Comentario:
En el presente curso académico la Universidad de Sevilla
nos ha ofrecido su 8º festival de Jazz. Esta nueva edición
ha contado con la colaboración económica del Ayuntamiento
de la ciudad, lo que le ha permitido pujar más alto a
la hora de plantear el cartel, así como una mayor publicidad
y difusión del acontecimiento. El resultado: un certamen
musical que cuida del jazz fabricado en la tierra, con la presentación
del festival por parte del Javier Galisteo Grupo, y con la presencia
obligada de La Universitaria De Sevilla Big Band; un festival
de programación atractiva principalmente para un público
joven, con las apuestas de Allan Holdsworth (de raíces
guitarrísticas arraigadas en el rock/fusión de
los setenta, aunque, sin duda, ampliamente superadas), Jazzanova
(formación joven de carácter rebelde y trasgresor)y
Wallace Roney (formación jazzística estándar
acompañada de electrónica en forma de DJ).
La presentación del festival se llevó a cabo
el día 19 de febrero en el patio del Rectorado a cargo
del Javier Galisteo Grupo. El cuarteto, con Chema Sáiz
a la guitarra, aprovechó para presentar su nuevo trabajo
“Taciturno de noche” en un concierto de jazz muy
estándar, con sabor a hardbop, aunque fuertemente marcado
por una inadecuada resonancia del saxofón tenor en
el escenario del evento.
El jueves 9 de marzo se daba continuidad al certamen de la
mano de Manuel Calleja, músico, compositor y director
de la Universitario de Sevilla Big Band, bien conocido por
su labor cultivadora y propulsora del jazz en la capital sevillana.
Por primera vez en el festival, todos los temas fueron composiciones
propias de la banda, sirviendo de presentación y preludio
a una grabación que ésta está llevando
a cabo, y en la que tendrán cabida, al igual que en
el concierto, el trabajo de diversos compositores de la tierra
(si no de nacimiento, sí al menos en adopción)
que no encuentran un lugar donde poder dar salida a sus trabajos.
La Universitaria de Sevilla Big Band parece estar consolidándose,
y la cita con ésta comienza a ser un ejercicio interesante
por lo diverso de sus matices, detalles que surgen de ser
un pozo donde compositores y músicos pueden tirar sus
monedas y pedir, al menos, un deseo.
Continuó el evento el jueves 10 con la actuación
de Allan Holdsworth en el Teatro Alameda. La guitarra en el
jazz actual resulta un instrumento frío, de sonido
plano, y el jugo que se saca a la misma es el resultado de
exprimirse el oído en busca de giros armónicos,
de cambios insospechados de escala, de acordes imposibles.
En definitiva, la guitarra de Allan Holdsworth tuvo un 90%
de continente, y un 10% de contenido. Y si a esta guitarra
añadimos el golpe seco y contundente de un batería
de rock, capaz de sacar del concierto (mental o físicamente)
a todos aquéllos que buscaban una pizca de jazz, entonces
la conclusión es un concierto apto para aquéllos
que conocían previamente a Allan Holdsworth (entre
los que no me encuentro) y buscaban gozar de su virtuosismo.
La siguiente cita, Jazzanova Set feat. Clara Hill. Todo lo
que se podía esperar del concierto: aptitud prepotente
de querer romper moldes más con la intención
que con el resultado. DJ de no precisamente excelsos recursos,
y vocalista situada en un segundo plano poco integrado con
el resto de músicos, a lo que sumamos la carencia sonora
del recinto del patio del Rectorado (aun cuando el entorno
lo merezca, a las características sonoras del recinto
no se le puede exigir demasiado). En resumidos términos,
un concierto fácilmente olvidable. Buen intento (aunque
fallido) por parte de la organización.
El cierre del festival, el sábado 12, a cargo del
Wallace Roney Sextet. Casi dos horas sin apenas respiro, a
penas pausado por dos claquetazos de batería, un Eric
Callen energético, incansable, con las pupilas perdidas
por entre las cuencas oculares. Los scratches y samples introducidos
por el DJ estuvieron perfectamente contextualizados, y complementaban
la labor del resto de una banda potente, incansable, capaz
de hacernos viajar durante un corto espacio de tiempo a alguno
de esos barrios de New York, llenos de tipos cool rebosantes
de jazz urbano. Sin duda, la nota destacada del festival.
Sólo me queda apuntar hacia nueva edición de
este festival. Haciendo balance sobre el total del acontecimiento,
el sabor de boca que queda es agridulce. Más fondo
económico en la organización del festival, mayor
difusión del mismo y, sin embargo, con peor resultado
que en otros años (al menos sobre el folio de la crítica).
Hay un número ilimitado de grupos actuales por los
que apostar, sabiendo que se hace a caballo ganador. Quizás
tan sólo haya sido falta de puntería.
Sergio Masferrer