Comentario: De un aforo para 1600 personas, rondaría la mitad (más o menos) al inicio del concierto de Kyle Eastwood, de los cuales no todos asistieron al del cuarteto que nos ocupa. Parte de ellos causaron baja al finalizar los primeros temas del concierto de este músico. ¿Música gamberra, excesivamente vigorosa o muy libre en sus formas? Nada de esto. En ningún momento se salió de los más estrictos cánones de lo que se acuerda en denominar como mainstream.
En cuanto al segundo de los conciertos, quizás haya dos claves para que cuatro grandes músicos con una dilatada carrera a sus espaldas y caracterizada por su pertenencia a la corriente del jazz más innovadora y libre nos ofrecieran una música tan falta de riesgo como la que nos brindaron.
En primer lugar el visible deterioro físico de su líder, que posiblemente esté dando lugar al temprano ocaso de su carrera: en los tiempos que corren 68 años no tendrían que ser óbice para mantener un aceptable nivel artístico. Lo vi llegar al recinto enfrascado en un traje negro, con su clásico sombrero del mismo color y un bastón para ayudarse en su andar dificultoso y al mismo tiempo parsimonioso. ¿Enfermedad, el resultado de una vida algo azarosa o ambas cosas?
Aunque antes del concierto me resistía a tomarla en consideración, conforme iban pasando los temas no tuve más remedio que rendirme a ella. La segunda de las claves, y puede que como consecuencia de la primera, estaba en el CD editado en 2001 y titulado Live in New York ( Verve ); un anticipo casi calcado de lo que nos esperaba. Un disco que a la vista de tan grandes nombres (más los añadidos de Grachan Moncur III y Amiri Baraka ) claramente decepciona. Por otra parte, un proyecto musical con tan escasa relevancia ¿puede seguir manteniéndose intacto 5 años después? Humildemente lo encuentro excesivo y muy significativo.
Digamos que el principio y el final del concierto fueron los mejores momentos de éste. La parte central fue aburrida y anodina, con Shepp sentado al piano limitándose a utilizarlo como un mero apoyo armónico al sonido de la maravillosa sección rítmica que le brindaba el tándem Workman/Cyrille y un Roswell Rudd encorsetado y que en todo momento fue quien cargó con el peso del concierto. Aunque Archie no ha perdido ese sonido tan recio que le caracteriza, sus intervenciones fueron pocas y breves. Claramente sus facultades no le permitían llegar a los registros e intensidad que le podemos escuchar en sus discos de décadas pasadas.
De cualquier forma, sombrerazo para la carrera musical de un gran saxofonista y de un hombre que ha llevado con dignidad una bandera de lucha política durante toda su vida.
Volviendo al concierto, Rudd fue quien mayormente mantuvo la parte solista del mismo y lo hizo con pulcritud y entusiasmo. Lo mejor, con diferencia, nos lo ofrecieron Workman al contrabajo y Cyrille a la batería. Extraordinaria sección rítmica que me ha hecho soñar con volver a verlos… pero a Workman, por ejemplo, justo un mes después (el 14 de junio) en el Vision festival con P.AkLaff, S. Rivers y R.Mitchell; y a Cyrille, por ejemplo, con los Cosmosamatics o en trío con Grimes y Crispell. Habrá que consolarse pensando que no es malo del todo seguir teniendo metas que alcanzar o sueños que realizar.
Unas últimas palabras para un público marbellí muy cosmopolita e inusualmente para un concierto de jazz, con una media de edad bastante superior a lo acostumbrado en estos eventos. Un público vip al que aún sin pedirlo le regalaron un bis y que estuvo en un tris de no suceder.
Juan Antonio Barranco.
