Comentario:
Jazz en un día de verano (1ª parte)
01/02/03_07_2005
Estoril Jazz está de vuelta. Siguiendo una tradición
muy propia, presenta una vez más el jazz puro, ese jazz
que no es dado a muchas contaminaciones. La acusación
de tradicionalista, conservador y clásico está
completamente justificada, pero no nos podemos quejar cuando
lo clásico también es un sinónimo de clase.
Evidentemente, de otro modo no estaríamos en Cascais,
este acontecimiento reviste un inconfundible carácter
social. Pero afortunadamente la música sigue siendo lo
que más interesa.
Von Freeman
En el bonito y ventoso auditorio del Parque Palmela, bordeado
de palmeras y pinos, Von Freeman fue un héroe. Cuando,
al comienzo de la noche, aparecieron sobre el escenario sus
acompañantes, tres jóvenes blancos elegantemente
vestidos, se percibió el contrate con el viejo hombre
negro que lucía una camiseta amarilla, chaqueta de
revisor de tren y gafas de sol, caminando lentamente, arrastrando
el peso de sus 80 años. Pero desde luego el anciano
músico demostró que la edad no es un obstáculo.
Como en una transfiguración, cuando tomó el
saxo tenor lo hizo con una energía que dejó
al público boquiabierto. Von Freeman tocó con
una fuerza increíble, agarrando cada tema y llevándolo
hasta el límite, con un saber acumulado tras muchos
conciertos, muchas músicas, muchos años. Experiencia,
conocimiento y sabiduría. Fueron estos los adjetivos
que llenaron la noche del viernes. Al lado del maestro Freeman,
un trío de músicos blancos de Chicago lo acompañó
con competencia y discreción, porque los focos son
sólo para los grandes señores. El momento en
que el trío acompañante atrajo más atención
fue cuando, tras el descanso, interpretó el tema “Speak
Like a Child” sin Von Freeman, que solicitó un
aplauso para su autor: Herbie Hancock. También recibió
un saludo especial Miles Davis, cuando Von dio voz a un tema
popularizado por el hombre de trompeta (“All for You”).
El veteranísimo tenor ofreció sonidos con la
confianza de quien conoce toda la música del mundo
y no tiene miedo de la aventura. En las baladas exprimió
toda la melancolía que uno puede llevar en el pecho:
es imposible que esos escalofríos fuesen causados sólo
por la baja temperatura. Mostrando un extraordinario sentido
del humor durante todo el concierto, Freeman también
quiso dedicar un tema a las “ladies”, aunque respeto
a esta cuestión pareció tener un problema ya
que tocó “I Can’t Get Started”. El
concierto terminó con unos temas bebop, primero la
gillespiana “A Night in Tunisia” y, finalmente,
a modo de bis, la parkeriana “Yardbird Suite”.
Fue un concierto fulgurante, intenso, inmenso de energía
y alma. De entre lo que mejor en toda la historia de este
festival.
Houston Person
Cancelada la actuación de Joey De Francesco, notable
seguidor del groove de Jimmy Smith, la noche del sábado
tuvo como atracción de reemplazo el cuarteto del saxofonista
Houston Person. Y, al igual que en la noche anterior, Person
se reveló como un ejemplo más del evidente mal
gusto a nivel del vestuario: chaqueta azul chillón
sobre una camisa roja, lo que contrastaba con la vestimenta
sobria del resto del grupo. Pero en aquello que nos interesa
–la música- Person reveló toda su competencia.
