Comentario: En un contexto
de improvisación total, el primer concierto del domingo
fue, más que una jam de trompetistas de calidad, una
confrontación de estéticas y formas de tocar.
Dörner fue siempre muy germánico, gutural, abstracto
y formal. Cappozzo, más abierto y francófono,
fue un trompetista potente, con más brillo, más
melódico, más claramente un músico acostumbrado
a los lenguajes de la improvisación. Herb Robertson fue
el contrapunto a estos músicos. Improvisador experimentado,
a lo largo del espectáculo fue siempre más figurativo
y también, sin ninguna duda, el más jazzy de los
tres. Claramente el matiz americano predomina en Robertson,
incluso en esta música muy fragmentada y muchas veces
totalmente abstracta.
Este choque de personalidades entre tres grandes improvisadores,
dio como resultado un espectáculo lleno de color y
brillo, muy intenso, en el que todos ellos fueron, además
de grandes solistas, músicos atentos a los sonidos
surgidos de sus compañeros. Y a partir de los fragmentos,
de pequeñas melodías, de pequeños cambios
y resonancias, se hizo la luz, es decir una música
de gran calidad.
Es impresionante la cantidad de recursos técnicos
que los músicos utilizaron a lo largo de la sesión.
Al contrario que los otros dos, Robertson utilizó siempre
una variedad increíble de sordinas y wha-wha que le
permitieron ejecutar unas figuras absolutamente innovadoras,
ora serias, ora burlescas. Nos dejó en la retina un
momento en el que dialogó con Dörner, al que claramente
dio severas regañinas pero también consejos
paternales. Interesante también fue una trompeta utilizada
por el alemán, con la boquilla hacia arriba, a lo Dizzy,
que permitía manejar la vara de afinación con
gran amplitud, haciendo con ese movimiento ser al instrumento
una mezcla de trompeta y trombón de varas.
Lo que quedó también en la memoria fue el humor
con el que sobre todo Cappozzo y Robertson afrontaron el espectáculo,
tanto por su postura relajada sobre el escenario como por
las figuras ejecutadas. El final del espectáculo fue
una clara prueba de ello: mientras Dörner mantenía
a través de la respiración circular una nota
tocada muy bajo durante algunos minutos, los otros músicos
asumieron el sonido con un resonar prolongado a la vez...
fue un epílogo corto y fulminante.
¡Muy bueno!
João Pedro Viegas traducido por Diego Sánchez
Cascado