Comentario: España
es especialmente en el inicio del verano y también a
lo largo del otoño un hervidero de conciertos englobados
en ciclos con el denominador común de tener el Jazz en
su título, a lo largo y ancho de toda su geografía,
en localidades de cualquier tamaño y condición.
Por tanto puede no resultar extraño que una ciudad como
Vigo haya decidido organizar en 2005 la primera edición
para su Festival Internacional de Jazz. Bajo la denominación
"Imaxinasons" (un bonito y acertado título)
y a lo largo de tres fines de semana para el grueso de los conciertos,
este Festival presenta una programación que en vez de
mirar a la mayoría de los festivales al uso en nuestro
país y al jazz americano para cumplimentar su oferta,
ha optado por apostar en volver la vista a Galicia, España
y Europa para ello. El resultado a la vista de la respuesta
del público en su segundo fin de semana de existencia
no se puede calificar sino de pleno éxito para un Festival
(con mayúsculas), que con esta su primera edición
ya ha logrado ponerse en la primera línea de los festivales
que tienen lugar a lo largo de la piel de toro. Y es que este
éxito no sólo es constatable por una más
que notable asistencia a los conciertos (por encima todos ellos
de los tres cuartos del aforo disponible) o por la variedad
y calidad de su propuesta (gallega con Alberto Conde Trio, de
España con Agustí Fernández Quartet, portuguesa
con Carlos Barretto, y alemana e italiana con Nils Wogram y
Gianluigi Trovesi respectivamente), sino sobre todo por la reacción
del público tras la finalización de los conciertos.
Especialmente llamativos resultaron los cinco minutos de aplausos
en el Auditorio Municipal tras el concierto del octeto de Gianluigi
Trovessi. Ante este tipo de reacciones parece necesario lanzar
la pregunta al aire de por qué este tipo de propuestas
"diferentes" son sistemáticamente ignoradas
por los programadores de festivales de todo tamaño y
condición, empeñados en mostrar un año
sí y otro también las mismas propuestas estéticas,
en muchos casos por los mismos músicos, o en dejarse
guiar por el relumbrón mediático (talón
mediante) para unas ofertas más merecedoras de la etiqueta
de música para el verano al aire libre que de la de jazz,
con unas figuras que nada tienen que ver con un estilo generosamente
amplio a la hora de acoger todo tipo de propuestas bajo su nombre.
Entrando en lo musical, en fin de semana comenzó el
viernes con la propuesta del trombonista alemán Nils
Wogram y su cuarteto Root 70 en una formación completada
con saxo alto y clarinete bajo, contrabajo y batería.
Su propuesta recoge múltiples influencias de la historia
del jazz en un proyecto en dónde tienen vital importancia
unas complicadas composiciones, ejecutadas milimétricamente
gracias al magnífico nivel instrumental por parte de
estos jóvenes músicos nacidos en la década
de los 70, de ahí su nombre, especialmente por parte
del líder de la formación, un virtuoso de ese
difícil instrumento que es el trombón.
Agustí Fernández es un fenómeno del
piano, que en estos momentos se encuentra en un nivel creativo
extraordinario. Acompañado por tres músicos
magníficos como son el saxofonista Liba Villavecchia,
el contrabajista David Mengual y el batería Jo Krause
en su proyecto Lonely Woman, afrontaron la difícil
tarea de trabajar en directo el legado de un revolucionario
del jazz como Ornette Coleman incorporando el piano a su repertorio
y trabajando fundamentalmente en una música basada
en unas melodías supuestamente ocultas entre el free
y la harmolodía ornettiana. El resultado fue un concierto
de altísimo nivel, con un pianista que cede gustoso
el espacio para el lucimiento de sus compañeros. De
entre todo el repertorio interpretado me quedo con la magnífica
recreación de Mob Job. Quizás en otro lugar
no sería extraño que con un disco como el que
han editado con este repertorio (que ya ha merecido las más
altas calificaciones en la prensa especializada) y con semejante
nivel en directo, este grupo tuviese su agenda reventada de
actuaciones en los escenarios de los distintos festivales
veraniegos. Pero España no es otro lugar: siempre es
lo mismo.