Este estadounidense sexagenario cumplió todas las expectativas
del público. Presentó con una gran seguridad
su jazz clásico, hecho a base de lecturas de standards,
siempre técnicamente irreprochable. ¿Qué
faltó entonces? Para quedar en la memoria del futuro
faltó esa pizca de sorpresa, el arrojo para ir más
allá de lo elemental, esa marca de clase (precisamente
lo que hubo la noche anterior). Con todo, fue un buen concierto,
con mucha clase y categoría, pero en el que a veces
se notaba que podrían tocar nueve o diez músicos
diferentes sin que hubiera una gran diferencia. El trío
que acompañó a Person mostró una gran
consistencia y equilibrio, pero entre ellos destacó
el veterano pianista Stan Hope. Este anciano pianista, siempre
con una sonrisa en la boca, consiguió sorprender al
público en cada nota martilleada en el Steinway &
Sons, cada nota escogida con una extrema delicadeza. Casi
sin dar tiempo para los aplausos, los temas se seguían;
destacaron en especial “When I Fall in Love”,
“It Had To Be You”, “My Romance“ y,
nuevamente Miles, con “So What”. El concierto
concluyo con la composición popularizada por la película
Casablanca: “As Time Goes By” fue el bis de una
actuación muy aplaudida. Típico del festival
en el que estaba integrado, este concierto fue un elogio de
la técnica, y en él faltó tan sólo
esa pizca de osadía para poder ser considerado como
realmente memorable.
Peter Cincotti
Peter Cincotti es un fenómeno popular. Para atestiguar
esta afirmación el recinto del Parque Palmela se llenó
por completo al final de la tarde del domingo, algo que no
había ocurrido en esta edición del festival.
¿Y cuál es esta música que arrastra a
tanta gente? El joven Cincotti (22 años) es un notable
talento que canta, toca el piano y compone, hace pop con ropajes
de jazz –o viceversa, es irrelevante- y se ajusta al
gusto popular. En este concierto para después de la
playa, Peter Cincotti navegó entre el material de sus
discos y algunos temas nuevos. El público, formado
en su mayoría por admiradoras, estaba rendido desde
el principio y el cantante/pianista no tuvo que esforzarse
mucho. Desfilaron sus éxitos, casi todos compuestos
por él, entremezclados con dos o tres standards, siempre
confiado y bien apoyado por el grupo. El público se
dejó arrullar, especialmente por la baladas, casi siempre
con una intensidad dramática comparable a los momentos
más blandengues de Manowar. El delirio (moderado) llegó
con el bis: “I Love You, Paris” (aunque esta canción
tiene más sentido con la presencia de Paris Hilton).
Fue una pena la breve duración del concierto: poco
más de una hora, muy escaso para quien pagó
25 euros por la entrada. Al final hubo mucho aplausos, fue
un éxito de público, pero tuvo poco que ver
con el jazz.
Jazz en un día de verano (2ª Parte)
08/09/10_07_2005
Tras un primer fin de semana con la actuaciones de Von Freeman,
Houston Person y Peter Cincotti, la 24ª edición
de Estoril Jazz prosiguió con el trío de Lynne
Arriale. La pianista actuó durante esta semana en cuatro
espacios diferentes: en el Centro Cultural de Belém
acompañada de Marta Hugon (lunes), en el Centro Cultural
de Cascais con João Moreira como invitado (martes),
en el “Du Arte Garden” del Casino de Estoril (miércoles)
y también tocó en la sala más célebre
de Portugal, el Hot Club de Portugal (jueves). El jazz volvió
a reinar en el Parque Palmela, confirmando la calidad del
festival.
Charlie Parker Legacy Band
En el 50º aniversario de la muerte de Charlie Parker,
se presentó sobre el escenario de Estoril Jazz un sexteto
que homenajea la música del héroe más
genial de Kansas City. Formado por tres saxos altos (el instrumento
de Parker) y una sección rítmica veteranísima,
este grupo fue responsable, la noche del viernes, del lleno
del recinto, lo que hasta entonces sólo el poppy Peter
Cincotti había conseguido. Enseguida se vio que la
velada iba a merecer la pena. A medida que recorrieron el
cancionero parkeriano, también se vio que, a pesar
de la unidad del grupo, su éxito dependía de
la eficacia de los tres solistas. Jesse Davis, el saxofonista
que por momentos recordaba a Charlie Parker con su físico
fuerte, exhibió un sonido sólido y calentó
la noche. Wes Anderson, con un sonido más áspero,
fue el menos inspirado (tal vez por ser el más joven
de los tres). El tercer saxo alto, Vincent Herring, destacó
completamente y dominó. Con su sonido pleno, segurísimo
y original, y superó a sus dos compañeros con
claridad, en especial cuando se acordaba de llevar su saxo
hasta el límite. Además de hacer las veces de
presentador, siempre con buen humor, encarnó el papel
de John Coltrane en la noche que debía ser de Parker
(el físico de Herring, además de su maestría
técnica, recuerda al gran maestro del tren azul). La
sección rítmica estuvo bien, a pesar de su veteranía:
Ronnie Matthews (piano) y Ray Drummond (contrabajo) estuvieron
a buen nivel. Jimmy Cobb, el superviviente de las sesiones
de grabación del celestial Kind of Blue (Miles Davis,
1959), fue la estrella. Y pese a la edad demostró estar
en buena forma. Con o sin Charlie Parker, fue una noche con
grandes momentos.
