Comentario:
El cierre del CompluJazz 2005 estuvo a cargo de una formación que auguraba
una buena ración de jazz añejo cargado con todos los ingredientes
para disfrutar de una buena noche en la Ciudad Universitaria. Un concierto que,
dadas las características de los músicos, iba a retrotraernos, como
así sucedió, a los años dorados del hard bop.
Cielo despejado, noche muy agradable y sobre el escenario: dos saxos tenores,
Eric Alexander y Grant Stewart, estadounidense de Illinois el primero y canadiense
de Toronto el segundo; a las baquetas, nada menos que Alvin Queen, nacido en el
Bronx, Nueva York, un ilustre cuya dilatada carrera musical está enriquecida
por infinidad de colaboraciones con los músicos más laureados de
la historia del jazz. El contratiempo de la noche lo protagonizó el cuarto
componente anunciado, Alberto Marsico, en el órgano hammond, quien a causa
de una enfermedad hubo de ser sustituido por Mike Ledone, que anduvo un poco perdido
a lo largo del concierto, que se justifica por su falta de rodaje con el resto
de los músicos.
La propuesta se presentaba, por tanto, muy interesante, porque suponía
disfrutar de una vieja fórmula inventada por los padres del jazz en Estados
Unidos como son los duelos de saxofonistas tenores. Hay magníficos ejemplos
de parejas de saxos tenores exhibiendo sus habilidades, entre ellas cabe recordar
a la formada por Johnny Griffin y Eddie “Lockjaw” Davis, que editaron
un disco llamado precisamente “Tough Tenors”, y también ese
otro dúo de blancos procedentes de la Costa Oeste, Al Cohn y Zoot Sims,
que hacían auténticas maravillas. Todos ellos elevaron a la máxima
categoría esta manera de interpretar el jazz, donde los vientos se erigen
en protagonistas, tanto en los momentos álgidos, en los que el músico
demuestra hasta donde es capaz de llegar, o en los más tranquilos, donde
la fuerza se transforma en balada.
Con estos referentes sin duda presentes en el bagaje musical de Alexander y
Stewart, el concierto fue una auténtica lección de bop del bueno,
sin adulteraciones, encadenando distintas piezas que dejaron patente la calidad
atesorada por cada uno de los músicos. Con un desarrollo similar en la
mayoría de los temas: apertura de los dos saxos, seguido de los sucesivos
solos, la aportación del organista y culminación a cargo de un
Alvin Queen brillante y magnífico en los cambios de ritmo y en el acompañamiento.
Discreto, pero siempre presente, recordó en muchos momentos a históricos
como Philly Jo Jones o Art Blakey. Mike Ledone fue un correcto acompañante
en el hammond, pero su actuación apenas tuvo algún que otro destello.
La noche resultó divertida y en algunos momentos hasta espectacular,
y no defraudó a los que les gusta el “jazz de verdad”, sin
ningún “ismo”, ni complicación moderna. Un jazz que
suena limpio, con fraseos espectaculares, sin estridencias, y que recuerda que
ambos saxofonistas han bebido de los padres: Hank Mobley, Dexter Gordon, George
Coleman, John Coltrane, Sonny Rollins......Todo el legado de estos músicos
está en Alexander y Stewart y así se pudo apreciar a lo largo
de la sesión. El concierto arrancó con la misma fuerza como terminó.
Entre medias, distintos momentos brillantes en los que el cuarteto se explayó
interpretando blues, baladas o música brasileña con el tema “Desafinado”
de Joao Gilberto.
Siguió un solo de Alexander que puso los pelos de punta y una soberbia
interpretación de Grant Stewart en el clásico “Born to be
blue”. Para culminar la actuación, una pieza de Miles Davis llamada
“Pfrancing”, interpretada con frescura y con toda limpieza en los
sucesivos fraseos. Como no podía ser de otra manera, el público
quiso seguir disfrutando y la actuación culminó con “Summertime”,
que fue un buen broche de oro a una noche veraniega mágica en la que
por un momento todos nos vimos trasladados hasta un club de los años
cincuenta en Nueva York o San Francisco
Carlos Lara