El sábado llegó la revolución para los
conciertos del fin de semana de la mano del Octeto de Gianluigi
Trovesi. Un músico italiano que presentaba su proyecto
Fugace por primera vez en España. En grabación
está editado por la prestigiosa discográfica
alemana ECM, habiendo sido elegido como mejor disco de jazz
en Italia en 2004. Su propuesta al igual que la de otros compatriotas
suyos (Italian Instabile Orchestra, Pino Minafra Sud Ensemble
o las múltiples encarnaciones de los proyectos del
imprescindible Carlo Actis Dato) toma múltiples influencias
sin ningún tipo de complejo. En el concierto del sábado
y para una formación de octeto conformada por contrabajo,
bajo eléctrico y violonchelo (más una amplia
pedalera), batería y percusión-electrónica,
más saxos-clarinetes, trombón y trompeta-electrónica,
se dieron la mano las distorsiones y los ritmos rockeros con
el tango, el jazz pre-swing, la música contemporánea
europea, el drum'n'bass, el blues, el funk tórrido
y un cierto toque free. El resultado fue un gozo para los
oídos de los asistentes a esta fiesta de los sentidos,
con un auditorio municipal aplaudiendo durante cinco minutos
que hizo que los músicos salieran a saludar en repetidas
ocasiones. Una nueva demostración de que el jazz europeo
ni es aburrido ni carece de ese swing que obligaba a mover
las cabezas y pies de los espectadores. Quizás alguien
tome nota y permita disfrutar a las audiencias de otros festivales
de espectáculos de tan magnífico nivel.
La noche acogió la actuación del trio del pianista
Alberto Conde a quien acompañaban Baldo Martínez
al contrabajo y Nirankar Khalsa a la batería y percusiones.
La raíz gallega fue un elemento presente a lo largo
de una actuación en donde sonaron Negra Sombra, De
Onte Pra Mañán o la archiconocida Rianxeira
para una actuación clásica en las formas. Esta
sirvió para disfrutar de tres músicos que demostraron
que su participación en este festival no se debe a
su origen gallego (en el caso de Baldo y Alberto) sino por
el nivel artístico que son capaces de desplegar sobre
el escenario, en dónde el pianista no dudó en
estrenar parte de su nuevo repertorio.
El domingo a la tarde recogió la actuación
del contrabajista Portugués Carlos Barretto. España
es un país que mira con complejo de inferioridad en
cuanto al Jazz que es capaz de mostrar cuando compara sus
propuestas con las que provienen del extranjero, pero que
a su vez pasa por encima de las propuestas que se generan
en nuestro vecino, Portugal. Propuestas como las de Carlos
Barretto, Mario Delgado, Telectu, Carlos Bechegas o Hugo Alves
entre otros muchos, presentes en discográficas como
la más que interesante Clean Feed (en dónde
esta formación editó Lokomotiv en 2003) hacen
que haya que replantearse esta visión tan sesgada de
la realidad y mirar hacia el Oeste de la península
para hayar unas propuestas más que notables.
Y así terminó parte de la oferta de Imaxinasons
en su segundo fin de semana. Fuera han quedado las actuaciones
de proyectos noveles en el pub Manteca o la música
en formato de Pasacalles. Para los interesados queda otro
interesante fin de semana, la magnífica exposición
fotográfica de Carmen Llussà y Javier Nombela
y las distintas mesas redondas y encuentros de especialistas
que van a servir para tratar sobre interesantes temas relacionados
con el Jazz. Todos ellos conforman un más que interesante
festival, que justo nacer, ya ha mostrado que se pueden hacer
las cosas de otra forma. Enhorabuena por este festival, que
continúe por muchos años y que cunda su ejemplo.