Roy Haynes
El histórico batería Roy Haynes presentó
el sábado a su cuarteto Fountain of Youth. Una vez
más (la tercera en este festival) fue un cuarteto de
saxo tenor, piano, contrabajo y batería. Y, una vez
más, una vieja gloria se presentó acompañado
por músicos noveles. Pero, al contrario de lo que ocurrió
en las ocasiones anteriores, los acompañantes ocuparon
un lugar destacado, acompañando al líder con
clase. Y quien mostró una gran clase fue Marcus Strickland,
que realizó una gran actuación a los saxos.
Primero al tenor, sin huir de la tradición clásica
pero con una enorme desenvoltura, y posteriormente al soprano
(una balada, “In a Sentimental Mood”, que dejó
a todos fascinados). El contrabajo, tocado por John Sullivan,
fue eficiente, marcando siempre el tempo con extrema precisión.
Al piano, Martín Bejerano mostró una gran técnica,
aunque en ocasiones tardase demasiado en llegar a su destino,
perdiéndose en algunas curvas y recodos innecesarios.
El líder, Roy Haynes, es un gigante. Y mostró
estar en una gran forma. Pese a que en la portada de su último
disco quiere transmitir una imagen de modernidad, Haynes sabe
que el elixir de la juventud no se encuentra en la ropa de
moda, sino en envejecer con clase, y eso es exactamente lo
que hace (y hablando de clase, el momento en el que intentó
camelarse a una fotógrafa fue delicioso). Así
pues fue una música llena de clase, con una calidad
garantizada. Pese a no haber prendido fuego, el Parque Palmela
vivió una noche de sábado caliente.
Count Basie Orchestra
Quien viera la programación del cartel del festival
para la última noche de Estoril Jazz podría
quedarse sorprendido. Se prometía la presencia de la
Count Basie, que por desgracia falleció hace mucho
años. Vino su banda, la Count Basie Orchestra, pero
la imagen promocional tal vez provocase dudas en algunos.
Y desde luego la gran formación, de casi dos docenas
de músicos, demostró que es una máquina
bien engrasada. Formada por músicos de buena calidad
técnica, la música sonó siempre afinadísima,
destacando asimismo el equilibrio entre los músicos.
De forma democrática, casi todos tuvieron la oportunidad
de realizar solos, sin que existieran grandes individualidades.
El único que destacó fue el batería Butch
Miles, que con su estilo espectacular y aparatoso hizo las
delicias del público. La cantante Melba Joyce mostró
su voz fuerte, directamente inspirada en la tradición,
en algunos temas de en algunos temas a modo de aderezo: “Sweet
Georgia Brown”, “All of Me” y “What
Are You Doing the Rest of Your Life”, entre otros clásicos.
Entre interpretaciones vocales o instrumentales, el público
quedó encantado con el sonido lujoso de esta big band,
que es una máquina imparable de hacer swing. Se trata,
claro está, de un viaje al pasado, pero no es nada
malo cuando no nos lo quieren vender como “algo moderno”.
Sólo falto ”Jumping at the Woodside”, tal
vez la composición más célebre del maestro
Basie. Y así, al contrario de lo que suponíamos,
no fuimos completamente engañados por el cartel: al
menos en espíritu, Count Basie pasó por el Estoril
Jazz. ¡Count-Ba-sie!
Nuno Catarino
* Reseñas publicadas originalmente en http://www.bodyspace.net/
Traducidas al español por Diego Sánchez Cascado.