Comentario: Érase
una vez un músico con una camisa a rayas…, érase
una vez un músico con muchas guitarras…, érase
una vez el Pat Metheny Group: un grupo hecho a semejanza de
uno de los músicos más carismáticos del
panorama actual.
El Pat Metheny Group (PMG) ofreció en Barcelona el último
concierto de la gira española del World Tour 2005, que
ha servido de presentación del último trabajo
del guitarrista americano titulado “The Way Up”.
Pat Metheny se presentó con un grupo reformado y con
la baja del omnipresente (y en ocasiones excesivo protagonista)
músico camerunés Ricard Bona. Para la presente
gira Metheny exhibió a un grupo de músicos cimentado
por la columna vertebral de Lyle Mays, Steve Rodby, Cuong Vu
y Antonio Sánchez.
El concierto resultó ser un éxito de público
y de música, proporcionando a la gran cantidad de seguidores
del músico norteamericano, una buena ración de
Pat Metheny Group en estado puro. El concierto se inició
con un pequeño tema acústico y en solitario de
Metheny, para pasar de inmediato a desarrollar la suite “The
Way Up”, conformada por cuatro partes, todas ellas interrelacionadas
entre si. La música desplegada a lo largo de la mencionada
suite y con una duración superior a la hora, demostró
las virtudes y a la vez las debilidades de la música
de Metheny. El grupo sonó perfectamente cohesionado,
atento a los desarrollos de la partitura, mientras que el líder
llevaba a cabo una auténtica exhibición de guitarras
(llegó a tocar casi una docena de guitarras en todo el
concierto), con la clara intención de buscar diferentes
sonoridades a lo largo de toda la interpretación. Piezas
y engranajes perfectos de esta interpretación eran músicos
como Lyle Mays y Antonio Sánchez, quienes sirvieron de
apoyo a Metheny a fin de desarrollar sus consabidas artes en
la guitarra. En determinados momentos la música de Metheny
se encuentró excesivamente parametrizada, al objeto de
ofrecer una forma musical muy determinada (incluso estéticamente),
quedando los intérpretes prisioneros de la música
y del desarrollo de la misma (en especial en las entradillas
de determinados elementos sonoros). Todo ello es buscado con
una clara intención por parte de Metheny, comportando
una música que es fácilmente reconocible por sus
seguidores. A pesar de lo comentado, la música aportó
momentos brillantes aunque en otros, el efecto sonoro resultó
ser excesivamente agrupado lo que no dejaba apreciar los diferentes
instrumentos.
Pero tras la suite de “The Way Up”, quedaban todavía
casi dos horas de concierto y Metheny empezó a reinterpretar
sus propios “standards”. Donde Metheny brilló
y con una luz propia fue en las “distancias cortas”,
interpretando temas en solitario, a dúo, a trío
(recordar los excelentes tríos que ha formado a lo largo
su carrera musical) y en cuarteto, demostrando las excelentes
cualidades como guitarrista, con una música abierta y
más libre, que permitió una música más
improvisada y donde los músicos se encontraron cómodos
y dieron los mejores momentos como instrumentistas, antes de
acabar interpretando temas tan conocidos como “Last Train
Home”. De los músicos del grupo señalar
la extraordinaria musicalidad por parte del batería mexicano
Antonio Sánchez, que demostró unas excelentes
cualidades no solo como acompañante sino también
en los momentos como solista, o las exquisiteces sonoras de
la trompeta de Cuong Vu y por supuesto su inseparable amigo
de aventuras Lyle Mays.
En definitiva, los seguidores de Pat Metheny salieron del concierto
entusiasmados y plenamente satisfechos después de tres
horas ininterrumpidas de concierto y en donde pudimos observar
a un Pat Metheny pletórico y me atrevería a decir
en muy buen forma tanto física como musical y donde demostró
que los años parece que no pasan para él y donde
la maquinaria de su PMG se encuentra perfectamente revisada
y engrasada, y funcionando a todo ritmo, lo que augura muchas
más noches de placer para los aficionados en venideros
años, que son muchos en toda España.
P.D.: Señalar como nota negativa del concierto por
parte de la organización, el trato de desconsideración
y de desprecio a los fotógrafos acreditados al evento,
que no permitieron en ningún momento poder llevar a
cabo su labor en condiciones, todo ello con pretextos de muy
diversa consideración (que el músico no dejaba
hacer fotos o que el aforo del concierto no lo permitía),
lo que obligó a intentar realizar fotos desde la mesa
de sonido. Mientras que por el contrario el público
de las primeras filas realizó fotos en todo momento
con flash y algún aficionado había, que se encontraba
grabando el concierto con una video cámara. Este público
no fue advertido en ningún momento ni se le invitó
a dejar de llevar acabo tales acciones, sino que disfrutó
de plena libertad para hacer fotografías a sus anchas.
Es ya hora en España de que la función de los
fotógrafos sea reconocida y ante todo respetada y que
se deje de perseguir a todos estos profesionales, sometiéndolos
en cada concierto a absurdas imposiciones, pues es posible
integrar los intereses de todos los interesados (fotógrafos,
músicos y público), para así de esta
forma poder apreciar una actividad que forma parte esencial
del jazz, y que es la fotografía de conciertos.
Juan Carlos Abelenda