Comentario: En medio de
una extensa gira europea, y recién llegados desde Roma,
aparecieron en Almuñécar Dave Holland y los componentes
de su Big Band, un día antes de tocar en el Universijazz
de Valladolid y cerrar la gira un día después
en Barcelona. Ante semejante paliza no sería de extrañar
que los músicos flaquearan en su actuación, porque
los kilómetros suelen pesar en el intelecto. Sin embargo,
la big band de Holland no mostró en algún momento
de su actuación síntomas de flaqueza; ni el más
pintado podría imaginarse lo que esta formación
sería capaz de ofrecer en su plenitud de facultades.
Porque estuvieron magníficos, brillantes.
El escenario situado bajo el castillo de San Miguel pocas
veces había contado con tal cantidad de artistas encuadrados
todos en un mismo proyecto, y del calibre y el respeto internacional
con que cuenta esta big band y el músico que le da
nombre (recordemos que el año pasado le otorgaron cinco
premios: mejor álbum de jazz Extended Play-Live at
Birdland, mejor grupo acústico Dave Holland Quintet,
mejor big band, mejor bajista y artista del año. Ahí
es nada…). Así que sobraban las presentaciones.
El ansia de quien espera un manjar sentado en la mesa, es
comparable a lo que el que escribe estas líneas sentía
cuando entró una hora antes del comienzo del concierto,
y ocupó las sillas centrales de la primera fila. Si
quieren, pueden añadirle a eso los tres cuartos de
hora que un servidor pasó junto a Holland entrevistándolo
en nombre de esta casa y de todos los que aquí participan,
y tal vez puedan aproximarse a las ganas con las que esperaba
la salida de los músicos al escenario.
Y entonces, se hizo la luz. Tras el saludo a los patrocinadores
y la presentación, los músicos salieron a escena
y se situaron ante sus instrumentos, todos sentados ante sus
partituras, con la lógica excepción de Dave
Holland y Steve Nelson. Holland presentó uno por uno
a su formación, agradeció al público
la inmensa ovación que despertó la aparición
de la banda, y comenzaron con un arrollador Bring It On. Lo
primero que me llamó la atención es la perfecta
comunión que se establecía entre los músicos,
un grado de solidez difícilmente igualable. Y los arreglos…
Madre del amor hermoso, qué arreglos, y qué
forma de dialogar entre los vientos, qué perfecta sincronía
y qué gran capacidad envolvente, con lo complicado
que ha de ser que trece músicos suenen con tan exquisita
solidez… Pero les estaba cubriendo las espaldas una
increíble sección rítmica comandada por
Holland y con un Nelson disfrutando y un Smith que más
que tocar la batería parecía fundirse con ella.
El primero en levantarse (y con ello pronunciar su solo)
fue Mark Turner, que dio rienda suelta a su saxo entre el
sonido de sus compañeros. Posteriormente lo hizo Robin
Eubanks, haciendo gala de una excelente interpretación.
Pero el momento cumbre de la pieza fue el diálogo que
establecieron entre él y Turner, intercambiando sonidos
que saltaban de escalas y que, en el momento del tema en el
que el ritmo adquiere tintes latinos, alcanzaron niveles de
diálogo y de virtuosismo que, concretamente en trombón,
un servidor jamás había presenciado.
Y es que cada una de las ocho piezas que interpretaron se
podría despiezar por separado y analizar como si se
tratasen de organismos cerrados y perfectos. El excelente
trabajo de Holland no sólo como compositor, sino como
arreglista, adaptando los temas de su quinteto para la Big
Band y adaptando composiciones de algunos de sus músicos
como Haskins o Eubanks, nos podrían dar para escribir
un buen puñado de páginas, pero pronto llegaría
el momento en que nos quedaríamos sin calificativos,
puesto que todas y cada una de las piezas rozaron la perfección.
El segundo tema que interpretaron fue el Blues for C.M.,
un estupendo homenaje de un maestro del contrabajo al que
quizás haya sido uno de los más grandes intérpretes,
arreglistas y compositores que ha dado la Great Black Music.
El solo con que comenzó Holland esta pieza, y la forma
con la que introdujo el blues y, por consiguiente, los vientos,
levantó aplausos de puro placer. La gente se miraba
entre sí como intentando demostrarle al resto que sí,
que estaban allí, que no era un sueño hermoso
y aquello estaba realmente sucediendo: la magia del jazz se
mostraba en la sonrisa de un público entregado al deleite
del acto artístico.
Holland, al terminar cada tema, presentaba a aquellos músicos
que habían tenido una participación más
activa en el desarrollo del mismo y aprovechaba para presentar
el que tocarían posteriormente. Así, pasaron
a tocar la pieza Move 2, una composición de Taylor
Haskins que sonó realmente bien, respaldada por la
línea de trombones que reposaban ante el solista y
abriendo camino para el lucimiento de los saxos. E inmediatamente
después pasaron a interpretar el fantástico
corte compuesto por R. Eubanks Mental Images, del último
trabajo de la banda, Overtime. Dave Holland realiza una preciosa
introducción que es respaldada perfectamente por el
vibráfono de Steve Nelson, cuyo trabajo en la Big Band
es para un servidor tan esencial como irreemplazable. La trompeta
de Duane Eubanks, hermano de Robin, es en este set la encargada
de llevar la voz cantante, que parece llamar a su hermano
a unirse a la fiesta y finalizar el tema por senderos paralelos.
Tras interpretar A Rio, dedicada a la ciudad brasileña,
se echaron al monte y se marcaron un The Razor´s Edge
para recordar. Sobre el ritmo marcado por Holland y bajo las
pinceladas de un Nate Smith espléndido,las líneas
de trompetas, trombones y saxos empezaron a soplar ráfagas
de viento entre las cuales destacó sobremanera el protagonista
elegido para este tema, que no era otro que el barítono
Gary Smulyan. Es increíble cómo tantos músicos
pueden compenetrarse entre sí para liberalizar, en
ciertos pasajes, la melodía y volver a agarrarla, con
una sincronía ejemplar… He aquí el poder
de la música, de nuevo. Y Holland contento, sin parar
de sonreír, cómplice con sus músicos,
y sus dedos volando por entre las cuerdas de su precioso contrabajo
rojizo.
El concierto llegaba a su fin y tras la interpretación
del corte Free For All, Dave Holland volvió a presentar
a la totalidad de su formación entre vítores
y aplausos de un público que, conforme avanzaba la
velada y justo antes de terminar, iba asimilando la calidad
del espectáculo que acababa de presenciar. Pero el
solicitado bis no se hizo esperar y Last Minute Man fue el
tema elegido para la ocasión que cerró la noche
más inolvidable que un servidor vivió en el
Festival de Jazz en la Costa.
Texto y fotografías por Diego Ortega
Alonso.