Comentario: El Ara Malikian
Ensemble se presentó el pasado jueves en la Sala Latinarte
dentro del programa “Uniendo puertos”. El nombre
del ciclo bien podría ser también el de este conjunto
que, con un estilo muy definido, se sitúa en el ámbito
cada vez más extenso de proyectos que tienden puentes
entre las diversas culturas del ámbito mediterráneo,
en este caso con un marcado acento flamenco.
Malikian no para. Es uno de esos casos nada habituales de
músico volcado a la música clásica pero
con una inquieta dedicación paralela a otro tipo de
propuestas.
Como el propio violinista ha señalado en más
de una ocasión, el hecho de haber escuchado jazz y
otras músicas populares le inoculó el deseo
de una mayor libertad expresiva, al punto que llegado un momento
(tras haber estudiado en Alemania e Inglaterra) decidió
abandonar la esquemática formación académica
y alejarse de las clases de los profesores para encontrar
su propia voz: “Me di cuenta de que no podían
ayudarme. Tenía que aprender de las equivocaciones”.
Tras ganar el premio Pablo Sarrasate la relación de
este libanés de ascendencia armenia con España
fue haciéndose más estrecha, hasta acabar residiendo
en nuestro país, en donde trabaja actualmente como
concertino de la Orquesta Sinfónica de Madrid. El hecho
de moverse a la vez en los campos de las llamadas música
clásica y popular, lejos de resultar una complicación,
representa para el violinista una fuente constante de enriquecimiento:
“Yo realmente aprendí a tocar música clásica
después de haber tocado flamenco, tango o jazz”.
En 1998 comienza a tocar con José Luis Montón
y a familiarizarse con el flamenco. Dos años después,
Malikían participa en el disco “Sin querer”
del guitarrista catalán, en 2002 editan a dúo
“Manantial”, y el año pasado, ya acompañados
por los músicos que se presentaron con él en
Latinarte (más Fabián Carbone al bandoneón),
graban “De la felicidad” (WEA).
En el escenario que el mes próximo acogerá
una nueva edición del ciclo Latina Jazz, el concierto
se inició con un brillante solo de violín, impregnado
de cierto aire oriental, que –además de poner
de manifiesto el virtuosismo del de Beirut- sirvió
de introducción a la animada “Equilibrista de
semáforo”, un tanguillo de Montón y Malikian,
que los autores del tema bordaron con la colaboración
de Miguel Rodrigóñez (contrabajista de formación
clásica que coincidió con Ara en el Ensamble
Nuevo Tango) y Jorge Tejerino en cajón.
A continuación, el guitarrista y el violinista conversaron
preciosamente a solas en “Sorongo”, dejándonos
unas intervenciones de gran lirismo.
Miguel Rodrigóñez volvió a sumarse en
la tradicional “Pena penita pena” (de Quintero,
León y Quiroga) y en los aires caribeños de
“Colombiana”. Ambas con unos arreglos muy imaginativos.
En un nuevo cambio de formación –algo que le
fue dando bastante dinamismo a la actuación- hizo su
entrada María Berasarte para cantar, arropada por Ara
y José Luis, una conmovedora versión de “Estranha
forma de vida”, el célebre fado de Amalia Rodrigues
y Alfredo Duarte. La cantante enseñó una gran
personalidad e incluso se mostró más suelta
y con más carácter que en la versión
registrada en “De la felicidad”.
En “Donde está” (de Montón y Malikian),
interpretada a dúo por sus compositores, el violín
del libanés volvió a volar alto sobre la base
segura que le proporciona ese toque de concertista impecable
que tiene José Luis.
Rodrigóñez y Tejerino se sumaron inmediatamente
después en “Agüi”, en el que Montón
nos regaló un solo delicioso. Y ya en el final, María
trajo su voz para “Homenaje”, composición
que incluyó como despedida por todo lo alto, una versión
de “La tarara”.
Fue un concierto muy agradable en el que sobresalió,
junto a la personalidad del líder del ensamble, la
gran labor de Montón, no sólo como solista y
compositor, sino también en los arreglos y en la cohesión
que desde su guitarra le proporciona al grupo, permitiéndole
a Malikián construir con mayor libertad sus impresionantes
solos aéreos. Tal vez nos quedamos con ganas –vicios
de aficionados al jazz al fin y al cabo…- de escuchar
un poco más a la sección rítmica, que
actuó con eficiencia y buen gusto pero sin espacios
para solear.
El público cerró la actuación con una
calurosa ovación que no pudo ser correspondida con
un bis. El violinista debía marcharse tan rápido
como había llegado a cumplir con un nuevo compromiso
en una emisora de radio. Malikian no para.