“Sacando Fuerzas de Flaqueza“
Los aproximadamente veinte minutos que supuso la espera de
la salida al escenario de Tom Harrell, produjeron impaciencia
entre el público que casi llenaba el recinto de la
INEF. Pero por fin llegó el tan ansiado momento por
ver a una de las leyendas vivas del jazz. No existieron preámbulos
ni presentaciones, simplemente hicieron lo que vinieron a
hacer, que era tocar.
Tom es un hombre, un músico, cuya trayectoria no deja
lugar a la duda; profesional desde los trece años,
acompañó a Phil Woods desde el 83 al 89, e incluso
ha hecho sus pinitos en el mundo de la fusión, realizando
arreglos para Santana en su álbum Caravanserai y también
ha pasado por bandas de latin-rock como Malo o Azteca. Hoy
día sigue manteniendo un prestigio internacional de
relevancia; su aspecto un tanto desaliñado, cazadora
de cuero y bufanda al cuello y hombros, nos transmite cierto
grado de preocupación por sus problemas de salud. Su
presencia en el escenario es de inmovilidad impertérrita,
cabizbajo y meditabundo. Toca cuando le corresponde guardando
una atención imposible, activándose y desactivándose
como si de un robot se tratara, entrando a realizar sus solos
con una exactitud matemática y dejando hacer a sus
jóvenes pero muy profesionales músicos la labor
encomendada. Harrell es un juguete roto por el tiempo, que
ha perdido arrebato en sus embestidas pero sigue manteniendo
la técnica, la dignidad, la autenticidad y la honradez
de un músico que no toca por el dinero sino por la
necesidad de sentirse vivo, con lo que le hace sentirse vivo:
la Música.
Con la fuerza justa su trompeta tropieza un par de veces
con el micro, realiza un solo y se desvanece tras sus músicos
a paso “zombie”. Economiza sus fuerzas y cada
intervención supone un esfuerzo colosal, se apoya en
el piano como el guerrero derrotado tras la batalla, adquiriendo
una pose para la mejor instantánea. No habla, apenas
gesticula, pero la música no para, suena tranquila,
serena, sencilla sin aspavientos, ni disonancias, ni una nota
mas alta que otra, todo funciona con automatismo natural.
Para qué dialogar. ¡Qué hable la música!
De sus músicos, J.Greene (¡qué bonito
saxo el suyo!); excelentes dúos con Harrell de N.Smith,
(magnifico solo); D.Grissett (refinado en sus intervenciones
o a trío); y U.Okegwo(el que mas conocimiento tenía
de él) fino estilista que no hace mucho publicara un
cd en para el sello español Satchmo (Uoniverse, 2002).
Por todo lo dicho, gracias maestro: por tu esfuerzo y tu
amor a la música; y al público al que te debes
y te reconoce, por tu tema adicional, por el trabajo que te
costó volver, no por falta de ganas, sino de fuerzas.
Enrique Farelo