Comentario: Aún no
habían aparecido los músicos en escena y ya se
respiraba un ambiente de fiesta en la sala. No era para menos,
desde su reinauguración hace casi ya diez años,
era la primera vez que el Teatro Real abría sus puertas
al jazz.
En ese escenario en donde alguna vez habían desplegado
sus encantos artistas como Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan,
el Modern Jazz Quartet o Tete Montoliu, los instrumentos del
trío esperaban a los pies de uno de los decorados de
La Bohème, que actualmente se está representando
en el Real.
Allí estaba el París que tantas evocaciones
produce en muchos aficionados al jazz: los míticos
locales del “Quartier latin” de la posguerra,
las estancias de músicos como Miles Davis o Chet Baker,
las crónicas de Boris Vian y Julio Cortázar,
los rostros de Jeanne Moreau y Juliette Greco… Allí
aparecieron impecablemente trajeados Ron Carter, Russell Malone
y Jacky Terrason. No era difícil adivinar que la ovación
con la que fueron recibidos iba dirigida también a
todos los que habían hecho posible un ciclo de estas
características en un marco como ése. En esos
aplausos estaba claramente implícita la alegría
de poder disfrutar de nuestra música favorita en el
gran teatro lírico de Madrid.
Tras agradecer los aplausos, Carter abrazó a sus músicos
como diciéndoles “¡Allá vamos, chicos!”
y el trío comenzó a desgranar el primer tema
de la noche, en el que pusieron de manifiesto la elegancia
que le imprimirían a todo el concierto.
“Carter está considerado el ‘Everest’
de los contrabajistas de jazz” comenta José María
García Martínez en el programa del festival,
y es verdad que este músico que ha acompañado
a figuras como Miles Davis (sustituyendo nada menos que a
Paul Chambers), Gerry Mulligan, Stan Getz, McCoy Tyner, Herbie
Hancok, Sam Rivers, Coleman Hawkins, Freddie Hubbard, Gato
Barbieri, Jim Hall o Joe Henderson, ha recibido todo tipo
de elogios. Pero mientras lo escuchaba volvía a sentir
que tales valoraciones, aún reconociendo su desbordante
capacidad técnica, me resultaban excesivas, como excesiva
solía parecerme la presencia de su instrumento en el
sonido del trío. Sus solos desde ya eran un alarde
de digitación impecable potenciada por esa agilidad
que le permite su contrabajo piccolo, sin embargo, su insistencia
en colocarse en primer plano podía llegar a saturar,
haciendo que en el balance general el trío sonara muchas
veces a contrabajo con acompañamiento de piano y guitarra.
Jacky Terrason, un pianista con una trayectoria algo irregular,
tuvo una noche bastante acertada dentro de los límites
que marcaba el líder, cubriéndole atentamente
las espaldas a Carter y dejando un puñado de solos
en los que su estilo vitalista conquistó varios aplausos.
El guitarrista de Georgia, quizá el más swingueante
y con más feeling de los tres, volvió a demostrar
que sus condiciones están por encima del minúsculo
papel de sideman con el que muchas veces se despachan sus
colaboraciones. Si bien el sonido de Malone se mueve dentro
de parámetros tradicionales, sus intervenciones casi
siempre resultaron chispeantes y quizá se echó
de menos un mayor peso de su instrumento en la música
del trío.
El repertorio, con un aire mainstream de cámara, estuvo
compuesto por temas de los integrantes del grupo y por algunos
standards, como “My funny Valentine”, prácticamente
a dúo entre Ron y Terry, y una muy rítmica “Autumn
leaves”. La elegancia, la sobriedad y la corrección
(sin que esto signifique simpleza, ni mucho menos) fueron
el denominador común de unas interpretaciones que jugaron
mucho con las rotaciones de los solos y que Carter siempre
supo rematar con imaginación.
Los aplausos finales dieron pie a dos bises, el segundo de
ellos -con el líder esta vez sí más comedido-
dejó un delicioso perfume bluesy flotando en el aire.
Tras saludar al público, Carter les señaló
la puerta de salida a sus compañeros y permaneció
a solas un rato sobre el escenario, saboreando la ovación
que llegaba a sus oídos, saludando entusiasmado hacia
los palcos.
A la gente se la vio salir muy satisfecha, y estoy convencido
que no era sólo por la actuación del Ron Carter
Trio. La posibilidad de que a partir de ahora el Teatro Real
se convierta en un punto emblemático para el disfrute
del jazz en Madrid, nos había dibujado a todos una
sonrisa.
© 2006 Sergio Zeni