo sutil sobre los parches, los platos o las escobillas,
baquetas y diversos elementos adicionales como una campanita
presente intermitentemente a lo largo del concierto. El músico
que menos seguro se mostró con su trabajo fue Jason
Stein, quien trabajó todo el concierto con su clarinete
bajo. A pesar de lograr un sonido muy bonito, se echó
de menos que se soltase un poco más de lo que lo hizo
en los terrenos de la improvisación.
Atención especial merece el público asistente
al concierto. A pesar de la premura en la organización
del concierto, aprovechando unos días de parón
entre su participación en el Festival Internacional
de Jazz de Tarrassa y unos conciertos en Polonia, Austria
y Alemania, la asistencia rondó las cien personas.
Una cifra no muy numerosa ya que se supone que Navarra es
una tierra de "saxofonistas", con una cierta afinidad
por el Jazz (de aquí han surgido algunas de las pocas
big-bands que han conseguido materializar sus aspiraciones
en forma de grabación) y de ser la especialidad de
Jazz en el conservatorio la más numerosa entre las
impartidas para orgullo de sus rectores. A pesar de esto,
o quizás precisamente por ello, tanto los músicos
locales (salvo alguna excepción) como los estudiantes
brillaron por su ausencia entre la audiencia. Ellos se perdieron
el poder disfrutar de comprobar que hay vida (con mayor o
menor interés, puesto que al final estamos hablando
de propuestas artísticas y por tanto de apreciaciones
personales) más allá del canonismo académico.
¡Que nos sigan dando la oportunidad de poder elegir!
José Francisco Tapiz