Comentario: Plantearse a
estas alturas de la película que Uri Caine es uno de
los mejores pianistas de la escena del jazz contemporáneo
no es decir nada nuevo que el buen aficionado no sepa. Sus trabajos
en el sello Winter & Winter nos muestran a un músico
capaz de brillar en cualquier faceta musical que elija, ya se
trate de jazz, música clásica o la mezcla de ambas,
como ya consiguiera con su versión de las “Variaciones
Goldberg” de Bach. Al igual que sucede con otros músicos,
como por ejemplo Dave Douglas o John Zorn, Uri Caine demuestra
una constante inquietud por incorporar a su nómina musical
todo tipo de experiencias novedosas que le eviten anquilosarse
o cerrarse en un único camino. Con su nuevo trío
Bedrock 3, ha conseguido dar una nueva vuelta de tuerca apuntándose
a la moda de la música electrónica incorporada
al mundo del jazz. Valiéndose de un piano Fender, Uri
Caine se recrea en sonidos soul, electrónicos, jazz-rock,
improvisación e incluso en la música disco. Ayudado
por la potente batería de Zach Danziger y el bajo y las
distorsiones de Tim Lefebvre, Caine demuestra su maestría
en el manejo de los teclados eléctricos, y le gusta incidir
en la creación de ambientes y atmósferas, a veces
siniestras y en otras ocasiones, ciertamente humorísticas.
Pero, la utilización y a veces el abuso de esos recursos
tecnológicos le llevan a una sobreactuación que
ensombrece su gran dominio de los teclados. Particularmente,
prefiero a Uri Caine tocando el piano acústico, principalmente
en formación de trío, que es donde mejor se puede
apreciar su sabiduría. Sus experiencias electrónicas
no dejan de ser interesantes, pero nos llevan a sonidos ya escuchados
antes en Herbie Hancock o el Chick Corea de “Return to
Forever”, sin ir más lejos. Bedrock 3 no deja de
ser una propuesta valiente, porque el jazz y esta música
parece que se llevan bien. El peligro estriba en que los árboles
de la música electrónica no nos dejen ver el bosque
del jazz. Por el momento, Uri Caine no ha caído en dicha
confusión, pero la experiencia demuestra que incidir
mucho en determinados estilos termina por cansar y alejar a
los fieles seguidores. Yo, por si acaso, me apunto al Uri Caine
de discos como “Toys” o “Blue Wail”,
donde nos encontramos a un músico con mayúsculas
enfrentado a la soledad de su instrumento, sin ayudas adicionales
o efectos especiales, que quedan muy bien como experimentos,
pero que no pasarán a la historia de la música
precisamente.
Carlos Lara