Comentario: Poco se sabía
de esta colaboración de Bruno Chevillon con Jean-Marc
Foltz, por la simple razón de que este fue el segundo
concierto del dúo. Pero algo dejaba prever un buen espectáculo,
como el hecho de que el primer concierto hubiera llegado a Clean
Feed de la mano del director artístico de Jazz em Agosto,
a quien le gustó lo que escuchó y publicó
el material coincidiendo con este segundo concierto. Sin haber
escuchado el disco, poco quedaba salvo entrar en la sala polivalente
de la Gulbenkian con los oídos bien abiertos y disfrutar
del momento. Debo añadir que para esto, además
de los oídos, es también necesario tener la mente
abierta a este tipo de propuestas, porque son extremadamente
estimulantes, pero no de una asimilación inmediata.
Empezó el concierto con el contrabajista frotando
las cuerdas de su instrumento con el arco, creando una masa
sonora que permitió a Foltz tocar un registro minimal,
casi hipnótico, que se mantuvo durante casi toda la
pieza. A partir de ahí, supe que estaba ante la presencia
de dos grandes músicos, con un montón de recursos
inagotables. Todo vale cuando se trata de crear música,
máxima que se hizo bien presente a lo largo del concierto.
El dúo se aproximó al jazz tradicional en muchas
ocasiones, tocando de forma literal algunas partes de los
temas, donde fue perceptible en la forma de tocar de Jean-Marc
algunas similitudes con Artie Shaw, aunque lo hiciera dentro
de un registro totalmente contemporáneo, en la línea
de lo que hace, por ejemplo, Claudio Puntin. Impresionó
la capacidad del clarinetista para utilizar la técnica
de la respiración circular, consiguiendo tocar de forma
continua durante largos períodos. Pero el dúo
también se alejó del jazz creando paisajes sonoros
próximos a la rudeza de la música industrial
y a los ambientes nocturnos.
Bruno Chevillon es a día de hoy uno de los instrumentistas
más talentosos de la escena europea. Aquí fue
el compañero perfecto para las abstracciones de Foltz
y el principal creador de los ambientes del concierto. Creó
registros percusivos, golpeando con sus dedos la caja del
instrumento, sonidos originales tocando el arco con muelles,
feed back arrastrando el arco fuertemente contra las cuerdas
del contrabajo. Fue todo menos un contrabajistas tradicional,
melódico cuando tenía que serlo y enérgico
cuando la situación así lo exigía. Impresionante
fue la manera con que los músicos jugaron con las dinámicas,
en un contexto totalmente acústico y de música
improvisada.
No sé si el concierto se grabó, pero yo me
compraba el disco.
João Pedro Viegas traducido por Diego Sánchez
Cascado